miércoles, 28 de octubre de 2009

LA TRAICIÓN DE ROMA



Autor: Santiago Posteguillo.

Título: La traición de Roma.

Editorial: Ediciones B.

Pues sí, a esa corta pero apreciadísima lista de amigos/as que sigue este modesto blog, decir, que no, no está muerto. Precisamente este libro que hoy tratamos es el único y directo responsable de este hecho, ya que desde que lo adquirí la semana pasada he tenido que leerlo y no pensaba colocar otra reseña antes de usar este final de triología de rabiosa actualidad del siempre fiable Santiago Posteguillo, escritor elegante y con conocimiento de causa, algo totalmente necesario en la novela histórica.

Conocido por "Africanus" y "Las Legiones Malditas", donde narraba (en el primero) la infancia del legendario Escipión El Africano y en el segundo su duelo a muerte con el general cartaginés Aníbal Barca hasta el desenlace de Zama. Esta tercera parte que se ha hecho de rogar, ha cumplido a la perfección las expectativas. Si las anteriores portadas (gran trabajo de ediciones B) eran muy evocadoras (un niño joven que toma su primera espada ante la miradas de las legiones en "Africanus" y en la segunda un soldado mirando al frente con su estandarte), ésta no se queda atrás, ya no son guerras, sino la imagen de un anciano sereno y de aspecto desengañado.

Posteguillo ha conseguido hacer interesante la parte que quizás pudier ser menos épica de la biografía de su admirado Escipión, con quien indudablemente ha terminado comulgando. Es un defecto notable (las visiones de Fabio Máximo y Catón están condicionadas por ello) pero que se subsana porque en esta ocasión buena parte de la narración corre en primera persona, de un Escipión que tras sus heroicas hazañas, tiene la lógica idea de que será respetado hasta el final de sus días y su familia reverenciada por Senado y pueblo. Subestima las envidias, rencores y celos que un hombre como él puede suscitar.

"He sido el hombre más poderoso del mundo, pero también el más traicionado", más claro arranque imposible, de un Escipión, que esto es lo que más me ha gustado del libro, es un ser muy falible. Aunque son despreciables muchas de las maniobras del Senado para derribarle, él tampoco ayuda con un comportamiento muy arrogante. Convencido de su superioridad moral y de méritos, irá convirtiéndose en un necio satisfecho que va alejándose progresivamente de su hijo, mujer, amigos... Es algo paulatino, lento, casi imperceptible, pero demoledor, como bien sabe el pacente, detestable pero infinitamente temible Catón.

En paralelo se narran las desventuras de su vencido, el legendario Aníbal. Aunque Posteguillo tiene una clara debilidad por Escipión, no ha dudado en investir al genio militar cartaginés de un aura muy especial, que lo convierte en el secundario de lujo de la triología. Inteligente,temible y amenzante, había sido en las dos entregas su definición. Ahora, su sapiencia está bañada del cinismo de quien sabe que ha perdido el favor de dioses y hombres, vagando y acosado por Roma hasta los confines de Oriente. Él, que había dirigido ciudades e imperios, se verá obligado a pedir asilo a reyes como el arrogante Antíoco que hasta se burlarán de él. Todos estos pasajes que le podrían hacer patético están muy bien solucionados por el respeto que emana de unos diálogos muy bien trabajados (sobre todo con una muy favorecida Imilce y el eterno lugarteniente Marhabal), Aníbal simplemente ha perdido la Fortuna, pero su inteligencia y superioridad de alcance de miras siguen perfectamente manifiestas. Si bien la entrevista que mantuvieron en Zama (en la visión de Posteguillo), quedó un poco frío, el dudoso ecuentro antes de la batalla de Magnesia es simplemente maravilloso.

Muchos aficionados a la Historia, han solido considerar que finalmente Aníbal y Escipión se hiciron un poco admiradores, eran deudores el uno del otro. En pleno delirios ya por enfermedad y vejez, Escipión dedicará unas conmovedoras reflexiones sobre el hombre al que tanto ayudó a derrocar, sorprendiendo con una frase tan cierta como polémica para sus coetáneos: "Si hubiéramos sido los dos cartagineses o los dos romanos, no me cabe duda que hubiéramos sido grandes amigos". Tras la segunda victoria, Escipión y Aníbal volverán a ligar sus destinos desde la lejanía. El púnico no comprenderá las trampas que los romanos tienden a su mejor general y Escipión no dudará en brindar al saber de las últimas hazañas de su vencido rival, capaz de destruir la flota de Pérgamo con apenas más recursos que un puñado de botes, menos soldados y una gran dosis de astucia.

Antes de que la muerte les volviera a reunir, Escipión se tendrá que enfrentar al dilema que posteriormente tendrá Julio César, vengar la ignomimia o aceptar un vergonzoso exilio. Salvo quizás su hermano Lucio, Escipión terminará hiriendo a todos con su vanidad herida, una esposa (Emilia, siempre digna, inteligente y distante) que le ve alejarse por sus coqueteos con las esclavas, una hija mayor entregada a alianzas matrimoniales, y la pequeña Cornelia, rebelde, pero increíblemente cariñosa (no se pierdan su reacción al ver las cicatrices de guerra de su padre), pero finalmente enredada en amorios con Tiberio Sempronio Graco, de dos familias enfrentadas, en un recurso algo shaskepiriano que mete Posteguillo quizas para compensar esa máxima de que debe haber una historia de amor siempre en toda novela que se precie (o mejor dicho, que se quiera vender).

