jueves, 31 de diciembre de 2009

DIBUJANDO DIEGUITOS Y MAFALDAS




Este blog se despide dibujando Dieguitos y Mafaldas, rindiendo homenaje al personaje estrella de un autor tan clave como Quino, aquel hijo de inmigrantes andaluces que desarrolló su infancia, talento y arte, en la siempre fecunda Argentina. Él mismo confesó que uno de sus dibujos más entrañables, el atribulado Felipín, se parece un poco a él en la Escuela, tímido, reservado, amigo de la última hora... pero a fin de cuentas, de los que cumplen a la hora de la verdad y con un buen corazón. Además, quien demonios no le ha plagiado alguna vez con la pregunta "¿Por qué diantres a mí me tuvo que tocar ser yo? "

La vida de Quino distó de ser tan humorística como la que reflejó en sus tiras, perdió demasiado pronto a sus padres y debe abrirse camino en el díficil mundo de las revistas y los suplementos de prensa. Cuesta pensar cómo llevará aquella agencia publicitaria y la empresa de lavadoras que lo contrató, no haber utilizado el boceto del personaje presentado por Quino, ya que poco después, sería una de las niñas más reconocida de los años 60 y 70 del siglo XX, un icono que tiene el mérito de permanecer en la memoria colectiva, pese al reseñable inconveniente de no ser de carne y hueso.

Teniendo en cuenta que no hay súper-amenazas ni súper héroes, tampoco villanas neumáticas, ¿dónde radica el encanto de esas pequeñas tiras? Probablemente en que pocas cosas hay más hermosas que la vida cotidiana en el arte si se logra plasmar con certeza, ironía y sentido del humor. Mafalda es un poco precursora de Lisa Simpson, salvo que en vez del jazz, la mentora tomó la senda de aquellos melenudos que fueron más conocidos que Jesús, The Beatles, algo, que por otra parte, le dio no pocas discusiones con su buen amigo Manolito, un muchacho de clase baja que se veía obligado a trabajar los veranos y con sus problemas en la escuela, pero bajo la fachada de bruto, de nobles intenciones (aunque está muy influenciado por su padre en el sentido de valorar la plata por encima de todas las cosas).

Conforme Quino, que no las tenía todas consigo, se fue dando cuenta del potencial del personaje, la fue rodeando de interesates añadidos, le daría incluso un hermanito. Pero me gustaría subayar su relación con la madre, y es que, aunque Homer dijera con muy mal gusto "Por ti seré más soso que Mafalda", hay una clara deuda de la relación Lisa-Marge con la que la precoz Mafalda (creo que salvo en el día de Reyes, no se toma nunca un respiro) tiene una tensión latente con la mujer que le dio el ser. No pocas veces discuten (sopa mediante), a la par que a la niña le lama mucho la atención la falta de inquietudes que en ocasiones la buena señora parece tener en comparación con ella, aunque a veces tiene intuiciones reveladoras (el sueño en que ella se le aparece con las cadens de la familia) que la hacen ser más agradecida y menos pedante, dándose cuenta de que a ella se le han aberto posibilidades que antes no tenían.

De su padre poco que decir, salvo que es Felipe de mayor. Tiene aires de buena persona y preocupaciones muy materiales y superfluas (es capaz de levantarse a las tres de la mañana e ir a ver si efectivamente su coche nuevo no ha sufrido un rasguño). Quiere a sus hijas y se aleja del estereotipo de padre descerebrado que hoy día tenemos por ejemplo con el gran Peter Griffin y quiere a su esposa, aunque puede ser muy pesado con las anécdotas militares. A veces parece que sus progenitores querrian que Mafalda fuera un poco más niña, más persona y menos cerebral. Pero eso sería traicionar demasiado su esencia. Quino no se casa con nadie, ni siquiera con la niña de sus ojos, aunque muchas veces la defiende como la voz del sabio profeta en el desierto, otras veces ridiculiza su feminismo a ultranza (llama a Felipe machista por jugar a un juego donde la reina puede pavonearse como un objeto por las casillas).

