domingo, 30 de diciembre de 2018

MI OBRA MAESTRA


Quedó registrada su matrícula. El ciudadano ilustre (reseña) fue una de las más gratas sorpresas que ha tenido la cartelera en mucho tiempo. Gastón y Andrés Duprat eran dos nombres a seguir con atención. Se esperaba con suma curiosidad su nueva incursión en esas extrañas fábulas donde dan en la tecla del sentir argentino, sin renunciar por ello a tratar temas que se pueden entender sin necesidad de intérprete en cualquier latitud. 



La respuesta es Mi obra maestra, una comedia negra de engañosa sencillez en sus formas. Bajo la tensa relación de Arturo (Guillermo Francella) y Renzo (Luis Brandoni), los creadores hacen una aguda reflexión sobre la amistad a través de los años. El primero es un marchante de arte y el segundo un artista desbocado y visceral. Han pasado tiempos de gran compañerismo, si bien en el actual mercado del arte posmoderno ambos están pasando apuros y su relación va cuesta abajo por el choque de personalidades. 



Como en un cuento de Chejov, tardamos apenas unos segundos en entender la manera de comportarse de uno y otro. Francella, actor de una experiencia infinita en la comedia, vuelve a demostrar todas sus tablas. No le va a la zaga Brandoni haciendo de un artista genial e infantil, un tipo entrañable y censurable. Para servir de eficaz metáfora se usa su forma de tratar a un idealista aspirante a discípulo (Raúl Arévalo) a quien trata con una cruel tutela digna de Kill Bill


Conforme avanza el metraje, vamos observando que ninguna de las piezas del argumento ha sido dejada al azar. Cada ficha desempeña un papel clave para la resolución de una sátira aguda que ataca también los fundamentos actuales del arte actual. Los Duprat dejan un sello de agudeza en sus incursiones a la gran pantalla, teniendo siempre fe en la sensibilidad e inteligencia de su audiencia. 



Hay también, igual que ocurría en la maravillosa El ciudadano ilustre, un reparto coral de los mal llamados intérpretes secundarios/as que respaldan a la pareja protagonista. Destaca Andrea Frigerio, quien, además, tiene la ventaja de que ha compartido escenario en muchas ocasiones con Francella, lo cual les hace tener una complicidad realmente especial. 



Destaca asimismo Raúl Arévalo, quien hace de entusiasta discípulo, una persona en una etapa vital bien diferente a la de los dos amigos de vuelta de todo. Su aportación es esencial en este embrollo, además de dar unos tintes morales que plantean cuestiones de sumo interés. También hablar de María Soldi, otro contrapunto juvenil (en este caso, en una versión más egoísta que en el personaje anterior) para esta historia de personas en madurez.  


Desde que entró en una feroz crisis económica, el cine argentino comenzó a pensar con pausa. Cuando echamos una vista atrás a la magnífica cosecha que nos ha dejado su filmografía, resulta obligatorio hablar de grandes actrices y actores, de guiones redondos, etc. No obstante, es menos habitual hacerlo sobre la banda sonora. En el caso que hoy nos ocupa, debe citarse la composición de Alejandro y Emilio Kauderer, quienes acompañan a la perfección la esencia de lo que se nos quiere contar. 



Con todo, a diferencia de lo hallado en El ciudadano ilustre, aquí el argumento sí tiene su fallas conforme se le dan vueltas. Si en la primera todo encajaba de una forma admirable, los Duprat se permiten aquí algún atajo que no vulgariza el film, aunque sí lo aleja de las cotas que podría haber alcanzado con alguna justificación más meditada de los giros que ocurren en este pulso entre arte y amistad. 



Tal vez, lo que marque la diferencia y siga obligando a comprar la butaca para ver los filmes de estos argentinos sea esa capacidad de tocarnos la fibra con cosas que también nos pasan a nosotros.  



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.filmaffinity.com/es/film535280.html



https://decine21.com/peliculas/mi-obra-maestra-38447



https://cineuropa.org/es/newsdetail/359249/

domingo, 23 de diciembre de 2018

LA CULPA


El teatro está hecho para pensar. Pocas personas lo saben en la actualidad mejor que David Mamet, perro viejo de olfato fino que sabe que la verdad tiene no pocas aristas. Por ello, La culpa es claramente una hija predilecta del dramaturgo, una nueva oportunidad de cuestionar si eso de la ética tiene cabida en un mundo como el de hoy día. Tras su estreno en New York, el artista dio licencia a la compañía TalyCual para que la llevase a los tablados españoles. 



Juan Carlos Rubio dirige con sobriedad (y recordando en muchas ocasiones a Doce hombres sin piedad) un relato enmarcado en los problemas de un psiquiatra a quien reclaman acuda a defender a un paciente tras un horrible crimen cometido por el mismo. La cuestión es delicada porque los medios de comunicación han puesto grandes titulares en el asunto y un paso en uno u otro sentido le condicionaría para siempre. 



Pepón Nieto da vida al especialista, una persona atribulada y que se expone a ser diseccionada en los tabloides ante cada paso que emprenda. Sin saberlo, acaba de iniciar una partida de ajedrez donde no solamente se juega su reputación, un paso en falso irá arrojando flechas también a la mujer que ama y el único amigo de la pareja. 


El escenario, simple y eficaz, va haciendo la metáfora de un laberinto que se cierra sobre el protagonista. Nieto es un actor de gran experiencia y versatilidad, estando muy cómodo y haciendo que el auditorio le tenga empatía, puesto que cualquier persona podría caer en el problema que él tiene de forma involuntaria. Ante el escrutinio público, ni su religión ni vida privada podrán quedar a salvo. 



Bernabé Rico adapta el libreto con talento, sin que en ningún momento desaparezca el influjo de Mamet. Todo se presta a múltiples lecturas conforme avanzamos en el recorrido. Esto queda de manifiesto con el personaje de la abogada del antiguo paciente, Magüi Mira. Lejos de ser una antagonista o "la villana" del asunto, expone unos argumentos convincentes y el derecho de cualquiera, incluso del alma más monstruosa, de tener derecho a defensa. 



El juramento hipocrático, los secretos de confesión y los códigos de distintas profesiones se colocan en entredicho. En vísperas de comparecer al estrado, el protagonista se llegará a plantear hacer desaparecer las notas redactadas sobre su paciente. Además, hay otros componentes como la sexualidad del incriminado, lo cual es aprovechado de forma sensacionalista por varios periódicos. 