Como en los anteriores ejemplares, el volumen del libro es muy consderable, además con anexos de mapas, vocabulario y perfiles de personajes principales, pues tal es la complejidad de algunos de los acontecimientos políticos que se narran. Sin embargo, no desesperen, pues reducir el complejo artefacto que ha diseñado Posteguillo a una sucesión de batallas y luchas, no es ni mucho menos cierto. El día a día y la vida cotidiana están muy reflejadas, a parte de una ventaja que tenemos con este autor, es un rendido del teatro clásico. Por ello,no tiene nada de extraño que el afamado Plauto tenga un papel muy importante, a pesar de su condición de "simple escritor" en un mundo de reyes, senadores y generales. Plauto ya había sido empleado en las anteriores entregas, en ocasiones forzando un poco el argumento, pero es un personaje que se hace querer, además, en las reprentaciones, aunque ralenticen la trama principal, nos regala su erudición de la farsa romana.

En definitiva una adquisición muy recomendable (aunque como toda trilogía exigirá conocimento previo de las anteriores entregas). Ya saliendo de términos de entretenimiento, decir que históricamente hablando es una buen recreación. El guiño final de Polibio con el entrañable Cayo Lelio (uno de los mejores, sino el mejor amigo de Escipión) no estorba, como tampoco la última parada en la biblioteca de Alejandría (parece que ahora está en todos lados ese mítico lugar). Los debates (en especial Catón contra el hijo de Escipón) también son vibrantes, aunque es cierto que las licencias son inevitables, sobre todo cuando se insertan personajes ficticios que inter-actuán con otros verídicos (por ejemplo: la esclava Neikertity, la egipcia que fuera amante de Lelio en anteriores entregas), pero aunque evidentemente no es un libro de Historia (tampoco creo que Posteguillo pretenda sentar cátedra) cumple con creces su función.

En definitiva, para los interesados/as, puede ser un excelente regaño de aquí a dos meses. Cordiales saludos.

Próxima entrada: Daremos repaso a nuestro cómic español con un vistazo al personaje clave del desaparecido IVA, Makinavaja.

domingo, 18 de octubre de 2009

ÁGORA



Título: Ágora (2.009).

Duración: 126 minutos.

Director Alejandro Amenábar.

Guión: Alejandro Amenábar y Mateo Gil.

Fotografía: Xavi Giménez.

Música: Dario Marianelli.

Reparto: Rachel Weisz, Max Minghella, Ashraf Barhom, Oscar Isaac, Michael Lonsdale, Rupert Evans, Homayoun Ershadi, Richard Durden, Sami Samir...

Y finalmente aconteció. Tras una semana esperando pacientemente que clases y salas repletas lo permitieran, conseguí ver Ágora. La expectacion general que se intuía en las colas iba en progresivo aumento. La ecuación prometía, Alejandría siglo IV d.C, la maestría de un director del calibre de Alejandro Amenábar y un personaje femenino fascinante y poco conocido, Hipatia. El problema es que a veces las expectativas tan elevadas pueden hacer que subestimemos cosas que en sí están bien, pero que esperábamos mejor.

En primer lugar me llamó la atención una entrevista que en una cadena privada hicieron al creador, Amenábar contó sus influencias en dicha cinta. Salieron adelante muchas piezas que demostraron que el cineasta español ha visto mucho (y buen) cine, en definitiva, un conglomerado que iba desde piezas históricas hasta el peplum, el problema era... ¿sería posible semejante cóctel? No olvidemos que algunas de ellas, como Ben-Hur, tuvieron la fortuna de ser creadas en una época donde era permisible una película de cuatro horas, algo que los inquietos espectadores de hoy en día díficilmente pueden permanecer en su butaca. Ágora apenas sobrepasa las dos horas, dando la sensación, a mi modesto juicio, que se quieren contar demasiadas cosas que los guionistas y el equipo tienen muy claras, pero no sé si al público nos resulta tan fácil.

Cabe resaltar que la recreación es buenísima, digna de Hollywood, así que las productoras pueden darse por francamente satisfechas en este aspecto. La legendaria biblioteca y el Ágora han sido efectivamente resaltadas de un modo maravilloso y la puesta en color del cielo y el acercamiento a esta tierra de barro muy digno. No se deben buscar las carencias de este film en los aspectos técnicos. Creo que la duda que todos tenemos con Ágora es el desarrollo de la trama, no tanto con un nudo muy interesane como con un inicio un poco desangelado y un clímax prometido y que quizás no llega como hubiéramos querido o lo hace demasiado rápido.

