martes, 22 de junio de 2010

AÑO UNO





En su absolutamente recomendable obra "Batman: el resto es silencio", David Hernando consideraba que era la historia a la que no hacía falta ni una nota a pie de página. Repetida hasta la sociedad, la fórmula del year one, que incluso la propia industria del cine está intentando copiar, nunca han conseguido los aspirantes desbancar el campeón. La mítica propuesta concebida por Frank Miller sigue erigiéndose poderosa. Puede presumir de ser la fuente que más ha consumido Nolan para a revalorizada saga de El Murciélago.

Apareció publicada entre 1.986 1.987, en la colección regular del emblemático personaje de DC. Como fuere, incluso los lectores menos habituales debieron sospechar que algo raro había, a pocos pudo sorprenderles el hecho de que se recopilase casi de inmediato en tomos de prestigio. ¿Qué tenía aquella gallina de los huevos de oro? En primer lugar, afirmar que gozó del excelente dibujo de David Mazzuchelli. De fino trazo preciosista, como demostró en Daredevil, además, trasmite una sensación de decadencia que se acopla como anillo al dedo a un Miller en estado de gracia, demostando y creando mitos a su antojo.

Cansado de un icono que iba dando tumbos y palos de ciego, Miller recordaba a un héroe muy distinto, mucho más siniestro. El sensacional guionista no dejaba de atender a una gran paradoja: siendo crío había visto una historia de Batman en los grandes almacenes y sintió miedo de sus sombras. Ahora, el guionista empezaba a ser más viejo que Bruce Wayne... que además ya no daba miedo. Y la gente inteligente, cuando ve algo que no le gusta, lo remedia.

Sorprende la redimensión de Batman desde la base. Lejos del súper-héroe, Miller humaniza las mallas y muestra a un muchacho joven, inteligente y al que le queda mucho por aprender para canalizar toda la energía que lleva acumulada desde el frustrante asesinato de sus progenitores. Sin rumbo, Wayne se meterá en barrios propios de Taxi Driver, donde recibirá más de una sorpresa desagradable.

Quedaba claro que ibamos a asistir a una necesaria reorientación de la criatura de Bob Kane, algo que le hiciera atractivo a los ojos de sus contemporáneos lectores y que no desanimase a los viejos. Desde el primer momento, la narración presenta la ventaja de una estructura en paralelo, narrando también la llegada de Jim Gordon, un joven policía de Chicago que no sabe a la corrupción que tendrá delante, destacando su compañero Flash y acabando por el comisario Loeb, dos tipos encantados de conocerse a sí mismos y poner la mano. Éste no es el Gordon mayorcete que conocíamos, es un tipo activo, con buena pericia detectivesca y que además es un tipo resolutivo, no el que ladra las órdenes desde despacho.

Al estilo de lo que Ridley Scott hizo en "American Gangsters", los dos actores caminan en paralelo hasta que el escenario les reúne. Gordon no puede limpiar -y mucho menos sobrevivir- en su Departamento sin un apoyo externo. Por su lado, Wayne -que logra encontrar en la simbología del murciélago la causa de su guerra- solamente conseguirá acabar asesinado en un tugurio con un balazo en la espalda si se sigue postulando como un joven rebelde sin causa al que únicamente aguanta su mayordomo.

Este plot bastaría para considerar la saga como una buena aventura, pero Miller, valiéndose de un artista plástico en estado de gracia, introduce elementos que parecen más propios del cine de Scorsese o Coppola. Gordon vive situaciones muy reales, destacando problemas matrimoniales que son perfectamente simbolizados por Mazzuchelli en las escenas domésticas. Otros secundarios, como Selina, muestran una ciudad verdaderamente real, se acabó la Gotham grotesca, ahora estamos en una gran urbe donde nadie se preocupa por el prójimo.

Aunque no hay propiamente un villano (la frontera entre policía y mafia es muy difusa), destacar entre los antagonistas la trama criminal de Carmine "El Romano" Falcone, especie de "El Padrino" que se ha acostumbrado a gobernar a la manera imperial a sus tutorados. Pero ahora, se han topado con alguien que no les tiene miedo y lo que es peor... que provoca el pánico de sus lacayos.

La montaña rusa de "Batman: Year One" fue una inyección de sensaciones adultas a un cómic que llevaba aún demasiado tiempo arrastando los efectos camp de la serie de televisión de los años 70. Además, ha sido una influencia muy destacada, aunque entre sus herederos, pocos han tenido la sutileza de Jeph Loeb y Tim Sale, ya que El largo Halloween y Dark Victory son primos-hermanos de este presente trabajo. Miller vio catapultada su fama, aunque creo que la labor del dibujante ha sido tradicionalmente subestimada.

