domingo, 26 de febrero de 2017

CRUZANDO EL RUBICÓN: CÉSAR DE COLLEEN MCCULLOUGH



De bello Gallico es una de las lecturas más apasionantes que pueden realizarse sobre la guerra en la antigua Roma. Sin embargo, esta crónica de los nueve años de campaña de Cayo Julio César frente a los pueblos galos supusieron mucho más. Y no solamente porque los Comentarios sobre la guerra de las Galias terminasen por convertirse en uno de los quebraderos de cabeza más frecuentes para los sufridos estudiantes de latín, sino porque mucho es lo que esconden las reflexiones y propaganda que el hábil César y sus partidarios dejaron sobre una de las operaciones más decisivas (y violentas) que se dieron para comprender el Mare Nostrum en el siglo I a.C. 



Colleen McCullough escoge esa ambientación tan especial (Gergovia, Alesia, Avárico, etc.) para trasladar a las afortunadas personas lectoras a una recreación con mayúsculas de aquella época. César forma parte de la ambiciosa saga que dicha escritora hizo de los últimos años de la República Romana, aquellos días tumultuosos y violentos que alumbraron a personalidades controvertidas y fascinantes (Cayo Mario, Lucio Cornelio Sila, Quinto Sertorio, Lucio Licinio Lúculo...). Con precisión de notario y un amplio manejo de fuentes, la hábil escritora nos traslada desde el primer párrafo al puerto Icio donde los legados cesarianos esperan noticias de su comandante, enfrascado en la controvertida expedición contra Britania. 



Sin lugar a dudas, el conquistador de la Galia es el personaje predilecto de McCullough, quien prácticamente lo coge como su ojito derecho desde el arranque de su repaso novelado en El primer hombre de Roma, cuando César acaba de nacer del vientre de Aurelia de los Cotta, también de formidable personalidad. No es casual que cuando comience este momento de madurez del futuro dictador de Roma, la escritora narre la muerte de Aurelia y Julia, la hija del primer matrimonio de César. Un vacío en los afectos que volcará todavía más al protagonista en su ambicioso cursus honorum, determinado a alcanzar la posición que cree merecer por sus excepcionales dotes, acompañadas de su abolengo patricio (el cual, dicho sea de paso, no había servido en exceso a sus antepasados por no disponer de unos niveles de fortuna acordes con la antigüedad del linaje). 


A nivel de estructura esta novela tiene un acierto mayúsculo: alternar lo que está ocurriendo en las últimas operaciones bélicas de la guerra con la repercusión que está alcanzando el auge de César en Roma. Por un lado, podemos hallarnos en la contienda frente a los eubrones, mientras que en el siguiente bloque callejeamos por una Roma turbulenta donde las bandas de gladiadores de Publio Clodio y Tito Annio Milón imponen su ley. Agitadores populares en el marco de un complejo juego de intereses en el Senado que McCullough narra con una inteligencia y claridad admirables. 



Si bien extenso, el relato no se hace tedioso en ningún momento, pues siempre están ocurriendo acontecimientos. La empresa va desde Vercingetórix hasta la batalla de Farsalia, que enfrentó a César con su antiguo yerno, Cneo Pompeyo Magno, hasta ese momento el general más afamado de la República. Solamente hay un error que termina condicionando en mucho la excelente narración: el sentimiento de que es inevitable que César gane. 



Por ejemplo, cuando describe a Tito Labieno, la autora logra una complejidad de la que adolecen otras novelas históricas. Es capaz de presentar a un general brillante y el mejor lugarteniente posible para César, mientras que también presenta la oscuridad y violencia de muchos de sus métodos, incluso para los parámetros crueles de las legiones romanas, Lo mismo para la personalidad de un Pompeyo en el crepúsculo de su grandeza, golpeado por el fallecimiento de su joven mujer y envanecido hasta límites peligrosos por la facción optimate que antes lo despreciaba por su origen picentino y ahora lo ven como el único baluarte posible si su antiguo aliado decidiera cruzar el Rubicón. 


César, en cambio, es prácticamente presentado sin fisuras. Incluso podremos vernos tentados a pensar que nada pudo ser mejor para las tribus galas que la romanización que con benevolencia les aplicaron las legiones a base de sangre y fuego. Como una hábil continuadora de la labor del inteligente Aulo Hircio (hombre de confianza de César, legado y fanático de su comandante en jefe hasta el punto de que el propio César le entregó la tarea de hacer en solitario uno de los Libros donde se despachó a gusto contra Labieno y exoneró de todo a su general), es una lástima que no se incidieran más en las partes más controvertidas del que, sin duda posible, fue el más notable romano en una época donde no existían no pocas personalidades brillantes. 