Quede claro que esto no es una crítica a Rachez Weisz. Es una actriz muy bien escogida y que envuelve de dignidad a esta dama, de una forma convincente y poderosa, además, en un honor a la biografía real de esta filósofa, no se ha recurrido a una historia de amor tradicional que casi siempre se suele imponer para garantizar taquilla. Ha sido un alarde de respeto por la Historia digno de agradecer y una demostración de que esta cinta quería algo más. El problema es que creo que los guionistas, que conocen muy bien el tema, nos han presentado una Hipatia ya demasiado madura, inteligente, fría y distinta. Tiene el alma de Lisa Simpson, pero al igual que nuestra apreciada dibujito, cuando sea adulta, aunque habrá ganado mucho en sabiduría, habrá perdido considerables dosis de encanto. Me explico con un ejemplo.

Hay una escena que puede ser conmovedora al inicio es que es cuando las tensiones entre paganos y cristianos han llegado a su punto álgido. En un sitio, el padre de Hipatia, un digno Michael Londsdale, quiere disculparse ante la muchacha por la cerrazón de sus últimos años, por haber permitido a los estudiantes de la Academia caer el juego de provocaciones. "Cuando recuerdes a este viejo tonto... hazlo cuando te podía ayudar, cuando estudiábamos juntos". Esta escena cobraría más significado si hubiéramos tenido algún flashback o alguna especie de prólogo donde una pequeña Hipatia hubiera contraído esa deuda, aparte que nos acercaría al fantasma de la madre, quizás la única manera en la que esta amante de la sabiduría podría tener la sensación de que ha sacrificado otros campos de felicidad por el cultivo de su talento astronómico. No se trata de enmendar la plana a nadie, pero no deje de pensarlo durante la proyección.

Otra polémica que ha hecho que incluso se cuestione el potencial de esta película exportada al extranjero ha sido la materia religiosa. Considero que eso es absurdo. Basta conocer al siniestro personaje interpretado magistralmente por Ashraf Barhom para ver que el llamamiento no es contra ninguna clase de fe ni credo concreto, es una alerta contra el fanatismo y toda persona que es capaz de justificar la perpetración de actos violentos porque hay una voz en su cabeza que le dice que eso está bien. Lapidaciones, revanchas, derribos de credos y quema de libros son cometidas por los peores elementos de los cultos paganos, cristianos y judío, mientras todas ellas tratan de hacerse gratas al Emperador y así eliminar a la competencia. La única cosa que las diferencia es que será el cristianismo ganará este pulso, gracias a la maquiavélica forma de comportarse del futuro santo y doctor de la Iglesia, Cyrilo (encarnado por Sami Samir). Por cierto que el duelo de voluntades entre Hipatia y Cyrilo (atentos a la carta de San Pablo escogida) queda demasiado indirecto, aunque históricamente no aconteció, hubiera sido impagable. Por fortuna, Hipatia deja una frase para el recuerdo y que bien vale una entrada: "De momento vuestro Dios no ha demostrado ser más misericordioso que los que le precedieron". Ahí queda eso.

Estos dilemas religiosos se reflejan a la perfección en un antiguo esclavo de la casa de Hipatia, Davo (Max Minghella, que conforme avanza la película se va sintiendo más y más cómodo), un personaje magistral (creo que el que mejor está escrito) y que encarna a la perfección la pérdida de valores y los peligros del desamor. Un hombre que aunque sigue amando a Hipatia en lo más hondo de su corazón no cesa de preguntarse, ¿por qué soy incapaz de perdonar? Davo, sin saberlo, lleva las claves de la destrucción de su ama, una pagana tolerante que además tiene muchas influencias sobre antiguos alumnos suyos que han prosperado mucho, sobre todo Orestes (Oscar Isaac), que a pesar de sus aires de galán y su sincera admiración por Hipatia (pañuelo mediante), terminará actuando como una especie de Pilatos.

Sin duda la parte intermedia es la más agradecida de la cinta y donde los duelos entre los personaje llegan a su mayor florecimiento. Me dio la sensación de que fue la parte donde Amenábar y su equipo se sintieron más cómodos y me las prometía felices para un final que corroborará todo lo prometido. Entre medias, se intercalan aspectos de las investigaciones de Hipatia (por cierto, me gustó mucho que no fuera Miss Perfecta, ya que su posicionamiento de la esclavitud es muy negativo y deja mucho que desear, lo cual la convierte en una mente adelantada a su época pero con carencias que la hacen verosímil) sobre las teorías de Ptolomeo, empezando a pensar que quizás Hiparco no hubiera escritor ninguna tontería. Me sorprendió que alguna gente protestase a la salida sobre "el coñazo" de estrellas que el bueno del cine los había metido. Es muy respetable que sea un tema que no interese (a mí más que no interesarme es que soy un nudo empanado para esta temática), pero precisamente por eso debes estar dispuesto a soportar eso en una historia sobre una filósofa. De todas formas a mí me parecieron buenas explicaciones (los dibujitos en la arena no serían necesarios para determinados espectadores, pero yo y los de mi ralea lo agradecemos en sobremanera) y hasta amenas.

En cuanto al desenlace, la moral me obliga a silenciarme. Sería muy injusto, recuerdo que unas compañeras estaban hablando en clase sobre Ágora y como sabían que la iba a ver no destriparon nada verdaderamente significativo, espero haber hecho lo mismo. Al igual que ellas solamente decir que invito a todos los que tengan un poquito de gusa por la Historia, la filosofía y el buen cine a echar un rato. ¿Y a los que no? Pues que vayan el día del espectador y también le den una oportunidad. Lo bueno de los genios como Amenábar hasta que cuando se equivocan lo hacen bonito.