En cuanto a Némesis, si salvamos a Libertad que es muy parecida a ella (por cierto, no creo que sea casualidad que no conozcamos a su padre y viva en ese pequeño apartamento de su madre), no se puede obviar a Susanita, que si cobra un cariz opuesto a Mafalda. Entre el dilema de ser una gran diva o una señora de casa acomodada como su mamá, con alguna misteriosa pesadilla de matrimonio con Manolito (se detestan, pero como el perro y el gato, se necesitan) y un claro enamoramiento con Felipín (que me parece a mí que se hace más el sueco, ya que no es para nada tonto, simplemente vago, de hecho, es mejor jugando al ajedrez que cualquiera de las dos muchachas y por supuesto, que Manolito, que sí que es un hacha haciendo cuentas, sobre todo si son cestas).

En un elenco que es menos amplio de lo que parece, no podemos obviar a Miguelito, ese niño de pelo lechuga, salvando al adorable Guille, el más pequeño del grupo y que, como a todos nos gustaría, puede pedir un minuto de silencio en una alegre reunión para darse un abrazo: "Lo siento, pero añoraba tanto estar un rato conmigo". Además, es deslenguado en el buen sentido,puede llamar "antipátida" a la maestra por retarle injustamente. A veces me pregunto, ya que en sí la Historia de Mafalda no ha terminado, aunque Quino parece poco dispuesto a retomarla, pero ha dejado bien claro en entrevistas que mientras un personaje sigue vivo en la comunidad de lectores/as, su llama siempre prevalecerá. Además tiene su merchandasing, que no es monopolio de sagas norteamericanas, incluyéndose una serie de animación.

Imagino que al final a Manolito le va bien, que sacó sus buenos réditos y ha ampliado el mercado familiar, Mafalda de vez en cuando, entre café y café, le recuerda que ha abandonado su faceta espiritual, a lo que Manolito responde mirando el reloj y diciendo que las tres y cuarto. Actualmente tiene familia, aunque tuvo una noche loca con Susanita que los dos han disimulado ate sus amigos, aunque Felipe y Mafalda siempre sospecharon algo. Precisamente ellos dos también tuvieron su affaire, el chico siempre le estuvo agradecido por ello ya que gracias a sus enseñanzas aprendió al fin a hablar a las mujeres, aunque la cosa no acabó del todo bien, Mafalda sacrificó la relación por un trabajo en Europa, volvió pero no hubiera sido lo mismo, aunque le añora, es demasiado orgullosa para admitir nada, Felipe también la echa de menos pero ahora prefiere la amistad, y Susanita le sigue rondando desde su último divorcio, del que sacó sustancisos pisos. Guille sigue vivendo en casas de sus padres, que pondrían más presión para que se vaya, pero a fin de cuentas es agradable compañía y Mafalda es tan independiente que casi se agradece que alguien quede en casa. La única discusión es que a Guille le piden nietos, pero él se hace loco. Miguelito anda un poco perdido, sigue gritando "Mentira" cuando en su mente aparecen imágenes de su envejecimiento inevitable, aunque apenas se le han caído rubios cabellos y es un poco bohemio, se le han conocido ligues pero no novias, de vez en cuando se pierde pero luego temina volviendo al redil de sus amigos, sobre todo Mafalda, que le aconseja mucho y bien. Libertad se metió como Bogart en varias causas perdidas, en el bando de los perdedores, su activismo le costó muchas oportunidades, pero aupada en un taburete, puede mirarse todas las mañanas en el espejo, recompensa suficiente. Tiene también una hija, solamente su íntima, Mafalda, conoce el nombre del padre, pero no se lo ha contado ni siquiera a la chismosa de Susanita.

Feliz entrada de año a todos, aunque suene ñoño y como ya he puesto en mis otros blogs y espacios personales, que los mejores momentos de vuestro 2.009, apenas sean los peores del 2.010 que os va a llegar. Gracias especiales a Easmo, Elizabeth, Chespiro, Franchesk y a compañeros/as de mi clase que amablemente han seguido este modesto blog. Nos leemos a partir del año que viene.

