domingo, 25 de septiembre de 2011

EL HILO DE PENÉLOPE

En el cine, hay una división en la que entran escasos directores. Es una nueva dimensión donde todo el público, desde los que son aficionados hasta los que te aborrecen, saben exactamente qué esperar de ti, porque en todo lo que hagas, saben que siempre llevará tu sello, una etiqueta de marca propia.
Pedro Almodóvar entra dentro de dicha categoría. Haber triunfado por todo lo alto siendo extranjero en un negocio tan etnocentrista como Hollywood, ser públicamente reconocido en festivales como Cannes, no le ha servido, como ha sucedido a lo largo de historia ante los éxitos, para ser profeta en su tierra. Podríamos decir, eso sí, que no deja indiferente a nadie, o aman su cine o lo odian, pero rara vez deja indiferente a nadie.
Con "La piel que habito", el cineasta manchego vuelve a la carga, en lo que algunos han considerado su proyecto más extraño, hiperbólico e interesante en mucho tiempo. Desde luego, debe haberse divertido con esta obra, al igual que el año pasado con Alex de La Iglesia y su "Balada triste de trompeta", parece que el director ha decidido purgar todas las cosas que ronden su mente, desde lo más sublime a las pesadillas más recurrentes, una historia sin tapujos y forzando siempre cruzar la línea de lo políticamente correcto.
De la mano de la pareja formada por Antonio Banderas y Elena Anaya (un salto de calidad muy bueno por parte de la actriz en esta cinta, tiene una papeleta muy difícil y la resuelve con mucha soltura), Almodóvar compone un extraño fresco. Salvando los géneros, estamos ante un experimento tarantiniano, muchas pequeñas historias y mezcla de tipos de película en una sola, en un principio parece que nos moveremos en las fronteras del terror y el suspense... para después derivar en una serie de rompe-cabezas que dejarían a la altura de cortesanos principantes a los habitantes de "Rebeca" de Hitchcock.


Para todos aquellos que aún no la hayan visto y tengan intención, invitarles a que cuanto menos sepan de la misma, mejor, la sorpresa es uno de los factores que hacen que la experiencia de ir a ver este estreno sea tan particular. Merece el dinero de la entrada, pero eso no es indicativo de que les vaya a gustar precisamente. Es impredecible, una que tendrá tantas opiniones como personas la vean.
Destacan también muy buenos secundarios, como Marisa Paredes, Jam Cornet o Roberto Álamo (de quien ya hablamos en la versión de "Un tranvía llamado deseo", muy dotado para los papeles agresivos, aunque en este caso con un componente de esperpento).
Para los más puristas y admiradores del oscarizado autor, decir que no se preocupen, pese a todo lo dicho, Almodóvar sigue siendo Almodóvar. No se resiste a poner esos barrios, a rodar igual de bien que siempre, a no renunciar a ese humor socarrón, a ser incapaz de permanecer serio en todo momento...
Personalmente, tienen que saber que ante él siempre me sentí dividido. No me contaba entre la legión de sus seguidores, no todo lo que ha hecho me ha gustado, pero desde luego, tampoco entendía el aborrecimiento que a otros suscita, teniendo siempre la impresión de estar ante un artesano que conoce muy bien su oficio. Y es que, acusado siempre de hacer cine marginal, de putas, cambios de sexo, personajes miserables y desquiciados... Le da la vuelta a la tortilla, se marca un baile de estilo clásico, únicamente para darte cuenta de que una vez más te ha vuelto a dar gato por liebre, que seguira hablando de mundo estrambóticos y marginales, con personajes al borde de un ataque de nervios y que no saben precisamente todo sobre sus progenituras y otras locuras.
Por último, aún atolondrado por este extraño experimento cinematográfico, citaré al escrito Stepen King tras leer cierta obra de Frank Miller: "Um, este tío es bueno... sabe lo que hace".