Con todo, las otras dos partes del triángulo las conforman las interpretaciones de Ana Fernández y Miguel Hermoso. La primera es la esposa del psiquiatra, quien se verá igualmente asolada por el terremoto que va a retorcer su intimidad. El segundo, amigo y confidente de la familia, tampoco podrá escapar a la vorágine. Ninguno de ese cóctel volverá a ser el mismo tras el estallido del asunto. 



En una alquimia no fácil de lograr, esta versión de La culpa tiene algunos momentos de humor negro y socarrón, un alivio que se agradece en una pieza donde casi hay claustrofobia conforme todo se va cerniendo hacia un pesimismo muy de Mamet. Muy dotado para la comedia, Pepón Nieto sabe dar ese aire de resabio cínico sin salirse del tono de la obra. 



Realmente, costaba pensar mejor despedida para el Gran Teatro de Córdoba de este 2018. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 



- Representación de La culpa en el Gran Teatro de Córdoba. Función del día 22 de diciembre de 2018. [Fotografía realizada por el autor del blog]. 



- Representación de La culpa en el Gran Teatro de Córdoba. Función del día 22 de diciembre de 2018. [Fotografía realizada por el autor del blog]. 



- Representación de La culpa en el Gran Teatro de Córdoba. Función del día 22 de diciembre de 2018. [Fotografía realizada por el autor del blog]. 

domingo, 16 de diciembre de 2018

SEÑORA DE ROJO SOBRE FONDO GRIS


Al contrario de lo que se piensa, los libros no sirven para darnos soluciones. De hecho, solamente valen para crearnos nuevos problemas. Ella siempre decía que el primer libro era fundamental. Si logra despertar tu curiosidad, un libro te llevará a otro libro. Esta clase de reflexiones dichas con la voz de un actor de la talla de José Sacristán tienen un eco destacado. Cuando Miguel Delibes escribió Señora de rojo sobre fondo gris estaba hablando de dos cosas: de la persona que más había amado y sobre sí mismo. 



El protagonista de esta obra es Nicolás, un pintor en horas bajas a quien los ángeles y las musas han dejado desamparado de inspiración. En definitiva, la misma situación por la que estaba pasando Delibes, un escritor de enorme talento que había sufrido la prematura muerte de su esposa, Ángeles de Castro. Él mismo afirmaba que le faltó la referencia, el faro que guiaba sus actividades, dejando incluso la pluma y el papel. Si bien es cierto que nadie es imprescindible, ese viejo dicho olvida que sí hay gente importantísima que, cuando desaparece, deja un hueco profundo e imposible de llenar. 



La producción y dirección de José Samano se basan en la sobria sencillez, aprovechando en todo momento que cuentan con un intérprete de los que se cuentan con los dedos de una mano. Pocos secretos esconden las tablas para un José Sacristán que se mueve entre ellas como un gato hábil sobre un tejado, siempre sin miedo a resbalarse. Tarea nada fácil, habida cuenta que es el único actor en escena, si bien el espectro del personaje de su fallecida mujer sobrevuela toda la obra.


La obra es prima-hermana de Cinco horas con Mario, puesto que sendas representaciones exigen a la persona protagonista enfrentarse con el público sin más armas que una habitación plagada de recuerdos, especialmente el de ese lienzo que nunca se atrevió a pintar. Ambos textos son asimismo crepusculares, como el testamento de un final de viaje.



Eso no quita que sea, a la par, un pincel que arroja mucha pasión juvenil. A lo largo de los recuerdos, Nicolás evocará los días más felices con su pareja, los instantes donde todo parecía que era una fiesta que no se iba a terminar nunca. Como si nos hubiésemos asomado por la mirilla, somos testigos de un soliloquio sin censura acerca de lo que es la vida conyugal con sus luces y sombras.



No parece casual que la pregunta que se le haga siempre a Nicolás es si bajaron los ángeles a visitarle con inspiración. Y es que durante años aguardó que Ángeles de Castro volviese de donde quiera que fue para regalarle la mitad más feliz de su memoria. Si rara vez se guardaba algo en el tintero (pensemos en Los santos inocentes), aquí su escrito es de una honestidad brutal.


Un trasfondo novelesco que encuentra su mejor vehículo en la voz y presencia de un Sacristán comodísimo en el papel, siempre sereno y sin alardes para decir mucho con apenas unos pocos gestos. A estas alturas de su carrera, parece el jugador veterano de infinita clase al que nada de lo que ocurra en el campo le perturba. Está más que habituado y sabe que si surge un imprevisto en escena, él lo va a resolver.



¿Es verdad lo que nos cuenta Nicolás? No es una pregunta baladí en ese sentido, la nostalgia es traicionera y tiende a recordar las cosas mejor de lo que fueron. El subjetivismo de este monólogo lleva a varios silencios de época, con cuestiones como el paradero de la hija mayor del protagonista, un claro reflejo de la política española en la década de los 70 del pasado siglo. Todo queda en el aire.



Obra roja sobre fondo gris que no podemos dejar de mirar.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



- Señora de rojo sobre fondo gris, función del día 15 de diciembre de 2018 en el Gran Teatro de Córdoba [Fotografía realizada por el autor del blog]



Señora de rojo sobre fondo gris, función del día 15 de diciembre de 2018 en el Gran Teatro de Córdoba [Fotografía realizada por el autor del blog]



Señora de rojo sobre fondo gris, función del día 15 de diciembre de 2018 en el Gran Teatro de Córdoba [Fotografía realizada por el autor del blog]

domingo, 9 de diciembre de 2018

MADRID SE QUEMA


Fue catalogada como el animal más hermoso del mundo. Una fórmula complicada, la trampa después de aparente elogio. Durante toda su carrera, Ava Gardner comprendió perfectamente que importaba menos lo magnífica actriz que era ante la imagen que proyectaba. Un reclamo de la cartelera por su mera presencia en el póster, objeto de deseo de propios y extraños. Bajo unas reglas despiadadas y machistas de la industria cinematográfica cuando las intérpretes envejecían, la diva siempre encontró en España un lugar de repaso, el castillo particular donde ejercer su carpe diem sin miedos. 



Una ironía en un país que en aquellos años se movía en dictadura y la propaganda oficial se jactaba de ser la reserva espiritual de Occidente. No obstante, tener a una de las diosas de Hollywood rodeada de toreros y cantantes flamencos era una publicidad demasiado golosa, por lo que la ilustre estadounidense pudo vivir con una libertad que otras personas no podrían ni haber soñado. Asimismo, pese a la ideología de izquierdas con la que simpatizaban, ilustres visitantes como Hemingway o la propia Gardner no vieron la contradicción de disfrutar en las plazas y tabernas en una nación con un sistema político en las Antípodas de la democracia. 



Paco León pone su olfato fino en esa etapa para narrar en unos pocos capítulos una historia deliciosa con el elocuente título de Arde Madrid. En vez de hablar de los grandes nombres (Dominguín, Frank Sinatra, etc.), el intérprete y director piensa en cómo sería el día a día de aquellos artistas callejeros y busca-vidas que inundaron la casa de la célebre actriz. La micro-historia se centra en Ana Mari (excelente Inma Cuesta), miembro de la Sección Femenina de Falange, quien entra al servicio de la celebridad. 


La química que se termina generando en la extraña pareja que conforman los personajes de Inma Cuesta y Paco León es básica para el éxito de este relato que recuerda a lo mejor del género literario de la novela picaresca. Es decir, protagonistas de moral ambigua que deben recurrir a toda clase de ingenios para lograr sobrevivir en el día a día, buscando ser más oportunistas que el resto cuando la oportunidad se tercie. 



Con todo, una de las papeletas más complicadas la tenía Debi Mazar, encargada de dar vida nada menos que a la propia Ava Gardner. Logra una encarnación creíble y nada sobre-actuada, transmitiendo el ocaso fascinante de una dama que ya solamente teme el aburrimiento. Fruto del contacto con el elenco que la sirve irán surgiendo extrañas rivalidades y complicidades que reflejan con maestría a la Dennis Rodman del celuloide, una epicúrea venida a tierras extrañas con el firme propósito de llevar sus caprichos al exceso. 



Hay también guiños a estereotipos que eran muy populares en el cine español de la época. Anna Castillo da su presencia a la inocentona Pilar, criada de adorable personalidad y que genera incluso el instinto protector de la señora Gardner. Recuerda bastante al mismo rol que ejercía una cómica de la talla de Gracita Morales, la muchacha venida de provincias a la jungla de asfalto madrileña.


Hay algún desperdicio de casting como no aprovechar a una actriz del talento de Carmen Machi, la cual tiene esporádicas apariciones con un personaje ya bastante trillado. Más jugo se saca de las aportaciones de Miren Ibarguren y Moreno Borja como una disfuncional pareja que tendrá varios encontronazos con el servicio de la actriz. O Julián Villagrán como el peculiar hermano de la protagonista.



Hay bastantes guiños históricos que no se limitan al mundo de la farándula. Especialmente a través de dos vecinos de Gardner en su finca, nada menos que Juan Domingo Perón (Osmar Núñez) y su esposa Isabelita (Fabiana García Lago). Los dignatarios argentinos tendrán varias quejas por los ruidos a altas horas de la madrugada y ciertos desencuentros caninos con la norteamericana.



En resumen, una mini-serie muy interesante que evoca una época plagada de contradicciones. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.elespanol.com/cultura/series/20180920/carmena-paco-leon-hablan-franquismo-arde-madrid/339466716_0.html



http://www.diariodeleon.es/noticias/gente/arde-madrid-sigue-movistar_1292236.html



https://www.espinof.com/trailers/trailer-arde-madrid-paco-leon-e-inma-cuesta-criados-ava-gardner-nueva-comedia-movistar

domingo, 2 de diciembre de 2018

SENTIDO, SENSIBILIDAD, ESPADA Y BRUJERÍA


Exigía una extraña alquimia. Los dos personajes resultaban tan emblemáticos como difíciles de comulgar en una misma portada. No obstante, una de las mayores alegrías para las estanterías de los últimos meses ha sido el cruce titulado Wonder Woman-Conan. ¿Juntar la Edad Hiboria con la mitología griega? ¿Hacer cabalgar por el mismo sendero al bárbaro de Robert E. Howard con el icono feministas que diseñaron William Marston, Elizabeth Holloway y Olive Byrne? El resultado podía haber sido un cómic comercial sin mucho sentido y que únicamente aspirase al tirón que por sí mismos tienen cada uno de estos protagonistas entre sus hinchadas.



Indudablemente, uno de los grandes aciertos de la empresa fue poner al timón a Gail Simone. Guionista muy experimentada, denota en cada diálogo y descripción un profundo conocimiento de lo que significan Diana de Temiscira y Conan de Cimmeria. Las legiones de fans pueden respirar aliviadas en un crossover donde no se atenta jamás contra la continuidad o la esencia de iconos de la historieta con décadas a sus espaldas. Lograr la armonía entre esos dos universos de ficción era una tarea nada fácil que la escritora sortea con habilidad pasmosa y aparente sencillez. 



Con el arte gráfico de Aaron Lopresti, realmente muy inspirado en estos números, Simone embarca a Diana y Conan en una extraña búsqueda. Todo comienza con el desafortunado encuentro del bárbaro con un oportunista que lo llevará a tratar con unos esclavistas poco recomendables. Allí conocerá una arena donde hay una guerra distinta a cualquiera que haya conocido antes. ¿O no? Porque la mujer le recuerda poderosamente a una niña de la que estuvo enamorado en el pasado y provenía de extrañas tierras. 


Con unas excelentes tintas a cargo de Matt Ryan, acompañadas de un color espectacular de Wendy Broome y Tony Aviña, Wonder Woman-Conan hace que esta fusión de emplazamientos resulte tan atractiva como armoniosa. Hay un componente de espada y brujería que no chirría al ir de la mano con enclaves que habría imaginado Homero. 



Perfecta conocedora de los puntos fuertes y débiles de cada cual, Simone siempre logra pulir la mejor perspectiva posible para potenciar a la dupla. Si bien el cimmerio es un guerrero formidable, muy por encima de la media, no podría sobrevivir en ninguna pelea directa contra la mejor amazona de Temiscira que, además, cuenta con poderes extra. De maneras ingeniosas (y que hacen referencia a sagas anteriores) se consigue evitar esa desproporción. 



Irónicamente, las portadas de Conan en sus distintos medios han sido en abundancia orientadas a satisfacer al público masculino con damiselas en apuros de hermosa apariencia. La propia Wonder Woman, cuando falleció Marston, también vivió una travesía en el desierto donde quedó muy ensombrecida ante sus contrapartidas masculinas en DC. ¿Como se llevarían en una hipotética primera cita? 

Siguiendo la estela del film de Patty Jenkins (2017), Simone articula un posible romance de una forma inteligente y sin caer en tópicos. Algo realmente meritorio en el caso del bárbaro destinado a convertirse en rey de Aquilonia. El cimmerio ingenuo y enamoradizo al que engañaban en la perversa Shadizar tiene, en apariencia, poco que ver, con sus representaciones más mujeriegas y primarias. Pero la guionista es consciente también de que adorador de Crom ha tenido relaciones de iguales con personalidades como Bêlit. 



Y, sobre todo, una continuada búsqueda de la libertad. Si algo tienen en común las trayectorias de ambas carreras es esa necesidad de liberarse de ataduras. Durante seis números, este equipo artístico de primer nivel nos da un cruce de caminos que parecía insospechado y termina resultando natural, un breve pero glorioso momento donde ambas colecciones se refuerzan mutuamente. 



Se cierra el tomo con una sensación de agrado permanente en la lectura. Una demostración de que se puede hacer algo comercial sin renunciar a la inteligencia y la sensibilidad bien entendida. 



ENLACES DE INTERÉS: 






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domingo, 25 de noviembre de 2018

RENÉ: DEL PANTEÓN A BUENOS AIRES


¿Qué fue primero, las lágrimas o la risa? Con esta elocuente pregunta culmina Anne Goscinny el prefacio del libro de su padre, titulado Del Panteón a Buenos Aires: crónicas ilustradas, una esperada edición en castellana de algunos de los textos de René Goscinny, uno de los más célebres guionistas que ha dado la fecunda escuela franco-belga. Como buena hija, demuestra haber aprendido con astucia gala las lecciones paternas, firmando un emotivo y tierno prólogo que advierte el tono de nostalgia que va a presidir la lectura. 



La edición bonaerense ha sido cuidada hasta el más pequeño detalle, con el mismo celo que el creador de Astérix ponía en sus juegos de palabras para los diálogos. Ilustradores europeos de la talla de Cabu, Druillet, Margerin o Cestac, entre muchos otros nombres destacados, acompañan los irónicos textos de aquel prodigio nacido en París un 14 de agosto de 1926. Vino al mundo muy próximo a Panteón de las personas heroicas de su patria, sin saber que pronto cruzarían el océano para marchar a Argentina y Estados Unidos. Él mismo nos lo cuenta de una forma deliciosa. 



Si algo transmiten de inmediato sus pequeños relatos es un gusto por la vida en general y la buena mesa en particular, afición que comparte con Obélix, aquel personaje secundario que su amigo y mejor socio, Albert Uderzo, consiguió que se convirtiera en principal. Todo ello contaba con un único e ineludible propósito: lograr la sonrisa cómplice, una búsqueda de la carcajada que ya encontró como antídoto de la timidez cuando estaba en el colegio. 


Indudablemente, se trata de una lectura muy agradable y de apariencia simple. Debe insistirse en eso porque él mismo bromea en las páginas con el hecho de que tantos años escribiendo en revistas infantiles le hacían añorar a sus colegas indescifrables, esos que dejaban al público enfadado consigo mismo por no ser capaz de alcanzar los códigos presentados. En realidad, el nivel de narración de Goscinny era tan bueno que su apariencia en el escaparate era de una falsa sencillez, la cual escondía horas y horas de trabajo frente al teclado. 



La cuidada traducción que se exhibe en esta versión permite percibirlo. Hay fragmentos graciosos que se convierten en sublimes a través de las notas a pie de página. Nuestro protagonista se permitía hacer juegos de palabras con algunos de los personajes de Los miserables que, inevitablemente, se pierden al pasar de la lengua francesa a otras. Igualmente sigue ocurriendo hoy con algunos de sus mejores momentos en series como Iznogud. Traducidas son muy buenas. En versión original, alcanzan la excelencia. 



Curtido en los pupitres del Colegio Francés de la capital argentina, Goscinny terminó siendo un trota-mundos que vería otras ciudades importantes como Montevideo o New York. Todo para terminar volviendo a casa para convertirse en uno de los puntales de la industria del cómic. Como su querido Astérix, no llegó a casa como el mal viajero; por el contrario, aprendió mucho de otras culturas para aplicarlo a su aldea. 



En bastantes sentidos, estos pequeños y divertidos pasajes recuerdan a obras similares de otros maestros del humor (especialmente Cómo acabar de una vez por todas con la cultura de Woody Allen). Siempre capaz de sacar punta a todo con ingenio, resulta de particular moraleja la vida de cierto rebelde burgués que está torpedeando el sistema desde dentro. Llega a tener tanta pericia en su intento que en todos las facetas de su vida es un conservador acomodado y que tiene engañados a propios y extraños sin hacer absolutamente nada. 



También plantea un futuro delirante donde turistas de otra galaxia reciben una visita guiada sobre los restos de Francia, con delirantes interpretaciones acerca de los significados de los objetos y lugares presentados. Aunque algunas referencias a su actualidad (por ejemplo, el general Charles de Gaulle) han caducado, sus reflexiones acerca de las dietas burguesas no parecen haber cambiado ni un ápice. 



Un libro imprescindible para las personas seguidoras del célebre guionista, aunque también para un espectro de público más amplio: el de cualquier búsqueda de una lectura que invite a la sonrisa. 



BIBLIOGRAFÍA: 



- GOSCINNY, R., Del Panteón a Buenos Aires: crónicas ilustradas, Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2018. Traducción: Laura Fólica y Julia Gómez Sáez (revisión). 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 










domingo, 18 de noviembre de 2018

1980 WIMBLEDON CHAMPIONSHIPS-MEN´S SINGLES FINAL


A diferencia de muchos otros deportes, el tenis mantiene siempre una cercana lejanía con el contrincante. Una fría red separa a las dos personas que se disputan el juego. Por ello, no tiene nada de extraño que sea una disciplina con un fuerte componente de soledad a la hora de asumir los errores y aciertos. Ya sea en tierra, cemento o césped, es un diálogo con uno mismo que ha llevado a autores como David Foster Wallace a afirmar que su practica es casi una experiencia religiosa. 