Para los enamorados del personaje recomendamos el mítico (y voluminoso) tomo recopilatorio de todas sus aventuras y por supuesto, el magnífico sitio web http://mafalda.dreamers.com/, que además ha permitido hacer más completa esta entrada. Con admiración a Quino,




martes, 22 de diciembre de 2009

REGALOS DE REYES


Título:Drácula, el no-muerto.


Autores: Dacre Stoker e Ian Holt.


Editorial: Roca (2.009).


Me había prometido a mí mismo dejar un poco abandonado a cierto conde, que ya había monopolizado el blog a través de los cómics. No obstante, aparte de expresar opiniones, no deseo que esta humilde página pueda ser acusada de falta de sinceridad. Otras obligaciones me han impedido avanzar en las lecturas, así que ahora estoy aprovechando vacaciones, entre otras cosas, para ponerme al día con la palabra escrita que no es académica.


Así que, mal que me pese,de nuevo volvemos un poco a la mitología de Bram Stoker, ya que es el libro más reciente que he podido leer con el suficiente detenimiento cómo para poder realizarle una crítica justa. Evidentemente, trataré de que el próximo libro vaya de cualquier cosa (incluso de la cría del ganado soviético) que de vampiros. No obstante, pienso que a los lectores/as les podría gustar en la medida de que así juzgarán si es un buen regalo navideño para familiares, amigos y cía.


En primer lugar el envase cumple el cometido, entra maravillosamente por los ojos, escribo esto mientras tengo frente a la pantalla de mi ordenador una excelente reseña de esta obra efectuada por el señor Alfredo Álamo, en noviembre del 2.009, del magnífico lugar de Lecturalia. En ella pone el acento en la edición española, efectivamente, lo han hecho para vender descaradamente... y qué bien les ha salido. Sin querer hacer publicidad, ya si es del Corte Inglés como el capricho que me pude dar, encima te regalan un pequeño almanaque con lugares de algunos de los escenarios. En metáfora cinematográfica, sí, excelentes efectos especiales, pero, ¿cumple el argumento y las interpretaciones?


Pues bien, aparentemente juntar a un investigador de la figura de Vlad (aunque Stoker en ningún momento deja claro que su conde sea tal mito, aunque sí se insinúa) como Holt con un descendiente del propio autor original, parecía una combinación interesante, sobre todo porque el familiar daba acceso a archivos y viejos manuscritos de la pluma de tan ilustre antepasado, que además, es cierto que proyectó hacer una secuela del original. No es moco de pavo y se nota en un conocimiento profundo de lo que pasó en Drácula original, pero faltaría más en un trabajo artístico que quiere elevarse sobre la media, además han tenido un aparato publicitario muy bueno, superior a otros escritores que merecerían más predicamento.


Después de esta carta de presentación, afirmar que la estructura de capítulos breves, directos y de sugerentes puestas en escena me ha gustado mucho. Es ligero, rápido y con una prosa elegante, no estamos ante unos aficionados. El problema será cuando hablemos de los pérfiles de personajes. Lo lamento, pero ni bien ni mal, ¿cómo estaría Jonathan Harker más de veinte años después de su encontronazo con el malévolo rival de amores de su esposa? La respuesta: tantas como lectores hubo de la obra original. Al propio Bram le hubiera costado convencer, de haber publicado la segunda parte, que había algo en el horizonte y que era lógico, luego del apoteósico final.


Lo más original y elogiable me ha parecido la presentación de una antagonista de altura, sacada de la de por sí, no muy edificante y macabra vida de la condesa Báthory. Ella es la protagonista malvada real de la obra y en cierto sentido, mucho más temible que cualquier otro elemento. Es precisamente tras su rastro por parte del cazador Seward, superviviente del grupo original, que aún sigue trastornado por la pérdida de Lucy, dolor que comparte con el viudo de la misma, al parecer por culpa del transilvano, cuando vuelve el viejo espectro de Vlad.