En definitiva un trabajo extraordinario, con buenos diálogos y, para los amantes de la acción, con escenas tan míticas como la persecución del héroe a manos de los SWAT, donde Mazzuchelli saca lo mejor de sí. Una obra maestra que jamás peca de pretenciosa y que marcó un antes y un después en el medio.

Por si fuera poco aliciente, al final de la trama principal (que no diremos como se resuelve), un misterioso Joker es enviado como reto a las autoridades... ustedes saben como sigue la leyenda, entonces.

Absolutamente recomendable.

lunes, 14 de junio de 2010

¿ÓPERA GALA?



Norman Spinrad es un escritor peculiar, lo ha sido desde siempre. Versado en la ciencia ficción, es especialmente recordado por un polémico libro donde se mezclaba el género fantástico con un recordatorio de los peligros del nazismo.

Pese a ello, igual que varios autores, parece haberse subido últimamente al lucrativo carro de la novela histórica. Precisamente la obra que hoy nos ocupa, "El Rey Druida", apareció publicada en el 2.004 y (aún no la he leído), al parecer, Mexica, donde narra con su heterodoxo estilo las desventuras de Cortés y los suyos con el mundo azteca.

Muy entretenida y casi me atrevería a decir que orientada a un público juvenil, "El Rey Druida" (que está muy ligada a la irregular película "Druidas" en la que el escritor participó) narra desde un punto de vista mitológico y aventurero el enfrentamiento de Vercingetórix de los avernos frente al procónsul romano Cayo Julio César. Se sabe que fue el último (y me atrevería a decir que más peligroso) de los caudillos galos que se alzaron contra él. A diferencia de otros como Ambiorix o los helvecios el joven averno logró el vital apoyo de los druidas, los custodios de la sabiduría y la religión celta, que lograron unificar el alzamiento, erigiéndose él en el nuevo monarca de a Galia, algo que no sucedía desde los días de Breno .

Hay una buena parte de verdad en eso. Del mismo modo, por los Comentarios del propio César (aunque hoy en día ya sabemos que fue en muchos casos ayudado por colaboradores fieles como Aulo Hircio) se demuestra que Vercingetórix había servido como oficial de caballería para los romanos, que conocía la estrategia de las legiones y cuya táctica de la tierra quemada provocó una de las causas más comprometidas del futuro dictador de Roma, obligándole a un paso heroico por los Alpes. En base a ello, Spinrad construye a su antojo, cometiendo varios errores de bulto, pero, a la par, pasajes de gran intensidad épica y bello lirismo.

Se producen incorrecciones con alimentos de la época, se dice que César hace una breve visita a Calpurnia en una estación de invierno (algo a todas luces imposible, a no ser que hubiera querido que sus enemigos del Senado le empapelasen por cruzar el pomerium sin permiso) y, por supuesto, personajes femeninos como Mara (futura esposa del averno) y Rhía (guerrera gala) son absolutamente inventados. La trágica muerte de sus progenitores sí son veraces (solamente documentada la de Cetil, eso si) así como su causa, haber ambicionado la Corona de los galos, como por otra parte en aquella época ya hicieron Dumnórix, Orgetórix, etc.

A partir de ahí surgen personajes por todos conocidos, mal contextualizados si se quiere,pero, indudablemente, entretenidos. Especial mención a Julio César, que dista mucho de ser "el malo" de la puesta en escena. Capaz de las atrocidades más innombrables (masacre en Avarico) y de la más viva simpatía. Su discurso de la romanización y sus virtudes es impecable y hasta cierto sentido, no podemos culparle teniendo en cuenta sus capaciades, de querer eliminar sus deudas con Craso y cía y tomar las riendas para erigirse en el gran político del Estado. Pero tiene un reverso terrible y Spinrad sabe verlo, se puede equivocar en mil cosas y simplificar la geografía de la Galia, pero coloca un atínadísimo diálogo. "Estás loco" CÉSAR: "Al contrario, créeme si te digo que soy la persona más cuerda que conozco. Pero el horror es un arma muy importante en una guerra". Del mismo modo, es el primero en frenar una carnicería si piensa que la batalla está ganado. Lo que aterra de él es que nunca actúa sin pensar y todo, desde lo despreciable a lo sublime, obedece a un objetivo.