domingo, 18 de septiembre de 2011

ESPARTACO NUNCA MURIÓ

A la altura del año 71 a.C, Marco Licinio Craso había salvaguardado la protección de Roma de la amenaza del mayor alzamiento de esclavos que el mundo mediterráneo había conocido. Era cierto que existían precedentes en Sicilia, pero si unas décadas antes alguien hubiera barajado una rebelión de esas características con derrotas humillantes para los legionarios a manos de sus siervos, hubiera sido tachado de loco.
Craso, adinerado hombre de negocios, general victorioso y antiguo partidario de Lucio Cornelio Sila, quien fuera dictador de Roma, sabía que únicamente se le daría una ovatio a su retorno, ya que la mentalidad de la República italiana en aquellos días no pensaba que hubiera la misma gloria en batir a esclavos que a hombres libres. Como fuere, el castigo a los supervivientes fue ejemplar, en una de las vías principales a la urbe, fueron crucificados todos sus prisioneros. Pese a ello, según le informaron sus soldados, nada se sabía del cabecilla... La última vez que se le vio en acción durante la lucha, había asesinado ya a algunos centuriones y se batía a la desesperada con aquella horda que lideraban, muchos de ellos antiguos gladiadores que durante dos años se habían paseado atemorizando a los ricos y adinerados romanos.
Y es que el propio Plutarco fue incapaz de contar qué fue de aquel extraño individuo que se convirtió en un líder y un referente que ha traspasado los siglos, un Mesías pagano y con la espada en la mano, un símbolo de la resistencia del que se ha escrito mucho y probablemente muy poco certero y seguro. Espartaco, tal vez a raíz de que Craso no encontró su cuerpo, se convirtió en algo más grande que él mismo, un icono para generaciones de sometidos y un mito para los amantes de la épica.
Como era lógico, la historia de un hombre que empezó batiéndose por su vida en Capua como divertimento de sus amos y llegó a ser un caudillo que amenazó a los hijos de la loba, ha generado también su respuesta en la pequeña pantalla, gran cantidad de telefilms de calidad heterogénea y, en una escala superior, la película firmada por Stanley Kubrick, verdadero clásico dentro del género. Muy recientemente, apenas en 2010, para cadenas por cable, siendo emitida en España por Cuatro y Canal Plus.