El tratamiento de algunos de los antiguos héroes del relato general ha sido poco menos que durísimo, en especial Seward (interesante adicción a la morfina incluída) y por supuesto, Jonathan, sumido en el alcoholismo, las mujeres mercenarias del amor e incapaz de sentirse cómodo con su mujer, Mina Harker (sospechosamente resistente al envejecimiento) y a su rebelde hijo Quincy. El tratamiento a Quincy no ha gustado a todo el mundo, pero a mí, acostumbrado a caracterizaciones de un Harker Junior más adulto y experimentado, me ha divertido encontrarlo como un joven inteligente pero alocado, más preocupado por el teatro que por su carrera de Derecho. Precisamente esta afición le lleva a amistades peligrosas como la que mantendrá con el célebre artista rumano Basarab, que esconde un secreto (no lo voy a desvilar aquí, pero el supuesto misterio que debería ser un clímax, no llega a ser tal y las pistas son demasiados obvias).


Otra vez citando al atinado señor Álamo, decir que se nota a la legua que hay una visión comercial evidente en esta colaboración, lo cual no es malo de por sí, es legítimo querer ganar dinero escribiendo, pero hay demasiados elementos que él se digna a llamar hollywoodienses (para más IMRI, el tramo final parece ya lanzar guiños a los compradores de la idea para una futura película). También espantoso me parece dejar tan aberta una futura secuela de la secuela, queriendo seguir explotando la gallina de los huevos de oro. Drácula el no-muerto, en mi humilde opinión, hubiera ganado más como un what if y "señores, vamos a dar un final alternativo". Pero bueno, doctores tiene la iglesia.


Interesante si es el ejercicio de explotar los decorados reales que ese maldito psicópata, absurdamente aún hoy idolotratado por algunos como si mereciera la categoría de digno de pasar a la Historia, llamado Jack The Ripper. Esto permite varios cameos, a veces graciosos, otras bastante forzados e incluso el bueno de Bram se dejará caer por allí (por cierto que su descendiente podía haber sido más amable describiéndolo, lo cual yo me atrevería a calificar de una especie de ingratitud, sí, desconodido para el gran público en su época, con sus defectos, pero que este individuo cogió una idea que estaba purulando y aún hoy muchos viven de ella).


Categoría aparte merecen Abraham Van Helsing y por supuesto, Drácula. El primero, desde luego, no es"mi" Van Helsing, no es tampoco el que, yo creo que hubiera sido el de Stoker, pero señores, chapeau. Es un gran personaje el que plantean, un viejo terco fanático que parece querer devorar cada escena en la que sale. Además, le plantean un lado oscuro (al estilo Coppola) que no está mal, no es lo que otros hubiéramos hecho, pero, si funciona... funciona. Drácula va aparte, es interesante, más ablandado que en otras versiones, con un estilo en ocasiones de defensor romántico de causas pérdidas al estilo Crepúsculo que pueden estar bien en un producto popular para adolescentes y románticos, pero que no encaja con las muchas otras facetas de la tenebrosa criatura, capaz de seducir, sí, pero también de destruir.


Es jugoso el triángulo Mina (excelente personaje femenino, siempre lo ha sido y siempre lo será si está bien llevado)- Quincy (de menos a más, aunque le faltó una guinda en la decisión final, aunque a mí me ha gustado y hasta caído bien) y Vlad.


En definitiva, un práctico regalo si el receptor que pretenden tiene cierto apego por la novela gótica, a pesar de que esté aderezada con una estética cinematográfica, lo cual no es malo, pero es una estructura en este caso que parece impuesta a "queremos vender cuanto antes". Abierto, ameno, se deja y se retoma con fluidez... pero creo que con las re-lecturas, es un excelente ejercicio de técnica y ejecución, pero que deja un poco frío en el sentimiento. Drácula el no-muerto es un invitado correcto y educado que está en el salón, pero que se recoge demasiado pronto, no dando todo lo que podía de sí.


A raíz de ello, juzguen ustedes, como siempre... suya es la última palabra.

sábado, 12 de diciembre de 2009

EY, SABINA




Desde que Lucifer le nombró maestro de ceremonias, San Pedro anda con la mosca detrás de la oreja por falta de clientela nueva. Más viejo y cansado, ahora sí que empezamos a creer aquello de que es la última gira. Córdoba La Llana acogió en el Polideportivo a uno de los letristas más afilados, a uno de esos elegidos que ya empieza a tener la voz tan quebrada como un papel de fumar, pero que sigue siendo aquel mismo sabio, que para hacer poesía, solamente tiene que mover los labios.




Como según sus declaraciones anunciaban, Olga no se encontraría en este viaje, presa de los suaves lazos de la maternidad, pero del bombín se nos sacó Joaquín la preciosa voz de Mara Barros, el toque de amazona imprescindible, La Malinche que necesitaba el descanso del guerrero de un ya veterano Hernán Cortés.


Entre muchísimos temas clásicos ("Por el Bulevar de los sueños rotos", "Princesa" y un amplio etceterá, que yo creo que el público abarrotado se ganó por saber tararear cada una de las letras), por supuesto estaba la nueva, "Vinagre y Rosas", que ha nacido fruto de la simbiosis de nuestro artista com Benjamín Prado. Existía el fundado temor de que ya viniera desganado, pues él mismo apunta ser ahora más aliado de teatritos íntimos, que los últimos discos nunca son los mejores para el tópico... pero es que hay excepciones a la regla.


Y por supuesto no lo hace solo, tiene una máquina perfectamente engrasada y si, me permiten el argot futbolístico, un equipo tan bueno y experimentado en todas las circunstancias que el entrenador se puede permitir salir a fumar o a tomarse un Cola-Cao si se le antoja. Con gente como Pancho Varona es más fácil tener cubiertas las espaldas, Antonio García de Diego es un seguro de vida a todo riesgo, Jaime Asúa da el ritmo y José A. Romero la clase. Perdón si me dejo a alguien. No se echó en falta a El Maestro mientras interpretaban "El caso de la rubia platino" y ése es el mejor piropo posible, que no se notase.


Cantos a la Magdalena incluídos, fueron dos horas y media realmente emocionantes. Incluso la parte más rutinaria de un concierto, la cola y espera, se hizo ligera gracias a la excelente compañía de la que uno tuvo la suerte de rodearse y a la que estoy agradecido, como espero que notasen. Hubo mucha complicidad en el público y eso es de agradecer, el mito de Cordosiesa se quebró por una noche donde nos dieron las diez, las once, las doce...sin problema alguno. "Pasado mañana tengo un concierto en Madrid, venid y así no tengo que cantar", afirmó medio en broma, medio en serio al ver la memorística capacidad de algunos espectadores/as.


Aunque era díficil de adivinarlo, posteriormente, repasando lo vivido, dio la impresión de que todo estaba pensado de antemano, incluso que adivinaron que le íbamos a tararear como lo hicimos: "Ey Sabina, así no se termina". Y no acabó así, nos regaló, bandera pirata incluída, no pocos temas más. La entrada al concierto pareció cara hasta que se llegó al concierto y eso es fundamental. Alejados del merchandising (bastones, camisetas, etc), hubo magia, de la buena, de la de verdad...
Tener la oportunidad de ver en directo a un genio en lo suyo y a su equipo. Lo nuestro duró... lo que dura dos acorde de chelo en un pabellón de rock... porque Sabina no podía irse sin esa pizquita de Rock, porque aunque él no lo sepa y tenga mil incongruencias, nunca se ha resistido a cantar el blues... de lo que pasa en su escalera.
PD: En la próxima entrada vuelven los libros, perdón por la intromisión, pero un suceso de rabiosa actualidad ha requerido saltarse el formalismo.




martes, 8 de diciembre de 2009

WHATEVER WORKS



Título: Si la cosa funciona (Whatever Works). 2.009.

Duración: 92 minutos.

Director: Woody Allen.

Guión: Woody Allen.

Fotografía: Harris Savides.

Música: Variada.

Reparto: Larry David, Evan Rachel Wood, Henry Cavill, Patricia Clarkson, Michael McKean, Kristen Johnston, Ed Begley Jr., Cassidy Gard, Lyle Kanouse, Steve Antonucci, Chris Nunes, James Thomas Bligh, etc.

Productoras: Sony Pictures/ Wild Bunch/ Gravier Productions.

La actualidad en su momento de Ágora y otros estrenos han retrasado esta crítica más de lo que al autor de este blog le hubiera gustado. Fiel a su cita anual con su legión de aficionadas y aficionados, Woody Allen se pone el mono de trabajo y le encontramos contando una vieja historia, una de las de toda su vida… y nos encanta. Desde los que le acusan de repetirse (los puntos básicos de esta trama no se alejan demasiado de Annie Hall o Es como todo lo demás) a los que le prefieren aquí que haciendo aventuras como la inglesa, diciendo que ése no es su Woody, a pesar de que la recompensa fuera alguna ópera espléndida como Match Point.
Particularmente creo que quitando esos extremos, la gran mayoría nos situamos en el centro. No nos disgusta que a veces Woody use otros frentes para desarrollar su innegable talento cinematográfico, pero siempre agradeceremos esta visita más o menos regular a sus raíces, a sus preocupaciones de los temas universales (el sexo, las mujeres, la felicidad, el trabajo, el miedo a la muerte… el sexo, las mujeres, no os olvidéis del sexo, los hombres, las mujeres…) que le preocupan. Citando al protagonista de esta cinta, el gran Boris, desde los aztecas pasando por los romanos, todos se preocupaban por lo mismo, el colegio de sus niños, el precio de la fruta… y al final, ¿qué? ¿De qué diantres les sirvió?

Ése es el drama de este hombre, un tipo muy curioso, antaño un hombre de ciencias muy importante que fue capaz de coquetear con el Nobel, pero que terminó arruinando su matrimonio, su relación con su hijo y su prometedora carrera por su pánico, fobias y ante todo, la conciencia de lo vacuo que es todo. Ahora, Boris es uno más de esos personajes de Woody, amigo de los diálogos rápidos y terriblemente ingeniosos, hasta lo diabólico, cuyos mejores días han pasado y al que la vida que aborrece no tiene nada que ofrecer. Pero claro, siempre hay sorpresas, por mucho que esgrima la teoría de la cuerda.

Aunque muchos soñaban (soñábamos) con que Woody apareciera de nuevo en pantalla, creo que no se pueden quitar puntos a esta película porque no salga. Ya nos ha convencido de que, misteriosamente, no es creíble que aparezca como el novio de Scarlett, ahora, parece demasiado cansado para volver a meterse en esos berenjenales. Personalmente nunca he sabido si Woody Allen es un gran actor o no, pero siempre me he reído con él mucho cuando ha salido. ¿Acaso podemos medir a Laurel y Hardy, Cantinflas, Chaplin, Groucho, Buster u otros privilegiados por esos parámetros?

Pero el sustituto es de altura y está vinculado a otro producto que nos hizo reír a mansalva, la genial serie Senfield, Larry David. David caracteriza a la perfección a un personaje al que deberíamos odiar, pero con el que terminamos identificándonos. Tiene una curiosa cojera producto de un intento fallido de suicidio, como buen personaje alleniano, que acompaña con una mala gaita digna del Doctor House, otro ilustre, junto a Francisco de Quevedo, bocazas con tendencia a llevar razón en el contenido y hacerlo mal en las formas. Por ejemplo, en los episodios ajedrecísticos, creo que el guión de Woody se deja tentar demasiado por la estética de la serie del doctor cascarrabias y allí Boris no parece ni simpático ni chocante, simplemente un cabronazo (con perdón del respetable). Asimismo, no tiene sentido insistir tanto en lo de su divorcio y su hijo si finalmente no piensa volver a utilizarlos el guión en toda la película.

Afortunadamente para este lobo solitario, se cruza en su camino una noche una joven indigente, llamada Melodi y que viene del profundo sur (así que esto le va a permitir a Woody insertar no pocos chistes tópicos). Melodi es interpretada por Evan Rachel Wood, quien tiene una evolución constante a lo largo de la película, gracias al savoir faire del director pero sobre todo por ella misma, avanzando a pasos agigantados gracias al aprendizaje cascarrabias pero sensacional que sin querer, el propio Boris le irá dando.

Melodi rompe la ecuación de cotidianeidad de Boris, esta adolescente se entromete en sus planes y le traerá situaciones que recuerdan en ocasiones a Play it again, Sam. La duración de la película ayuda a que no se haga pesada y cumple la estética del teatro, muchas situaciones transcurren en el piso de Boris, donde amigos y familiares de Melodi tienen apariciones propias de Broadway. Como no podía ser de otra manera, se cruza entre ambos la flecha de Cupido, algo maravilloso… salvo por la diferencia de edad, otra constante en el estilo de hacer las cosas del genial judío.

La eficaz Patricia Clarkson (a quien particularmente ya conocía por su buen hacer en otra gran comedia, Frasier), interpretará a la madre de Melodi, que viaja hasta la Gran Ciudad para encontrarla. Sin quererlo, su odiado yerno le provocará cosas en qué pensar y propiciará un giro de trescientos sesenta grados en su remilgada y apocada vida. Igual que en Y todo lo demás, el piso vacío de Boris va llenándose de gente, en ocasiones a cual más esperpéntica, que trastocan sus planes, mientras lenta, pero inexorablemente, se va alejando de su relación con Melodi. Para colmo de males, le saldrá un duro competidor en un joven actor que vive en un puerto, interpretado por Henry Cavill (de quien ya hablamos en The Tudors), a quien ellas y también algunos de ellos adoraran, pero los que vamos con Woody veremos como una infame amenaza, aunque comprendemos finalmente lo que pasa.

Conforme avanza la cinta, ganaremos en personajes y estrafalarios y actuaciones divertidas, como la de Ed Begley Junior, caracterizando al padre de Melodi, quien también decide dejarse caer por el apartamento buscando a la muchacha sureña. Esto no quita que no nos topemos con algún inconveniente. El personaje de Evan Rachel va perdiendo fuerza, si bien tiene algún momento maravilloso (cuando le cuenta a Boris cosas de s antigua vida, desde sus creencias al desparpajo con el que le narra como perdió ella la virginidad), conforme nos acercamos al desenlace, carece de la magia que por ejemplo si tuvo Diane Keaton en Annie Hall. No me termina de convencer la despedida que los dos encuentran y algunos gags del final de la torpeza de la adorable muchachita dan que pensar que incluso el maravilloso guionista aún tiene cicatrices que no han suturado del todo con el bello sexo.
Que lo que he dicho, mera suposición y con la que no mucha gente va a estar de acuerdo, decir que Allen me parece más en paz que nunca, como demuestra la interesante versión de Nochevieja que nos presenta en el desenlace que, como siempre, quedará en el anonimato para los que aún no hayan podido ir a verla y tengan intención. Ha llegado a un punto de aceptación a todo lo que pueda hacer feliz a una persona sin fastidiar al resto que es muy superior a lo políticamente correcto a la farisea tolerancia que algunos pregonan.

Asimismo me agrada un pequeño guiño que se hace a sí mismo, igual que es capaz de burlarse de sus miedos y mil manías, Boris y Wood comparten otra cosa. Igual que diría otro personaje de ficción genial, llamado Tony Soprano “Lo que diferencia a unos y otros no es nada, simplemente tener la capacidad de la visión de conjunto”.

Hace nada que hemos disfrutados de Whatever Works y ya estamos expectantes de nuestra nueva cita con uno de esos artesanos que debemos aprovechar mientras esté con nosotros.