En el haber hay una dimensión muy poco explorada en otras obras literarias que trabajan este período: el mundo de las mujeres. McCullough es sumamente observadora para ahondar en ellas. Fulvia, Servilia, Aurelia y otras destacadas figuras del Capitolio que siempre habían estado ahí para inspirar pero que habían pasado desapercibidas en las fuentes varoniles de la época. La autora les da vida y nos permite explotar una faceta muy desatendida. 



A fin de cuentas, si algo es importante en esta clase de operaciones es conseguir agilidad y amenidad. Un mérito que César consigue sin abandonar la erudición y la riqueza descriptiva. Una pieza destacada de un fantástico engranaje (es una saga de novelas irregular, pero con picos de calidad muy altos) y que nos llevará a una de las etapas más fascinantes posibles. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://www.novelahistorica.net/2009/12/cesar-colleen-mccullough.html



-http://imperioromanodexaviervalderas.blogspot.com.es/2015/05/la-rendicion-de-vercingetorix-ante-cayo.html



-http://faculty.catawba.edu/cmcallis/history/rome/rome1.htm

domingo, 19 de febrero de 2017

LA DOBLE EXCUSA


Sonaba mal. Cuando un director ha sorprendido gratamente con un film tan redondo como Isla Mínima (El festín del cuervo) se embarca en un película cuyo argumento parece de telefilm de domingo por la tarde, suena a malgasto de talento. ¿Qué interés podía tener a estas alturas remover el célebre asunto Roldán? Sin embargo, conviene no olvidar que hubo un tiempo en que Francisco Paesa encontró en el ex director de la Guardia Civil a la excusa perfecta. Ahora, Alberto Rodríguez aprovecha al espía como pretexto para hacer la radiografía de muchos de nuestros demonios actuales. 



El hombre de las mil caras es una cinta narrada con ritmo y con pretensiones de thriller, aunque sin olvidar las particulares características de la España de aquel momento. Demasiadas cabriolas podrían dar irrealidad, también sería fácil rebajarlo todo a un asunto chusquero. Aquí emerge el oficio de un muy buen cineasta, de repente, el famoso affaire Roldán empieza a importarnos poco, pero sí las metáforas que ayudan a situar las coordenadas de nuestro día a día, de por qué estamos en este clima de desprestigio de instituciones, cargos públicos, altas finanzas, etc. 



Para ello, esta historia cuenta con un actor superdotado, Eduard Fernández, quien regala una de sus clásicas y camaleónicas transformaciones. Su Paesa es desde el principio un adecuado ejercicio de eclecticismo: lo sofisticado e inteligente se da la mano con lo improvisado, el gusto por la chapuza y la confianza de que siendo un poco más listo que el resto se puede hacer creer a la gente en lo que uno quiera. 


Con todo, pese a las magníficas prestaciones de Fernández, el guión adaptado comprende que le tendrá de gran protagonista, pero que Paesa ni puede ni debe llevar la narración de la historia. Para ello, Rodríguez y su equipo se encomiendan a un personaje más terrenal, Jesús Camoes, un piloto en unos días donde el aire todavía pertenecía a unos pocos y la clase turista no habíamos invadido los aeropuertos con ofertas a bajo precio por internet. José Coronado da buena cuenta de este apoyo de las intrigas de Paesa, todo un estereotipo también de una época. 



A su manera, el personaje de Camoes recuerda, en cierto sentido, al magnífico aprendiz de gángster que encarnaba Ray Liotta en la monumental Uno de los nuestros (1990). Está cerca de los que de verdad cruzan la raya y, por momentos, puede aspirar a sentarse en primera clase. Pero la vida, al final, te lleva a entender que quiénes de verdad son los bad boys no dejan sentarse a nadie en su mesa, donde se toman las verdaderas decisiones. 



La tercera arista del triángulo será el propio Roldán, interpretado aquí por el premiado Carlos Santos. Realmente, tras haberse escrito tanto en prensa e informado por telediarios acerca de quien fuera primero uno de los miembros más valorados del gobierno y posteriormente un chiste fácil de oficina, interesa mucho la versión de El hombre de las mil caras, presentando a un ser humano falible y casi abrumado por la soledad que le aguarda en su periplo, prácticamente un juguete roto en manos de un protector mucho más inteligente que él. 