Más polémica sería la conaniana educación del averno entre druidas, con especial mención a Gutuart y a estrellas cayendo y presagios muy sugestivos. El papel de los eduos (Dumnórix, Diviax, Litivac, etc) es de la misma forma simplificado, a la par que su participación en Gergovia, la más dolorosa derrota de César en la tierra de Astérix. Con todo, es interesante el fuerte dilema del prometedor líder, que debe ser capaz de convencer a sus lugartenientes de que deben ganar esa batalla "a la romana"... aunque sea con el precio del honor.

En el bando cesariano, sobresale la figura de Gisto. De los personajes ficticios, es sin duda el más plausible (Oránix tampoco está mal, pero es más plano, o el interesante capitán averno). Espía de César en territorio galo, plebeyo, con un cínico sentido del humor a la romana y sin escrúpulos, es el reverso que el optimismo de César necesita para que le digan lo que no desea oír sin temor a represalias. Reconozco que yo le hubiera dado más bola a Gisto (le hubiera inventado un pasado de centurión en Hispania y hubiera dicho que conoció al Julio a través de una recomendación de Balbo, incomprensiblemente no citado en la obra, del mismo modo que añoró a Mamurra aunque me guste Gallo), pero su tiempo en escena es soberbio y sus momentos con César impagables. Por ejemplo: César ultimando su narración del triunfo sobre Ariovisto, aparece Gisto, "Buen escrito. ¿Has pensado ya en el próximo libro? ¿Qué te parece Cayo Julio César: rey de Roma?"

El libro va ganando con el nudo cuando César y Vercingetórix se conozcan. Es más que probable que no fuera ni mucho menos la relación paterno-filial que presenta Spinrad, pero tampoco vemos demasiados inconvenientes en no negar que el patricio viera en él aptitudes muy superiores a su tío Golbánit para ser la cabeza visible de los avernos. La ruptura en Britania supondrá que el galo se vea como desesperado líder de la resistencia. Una tarea que acabará con su cuerpo ensartado en un pilum... salvo que haya "magia de druidas".

Con algún germano de por medio, el pulso de los dos estrategas hace que la lectura se pase veloz por momentos, a pesar de no haber descripciones a la altura de las que, sin ir más lejos, brinda Colleen McCullough, Spinrad cumple presentando situaciones al límite y sube al lector/a en una atracción de acero, romances y violencia de la que es complicado escapar. Lástima que la caracterización de Trebonio, Antonio o los hijos de Craso apenas sea un boceto. El único que se ha salvado de la quema (junto a Gisto y Tulio) es Tito Labieno, el eficaz y valeroso comandante de caballería de César. Labieno es presentado como un militar muy hábil, leal pero desconfiado ante las muchas aristas de César... en definitiva, muy bien hecho, lástima que no haya hecho hincapié en su traición posterior o en la tendencia al salvajismo de dicho militar.

La irrepetible batalla de Alesia es expesada como la metáfora de dos mundos y la última "magia" de Vercingtorix antes de que la Gran Rueda gire. Podemos dudar mucho de que la derrota fue tan dulce, pero no cabe ninguna duda de lo que el autor quiere expresar y resulta tarea ardua no motivarse ante el epílogo presentado.

En definitiva, una novela de aventuras con unas muy escasas cucharadas de Hisoria. Para ahorrarse ampollas imaginen que les han invitado al palco... esta noche representa una compañía italo-francesa el drama "El rey averno". Se ha adaptado la conquista de las Galias al género de la farsa a la enésima potencia. Así se ahorra uno disgustos y desengaños, disfrutando solamente de lo mucho bueno que ofrece.

A los fascinados por este mundo céltico frente al romano, recomendarles otro libro vincuado aunque distinto, con más sentido del humor que épica, "El Druida del César" de Clade Cueni, un muy buen relato que muestra cómo es escrita la historia por los vencedores. Muy bien escrito, mejor documentado que el de Spinrad, quizás menos emotivo, a pesar de sus polémicas (no se entiende por qué trata las mentiras de César de una manera y las de Cicerón de otra), una historia que a buen seguro gustará a los fascinados en el tema.

BLOGS CONSULTADOS Y QUE ADEMÁS PUEDEN INTERESAR MUCHO POR SUS CRÍTICAS A DICHO LIBRO:

www.hislibris.com/el-rey-druida-norman-spinrad

www.lecturalia.com/libro/30849/el-rey-druida

sábado, 12 de junio de 2010

TIRO DESVIADO

Título: Robin Hood.

Duración: 140 minutos.


Director: Ridley Scott.


Guión: Brian Helgeland, Ethan Reiff y Cyrus Voris.


Año: 2.010.


Nacionalidad: Estadounidense.


Reparto: Russell Crowe, Cate Blanchett, Max von Sydow, Mark Strong, Mathew Macfadiyen, Mark Addy, Danny Huston, Robert Pugh, Gerard McSorley, Eileen Atkins, Douglas Hodge...


Fotografía: John Mathieson.


Música: Marc Streitenfeld.



En principio, sonaba bien la ecuacion. Poco importaba la falta de rigor histórico, si siempre se señalarán las mil licencias de Gladiator, tampoco nadie puede negar su épica y que es probablemete el mejor peplum posible. Ridley Scott repetía protagonista y a buena fe, que hay pocos actores en la actualidad como Russell Crowe para encarnar al principal rol de un film de acción.



Coger el mito de Robin Hood ponía bastantes barreras. Si se tienen buenos fondos para decorado (esta película los tenía y ha recreado majestuosamente tanto los castillos medievales como la mística del bosque de Sherwood), es relativamente hacer una buena película. Lo complicado será ser original y darle un giro de tuerca. Sumándose a la moda (quizás excesiva) de hacer un Year One de todo, por parte de Hollywood, Scott sucumbe a revisarnos la gestación del héroe.



El guión que sus escritores le han preparado arranca bien, muy bien me atrevería a decir, incluso. Los menos familiarizados con la historia de Inglaterra se sorprenderán de la realidad del regreso de Ricardo Corazón de León de su polémica Cruzada, momento que Scott aprovecha para presentarnos a un Robin distinto. Un pobre diablo que sirve como arquero del ejército británico y que se gana la vida con su destreza y sus juegos trileros. Querrá la suerte que cuando esté a punto de ser castigado por haber tenido una opinión políticamente incorrecta (genial definición de lo que fue San Juan de Acre), la muerte de Ricardo le permita a él y un puñado de compinches volver con la Corona que habrá de heredar su querido hermano Juan Sin Tierra (un Oscar Isaac que cumple el objetivo de que queramos atizarle desde la primera escana, ay, simpre maltratando al pobre Juan en literatura y cine. Menos mal que gracias a Agora sabemos que Isaac puede ser mucho más agradable).



Con un tono desenfadado y apoyándose en el talento de Crowe y muy buenos secundarios, Robin y su panda lograrán mantener a farsa de que son caballeros ingleses de retorno a su tierra, aunque el temor a ser descubiertos sigue latente. Esto les lleva a Nottingham, donde la película, bajo mi modesta opinión, empieza a fallar, no hasta niveles malos, pero sí más tediosos que el tono aventurero a lo Indiana Jones que presentó el primer acto. Mark von Sydow encara a un viejo lord a quien Robin tiene que comunicar la mala noticia de que su hijo ha fallecido, devolviéndole su espada, para sorprenderse de inmediato ante la oferta del anciano. El sheriff, siguiendo los dictados del nuevo rey (Mathew Macfadiyen, desaprovechado), está exprimiendo en su casa, al estar solos él y su yerna, por supuesto, Marian (Cate Blanchett). Por ello, le ofrece un acuerdo "honorable", hacerse pasar por el hijo retornado (algo así como Martin Guerre II) y a cambio, se harán pocas preguntas del verdadero pasado de Robin y su séquito.


En este sentido, destacar a un buen Kevin Durand encarando a Little John que en vez de pelear con palos de madera en cauces del río, es otro de los veteranos del ejército de Ricardo. La cuadrilla está bien recreada, pero la camaradería y la lealtad podían haber sido menos forzadas. Teniendo en cuenta que muchos de ellos no se conocen, hubiera podido ser más viable (desde el punto de vista del argumento) que la unión se hubiera iniciado por otras dependencias (el miedo a ser delatados, que exijan que el trato a Robin sea extensible a ellos, etc). Conforme pasase el metraje, el espíritu de equipo quedaría menos alterado. Por el contrario, la devotio que le rinden a un Robin que se pierde día sí día también, no deja de ser tan emotiva como artificial.


Lo que aún se sigue intuyendo como una comedia desenfadada de capa y espada, choca con una trama secundaria potente pero no del todo bien llevada. Uno de los lugartenientes del rey (un Mark Strong que se está especializando en ser malo malísimo desde Sherlock Holmes), entra en relaciones con la Francia de Felipe Augusto. Espectaculares navíos con flor de lís y acento gabacho que hacen que los británicos hagan un poco las paces con Mel Gibson después de haberles derrotado tantas veces en la gran pantalla. Ahora pareciera que Scott hiciera una apología contra los galos, nos movemos en el marco angevino. En el lado de los "buenos" tenemos al veterano William Hurt y a la mítica Leonor de Aquitania (Eileen Atkins), que tratarán de que Juan haga algo más que montar a su nueva conquista (Lea Seydoux).



Robin y sus compinches (a los que incorporán al simpático Mark Addy, como el clásico padre Tuck) se verán involucrados en la lucha. En primer lugar decir que es lógico que cuando Strong y sus afrancesados compinches se meten en la refriega de impuestos, Robin y los suyos se vean obligados a plantar cara y defender a un pueblo desamparado de ley. Lo que sí me supuso una sensación rocambolesca fue el descubrimiento del padre del pícaro arquero y la famosa Carta Magna de los nobles a su monarca. Aquí la trama avanza a marchas forzadas y son las actuaciones las que mantienen cosas creíbles con otras directamente inverosímiles.

Con una fotografía preciosa y la buena mano del equipo creativo para las batallas en las elocuentes olas, Robin casi parecería una muy buena película si las secuencias se nos mostrasen de forma independiente. La lástima es que el hilo conductor flaquea, a mi parecer, los lores apuntan alto y su conspiración se esfuma y cuando vuelve a aparecer ya tenemos el liderazgo de Robin, aupado de la nada y sin que nadie objete. Una hermosa banda sonora (me ha llamado la atención de que no llamase a Zimmer, pero conste que Streitenfeld lo ha hecho muy bien) hace el resto. ¿Resiste esta epicidad no estar acompañada de palomitas?

La sensación que te deja ese final que debería ser el principio, es que hay muchas ideas buenas desperdiciadas, demasiados actores que merecían más y una trama amorosa que no llega a cuajar. A favor hay que hablar de la búsqueda de hacer una revisión del mito, una muy buena cinta alrededor del regalo... pero el resultado para tan maña inversión hace que te revuelvas demasiado de la butaca, algo malo pasa en una peli comercial cuando no te llegas a meter del todo.

O tal vez haya sido cosa mía, vayan ustedes a saber. De momento me limitaré a decir que Scott es un gran arquero, que acierta 9 de cada diez disparos...éste no era de los nuevos. A ver qué se saca del carcaj el genial cineasta la próxima vez.


miércoles, 2 de junio de 2010

Y TODO EMPEZÓ CON...



Título: The Big Bang Theory.

Género: Sitcom.

Duración: 20 minutos.

Creadores: Chuck Lorre y Bill Prady.

Producción ejecutivo: Chuck Lorre, Bill Prady y Lee Aronsohn.

Producción: Steve Molaro, Mike Collier y Faye Oshima Belyeu.

Reparto: Johny Galecki, Jim Parsons, Kaley Cuoco, Simon Helberg, Kunal Nayyar...

Misteriosamente, a pesar de todos los indicios que voy dejando, el blog no está muerto. Hoy nos ocupamos de un programa que en apenas tres temporadas está haciendo temblar los cimientos de lo pre-establecido, de lo políticamente correcto, una serie con una sensibilidad especial para tratar temas más serios de lo que parecen tras una sonrisa. De la mano de Chuck Lorre (responsable también de la divertida "Dos hombres y medio") y el genial Bill Prady viene un pelotón (no se asusten, por favor) de freaks...

Todo comienza con dos físicos, que pueden incluso llegar a ser gente divertida, Sheldon Lee Cooper (Jim Parsons, en una caracterización genial) y Leonard (John Galecki, para muchos, el eje de la serie, aunque Sheldon se lleve las carcajadas), ambos muy inteligentes, veinteañaeros... pero con muchas aristas que pulir en determinados aspectos de la vida. Especialmente Sheldon, una especie de Mozart de las Matemáticas, ha sido tan precoz en lo académico que en determinados roles sociales apenas pasaría de ser un niño sabihondo de sexto de primaria. Como iremos descubriendo conforme avancen los episodios, solamente tipos con las peculiares habilidades de Leonard pueden llegar a soportarle.

Como incluso las parejas de piso que hacen ecuaciones tienen amigos, nuestros protagonistas se codean con otros dos individuos que tal bailan, Howard Wolowitz (Simon Helberg), ingeniero judío de primer orden y con una verborrea digna de Woody Allen y una sexualidad tan frustrada como salida. Wolotitz viven con una madre que parece la mezcla de Marise con Frasier y la mujer de Psicosis. Con tintes de Shiva, viene Rajesh, astro-físico, salido de Bollywood y con unos padres forrados que le han mandado a curtirse (y controlarle mediante el portátil) en Estados Unidos. Además, es encantador con todo el mundo... siempre que está borracho, ya que de natural es incapaz de dirigirse a ninguna figura femenina.

Hay, salvando el primer episodio piloto, más flojito, aunque básico para la presentación de las piezas en el tablero, algo muy entrañable en este grupo de colegas. Debemos afirmar que siendo la realidad de un espejo deformado, se dan hipérboles, pero hay una justicia poética, con los claro-oscuros de este tipo de personas. Que Sheldon mereciera cinco disparos a la cabeza cada vez que da la nota no le quita ningún mérito como un tipo intelectualmente muy interesante, la intolerancia a la lactosa de Leonard no le priva de ser el compañero de piso por el que muchos Erasmus rezarían, Rajesh, mutismo aparte, es muy divertido y Wolowitz es un tipo de una cultura general amplísima, que ha leído de todo y visto de todo (también páginas con el simbolo de X Men en la red, todo hay que decirlo).

En definitiva, unos freaks de los que burlarse en muchas cosas, pero en no pocas dignos de admiración y en bastantes ocasiones, uno se vez más tentado de reírse con ellos que de ellos. No hay que perderse tampoco en las siguiente temporadas cuando profundizan en las ramas familiares, especialmente Sheldon, el tipo de las teorías de las cuerdas que no vino de otro sitio que de un rancho texano donde aún se mantenía el creacionismo. Otro ejemplo es cuando vemos a la madre de Leonard... única explicación de por qué sabe vivir tan bien con un tipo como Sheldon.

No obstante, como bien hubiera adivinado Billy Wilder, a ese hogar tan repleto de pósters de Stars Wars, Star Trek, Galáctica, etc... le faltaba algo. Y por ello los guionistas alteran el espacio-tiempo y se sacan a Penny, una bomba de relojería que va a tardar muy poco en dejar prendado a Leonard. Kaley Cuoco caracteriza a esta aspirante actriz que se ha mudado a la gran ciudad, aunque de momento se tiene que costear sus clase de arte dramático con el puesto de camarera... Podría decirse que congenia con todos bien desde el primer momento... menos con Sheldon, naturalmente. El Penny VS Sheldon dará algunos de los mejores momentos de la serie, hablaríamos de don Carnal contra doña Cuaresma... pero la metáfora es complicada.

Del mismo modo que para algunos es Leonard, no pocas personas ven a Penny como el verdadero motor de la serie, aunque las mejores carcajadas siempre las arranquen los otros personajes, más vicerales y divertidos. Penny es el punto de mesura, el contacto con el mundo real de unos quijotescos vecinos que de vez en cuando deberían salir a que les de la luz del Sol. Pero la gracia no sería tal si no fuera asimismo a la inversa, ya que compartiendo alguna cena con estos rarillos ratones de biblioteca, se da cuenta de que la vida puede exigir mover el cerebro más de lo que la gente normal lo hace. En cuanto a triángulos amorosos (que no tríos, la serie se emite en horario normal, mal que le pese a Wolowitz), por supuesto que los abrá, en una especie de "Apartamento para 3", pero con tiendas de cómics de por medio.

El único problema que se otea en el horizonte de este prometedor programa es la originalidad... habrá que hacer muchos equilibrios e ir incorporando personajes con la precisión de un relojero para que no se pierda la chispa que hoy sin duda prende. A la par seguir buscando esa coralidad (Sheldon por ejemplo es tan bueno como peligroso, igual que Futurama con Bender, hay que tenerlo controlado como el último as, ya que si no monipolizaría todo, pero, mejor tenerlo en tu serie, no que disfruten de esa bestia televisiva otros) y, esperando que la posibilidades Leonard/Penny no terminen cayendo en tópicos. Con todo, con gente como Rajesh y Wolowitz hay que ser optimista, hay apoyos y de calidad...

A fin de cuentas, todo empezó con el Big Bang... lo único que no podemos saber es el desenlace. Y, la verdad, es que si no, sería muy aburrido.