Durante horas, el sueco Björn Borg y el norteamericano John McEnroe se observaron en la gran Catedral de hierba, justo cuando se decidía si el primero iba a lograr su quinto entorchado consecutivo o, como le ocurrió a Lucio Cornelio Sila con Pompeyo, descubrir que la mayoría de la gente venera al Sol naciente antes que al menguante. El marketing de aquel año de 1980 sabía perfectamente que tenía un producto de primera magnitud. Magic versus Bird, Alí contra Foreman o tantas otras rivalidades que han atraído audiencias millonarias por presentar dos figuras de estilos antagónicos, aunque complementarios. 



La noticia de que Janus Metz Pedersen iba a dirigir un film que adaptaría el partido más mítico (con permiso del duelo Roger Federer-Rafael Nadal) fue acogida con interés y cierta polémica. Naturalmente, McEnroe, el torbellino de emociones y destroza raquetas, pronto se quejó del poco parecido físico que veía entre él mismo y su intérprete en la gran pantalla, Shia LaBeouf. Una pena que el famoso deportista afirme no haberla visto, puesto que sí que se capta muy bien su forma tan peculiar los partidos y convertir en una visita al dentista el jugar contra su heterodoxo estilo.  


La producción sueca es de hermosa factura. La fotografía difuminada pega mucho con la atmósfera casi de documenta que se respira en bastantes momentos. Una clara influencia de esta historia paralela al estilo Plutarco es la estupenda Rush (2013) de Ron Howard. Asimismo, el metraje es el idóneo para narrar lo que desea sin hacerse en ningún momento pesada. 



Conforme ambos protagonistas van avanzando en el torneo, la cinta nos lleva a través del recurso de los flashbacks a comprender los pasos que les llevaron a llegar hasta ahí. Un veterano de lujo como Stellan Skarsgard da vida al mentor del joven Borg (Sverrir Gudnason), una promesa que irá cumpliendo cada uno de los pronósticos sobre él para convertirse en una máquina de victorias. Pero eso le trae mucha más presión que felicidad. Es inevitable recordar la magnífica biografía de Andre Agassi, Open, puesto que hay algún punto en común notable. 



La documentación que llevan a cabo director y colaboradores (especial mención a Niels Thastum, responsable de todo el apartado fotográfico) es digna de notaría, puesto que la recreación de la época es excelente y nos sumerge de forma rápida en tierras británicas. Unas Islas donde el impulsivo McEnroe chocaba de inmediato con el público por su emotividad a raudales. 


Presionado hasta el extremo por la federación de su país y con una vara de exigencia que convertía las victorias en algo rutinario, la frialdad de Borg tendrá que buscar fuego si quiere sobrevivir deportivamente a un duelo con muy poco que ganar y muchísimo que perder. Por su lado, McEnroe se medirá a un rival que le exigirá estar concentrado con los cincos sentidos, no pudiendo permitirse ni dos décimas de segundo en malgastar energías protestando con árbitros o aficionados. 



Si el general Montgomery tenía un retrato del mariscal Rommel, ambas figuras irán obsesionándose con el otro hasta estudiarse al milímetro. Las cuatro horas del choque son resumidas con habilidad. El material era lo suficientemente apasionante para no tener que caer en clichés, resultando un montaje sobrio, eficaz y que contagia la sensación que tuvo la afortunada audiencia del momento al verlo en directo.  



En resumen, nos encontramos ante un biopic deportivo que revindica el género, narrado de forma inteligente y sin otra pretensión que mostrar el drama existencial de dos leyendas del tenis que quedan conveniente humanizadas para lograr nuestra empatía más cómplice. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 









https://elpais.com/cultura/2018/05/17/actualidad/1526538303_605048.html

domingo, 11 de noviembre de 2018

MUCHA TONTERÍA


Las tonterías juegan un papel fundamental en nuestro día a día. Las que que hacemos y recibimos en nuestra vida cotidiana van marcando, en buena medida, el devenir de eso que llamamos lo cotidiano. Berto Romero es consciente de eso y hace ya tiempo que le saca fruto a través de destrezas como el monólogo, ese espejo donde algunos artistas exhiben sus milagros y miserias ante el respetable público, buscando el efecto de la carcajada que surge cuando se empatiza con el otro. A lo largo de más de una hora y media, Mucha tontería es un espectáculo donde nos reímos un poquito de él, aunque fundamentalmente lo hacemos con el "sobrino" de Andreu Buenafuente, porque nos proyectamos en lo que cuenta. 



Con muchas tablas ya a sus espaldas, pocos secretos le presenta ya el escenario a nuestro protagonista de hoy. Una cita que depende de su habilidad propia para no hacerse pesado y mantener la sonrisa cómplice, contando, eso sí, con el apoyo de la guitarra de cierto Lagarto y la técnica del empleo de luces para invocar al mismísimo Dios si fuera necesario, para entablar un diálogo que incluso nos recuerda afinidades con el maestro Woody Allen (incluyendo la perspectiva de que en aquel asunto de Abraham e Isaac hubo una falta de comunicación tremenda). 



Una de las grandes sorpresas son los números musicales que incluye el asunto, donde Romero además demuestra más destreza de la esperada. Y es que para parodiar a alguien que canta mal hay que tener cierta noción del ritmo y él la posee, llevando varias letras de mérito e incluso un improvisado rap orientado a los progenitores de edad madura que se echan una vista un tanto desconcertada cada mañana ante el espejo. 


A este respecto conviene recomendar ver antes Mira lo que has hecho (2018), creación de Carlos Therón y el propio Berto Romero. Bastantes de los materiales y gags allí planteados son re-utilizados con habilidad en el show. Como el propio protagonista afirma, cogiendo experiencias propias y otras prestadas, se trata de un tipo de "basado en hecho en hechos reales" pero acondicionados al objetivo de lograr la carcajada (en esa escuela también encontramos la magnífica El fin de la comedia de Ignatius). 



Si hace unas semanas hablábamos de la visita de La vida moderna al Cartuja Center, la comparativa con Mucha tontería se antoja pertinente. En el primer caso estamos ante un programa de radio que se encuentra en la más rigurosa moda, justo lo que recetó en botica a la generación de lo políticamente correcto. En el caso de Berto, su onda va más por una atinada reflexión en clave sarcástica de eso llamado madurez, a esa incómoda sensación que una persona tiene cuando mira en el grupo de WhatsApp de padres del cole que tiene 120 mensajes sin leer. 



Se nota también la influencia de la fina pluma de Rafael Barceló con quien Romero ha escrito varios guiones de forma conjunta. Un hábil empleo de la ironía y el sarcasmo, aderezada por la capacidad de improvisación de un comediante experimentado que sabe reconducir su texto según sea la predisposición del auditorio. 


Asimismo, es la oportunidad de ver al Berto más subido de tono, sorprendentemente escatológico incluso en algunas ocasiones. Probablemente, sea un peaje bastante frecuente en los monólogos, porque no deja de ser un terreno común que garantiza el mayor porcentaje de complicidad posible, incluso a costa de cae en algún "cuñadismo". 



Cuando comenzó, en Berto Romero se veía una gracia más que suficiente para ser el compañero perfecto en los programas de Buenafuente (de hecho, se nota que el presentador de Reus siempre imagina sus espacios con secciones para explotar a su descubrimiento). Aunque esperamos que esta complicidad televisiva se mantenga mucho tiempo, estas oportunidades muestran que es capaz de igual manera de tener vuelo propio sin problemas. 



Por ejemplo, ante el reto de estar más de una hora y media sin que el respetable se aburra con la única ayuda del ingenio propio y un guitarrista. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



- Teatro Cartuja Center, función del día 9 de noviembre de 2018. 



- Mucha tontería, función del día 9 de noviembre de 2018.



- Mucha tontería, función del día 9 de noviembre de 2018.

domingo, 4 de noviembre de 2018

AZUFRE Y FUEGO: GOMORRA (TEMPORADA I)


Nápoles es una ciudad que deslumbra con facilidad por su belleza. Sin embargo, en cada uno de sus quartieri se esconden rincones de tristeza. Una hermosa estatua puede estar rodeada de pintadas y paredes desconchadas. A apenas unas calles de un festejo local divertido con buena comida transalpina se puede escuchar una sirena de policía. Una gran ciudad de contrastes, de éxitos y fracasos, sacudida especialmente en las épocas de turbulencias económicas como la que hoy nos ocupa. 



Roberto Saviano comenzó observando el puerto napolitano. Lo hizo con ojo de notario, recogiendo información y sorprendiéndose por los hallazgos que descubría. Paulatinamente sabía más de su tierra y de sí mismo, del orgullo y la vergüenza, de un entramado donde la temible Camorra se había convertido en dueña y señora. Todo terminaba pasando por sus manos para comisiones, desde el fichaje de Maradona hasta las aduanas. Un relato tremebundo que debía terminar cayendo, cómo no, en una adaptación televisiva que se estrenó en 2014. 



Gente como Stefano Sollima, magnífico director italiano, olfatearon que aquí había material para algo grande. Tal vez Gomorra no alcance la belleza triste de esa obra maestra que fue Roma criminal, no obstante, sí que muestra los suficientes ingredientes para atraparnos en sus redes con una calidad que nada tendría que envidiarle a ninguna serie de moda al otro lado del Atlántico. 


Desde el primer momento la cámara nos adentra en las profundidades del clan Savastano, una familia criminal insertada hasta el corazón de la mafia local. Mucho poder, lujo y dinero que debe ocultar las tropelías realizadas para lograrlo. Aunque es una historia coral, el motor del arranque del show es el oscuro personaje de Ciro (Marco D´Amore), un soldado de la asociación de gran astucia y pocos escrúpulos para lograr sus objetivos. 



Los cabezas de familia son don Pietro (Fortunato Cerlino) y la signora Immacolata (Maria Pia Calzone), quienes han empezado a preocuparse por la evolución de su único hijo, Genny (Salvatore Esposito), un joven agradable, algo caprichoso y sobreprotegido que, en algún momento, deberá dejar de pedirles motos nuevas a papá y empezar a involucrarse en la organización. Debido a su amistad con él desde jóvenes, Ciro verá ese aprendizaje como una oportunidad para utilizar al joven en su propio beneficio, aunque cuanto más se acerque a los patronos más riesgos tendrá de quemarse. 



Debido a la riqueza del dialecto madre, estamos ante un programa que debe verse, siempre que se pueda, en versión original. El realismo del rodaje, las callejuelas donde se trafica con la droga, las viviendas en suburbios que están a pocos metros de palacios de emperadores modernos del crimen, etc. Gomorra no va a desbancar a Los Soprano de su trono, pero transmite veracidad y trata a su audiencia con respeto a su inteligencia de una forma envidiable.


Ti fidi di me? Las amistades peligrosas y el dinero fácil para jóvenes impresionables están a la orden del día. Saviano ya participó en la película del mimo título sobre sus investigaciones, las mismas que le han llevado al exilio, tener escolta y chocar con el actual gobierno de su patria. En la versión televisiva el equipo artístico tiene más tiempo para desarrollar las tramas, profundizando poco a poco en cada pieza del rompecabezas de un universo que parece desagradablemente real.



Con una banda sonora exquisita, está primera temporada resulta de visionado atento, puesto que las conjuras y los movimientos entre unos y otros son bastante complejos. Uno de los grandes rivales de los Savastano es Salvatore Conte (excelente Marco Palvetti), un personaje de muchas aristas. Atención también al papel de España en algunos de los episodios y que refleja cómo el problema de la corrupción no atiende a nacionalidades y sí al color de los billetes. 



Dicen que Gomorra se perdió en azufre y fuego. Otros piensan que simplemente está esperando la primera oportunidad para volver a resurgir tras un tenso descanso. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://blogs.20minutos.es/solo-un-capitulo-mas-series/2014/11/27/la-realidad-vergonzosa-de-gomorra/



-https://tvzap.kataweb.it/news/171028/gomorra-2-alleanze-sempre-piu-pericolose-anticipazioni/



-https://it.wikipedia.org/wiki/Episodi_di_Gomorra_-_La_serie_(prima_stagione)

domingo, 28 de octubre de 2018

LA COMMEDIA È (IN) FINITA


Lo decía muy bien Arturo González Campos hace algunas semanas: uno de los encantos del fenómeno La vida moderna ha sido la capacidad del show de saber aglutinar las virtudes y defectos de su cóctel con calma. Efectivamente, un repaso a los primeros momentos de este experimento de comedia revelan que no siempre sumar talento da un efecto inmediato. Personalidades como la de David Broncano, Ignatius Farray y Héctor de Miguel (Quequé) precisaban de algunos experimentos radiofónicos antes de encontrar su voz común, las secciones ideales y la mejor forma de explotar la química que tiene este triunvirato de "los pachachos". 



A día de hoy, la extinta República Dictatorial de Moderdonia cuenta con una legión de personas adeptas en cifra creciente. Tras aquellos compases iniciales, los tres amigos que se juntan en la cadena SER son la respuesta a las plegarias que se lanzan cuando lo políticamente correcto y la moda cuqui alcanzan cotas del fascismo del malo. Así se exhibió en la hispalense Cartuja, donde el lleno fue absoluto, consciente el auditorio que en las giras hay menos filtro y las fronteras del humor se relajan (todavía) más de lo que resuena en los recientes vencedores de un Ondas. 



La entrada quedaba ya justificada por la armonía que este heterogéneo tándem ofrece: las dotes de presentador de Broncano, la visceralidad irreverente de Ignatius (el último heredero de la secta de los perros de Diógenes) y el hedonismo talentoso de Quequé. En una época donde Los Simpson retiran a Apu, pese a ser uno de los secundarios históricos de la familia amarilla, por posibles ofensas, con aciertos y errores, la comedia de Shiva debe abrirse paso contra viento y marea. 


Desde que don Héctor dio las buenas noches a Sevilla quedó claro que algo especial iba a pasar. El manejo que cada una de las piezas de este equipo tiene para el arte del monólogo y la capacidad de improvisación están fuera de toda duda. Hay mucho trabajo detrás de esto. Monólogos en Londres donde se te impide seguir si no enganchas al auditorio, programas cancelados y cancaneos que se saldaron con lecciones de humildad. 



Hoy recogen su fruto. Lo que se inició como mesas separadas para el quirófano del doctor Cavadas es en el presente un bloque que casi actúa de memoria. Tienen lo mejor que se les ha ocurrido estos años para aplicarlo en el mejor instante, desde comparaciones odiosas entre Kylo Ren y Albert Rivera y llegando a la conclusión de que el programa del inefable Juan y Medio es el Tinder de los yayos. 



¿Debe tener límites el humor? Esa es una cuestión candente que la ópera bufa que ellos ofrecen no elude. Además, el encanto de estas actuaciones en estas giras hace que se liberen de los corsés de una época de guardianes de la fe, de ofendidos en nombre de las personas agraviadas que no lo hacen. Raúl Gay o Irene Villa pueden haber dado mil lecciones de sabiduría a este respecto que siempre habrá fiscales de guardia celosos en su Inquisición. 


Lo cual no quiere decir que todo deba tener gracia. La transgresión y el complejo de gracioso/a de la clase lleva también a tomarse temas delicados de forma que se puede caer en la chabacanería más insensible. Dependerá de cada cual decidir cuando apagar la caja tonta, cerrar youtube o cambiar de emisora. Aplicar nuestro criterio, volviendo al añorado Apu, buscando aquella sabía fórmula "hace tiempo que aprendí a tolerar a otros en lugar de hacerlos pensar como yo". 



Y eso deja un aroma en el escenario a lo Andy Kaufman, una innovación total, la búsqueda de tensar la cuerda hasta el infinito y más allá. Con filias y fobias, Broncano, Ignatius y Quequé tienen sus preferencias, antipatías y temas tabúes. Además, recuerden que hablar y leer bien es lo que nos diferencia de... ya saben. 



La primera regla del club de la lucha es que no se hablaba del club de la leche. En La vida moderna es la inexistencia de las mismas. De ahí el riesgo de su apuesta. De ahí su encanto. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 



- Teatro Cartuja Center Cite de Sevilla, 27 de octubre de 2018, espectáculo de La vida moderna [Fotografías realizadas por el autor del blog]. 


domingo, 21 de octubre de 2018

QUO VADIS, ASTÉRIX?


Sabed, oh nobles huéspedes, que entre los años que las legiones romanas de César los guerreros de Vercingetórix se enfrentaron, y el auge de los hijos de Pompeyo, hubo una edad no soñada inmortalizada por dos bardos galos de renombre, quienes cantaron sobre una aldea rodeada por campamentos romanos: Petibonum, con sus centuriones de mofletes rechonchos, Aquarium, cuyos legionarios estaban tan habituados al pescado, Laudanum, rodeado de hojas de los misteriosos druidas, y Babaourum, cuyo nombre resuena a ron. 



Y allí vivía Astérix el Galo, de bigotes rubios, baja estatura, pócima en mano, de cabeza rápida y fecundo en ardides, dispuesto con su inseparable Obélix a recorrer con sus botas todos los rincones enjoyados del Mare Nostrum. De entre todas sus ricas aventuras, pocas son tan peculiares como la que salió publicada en 1968: Astérix y el caldero



René Goscinny y Albert Uderzo se encontraba en aquellos momentos tocados por la varita mágica como equipo creativo. Los personajes funcionaban de maravilla en la dinámica de la aldea y el tono sátira pasado-presente servía al ingenioso guionista y al dibujante top para firmar uno de los hitos de la gran escuela comiquera franco-belga. En esta ocasión, lejos de embarcarlo en una aventura lejana, la trama arranca en casa, donde un jefe de otra tribu gala, Moralelástix, quiere aprovechar a sus colegas irreductibles para que custodien el oro de su pueblo para mantenerlo alejado de los recaudadores de impuestos de Julio César.   


Pese al celo del pequeño galo en la misión, un infortunio permitirá el robo de la suma, dejando el caldero vacío. Ello pone en un compromiso a Abraracúrcix y Panorámix, líderes político y religioso de la aldea respectivamente, quienes habrán de formar un consejo que fuerza a Astérix al exilio hasta que sea capaz de recuperar lo perdido. Esto es aprovechado para una emotiva escena donde Obélix será el único que no tenga ningún momento de duda al respecto de la honestidad de su amigo, decidiendo marchar con él para lograr limpiar su buen nombre. 



Esta misión será atípica, puesto que los dos aventureros estarán a punto de quebrar varias de sus normas. Eso incluye el delirante intento de Obélix de interrogar a la seguridad de un improvisado banco romano para robarlo. También se verán abocados al poco recomendable mundo de las apuestas deportivas (tema de rabiosa actualidad) y otras intentonas de lograr volver a llenar el caldero de dinero. El mundo teatral, la crítica y la censura también son tocados de forma genial. 



En un guiño metaficcional delicioso, los propios Goscinny y Uderzo aprovecharán la oportunidad para salir en las viñetas de sus creaciones. También hay referencias a la política fiscal francesa de la época. Como buenas referencias de la actualidad de aquella coyuntura insertadas en la ficción, no estorban a la lectura actual y quedan simplemente como divertidos detalles que el lector/a avezada puede encontrar en sus nuevas visitas al álbum. 


Generalmente, en las entradas sobre los cómics de Astérix hay que dedicar mucho espacio a los ingeniosos tratamientos de Goscinny, así como a sus veloces diálogos. Sin embargo, la misma energía debe emplearse a la hora de hablar de un Albert Uderzo que en aquellos momentos era ya uno de los mejores lápices de la industria en Europa. Sin la fama de otros clásicos que hayan pasado a la animación, Astérix y el caldero debe estar en la biblioteca de cualquier fan por la increíble capacidad para la caricatura y el aprovechamiento de espacio de este verdadero monstruo de las viñetas, un narrador gráfico de primerísimo nivel. 



Además, no conviene subestimar esta pieza. Tenemos varias rupturas con la dinámica general de la serie. Acompañamos a un Astérix sin la guía intelectual de Panorámix, obligado a sobrevivir con su ingenio natural y la lealtad inquebrantable de Obélix. Los dos protagonistas irán por ambientes bohemios, marginales y que casi rozan el latrocinio en su búsqueda de la recuperación del dinero. Mientras, hay que investigar cuál fue la forma en que se produjo el robo. 



Quo Vadis, Astérix? es la pregunta que le lanzan sus dos "papis" de papel para que el pequeño galo de mente rápido supere uno de sus mayores retos. Por el camino, Obélix y él generarán distintas situaciones que permiten una aguda sátira social. Incluso los queridos piratas recibirán, al fin, una tregua tras tantos años sufriendo naufragios. 



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domingo, 14 de octubre de 2018

VIENTOS DE CUARESMA


La primavera cubana es un asunto serio. Se trata de ese momento donde los vientos sureños llegan más calientes que nunca por esos lares, provocando un clima realmente característico, uno de los que alteran la sangre. Tras la buena acogida de la primera aventura del teniente investigador Mario Conde (ver Sonata de invierno en La Habana), Leonardo Padura (La Habana, 1955) embarca al peculiar detective en una segunda entrega. 



En esta ocasión, el escenario del crimen se moverá en el ámbito académico. Una joven profesora de química es asesinada. La cuestión adquirirá un tinte personal, puesto que la víctima impartía la docencia en su antiguo preuniversitario. Con su característica y melancólica nostalgia, Conde sentirá reflejadas viejas estampas del pasado: el viejo bedel que lo pillaba en falta o fuga, el olor a cigarrillos en los lavabos, los amores de infancia, etc. Todo arranca un Miércoles de Ceniza. 



Igual que acontecía en Pasado perfecto, más que el ingenio del crimen en sí o las deducciones policiales, lo que brilla en el relato es la capacidad de crear atmósfera y la forma del autor para diseccionar a la sociedad cubana contemporánea. Nuevamente, hay un denominador común con la anterior novela mediante el reflejo claro de los tráficos de influencias y la facilidad con la que penetra la droga en las aulas. 


El anterior romance que había iniciado Conde queda rápidamente olvidado y resuelto de forma apresurada para dar paso a un nuevo interés amoroso: Karina, una enigmática y fascinante joven que se cruza con el sabueso por casualidad. Ambos comenzarán un intenso affaire que no estará exento de misterio, puesto que, en realidad, saben muy poco el uno del otro. 



Padura pone mucho de su mismo y sus obsesiones personales en la narración, especialmente por sus constantes guiños al béisbol, deporte que se nota sigue con delectación y que describe con precisión quirúrgica, particularmente en los sentimientos de los sufridos aficionados que rodean al círculo más íntimo de Conde. 



Una de las mejores cosas de esta lectura es la riqueza de su vocabulario, el poder presenciar una lengua como la castellana en su variante caribeña. Las fórmulas adoptadas de un tronco común que se une a través del océano y que aquí adquieren una musicalidad especial, desde las cosas más dulces a un amplio catálogo del innoble arte de insular de forma sonora. 


También persiste ese cierto cansancio rancio que, en ocasiones, transmite este hacedor de pesquisas cubano y escritor frustrado. Siempre bajo el aroma del cigarrillo, café fuerte y ron. Un mundo excesivamente viril en el peor sentido de la palabra que tiene un tufillo atávico (aunque muy verosímil por la época y el contexto del personaje) en las conversaciones de "machos" que le rodean, incluyendo algunas valoraciones morales sobre la profesora y la forma de relacionarse con parte de su alumnado. 



Entre los secundarios, yendo Karina en un escalón aparte, va desmarcándose del resto de la tropa el Flaco Carlos, el amigo de días colegiales del protagonista, un perfil bien trazado por Padura y que hace las veces de confidente y voz de la razón de un amigo con gusto por perderse en las ensoñaciones de ese pasado que nunca fue perfecto. Hay un déjà vu interesante en cuanto uno de los principales sospechosos del centro recuerda mucho a la forma de ser de Carlos. 



Igual que en la primera parte, tenemos el compás adecuado y el ambiente, aunque quizás falte algo a esta entretenida lectura veraniega para que el bueno de Conde termine de consolidarse en el rincón de afecto que reservamos a otros protagonistas del género noir. Pero no le perderemos la pista a sus próximas aventuras en La Habana. Hay potencial de sobra. 



BIBLIOGRAFÍA: 



- PADURA, L., Vientos de cuaresma, Tusquets Editores, Barcelona, 2017 [Novena Edición]



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