Una enmarañada red de mentiras se irá tejiendo en una película que, aunque a veces parezca enrevesada, sabe perfectamente dónde pretende hacernos llegar. Hay lujos como veteranos de la talla de Emilio Gutiérrez Caba, cuyas apariciones son pequeños bocaditos del mejor cine, otorgando mayor empaque a este inteligente film de Rodríguez. 



Eso en el haber, pudiendo señalarse en el debe la escasa presencia de personajes femeninos. Hay dos muy importante, la esposa de Roldán (Marta Etura) y la propia pareja de Paesa (Mireia Portas), las cuales salen poco pero su esencia está siempre omnipresente sobre las decisiones de ambos hombres. Sin embargo, hubiera sido interesante dedicarles algo más a su visión de esta peculiar historia. Sí es una incidencia muy oportuna reflejar lo que supuso esta operación para la prometedora carrera presidencial de Juan Alberto Belloch. 



Tras el metraje, se sale con la sensación de alivio de que un gran director no ha perdido su toque. Que, en ocasiones, no es tan importante la historia como la manera de enfocarla. Hay mucho de nosotros mismos en estas versiones de Paesa, Roldán y Camoes. Y eso debería pararnos las orejas e inquietarnos. Entre vender una preferente a una confiada pareja de ancianos jubilados y falsificar una orden de extradición hay un parentesco claro, una vuelta al país de la picaresca, a la chapuza ingeniosa sobre el análisis certero.  



ENLACES DE INTERÉS:



-http://www.lavanguardia.com/participacion/concursos/20160914/41301484884/el-hombre-de-las-mil-caras-sorteo-entradas-jose-coronado.html



-http://www.hobbyconsolas.com/reviews/hombre-mil-caras-critica-nueva-pelicula-alberto-rodriguez-68158



-https://www.blogdecine.com/criticas/el-hombre-de-las-mil-caras-esta-espana-mentirosa

domingo, 5 de febrero de 2017

JOHN THE REVELATOR (HIJOS DE LA ANARQUÍA, PRIMERA TEMPORADA)


Hamlet y la Harley Davidson



Existen pocas maneras más efectivas de crear una historia que volver a los clásicos. Sobre el papel, Hijos de la Anarquía (2008-2014) es un programa enmarcado en los avatares de un ficticio grupo de moteros en una localidad de California. No obstante, entrando un poco en las entrañas de esta hermandad, pronto encontramos varios elementos shakesperianos: Hamlet y Macbeth. El espectro de un padre desaparecido antes de tiempo y la ambición por la Corona de Charming. 



¿Qué explica el éxito de la creación de Kurt Sutter? Existen varios factores, desde luego influenció el hecho de que el autor tenga un muy buen conocimiento de las características de este tipo de asociaciones y su peso histórico en Estados Unidos. Pero, más allá de eso, hay un elenco muy sólido, un reparto espectacular que provoca el inmediato interés del espectador, por más que dicha persona no haya tocado un ciclomotor en su vida.    



A través de los ojos de Jackson Teller (Charlie Hunnam), nos encontramos con una organización que bajo las cilindradas y talleres de reparación esconde varias actividades delictivas que los convierten en pequeños reyezuelos de taifas. No obstante, el destino se le aparecerá a Jack cuando descubra por azar unas memorias de su difunto padre que cuestionarán el rumbo que ha tomado su vida y la de sus amigos: la violencia y las armas no siempre estuvieron allí, hubo un tiempo en que el significado fue otro. 


¿Fuego o cuchillo? 



Tommy Flanagan, Mark Boone Junior, Theo Rossi, Ryan Hurst o William Lucking, entre otros, han podido pertenecer en algunos momentos de su carrera a la mal llamada estirpe de actores secundarios. Término inadecuado para hacer referencia a una de las bases que explican por qué funciona o no un film/serie a nivel de actuaciones: un secundario capaz de tener carisma en apenas unos minutos en pantalla termina enriqueciendo todo lo que hay a su alrededor. 



Junto con el arco principal de Jack y su núcleo de parientes más cercano, estos diferentes integrantes de la asociación irán repartiéndose protagonismo de manera coral. De una manera generosa y sin fisuras, me atrevería a decir, siendo creíble desde el primer momento, como diría Tony Soprano, que para estos individuos, una vez se entra en la familia, no hay nada más importante. Intérpretes de raza y con una gran fuerza, son gente capaz de embobar en una escena donde simplemente los ves sentados e intercambiándose miradas. 