Una producción con un reparto internacional (no muy conocido pero excelente), repleta de interesantes cuestiones, quizás algo desangeladas por momentos en un plano demasiado cerebral, pero que exigirá futuros revisionados. Y como la sensata alejandrina dixit: "Es más lo que nos une que lo que nos separa".

sábado, 17 de octubre de 2009

Y VAN OCHO...



¿Qué mejor momento para tratar esta serie que ahora que podemos disfrutar de esta animación con su nueva octava temporada en nuestro país? Padre de Familia, o si queremos ponernos angloparlantes, Family Guy, no ha dejado de ser noticia desde 1.999. Tras unos primeros episodios iniciales donde su creador Seth MacFarlane (individuo de sorprendente juventud) y su equipo parecen obsesionados por ser una especie de remedo de Los Simpsons (de eso cuanto menos le acusó la revista Mad en USA), se convirtió en un proyecto propio, una vuelta de tuerca al cartoon y muchas transgresiones.

En primer lugar el giro de Peter Griffin, personaje principal de la trama, magníficamente diseñado en su simpleza y que en buena medida es el eje de todo. Peter es muy distinto a lo que pueda ser por ejemplo Homer Simpson, donde Homer es descuidado, Peter es simplemente un alocado que nunca mide sus consecuencias y repleto de tonterías. No en vano, muchos seguidores de Groening y cía se tiraron de los pelos cuando los guionistas de la serie hicieron lo contrario, que Homer se pareciera a Peter. Son muy diferentes, salvando que ambos son incompetentes declarados y tienen un extraño carisma. Por cierto, cuando estén muy, muy aburridos, busquen Peter Griffin en las imágenes de Google y se llevarán una sorpresa en donde se inspiraron.

Podríamos decir que ese extraño carisma se ha convertido en un quebradero de cabeza para la propia cadena Fox. Tras su cancelación motivada, entre otras cosas por un polémico episodio donde Peter quería colocar a su bonachón y apocado hijo Chris como judío para que fuera más listo, MacFarlane y su equipo han visto con agrado como los DVDs de la serie de consumían y las reposiciones daban buen share. Traducción: El público dio una nueva oportunidad, políticamente correcta o no, la serie estaba allí. Entre su éxito cabe destacar a Brian Griffin, el perro de la familia, novelista frustrado, con problemas de alcoholismo y muy inteligente, desde entonces haciendo más dúo Stewie Griffin, el niño de la familia al que un desafortunado accidente le permitió aumentar su masa cerebral y a pesar de tener las necesidades de un infante tiene deseos muy respetables de dominar el mundo (lo conseguirá, aunque por un breve lapso de tiempo ficticio, en una desquiciante lucha edípica con su madre en la séptima temporada).

Conforme la popularidad de la serie crecía (aparte del omnipresente MacFarlane, no podemos obviar a David Suckerman, usual colaborador de sus trabajos y co-creador, Waler Murphy y Ron Jones, que compusieron el pegadizo opening, entre un largo etceterá), la desinhibición de sus guionistas también. En un homenaje sin parangón a los grandes maestros del cine negro, el pequeño Stewie pegaba una paliza antológica al pobre Brian que le adeudaba cierta cantidad. No sería el último cameo de los dos, sabiendo el juego que podían sacar de pervertir los dos elementos supuestamente más adorables de la familia (un bebé y el perro, guardián protector), los han embarcado en viajes por todo el mundo donde por otra parte se han hecho muchos homenajes (y burlas descaradas) a películas musicales.

Pero como si se tratase de un equipo cuyo atrevido e innovador sistema garantiza tantas victorias abultadas como derrotas sonrojantes, siempre he creído ver una serie de talones de Aquiles en Family Guy. En primer lugar, sin estar exentos de clase (han hecho bromas históricas, literarias, cinéfilas y religiosas de muy alto nivel), ha cultivado de principio a fin un humor cafre y bestia que la ha convertido en la serie de carcajada más fácil. Otras, más elegantes en este sentido, tardan un poco más en arranca, Padre de Familia puede mandarte al suelo de las risas en quince segundos. Por el otro lado, esa falta de respeto a todo ha hecho que invadan territorios muy incorrectos. Bromas sobre el SIDA, enfermedades infantiles o cánceres son terriblemente crueles. Siempre he sido de la opinión de que es más una cuestión de llamar la atención que otra cosa, pero creo que la serie nunca lo ha necesitado y mientras no se quite ese traje, para mí seguirá un peldaño por debajo de otras series igual de buenas pero más sutiles. Sé que en este punto algunos amigos como Easmo, entre otros, me rebatirán, pero es mi perspectiva del asunto.

Estos últimos días hemos sido testigos de ese tipo de burradas. La explicación de cómo hacía dejar de llorar a los niños Peter al principio o la macabra versión de Patch Adams que nos regalan son buena muestra de ello. En término intermedio estarían los flasbacks de Peter. En los primeros años, el abuso y consumo de este tipo de elementos (que dan pie además a los detractores que consideran que la serie es graciosa pero sin pies ni cabeza) fue nefasto, pero, ¿quién puede olvida cuando se rieron ellos mismos de eso? Tanto cuando Brian se lo requimina a Peter o cuando James Woods (desternillante capítulo siempre que sale) le amenaza co robárselos.

Otras opiniones dicen que aunque la animación ha mejorado muchísimo (me impresionó tremendamente las escenas de combates aéroes en el viaje de Neil, Brian y Stewie a Polonia en 1.939), nunca ha habido perfiles de personajes claros, sobre todo con Lois, la madre y Stewie. Personalmente estoy en descuerdo, Stewie ha sido concebido para ser tanto un niño malcriado, de tendencia claramente bisexual y aspirante a malo de película de James Bond, que muy pocas situaciones en las que se viera envuelto no lo justificarían, mientras que Lois, sobre todo tras los primero compases, se aleja muchísimo de adorables señoras de la casa como Marge Simpson. Más intelignte que Peter y sensible, alguna justificación tenía que haber para que se casase con semejante descerebrado, y es que ella tiene graves desequilibrios. Homenajeando la gran cinta "Sueños de Seductor", en la sexta temporada, se trazó un triángulo amoroso con Brian-Lois-Peter.

Steve Fonti, el artista del storyboard también merece sus renglones de reconocimiento, porque al igual que Groening, el carismático MacFarlane (no hay nada más que ver el ingenioso sistema de entrevistas que montó para el especial capítulo número 100) oscurece demasiados focos que deberían ser compartidos con otros. Asimismo los doblajes son fantásticos, la he escuchado tanto en versión origina como en castellano y el parecido llega a ser asombroso. Todo parece funcionar en algunos momentos en Family Guy, algunos secundarios son maravillosos (Joe, Cleveland, Quagmire, Loretta, Tom y Linda de las noticias...) pero en no pocas ocasiones parece que falta algo para rematar la faena.

No quisiera que esto pareciera una crítica descabellada a una serie a la que además le debo muchos buenos ratos. ¿Quién puede olvidar la versión de Peter de Han Solo en la parodia de La Guerra de las Galaxias? "Hola, soy Han Solo, seré nterpretado por Harrison Ford... el único actor que no se verá condicionado en su carrera por esta película". O, ¿Por qué se han convertido las absurdas, pero hilarantes peleas con el pollo en los mejores homenajes jamás vistos a Indiana Joes, Godzilla e infinidad de cosas más? De hecho, en no pocas ocasiones da la sensación de que las cabezas pensantes de este proyecto, como acusaba el personaje de Danny De Vito a Jim Carrey en "Man on the Moon", hacen chistes privados que quizás sean maravillosos, pero solamente pueden ser comprendidos en su totalidad por tres o cuatro personas. Son capaces de estar riéndose de He-Man y los Masters del Universo y desbancarse a cuestiones económicas. Personalmente no veo un fallo en eso, más bien un reto que espero que les salga bien.

Por último no querría cerrar esta modesta reseña sin habar de las religiones. Quizás algún sector del catolicismo se hubiera tirado de los pelos ante la inminente aparición de Jesus de Nazaret en la nueva temporada (algo que además ni siquiera es una idea original, ya ha pasado varias veces en South Park)... y al final, nada de nada, damas y caballeros, ni frío ni calor. Los guionistas pierden la cabeza (normal en esta serie) y Peter se encuentra con este personaje histórico en cuestión y lo invita a su casa, algo que un tipo como Peter hubiera hecho con Napoleón o cualquier otro, quizás incluso Hitler (por cierto, muy brillante y con dardos versión de este infame señor, del que no se había sacado tanta punta desde la época del genial Chaplin, maestro de maestros y del que beben estos dibujitos en no pocas ocasiones).

Pero he de decir que a mí sus pullas a la fe, las comporta o no, no me han hecho sentir incómodo. En primer lugar porque se han jugado el cuello, judaísmo, cristianismo, protestantismo, budismo... incluso el tan traído tema hoy de la religión musulmana han sido cuestionadas, no tanto en sus deidades y figuras señeras (que si es que aparecen suelen ser en bromas inofensivas, lo digo en serio, creo que MacFarlane y los suyos no son tan tontos como para perder audiencia tan gratuitamente, sobre todo después de los beneficios que sacaron tras la huelga del 2.007) de su fe. Más bien se ve burla del fanatismo (impresionante el chiste de las vírgenes en el Paraíso), la intolerancia (Francis Griffin fue inquisidor en otra vida, lástima de muerte tan absurda) y el propio miedo a cuestionarse las cosas.

El camino que ha tomado Family Guy ha de llegar a un a su final. Sabe que las comparaciones, siempre odiosas con Simpson, South Park y cía estarán allí, pero deberían quitarse de complejos. Cuando han estado a su altura no deben envidiar a nadie y pueden dar muchas gracias, de que el público ése del que tantas veces se ríen de forma encubierta, les haya dado un pulgar hacia arriba que otras series como "Undergrads" no han tenido a pesar de su talento.

Ah, y no, no he metido aún nada sobre la sexualidad y cómo se concibe satíricamente en esta serie, porque resulta que no tenemos tiempo para tres volúmenes encuadernados. Baste decir que... entre otras virtudes (y defectos), estos personajes no tienen pelos en la lengua. No, señores, no.

domingo, 11 de octubre de 2009

¿TODA LA GALIA ESTÁ OCUPADA?

Guionista: R. Gosinny.

Dibujante: Albert Uderzo.

Colección: Asterix El Galo/Asterix Le Gaulois.

Cronología: 1.959-Presente.

No quisiera desmerecer esfuerzos de maestros, programas didácticos y otros estímulos, pero no os mentiría si para una versión muy pequeña de mí mismo se convirtió en necesario leer, era porque las aventuras de un gran personaje estaban así escritas, al contrario que la memorial tradición druídica, e impresas en una estantería baja que me permitía manosearlos sin piedad.
En realidad se trató de un hábil ardid de mi madre que como los buenos relatores de cuento me leía en la cama las desventuras de este simpático galo, con una mente que por ejemplo no tiene nada que envidiarle a la de Ulises. Poco a poco, si quería conocer el desenlace debía leer con ella los diálogos y a veces en solitario. Aunque no lo sabía, el bueno de R. Goscinny estaba teniendo una labor educativa muy importante. Hay quien dice, no creo que sea cierto para nada, que leo con una notable rapidez. Pues bien, si este bulo fuera suerte, el mérito debería ser repartido entre varias viñetas, considerable número de ellas de galos que tiraba menhires a la cabeza.
Como habrás comprendido, paciente lector o lectora, Astérix no es para mí un tema objetivo, nunca lo ha sido y nunca lo será. Tiene el respeto de las canas y de haberse mantenido en la cresta de la ola, como una de las puntas de espada del cómic francés que además se ha expandido mercado en videojuegos, películas a la gran pantalla (tanto con actores reales como de animación) y por supuesto, juguetes. Un icono fácilmente reconocible, con su inseparable amigo Obelix y el fiel perrito Ideafix. Cualquier nuevo album o recopilación hace saber a los editores que no habrá pérdidas y las ventas serán buenos. Eso es complicado, muy complicado.
¿Y qué es Astérix? Es un tópico, no lo duden. Un ejemplo perfecto de chauvinismo francés, una sucesión de generaliades en los diferentes países que visitan (las aglomeraciones urbanas en Hispania, la cerbeza tibia de Britania, el cuadriculado esquema militar de los godos...). Esto no parece muy halagador, pero si recordamos la reseña sobre Friends, ya establecimos la diferencia entre contar un estereotipo tal cual y hacerlo a la perfección. Pues bien, Asterix roza la perfección en muchos aspectos.
En primer lugar el dibujante elegido, Uderzo, perfecto con esa nariz de Cleopatra tan puntiaguda, ese César tan estirado y digno, nunca exento de clase, la bondadosa expresión de Abraracurcix, nuestro jefe, esos galos siempre enfrentados pero unidos ante la amenaza comun, ese bardo... en fin, no sigo que podríamos enrrollarnos demasiados párrafos. Uderzo da una dimension a Asterix que en Europa encuentra muy pocas comparaciones, probablemente la de Morris con Lucky Luke sea la que más similitudes presenta. Uderzo nació de niño con seis dedos en cada mano, quizás un reflejo de su talento avanzado. Ah, y muy agudos ambos creadores quitándole ese primer diseño a pecho descubierto para darle la eterna camiseta negra y los pantalones rojos.
El primer cómic de Asterix que sale de historias cortas de revistas a tebeo independiente, apenas contaba con Obelix, aunque se presentaban conceptos tan fascinantes como la poción mágica y al venerable Panoramix. Es el druida y Asterix quienes se insertan en el campamento roman vecino y a base de astucia han de conservar el secreto de su fuerza sobrehumana y volver felices para comer jabalíes con su pequeño pueblo, el único que justifica la etrada eterna que aún hoy sigue: "Toda la Galia ha sido conquistada? ¿Toda? No, una pequeña aldea que resiste, y sigue resistiendo...".
Trotamundos como su creador, Asterix se verá obligado a salir de la Galia con notable frecuencia, creando una red de amigos que también se las hacen pasar canutas a los romanos, quienes sin embargo nunca llegan a ser ridiculizados del todo, payasos dignos y a su manera muy respetables en algunas facetas. Pocas veces estarán más finos que en "Los laureles del César", donde Uderzo sobrecoge a todos con una visión de la caput mundi impresionante y Goscinny nos desternilla con su particular versión de porque los romanos le cogieron el gusto a las borracheras nocturnas.
Nada hubieran sido esos viajes sin Obelix. Menos inteligente que Asterix, el único que aún tiene los efectos de la poción permanentes por un suceso ocurrido de niño en la marmita, es una persona afable, enamoradiza y de buen corazón (salvo cuando los romanos atacan o hay que cazar jabaíes), la perfecta compañía y el Watson que este eterno solterón con alas en el caso necesita. Los diálogos entre ambos han sido más que analizados, a la par que cuando han tenido un tercero en discordia (inmortal su viaje a Gergovia con su jefe) las carcajadas están garantizadas. Obelix convenció como elemento cómico a raiz de las aventuras de los godos, que de haber sido así, hubieran sido mucho más agradecidos de estudiar por los pobres estudiantes.
La particular caída de Damasco de esta gallina de los huevos de oro es en 1.977, la muerte de Goscinny. Cuenta la leyenda que cuando los editores le hablaron a Uderzo de su nuevo compañero de trabajo creyó erróneamente que sería támbién de antepasados italianos, pero que no fue ninguna decepción averiguar que no era así, ya que su comunión fue total. Es esa complicidad que mágicamente se da, igual que el amor a primera vista, muy contadas amistades parecen más fáciles y rápidas. Naturalmente, si el más Romeojuliético de los romances necesite currar para superar la primera noche en el balcón, no hay sintonía que no deba ser cincelada con paciencia para que se traduzca en algo verdaderamente grande. Uderzo influía a su guionista y René al revés. Cuando se produce la fatal noticia, aún no se había acabado la incursión de los dos galos en las tierras de los valientes belgas. Había muerto uno de los padres, pero las lágrimas no enturbiaban que la boca pidiera nuevas aventuras de las creaciones.
Esto deja a Uderzo solo. Si hubiera sido al revés, el nuevo dibujante hubiera sido crucificado antes de entregar su primera página. Como no fue así, mucha crítica y público estaban dispuestos a no perdonar ni un fallo argumental, mimados por el genial Goscinny a lo largo de las décadas. Aunque Uderzo se desmarca con algún guión de relieve como "La gran Zanja", si bien el dibujo sigue en sobresaliente (aunque quizás por la edad hay menos detalle), otros cómics como el muy reciente "El cielo se nos cae encima", parece una locura que no tiene mucha lógica ni es fiel al espíritu original de la serie.
Pero aún sigue al timón de la nave y es un acontecimiento que acapara titulares cuando sale una nueva aventura. No importante incongruencias históricas siempre que sean divertidas, seguimos aplaudiendo esas peleas de los galos en la pescadería por un quíteme de allí esas pajas, no dejaremos cantar al pobre bardo y solamente Panoramix con sus serenos consejos nos hará desviar la vista de las hermosas extranjeras que desfilan por la ruta de viaje de estos dos genios... Goscinny y Uderzo, uy, perdonen, quería decir Asterix y Obelix. Ah, e Ideafix.
En nuestros días, el mercado del cómic han quedado reducido, solamente las grandes potencias de súper-héroes americanos y el creciente y popular medio japonés siguen luchando... ¿Solos? No, porque un pequeño héroe galo y su aldea siguen resistiendo, ahora y siempre, el terrible paso de la edad, con una sonrisa en los labios, humor elegante y recordándonos que hay que disfrutar del camino cuando emprendemos un viaje.

domingo, 4 de octubre de 2009

EL JOVEN CÉSAR



Autor: Rex Warner.





Título: El joven César. The Young Caesar.

Si debo decir la verdad, el prendamiento con este libro fue casi instantáneo cuand lo conseguí adquirir hace ya mucho tiempo, en un kiosko muy cercano a mi antiguo piso. Pertenecía en la edición española a una línea muy interesate, una de esas colecciones tan típicas de septiembre, en este caso sobre "Los conquistadores". Me había gustado los tres primeros volúmenes sobre Alejandro Magno y con buen gusto hubiera seguido (algo que rara vez hago) toda la colección hasta llegar al final. Por desgracia, estas obritas tuvieron poca repercusión en la ciudad y solamente me he logrado agenciar alguna más en el mercado de libros de segunda mano en La Corredera. De hecho, durante un año pensé que "El Joven César" era una obra autoconclusiva hasta que me hice con "César Imperial", la segunda parte que por cierto también me gustó mucho.
En primer lugar decir que cuesta mucho decir nada nuevo de personajes tan manidos como Napoleón, César o por ejemplo, Colón. Los enfoques han sido muchos y la visiones, positivas y negativas, abordadas. Lo que me atrajó de la obra de Warner (gran conocedor de las obras latinas y griegas, auténtica garantía y muy buen traductor) fue el enfoque personalista. Warner toma el papel de César y decide ser el conquistador de las Galias aquella famosa noche tras la cena en casa de Lépido en plenos idus de marzo. Como bien se justifica al inicio, todo es absolutamente falso, simplemente es un juego de hipóteis en el cual, César esa noche de insomnio decide recordar algunos pasajes de su vida.
Aunque de es de lectura muy fluida y los pursitas históricos verán pocos errores y una buena adaptación del estilo de vida tardorrepublicano, siempre he creído que Warner comete un error de base en el arranque. Es del todo improbable que César recordase maniobras políticas y batallas que ya había menciondo en otros libros. Probablemente, nuestro autor sea consciente de ello, pero pretendiendo abarcar más público, no necesariamente familiarizado con el patricio, no se resite hacer una biografía al uso.
Entonces, ¿tanta reseña para una biografía bien escrita sin más? No, ni mucho menos. Admitiendo un error, lo que creo que permite a este libro escaparse de los corsés de espacio y tiempo es la visión intimista de las relaciones afectivas de César. Resulta conmovedor por ejemplo el capítulo donde se conmociona por el asesinato del general rebede Quinto Sertorio, apuñalado por sus amigos. En unos pocos pasajes, Warner, independientemente de si nos gustan no, hacen sentir al lector piedad por el destino del militar y también por César, que ingenuamente no sabe que está ante un déja vu, pues su propio destino está marcado a ser ejecutado por aquellos que más debían haberle querido y amado.

Y es aquí donde radica la gran fuerza de Warner, una sensibilidad impresionante trazando retratos de los protagonistas que desfilan por el jovencísimo protagonista. En especial un reflejo de la decadencia moral de esa sociedad es el retrato del feroz tío de César, Cayo Mario, antaño un gran hombre, cuando él le conoció, una deadencia con patas y problemas de agresividad y con el alcohol. El patetismo que pudiera tener Mario nunca cae en el tópico, pues Warner, disfrazado de César, recuerda que el lector/a estaba ante las ruinas de un viejo templo, pero un templo que en un pasado no tan lejano había sido grande y poderoso.

Siempre he pensado también que a pesar de ser ambicioso y con muy nulos escrúpulos, Julio fue un conversador excepcional, era imposible ascender en el Senado como lo hizo sin esa dosis de simpatía y gracia natural. Me hubiera gustado eso sí, que de manera más sutil, se hubieran indicado las sombras oscuras que poseía el futuro dictador. Por supuesto, Warner (que ya advierte en el prólogo de la edición "Su grandeza fue algo indiscutible, que esa grandeza fuera buena o terrible es un tema muy distinto") se escudará diciendo que César (sus Comentarios de las Galias son un ejercicio perfecto de manipulación) jamás habría hablado mal de sí mismo.Evidentemente, pero un escrito del talento de Warner podría habernos brindado algún detallito, un punto oscuro que nos hiciera pensar... umf, quizás nos esté engañando. Quizás como a tantos biógrafos, por reputados y bien preparados que estén, le ha terminado enamorando este adusto romano.

Y es que en verdad no quisiera que esta reseña demostrase ser demasiado anti-cesariana. Es evidente que aparte de sus puntos macabros y crueles, propios por otra parte, de muchos de los grandes generales de la Historia, César tiene algo que lo ha hecho excepcional a lo largo de los siglos, y eso, si lo captó muy bien Warner. Pocas personas han tenido mayor capacidad de hacer amigos. No pocas veces como con Craso o Pompeyo estos lazos tenían un fundamento interesado, económico y político, pero no lo es menos que en muchísimas ocasiones fue algo libremente dado y ofrecido. No hacía ascos como muchos de sus conciudadanos a lo extranjero, era capaz de enfrentarse a otras culturas con respeto y admiración, a la par que no hacía distinciones por sangre para introducir a alguien que se mostrase digno en su círculo. Virtudes que por otra parte podían cambiar en cuento esas civilizaciones se interpusieran directamente en su camino.

Impresionante resaltamiento de esa dependencia de César de sus amigos en algunos pasajes, aunque muchas veces nos encontramos ante un tipo frío, inteligente, brillante y manipulador, que probablemente no crea ni en los dioses, parece muy dolido ante la falta de confianza. Hay un ejemplo en especial, cuando habla de Tito Labieno, su brillanta lugarteniente durante sus batallas contra los compatriotas de Astérix, quien finalmente le abandonó por la causa pompeyana y le combatió hasta su muerte. Al hablar de él, a pesar de la sangre derramada y el odio que se terminaron profesando, Warner apostilla cuando César le remomora "Mi amigo Labieno y yo (aún me agrada pensar en él como amigo) fuimos a...". Puede ser una tontería y un exceso de sensibilidad adolescente cuando lo leí, pero comulgó muchísimo con esa forma de pensar y no puedo negar que esos pequeños gestos son los que hacen que esta novela historica merezca algo más de una re-lectura.

Si el libro se hubiera centrado en perfiles de personajes y en las relaciones amorosas (algo que hubiera dado mucho juego teniendo en cuenta el estilo mujeriego del romano), quizás hubiéramos podido toparnos con una de las mejores descripciones de la psique de los grandes protaginistas de esos años cruciales. No es así, por lo que a veces pensaremos que Craso y Pompeyo están demasiado oscurecidos, aunque al menos, con Cicerón tenemos una ventaja, y es que Warner pilota como un maestro en los tema literarios. Su forma de ver al arpinate a través de los ojos del protagonista es enriquecedora y a la vez tiena, a veces un literato genial, otras un arribista empequeñecido ante la nobleza, un poeta mayúsculo, un arrogante cónsul, un idealist, un ingenuo... Los admiradores de Cicerón disfrutarán de su condición de secundario de lujo.

Si bien algunas de las partes se hacen un poco cuesta arriba por la acumulación de cargos y ascensos, pasaje como La Conjuración de Catilina devolverán toda la atención sobre la palabra escrita. En definitiva, un ejemplo perfecto de este género -ya tocaba que una apareciera en este blog- y muy ligera.