La serie no buscaba un rigor histórico ni nada que se le pareciera. Igual que otras producciones como la adaptación cinematográfica de "El Señor de los Anillos", la serie está íntegramente rodada en Nueva Zelanda. Desde el primer episodio, bajo la dirección de Steven S. De Knight, queda clara la apuesta que se iniciaba en su título "Espartaco: sangre y arena". Si llegan a apostillar "sexo", hubiera sido la promoción más sincera de la Historia.
Lejos del modelo realista de "Roma" (especialmente en su primera temporada, que merece considerarse un hito dentro de este tipo de programas), Spartacus es un intento de emular la estética de 300 que tan buenos resultados dio en taquilla a Zack Snyder. Es decir, una gran cantidad de sangre a borbotones, coreografías muy comiqueras y un puñado de mujeres y chicos estupendos ligeros de ropa... cuando no en la cama directamente, sin mucho rubor ni censura.
Desde el primer momento, para los puristas de las fuentes clásicas, los guionistas apuestan excesivamente rápido por la condición de tracio del futuro gladiador. Sabido es, sin embargo, que no cuando los autores latinos hablan de Espartaco como "tracio" están refiriéndose a su patria de nacimiento, tal vez simplemente sea el apelativo en referencia al tipo de arma que utilizase en la escuela de Léntulo Batiato. La trama está desde ese instante edulcorada, soldado auxiliar tracio, traicionado por los romanos y separado de su esposa, Espartaco termina teniendo que recurrir a la arriesgada vida de los guerreros de la arena.
Andy Whitfield es el encargado de encarnar al mítico héroe, teniendo ciertas reminiscencias al Máximo Décimo Meridio de "Gladiator". El resto del reparto suelen ser personajes de gran constitución física (destacando Crixo El Galo, concebido por los creadores como el CR9 de la época, alguien que lejos de sufrir con este oficio, goza de su reputación de estrella y de los favores que están dispuestas a hacerle las señoras de Capua) y en algunos casos incluso rebotados del mundo de la lucha libre profesional. Esto ayuda en el sentido de que son muy creíbles pegándose mandoblazos, pero no cuesta pensar que el nivel actoral va a ser inferior, por ejemplo, a "Yo Claudio", que estaba abastecida de algunos de los mejores actores y actrices del espléndido teatro inglés de los años 70.
Con todo, hay un extraño acierto colateral, principalmente con un personaje, el dueño de los gladiadores, Batiato, interpretado magníficamente por John Hannah. Lejos del simplismo de historia de buenos y malos, Batiato es entendido como un evergeta local y que quiere ascender con ese negocio hedonista hasta su verdadero sueño, una plaza aunque sea modesta de senador en Roma. De ahí que este individuo, avispado e inteligente dándole al público lo que quiere, busca hacerle la bola a cuantos patricios o familias plebeyas adineradas pasan por su establecimiento. Sin proponérselo, la serie hace aquí una espléndida visión de los ascensos sociales y las vías que tenían los pudientes locales itálicos cara a la gran Meca, la capital del Mare Nostrum.
Aquellos que se aproximen a mi quinta, tampoco tendrán ningún problema en reconocer a quien fuera Xena, Lucy Lawless, quien hace de la exuberante esposa de Batiato, una mujer no demasiado fiel y que goza de los favores de los jovencitos pupilos de su marido. La serie en este sentido es más honesta que ninguna y tanto para ellos como para ellas como para la más que posible homosexualidad de algunos de los gladiadores allí recluidos, mostrando escenas en muchos casos muy explícitas.
Su simpleza y estilo de aventuras y duelos que hubiera podido firmar el mismísimo Robert E.Howard, hacen que los capítulos de la primera temporada puedan ser consumidos como rosquillas, no estamos ante ninguna obra maestra pero sí ante un producto tremendamente entretenido y que no comete el error de tomarse demasiado en serio a sí mismo. Por desgracia, el alma de la serie, Andy Whitfield ve como le diagnostican un cáncer, provocando un drama personal que lógicamente se extiende como una mancha de aceite que hará que los productores y equipo tengan que re-plantearse la segunda parte.
En una época tan capitalizada y del negocio es el negocio, debe agradecerse que se hiciera la fórmula de "Dioses de la Arena", con la voz en off de Whitfield, en un ejemplo de profesionalismo innegable. Confiando en que su primer actor se recuperase de esa terrible lucha, los guionistas hacen algo así como un "Capua Year 1", donde cuentan cómo los compañeros de Espartaco terminaron sus días también en ese destino ambiguo, algunos mueren y son olvidados, otros prosperan y empiezan a ser mimados por unos propietarios que no piensan sacrificar a una espléndida inversión por una turba sedienda de sangre por un mal día.
"Dioses de la Arena", aunque se añore a Whitfield, es una buena segunda temporada, siguiendo la misma tónica que la anterior, señoras estupendas, tipos muy violentos y con diálogos de western, cortos y eficaces y un mayor peso de Batiato y su esposa, probablemente la mejor parte de la trama. Nuevamente, el contexto histórico es más que discutible, pero una vez tiene una extraña habilidad para plantear cosas interesantes, casi sin querer...
Un ejemplo se haya cuando un insoportable patricio visita Capua, Batiatio logra ser su anfitrión, soñando una vez más con que una buena velada y una pelea de exhibición hará al romano apuntar su nombre en la lista de clientes. Se genera todo el boato posible y una fiesta dionisíaca, pero el envalentonado visitante se atreve a desafiar a uno de los mejores luchadores de Batiato, que, obviamente, debe dejarse perder, tragándose el orgullo y los insultos del personaje en cuestión. El desenlace será trágico. Desde luego todo es inventado, pero hay una extraña sensación de "Esto podría haber pasado perfectamente en la República Romana Tardía".
Desafortunadamente, el interesante intento de esperar a Whitfield con ingenio queda roto cuando hace apenas unos días el joven actor fallece. Sin lugar a dudas esto va a marca irremisiblemente al programa, será muy duro para los miembros del casting seguir adelante, la pérdida tiene unas connotaciones personales que superan con creces las profesionales. Pero, sospechamos que Whitfield querría que siguiera el espectáculo, porque, a fin de cuentas, Espartaco nunca fue encontrado, misterioso, algunos hablan de que fue un desertor de las legiones romanas, otros de que su esposa era una hechiera, otros tantos pregonan su origen tracio...
"Sangre y Arena" deberá tratar de hacer el mejor homenaje posible a aquél que fue el mejor Espartaco posible, luchando hasta el final contra una de esas plagas que tantas tragedias está causando a lo largo de todo el mundo.

domingo, 11 de septiembre de 2011

AU REVOIR, GRAN VISIR

Las lámparas de aceite en el gran palacio de Bagdad empiezan a apagarse, mientras el benevolente califa Haroun El Poussah duerme el sueño de los justos servidores de Alá.
Es una tierra inspiradora de leyendas como la de Aladino, de genios que concedían deseos, con refugios en cuevas para los ladrones y hermosas esclavas de harén que adormecen con sus cuentos... Desde el pasado mes de agosto, Jean Tabary abandona a su suerte al gran visir Iznogud. El pequeño gran personaje de cómic es ya oficialmente huérfano por los dos lados, hace ya un poco más, el otro "papá", René Goscinny, le dejaba una noche donde su criatura soñaba con ser califa en lugar del califa.
Lo cierto es que me he sentido muy sorprendido por la noticia, pillándome de vacaciones en el norte, no ha sido hasta echar un vistazo en el blog de "Corra jefe, corra", donde me enteré de la trágica noticia, por cierto, les recomiendo el homenaje al dibujante por parte de Chespiro. Tabary había sido el leviatán que había mantenido al primo con mala fortuna de Yafar, tras la desaparición de Goscinny, el gran guionista, él había mantenido la flota islámica, incluyendo su activa colaboración a la serie de animación que adaptó sus viñetas e incluso una película con personajes reales.


Aún hoy en día sumergirse en las historieras de Iznogud es una gozada para los lectores. Irónica, mordaz... el hecho de que el protagonista sea un villano solamente refuerza a su autor. El gran visir es una mezcla de Joe Dalton y los malvados y ambiciosos consejeros de los cuentos de "Las mil y una noches", salpicado en todo momento por un gran sentido del humor y un estilo personalísimo de Tabary en sus lápices.
Lo más gracioso de Iznogud, que ahora solamente cuenta con los desvelos del no demasiado espabilado Dilá Lará, es que en realidad su vida sería estupenda si viera las cosas más allá de su nariz aguileña y ambiciosa. Su inocente califa le considera el más eficaz de sus colaboradores, vive en la opulencia de una gran ciudad y tiene todo el control menos el título... pero eso le corroe y le lleva a iniciar maquinaciones que, por supuesto, le conducen al desastre.
Me viene a la mente una disparatada historia que estos dos genios del humor crearon cuando los mongoles invaden las tierras del amado El Poussah. Las hordas bárbaras cuentan con un astuto consejero que presente que su Khan pierda la batalla y él pueda hacer una salida y pactada del conflicto que le permita ser la cabeza visible de un gobierno colaboracionista. Desgraciadamente para el mongol, Iznogud piensa hacer también todo lo posible para que Bagdad pierda esa guerra, llevándose al califa enjaulado y quedando él al control del todo. La historieta es una sucesión hilarante de gags de los dos traicioneros validos que tratan por todos los medios que sea su adversario quien cumpla fielmente su obligación cara con su señor.

Al igual que le sucedió a otro dibujante maravilloso, Uderzo, Tabary enfocó la serie en un sentido más fantasioso que él establecido por René, mucho más amigo del desarrollo del perfil de personajes y de los giros lingüísticos (conocido era que Goscinny sabía de la habilidad de Tabary para los dobles sentidos, por lo cual plagaba los diálogos de viñetas con esos giros).
Eso sí, dicen las malas lenguas que en Pont L´Abbé d´Aurnoult, la tumba de Tabary está vacía, que en realidad todo fue el truco de un nigromante a quien se vio recientemente por El Cairo... solamente hay noticias fehacientes de que un elegante hombre con gafas, bigote bien recortado y aspecto paciente, escucha las interminables monsergas de un tipo bajito seguido por otro corpulento y poco espabilado allá por un palacio iraquí en unas lejanas montañas que se han mantenido alejadas de la terrible guerra...
- Me da igual que quieras tomarte un año sabático... ¿lo has entendido? Je veux être calife á la place du calife...
Tabary sonríe mientras menea la cabeza.
- Bueno, habrá que consultarlo con René...
Y es que el visir nunca ha sido la clase de tipo que se rinde por pequeñas futesas.

domingo, 4 de septiembre de 2011

GAME OF THRONES

"Cuando juegas al juego de Tronos solamente puedes ganar o morir". Con tan simple pero adictiva premisa, da comienzo una de las sagas más renombradas de la literatura fantástica, de rabiosa actualidad pese a los años transcurridos desde su arranque, gracias a la adaptación a la pequeña pantalla efectuada por la prestigiosa HBO.
George R.R. Martin, autor de reputada trayectoria, encontró con esa saga (conocida como Canción de Hielo y Fuego y que actualmente se compone de los libros: "Juego de Tronos", "Choque de Reyes", "Tormenta de espadas", "Festín de cuervos" y "Danza de dragones") el broche de oro a su carrera literaria, aunque también ha provocado una expectación tan brutal en sus lectores/as, que se cuentan por legión, que muy extraño será que logre un desenlace que resulte a plena satisfacción de todos... pero eso, es ya otra historia.
¿Qué explica el éxito de esta gallina de los huevos de oro? Alberto de Cuenca declaraba en el programa de radio "Cow-boys de Medianoche" que Martin es el heredero de Tolkien (de hecho, se cambió su nombre para lograr esa reminiscencia a su reverenciado maestro) y que su capacidad de redacción se asemeja a la del mismísimo William Shakespeare. Lo cierto es que se trata de una afirmación de las osadas, pero no cabe duda que alguna de las escenas en el marco de Invernalia, podrían insertarse sin ningún rubor en algún momento de "El rey Lear" o "Macbeth". En géneros diferentes y con coyunturas distantes, tanto el inigualable Bardo como Martin, logran tratar temas universales, la ambición, el honor, la crueldad, la traición, etc.
La aventura comienza cuando en un mundo fantástico (donde los años no están numerados, sino que transcurren por estaciones, destacando unos inviernos terribles y muy largos que causan gran daño a la población), dividido claramente entre los territorios del norte y del sur, con un carácter feudal donde hay grandes señores y vasallos. Se supone que hubo criaturas fantásticas, como dragones o Los Otros, pero hace muchas estaciones que nadie los ve e incluso algunos hombres empiezan a ser descreídos sobre que alguna vez hubieran existido).
Uno de esos señores es Ned Stark de Invernalia, quien en el pasado fuera uno de los más destacados caballeros que se alzaron contra Aerys II, déspota rey de la dinastía Targaryen, apoyando a un joven llamado Robert Baratheon, quien finalmente se hizo con el trono gracias, entre otros, al apoyo incondicional de Ned en la batalla conocida como la del Tridente. Desafortunadamente, la hermana de Ned, Lyanna estaba prometida con Robert, a quien siempre le atormentó no haberla podido salvar durante la guerra de la violación y el asesinato de Rhaegar Targaryen, príncipe e hijo del enloquecido rey. Esto propició que Robert se casase ya coronado con Cersei Lannister, heredera de un noble linaje que pese a su belleza nunca superó el espectro de la difunta prometida en Robert y, además, exponente de un clan de intrigas cortesanas que jamás gustó a Ned, quien enfrió su relación con su gran amigo y abandonó el trono del sur para volver a su norte añorado.
Si ahora el lector/a se siente atormentado y en una película que ha empezado en la mitad, simplemente refleja que son gente inteligente y con sentido común. Es el efecto que quiere proponer Martin. Estamos ante una novela río donde el desfile de personajes puede aturdir al público, no obstante, el rompe-cabezas se va uniendo, mientras quedamos boquiabierto. Por cierto, no se fíen de nada de lo que les he contado en el anterior párrafo, pues todas estas batallas, raptos, violaciones y ascensos, pueden cambiar mucho según los ojos de quien los esté narrando en esos instantes.
Baste decir que "Juego de Tronos" hace confluir varias tramas. Viserys y Daenerys, dos jóvenes hermanos, últimos exponentes de la casa Targaryen, prácticamente exterminada durante la victoria de Robert, conspiran en la ciudad de Pentos, con el apoyo de unos pocos fieles, para recuperar el Trono de Hierro que un día fue suyo, aunque el joven e impulsivo muchacho, es incapaz de mantener siquiera la lealtad de su joven hermano, por su comportamiento hosco y violento. Pese a ello, tiene una buena idea al unir a su jovencísima y hermosa hermana a Khal Dogo, un bárbaro líder de una horda que un futuro podría estar interesado en reclamar los derechos de su prometida más allá del Mar Angosto...
Mientras ese juego sucede, Robert viaja a Invernalia para convencer a Ned de que ocupe su puesto en el sur como Mano del Rey (algo así como el Maestro a Caballo de los dictadores romanos o el valido en la Edad Moderna europea), debido a que el anterior, Jon Arryn, murió en una situación tan natural que conociendo a Martin más de uno empieza a intuir que la gente que desempeña ese cargo no dura tanto. Asentado en tiempos de paz y con una familia a la que ama (su esposa Catelyn, sus dispares hijas Arya y Sansa, junto con sus retoños Rickon, Robb, Bran y Jon), Ned dudara en aceptar un caramelo envenenado que lo llevará hasta Desembarco del Rey, tierra muy alejada de sus dominios y donde la justicia no es honorable y los hombres no resuelven sus disputas a golpes, sino con conjuras y maquinaciones, encabezadas en muchos casos por Meñique, cuyo verdadero nombre es Lord Petyr y cuyos modales solamente esconden una serpiente tan inteligente como repulsiva para el lector/a.


El último de los arcos argumentales de este primer libro se centra en los Lannister, la familia política de Robert, su fría esposa Cersey, junto con sus dos cuñados, Jaime Lannister, una especie de Tiran Lo Blanch es la Tierra Media pero sin tanto sentido del juego limpio y Tyrion, el tercero de los hermanos y condenado a una deformidad terrible en ese mundo tan cruel, la de ser un enano, considerados criaturas malformadas e indignas. Pese a ello, Tyrion es uno de los personajes más inteligentes de la saga, compensando su hándicap con una inteligencia a prueba de bomba y unos reflejos verbales que son muy utilizados por Martin para rebajar la tensión dramática y dar un respiro cómico que no desentona con el carácter de la obra.
Lo que convierte a Canción de Hielo y Fuego en una obra diferente al resto de las que han intentado imitar la maestría de Tolkien, es su tono más adulto, o si se prefiere, más verosímil, dentro de este marco mágico. En "El señor de los anillos", la diferenciación entre los dos bandos es clara, los reyes malos y los buenos, los poseídos y los que no... Incluso en el caso de las cabezas coronadas que son un poco ambiguas, se explica por la mala influencia de personajes como Saruman o Lengua de Serpiente. Por lo general, los reyes presentados por Tolkien aliados contra Saurón, incluso los senescales más ambiciosos, tienen una luz interior, un pozo de grandeza inmemorial.. En "Juego de Tronos", los monarcas se parecen mucho más a los que han copado el mundo real.
Ambiciosos, capaces de los peores crímenes, incestos, lascivos, crueles, desequilibrados... Martin se desmarca en ese punto de su relato de su admirado Tolkien, brindando un mundo que se parece mucho más a "Trono sangriento" de Kurosawa que a la beatífica alianza de Gandalf con Aragorn. Hay además guiños históricos muy apreciables, especialmente a la "Guerra de las dos Rosas", uno de los episodios bélicos y dinásticos más interesantes jamás acontecidos en Inglaterra. Por ende, estamos ante un salto literario de primer nivel y en una representación de gran calidad.
Como punto negativo, declarar que estamos ante una obra de aventuras muy densa, de hecho, no se recomienda leerlo a cachos, porque puede llevar a verdaderos atascos mentales ante tanto desfile de actores principales y secundarios. Eso sí, lejos de mí querer recomendarles algo porque ahora esté en el candelero, si que creo que nos hallamos en uno de esos casos donde se hace bueno aquello de que algo tendrá el agua cuando tanto la bendice.
SPOILER (NO LEER SI NO SE CONOCE YA EL LIBRO, DESVELA PARTES FUNDAMENTALES DE TRAMA Y ARGUMENTO):
Mucha gente suele quedar impactada por la muerte de Ned Stark al final del libro, mandando un mensaje claro Martin, nadie va a estar a salvo, ni siquiera uno de los protagonistas claves. Indudablemente, Eddard es uno de los personajes mejor construidos de este primer libro, comienza haciendo un acto terrible, la ejecución de un Guardia de la Noche de su propia mano, pero termina calando hondo en el público por su fuerte sentido del honor, su apego por la familia y su lealtad hacia Robert.
Hay un sector que considera que Martin lo presenta a fin de cuentas como un necio, a años luz de Cersei o Meñique a la hora de urid la tela de araña cortesana, no obstante, creo que es una reducción simplista que le quita calidad a la ejecución de Ned, uno de los mejores momentos del libro. Pero mucho antes de ese acto, de ese sacrificio silencioso de quedar como un traidor a cambio de salvar a su hija Sansa, la verdadera esencia de Ned está en el diálogo con Cersei, cuando afirma que ha cometido muchos errores en su vida, pero que desde luego no fue erróneo no conspirar con Jaime para hacerse con un trono que no sentía como suyo. Su caballerosidad, terrible para él, de dar la posibilidad de salvar el cuello a Cersei, coloca a Stark a la altura de los personajes homéricos, en la vida real no siempre ganan los buenos... escritores como Shakespeare o el mismísimo ciego heleno siempre han jugado con eso, en "La Ilíada" fallecen Héctor, Patroclo, Aquiles... los que arriesgan su juventud y felicidad en un campo de batalla por un sentido del honor que va más allá de las ventajas del privilegio.
La expectación que ha creado este primer libro es fantástica, aunque ahora viene lo más difícil, seguir sorprendiendo, y eso, ha medida que vaya eliminando personajes puede ser terrible si no se hace con dignidad y sabiendo introducir elementos extraños en la ecuación. Pero parece que con Martin estamos con buen timonel en estas procelosas páginas mojadas por un río que a todo y todos salpica.