Una logia de carretera donde el tatuaje hay que ganárselo para lucirlo, los difíciles pasos que deben darse para ser considerado uno de los nuestros. A medida que Jack intente introducir conceptos nuevos, el espíritu de unión se verá amenazado en todos sus frentes. Y es que este Hamlet de rasgos asgardianos tiene un tío Claudio particular, alguien que además duerme en la misma alcoba que su madre... 



"Cuánto pesa la corona"-Frank Costello, The Departed (2006). 



Ron Perlman es uno de esos actores que por sus particulares características imprime de un sello muy personal a sus personajes. De hecho, el rumor de la publicación próximamente de una biografía del intérprete ha generado mucha expectación entre propios y extraños. Sin duda, uno de sus papeles clave fue Clarence Morrow, el rey de los dominios que algún día está previsto que pasen a las manos de su hijastro Jack. Perlman dad un toque único a Clay, siendo una de las relaciones más interesantes del show la que mantiene con Gemma Teller Morrow (Katey Sagal, pieza básica de Hijos de la Anarquía). Igual que acontecía con Livia Soprano, Gemma es mucho más "mafiosa" en esencia que algunos de los supuestos chicos malos, siendo uno de los motores del rumbo de la banda. 



¿Lado bueno de las cosas? Sí que existe, también en Charming. El diputado jefe David Hale (Taylor Sheridan) vendría a ser un soplo de aire fresco entre tanta atávica violencia, escapando la primera temporada de Hijos de la Anarquía a una tendencia que tienen este tipo de inmersiones en el mundo de la violencia, ese síndrome de Estocolmo que lleva a los guionistas casi a justificar y presentar a sus perseguidores como seres deleznables, torpes y apocados. Hale sería un tipo honesto y que intenta hacer lo mejor para su comunidad, incluso carece de odio personal por el grupo de moteros como individuos, simplemente, es consciente de lo que la institución representa tras la calavera. En una frontera más difusa hallaríamos a Tara Knowles (espléndida Maggie Siff), antigua novia de Jack, y el jefe de policía Wayne Unser (Dayton Callie), cuyos lazos con Clarence y su séquito son más fuertes de lo aconsejable. 



No se trató de que Sutter y su equipo encontrasen la piedra filosofal. Simplemente, con mucha inteligencia, supieron aplicar las fórmulas clásicas del drama a un contexto diferente, cuidando todo lo que había alrededor. Así, incluso para un pequeño pero importante papel se dieron el lujo de contar con toda una presencia como Drea de Matteo (Los Soprano). Sumen todo a ello a uno de los finales más hermosos que se recuerdan de una temporada y tendrán todos los ingredientes para crear una serie adictiva y de calidad. 



En el nombre del padre... 



ENLACES DE INTERÉS:



-John the Revelator



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS EN LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://www.hulu.com/watch/46570



-https://es.pinterest.com/kristy2581/theo-or-juice-in-group-shots/



-http://showtime.stage.lamrock.com/assets/shows/13051/gallery/

LA PRINCESA GUERRERA DE THEMYSCIRA



Janice Race era una mujer preocupada. Su experiencia como editora no podía engañarla, estaban traicionando a un personaje con cuarenta años de historia a sus espaldas. Junto con dos iconos de la historieta como Superman y Batman, Wonder Woman (creada en 1941 por William Moulton Marston) era la el tercer lado del glorioso triángulo de DC Cómics desde la Edad de Oro. Sin embargo, a comienzos de la década de los ochenta del pasado siglo, la heroica amazona se estaba quedando muy atrás. John Byrne estaba re-formulando al Hombre de Acero, así como Frank Miller volvía a bautizar al Murciélago de Gotham en Año Uno (ver reseña año uno). Todo el universo de la franquicia había visto cómo le daban la vuelta (crisis en tierras infinitas), mientras la princesa Diana de Themyscira seguía anquilosada en fórmulas atávicas, relegada a ser una antigua leyenda e icono sexual para lectores masculinos. 



Antes de abandonar su puesto para volcarse en la edición de libros, la señora Race tomó una decisión por la que todo el Olimpo le estaría siempre agradecido: aceptar la oferta del dibujante George Pérez de hacerse cargo de Wonder Woman. Aunque ya tenía el merecido estatus de lápiz estrella dentro de la industria, nadie sabía a qué atenerse con el talentoso artista a la hora de elaborar un argumento, especialmente si en esa ocasión no iba a contar con la privilegiada cabeza de Marv Wolfman al guión, su mejor socio en la inigualable etapa de Los Jóvenes Titanes (contrato de Judas). Pero Race aceptó y el recién llegado decidió que la serie podía estar en horas bajas, pero que sus cimientos eran tan sólidos como evocadores: la mitología clásica.



Como persona inteligente, Pérez buscó ayuda en los temas que no era ducho. Fue asesorado para comprender mejor las distintas versiones (no pocas veces contradictorias) de algunos de los elementos que vertebraban a la protagonista. Se eliminó su identidad secreta y se actualizó su primer contacto con el mundo de los mortales. Karen Berger fue la sucesora de Race en las labores editoriales; exigente y sagaz para ayudar al guionista novato, Pérez iba alejándose de la mujer exuberante y pin-up para crear una presencia que pudiera rivalizar con lo que Walter Simonson estaba haciendo con Thor.


Otra decisión de logística acertada fue colocar en los primeros números a Len Wein como responsable de los diálogos de este nuevo desembarco de la hija de Hipólita a la Tierra. Con una edición cuidada, un artista prendado del proyecto y el asesoramiento de un guionista de experiencia para amortizar cada bocadillo en las cuidadas composiciones de Pérez, Wonder Woman también contó en su inicio con algunas de las ideas previamente planteadas por Greg Potter, quien había sido otra de las opciones barajadas al frente de la colección. A Potter se le debe vincular a Diana con Boston, ciudad natal del mismo, así como otros elementos de este nuevo periplo.



Bruce Patterson acompañó con el más delicado de los entintados el lápiz de un dibujante en perenne estado de gracia, capaz de transmitir al público la irrealidad de unas deidades que escapaban a nuestra comprensión. No obstante, carecían de invencibilidad, puesto que dependían de sus adoradores para poder funcionar y no ser olvidados. Consciente de que era necesario una amenaza a la altura de semejante protagonista, Pérez recurrió a Ares, señor de la guerra más que dispuesto a aprovechar la carrera armamentística de las dos superpotencias de aquellos días.



Hasta tal punto llegaban los poderes del díscolo hijo de Zeus que la princesa Amazona habría de ser algo más que una guerrera. La ingeniosa solución que planteará para asumir un reto que la sobrepasa en el plano físico, tiene una épica que no envidiaría a ningún cómic de Batman o Superman. Volverá a jugar con esa idea el autor cuando coloqué al lascivo padre de los dioses (la sufrida Hera podría dar cuenta de ello) como encaprichado de la retoña de Hipólita, volviendo a mostrarse la fuerza de voluntad y dignidad de una amazona que parecía estar alcanzando al fin todo el potencial que siempre poseyó.


El famoso episodio de Hércules y la reina de las mujeres-guerreras es aquí re-interpretado en toda su crudeza. Indudablemente, es una de las apuestas más arriesgadas de Pérez, quien logra plantear el espinoso tema con sensibilidad e inteligencia, sin rebajar nunca la gravedad. La fuerza de la que es capaz de otorgar a Hipólita y sus hermanas no había sido vista hasta la fecha, siendo Diana la única de su gente que no ha conocido los horrores del cautiverio y la violación. En un giro de tuerca arriesgado y certero, el guionista juega en humanizar al propio hijo bastardo de los dioses, poniéndolo frente al espejo de sus propios actos del pasado.



"Time Passages" (número 8 de este renacimiento de Wonder Woman) sería otro de los experimentos fructíferos de la colección: cuatro visiones de diferentes mujeres sobre el impacto que esta peculiar embajadora tendría en el mundo real. Una muestra sería Etta Candy, comparsa cómica en anteriores versiones, convertida aquí en una persona real muy interesante y con aristas. El contacto continuado a través de los intercambios epistolares con lectoras que empezaban a sentirse atraídas por Diana, permitió a Pérez iniciar un periplo que todavía hoy es considerado lo que mejor que se ha hecho con el personaje. Antagonistas como Cheetah alcanzaron, a la par, otros niveles de peligro y complejidad.



Contra fórmulas trilladas y estereotipos, el nuevo equipo creativo tampoco sintió una urgente necesidad de dar un inmediato interés romántico a la protagonista, que bastante tenía con aprender nuevos idiomas y enfrentarse a una sociedad completamente diferente a la suya. Diana ya no era solamente Wonder Woman, tampoco una simple princesa de cuento o una guerrera superheroica. Se había convertido de pleno derecho en la embajadora de Themyscira. Al fin, como pregonaba el oráculo de Delfos, se había conocido a sí misma.



BIBLIOGRAFÍA: 



-HERNANDO, D., En primera persona: George Pérez, Dolmen Editorial, Barcelona, 2004, pp. 114-130. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: