jueves, 30 de septiembre de 2010

DIOS NO JUEGA A LOS DADOS CON EL UNIVERSO

Dicen que no hay momento más emotivo y a la vez más triste para un aprendiz que cuando gana a su maestro por primera vez.
Al jolgorio del éxito se une el lamento por haber destronado a una figura respetada y reverenciada. Cuando Matt Groening, en asociación con David X.Cohen, decidía sacar otra serie de animación, el listón amarillo precedente parecía insuperable. ¿Cómo se supera a una obra maestra?
El año era 1999, estaba muy en boga el efecto 2000, por lo que no tiene nada de extraño que los dos guionistas se pusieran en la piel Philip J.Fry, un joven repartidor de pizza, que en plena Nochevieja, no tiene otro lugar mejor que ir que a un falso encargo en una sala de criogenización. En un gag desternillante (que después tuvo más historia de la que parecía), Fry queda congelado por accidente y despierta en el 3000. De esta fusión de "El dormilón" con "Regreso al futuro", los espectadores viajan con Fry a un desconcertante futuro... que sin embargo sirve a sus creadores para parodiar nuestro presente... y pasado (Nuevo México, donde Philip descubre que es su propio abuelo, en un giro rocambolesco).
Con la trepidante música de Christopher Tyng, Fry irá conociendo un nuevo entorno. Como tiene poco que perder (no es que su vida en New York fuera fascinante, su novia le engañaba y su familia, en el mejor de los casos, era peculiar), renuncia a su pasado de repartidor y desafía las normas de una sociedad que le impone a cada uno el trabajo para el que mejor cualificado está... En esta insurrección conocerá a una hermosa alienigena (Leela), un robot que quisó suicidarse cuando descubrió para que servía su trabajo (cabinas de suicidio) y termina visitante a un descendiente suyo (que curiosamente es más viejo en aspecto que él), el alocado profesor Hubert Farnsworth.
Mostrando un pulso increíble para ser un episodio piloto, el primer capítulo culmina con la alegría de Fry y sus nuevos amigos al recibir de Farnsworth el puesto de su antigua tripulación...desaparecida en misteriosas circunstancias. Fry, por su lado, tras todas sus quejas, abraza con pasión su nuevo oficio...repartir mercancía. A partir de entonces, la serie se abrocha los cinturones y no mira atrás, anexionando a la tripulación a Amy, una marciana patosa y pija, junto con Hermes Conrad, un contable jamaicano que representó a La Tierra en los Juegos Olímpicos.

De entre todos ellos, destacan dos, Turanga Leela, ascendida a capitana por ser la única con dos dedos de frente y cuyo verdadero origen es una de las grandes incógnitas de las primeras temporadas. Leela es un personaje femenino soberbio, no solamente por ser el amor platónico de Fry, sino por ser complejo, divertido y redondo en todas sus facetas.
En segundo lugar, pero no por ello menos importante, tenemos a Bender Doblador Rodríguez, fabricado en México, un robot cuyo atractivo diseño tiene el encanto de la ciencia ficción de los 50 y cuya mentalidad amoral no puede sino resultar muy atractiva. Dennis Rodman de la serie, Bender es el rostro más reconocido del show, al cual amenaza con engullir en ocasiones por su carisma. Otras unidades mecánicas como Calculón (estrella de un culebrón al estilo venezolano, "Todos mis circuitos") o el Diablo-Robot (al final las máquinas desarrollan su propio culto), entre otros, Bender es sin duda el más apreciado por el público, teniendo las bromas más bestiales, que a veces chocan con el refinamiento de la serie.
Mejor amigo de Fry (terminarán compartiendo piso, convirtiéndose en "La extraña pareja" si la hubiera escrito I.Asimov), Bender tendrá momentos para exclusivo lucimiento, como el misteriosamente metafísico episodio donde colisiona con una unidad que bien podría ser Dios (aunque desconfiamos de que un ser todopoderoso deba pensar en binario) o cuando es mordido por un malvado "coche-lobo" (una parodia brillante del género de terror de la serie Z).
No obstante, el principal núcleo de la trama son las misiones que el profesor (mitad genio, mitad despistado y mitad nudista) encomienda a sus muchachos, a la par que conocemos a Zoidberg, una repulsiva y maloliente langosta, personaje desternillante, Carpanta particular de las oficinas y sin duda, de los que más han ido ganando en popularidad. Todos estos caracteres están acompañados con los consabidos genios dobladores que acompañan las series de Groening.


Durante las cuatro temporadas que duró al inicio, hasta su inexplicable cancelación por parte de la FOX (de la cual la propia serie se ha burlado tras volver por fuerte demanda popular), la serie se convierte en un búnker acorazado, armados de algunos de los mejores guionistas de The Simpsons y otros de nuevo cuño, algunos formados en Harvard (tener carrera no implica, de hecho en ocasiones, casi diluye las posibilidades de ser graciosos, pero teniendo en cuenta las bromas matemáticas del programa, no viene nada mal tener elementos del cosmos para ironizar con ellos).
La capacidad de la serie para burlarse de películas de culto como "Viaje alucinante" o escándalos políticos como el Watergate (imprescindible la versión de Nixon que dan), la convierte en el ojito derecho de muchos, que por primera vez quizás están dispuestos a colocar a la serie de Homer and cía, un peldaño por debajo (tampoco le ayuda a la familia de Springfield estar en momentos muy poco inspirados de su, por otro lado, brillante trayectoria).


La cancelación del programa justo después de una impresionante emulación del estilo operistico, la convirtió más en un objeto de culto. Todo el mundo parecía disfrutar de la burla de la mítica Star Trek (el propio reparto de la serie norteamericana participó en el juego), con el dueto payaso serio-payaso triste del capitán Zap Brannigan (inolvidable su Cow-boy de Medianoche 3000) y Zif (tal vez Skinner de haber sido extraterreste). Y, si bien la primera película (que tenía un guión muy trabajado) fue acogida con entusiasmo, las tres entregas posteriores han despertados algunos de los sentimientos más hard de los antiguos admiradores.
No es espacio éste el necesario para hablar de los largometrajes, pero parece que Futurama, el eterno príncipe que sigue la estela amarilla del trono, volverá a la carga... para seguir trayendo cajas chinas y burlarse de todo, mezclando el absurdo con la genialidad más elevada. Simplemente, si aquí algún día la vuelven a emitir... yo les animo a que no vayan sin prejuicios, la tripulación de Leela lo merece.
OOO1OOO1OOOO1OOO1... y me pareció ver un dos. Eso es absurdo Bender, no existe eso que llamas 2.

sábado, 25 de septiembre de 2010

DOBLE FILO

Barry Windsor Smith no era ningún guionista. Lo suyo no era ser Chris Claremont, tampoco Stan Lee o cualquier otro. A él le preocupaba menos el por qué que el cómo. Como narrador, era absolutamente genial, de la mano de Roy Thomas había convertido a una creación mítica de Robert E. Howard en un icono del cómic.
Cuando se decidió a hacer una obra personal sobre uno de los personajes más apreciados de Marvel, Wolverine (Lobezno), sabía que el filón para explotar era su exquisito trazo para las escenas de lucha, la extraña, inquietante y a la vez desagradable violencia salvaje que expresaba su fino talento.
Con la única excepción de Jim Novak que le ayudó en las rotulaciones, el británico se siente totalmente libre para dar rienda a su creatividad más desaforada, en formato ocho páginas, en total doce números, con el añadido del final, de mayor duración. El hilo conductor es explicar (si es que eso se pudiera), cómo alguien termina convertido en una de las armas más terroríficas del ficticio universo de la Casa de las Ideas.
Y lo cierto es que terror y ciencia ficción tipo pulp es lo que ofrece este trabajo, espectacular en lo gráfico. A nivel de complejidad es casi nula en el desarrollo de los personajes, centrado en una víctima (un Logan prisionero al que quieren convertir en un guerrero perfecto y descerebrado), un taimado arquitecto de la fortaleza (el profesor que lo quiere para sus propios intereses), Cornelius (quien sigue las instrucciones sin mucha voluntad propia, la verdad) y la damisela de la expedición de King Wolf, cuya piedad no parece impedirle ponerse al servicio de unos desaprensivos que juegan a ser dios.


Visualmente, la narración pictórica es dura y deja poco a la imaginación. Especialmente conseguido el momento del surgir de las garras, mostrado como algo realmente doloroso. Hay reminiscencias a Frankenstein en todo momento. A nivel argumental, Barry lo deja todo confuso, aunque siguiendo las directrices de Claremont (si él hubiera hecho, o al menos supervisado el guión, sería aún mejor cómic) hay indicaciones de quién es el verdadero responsable de esta acción...



Al ver tremendas secuencias como las primeras cacerías de Logan, John Romita Senior, el legendario dibujante de Spiderman, charló amistosamente con Smith, afirmándole que no podía alejarse tanto de este arte cómo lo hacía (conocida era su tendencia a dedicarse a pósters, maquetaciones, cuadros...), que era una pena. "Solamente te pido que saques uno de éstos al año, sigue con lo otro, pero por favor, no te olvides de esto". El elegante Romita no consiguió su objetivo, sabido es que este proyecto (gestado a mediados de los 80) le llevó nada menos que 2 años, debido a su perfeccionismo casi patológico con los lápices...
Ya destacado en otros análisis de este tema y también en no pocos e interesantes blogs antes que en éste, aquí se encuentra al Barry más puro, casi sin censura (para lo bueno y lo malo), muy próximo al que mostraba en "Cimmeria" un entorno puro y casi salvaje, donde la nieve desafía con su llanto a los osados habitantes. En honor de la inteligencia del británico, decir que a la par que excepcional dibujante, aunque deja muchos cabos sueltos, en ocasiones no es por falta de sapiencia, sino por un inteligente juego de adentrarse en la más descarnada tortura psicológica.
En muchas ocasiones no queda claro qué ocurre propiamente en el complejo y que sucede en la propiamente mente de Lobezno, la voz en off y el gusto por ese ambiente deprimido casi parece la sala final que Orwell reservaba a aquellos que desafiaban el régimen mostrado en la majestuosa 1984. Acostumbrados a un Logan intratable y en ocasiones convertido en uno más de los héroes solitarios, agresivos y de pocas palabras de la industria, es casi divertido verlo aquí como la única víctima, la marioneta de otros... Pero, eso sí, sin perder en ningún momento la dignidad del ratón que al caer en la trampa sigue revolviéndose buscando tornar el recipiente en nata.
En definitiva, una ópera prima bañada en escarlata de uno de los mejores dibujantes (cuando se lo propinía) de la compañía en los años 70, con una atmósfera de serie B totalmente relanzada por una capacidad artística sobresaliente y por momentos impecable.

sábado, 18 de septiembre de 2010

EVANGELIO AMARILLO



No deja de resultar curioso que, dada ya una continuada existencia de este modesto blog, aún no hubiera pasado por la palestra un libro religioso. Sabido es que el verdadero best-seller de todos los tiempos a.C.V . (antes del Cógido da Vinci) no es otro que la Biblia y que, probablemente, todas las creencias que se extienden a lo largo del globo, generan una producción escrita que excedería el más loco anhelo del mejor de los novelistas.
Como no podia ser de otra manera, al final dicho tema ha terminado desfilando por este espacio virtual, pero cómo no, en unas condiciones muy especiales. Lo cierto es que recientemente, gracias a mi buen amigo Chespiro, he tenido acceso a la obra de Mark I. Pinsky, quien hacía un revisionado de la serie de televisión Los Simpson (que ya comentamos mucho tiempo atrás en una de las primeras entradas), en concreto acerca de su marco espiritual y cómo ha representado los diferentes credos del mundo.
Es curioso como, últimamente se ha producido una oleada de oferta editorial que plantea combinar un elemento tan serio como puede ser la espiritualidad o la filosofía moral, con temas podríamos decir de la cultura poplar más lúdica. La filosofía de otros shows como House se agolpan entre tomos que reflexionan acerca de las connotaciones de la obra maestra de Tolkien, El Señor de los Anillos. Mala cosa no es en absoluto, aunque por supuesto se corre el riesgo de trivializar demasiado o mitificar hasta el hartazgo. Volveremos a este punto, pero sigamos con lo que hoy nos ocupa.
¿Puede utilizarse la creación de Matt Groening en los terrenos metafísicos? Respuesta corta del reverendo Lovejoy, sí; respuesta larga del reverendo Lovejoy: Sí... con un pero. Está claro que no estamos ante un producto más de la caja tonta, Los Simpson tiene una dosis de agudeza, crítica social y referencias de la cultura de nuestro tiempo, que le debería permitir pasar con holgura ese primer corte. Pero eso no la exime, a fin de cuentas, de ser un elemento más de ese mundo, porque, irreverentes o no, las criaturas amarillas de cuatro dedos son una máquina de hacer dinero, desde este tipo de libros a videojuegos.
Digo esto porque a pesar de que los guiones del programa parezcan levitar al abordar temas con la maestría que hicieron el del judaísmo de la familia de Krusty, la visión de Homer con Dios o el fenómeno de los centros de culto polémicos como el que se crea en torno a la difunta esposa de Ned Flanders, los productores y responsables de este producto de la FOX, van buscando audiencia y tengan bien claro que, por audaces que sean, jamás se pillarían los dedos con algo que les hiciera perder sectores del público. Hay tanto en ella de catolicismo moral como de crítica a los ministros de ella, bromas sobre los protestantes, estereotipos hindúes, reflexión acerca del apoyo del budismo por parte de estrellas de Hollywood, pero en realidad, las cabezas pensantes de esta obra nunca comulgan en creencias. Buscar una autoría concreta de un episodio es una tarea homérica condenada al fracaso, hay un brain storming que altera totalmente el primer boceto de quien figura al inicio en los créditos.
De acuerdo con su condición de periodista, Pinsky escribe en interesantes episodios que en ocasiones parecen artículos alargados, reflexionando con tino, pero bajo su óptica, es decir, bajo sus propios valores y circunstancias. En su caso se trata de una persona creyente, esto altera tanto el resultado final como si lo hubiera firmado yo mismo, un agnóstico, o si lo hubiera hecho usted, que a lo mejor es ateo. No desmerezco en lo más mínimo sus interesantes argumentos, pero he echado en falta, como si sucede en un libro también muy recomendable, "La filosofía y los Simpson" (apostemos a cuántas horas de insomnio tienen que sacrificar los editores para estos inspirados nombres), que hubiera sido una obra coral, o por lo menos, como sucede en otro ensayo teológico ("¿En qué creen los que no creen?", éste ya de un tono más serio y epistolar) que se incorporen al final otras conclusiones de personas ajenas pero que también conozcan el debate, sin comulgar con el autor principal.
Superado este hecho, la verdad es que son unas páginas muy amenas y bien ejemplificadas que sorprenderán a más de uno (por lo menos conmigo ha pasado) por el increíble peso que les han dado líderes de muy diferetes comunidades. Ligas, Asociaciones, críticos, moralistas... Pareciera que para defenestrarla o alzarla, la familia sentada en el sofá haya estado siempre en el ojo del huracán, incapaz de pasar desapercibida. En muchas ocasiones, Mike Scully, Sam Simon y compañía han quedado sorprendidos por la repercusión que haya podido suponer una broma privada o un simple gag en apariencia inocente.
Lo que ha tenido que sufrir la prensa, el teatro y el cine, entre otros, también ha terminado afectando a este tipo de colectivos. Un rival que llega directamente al hogar de la gente, que plasma su opinión con una velocidad (que no elegancia) inconcecible para otros medios como la palabra escrita, condicionando muchas maneras de pensar. Con todo, mejor que el bombardeo sea de los guionistas de la familia de Springfield que ciertos programas del corazón, si me permiten el subjetivo desmarque. Pero aquí, tampoco tienen por qué coincidir conmigo.
Que nadie espere una caída de Damasco después de leer este libro, es simplemente un estudio divertido sobre una ficción. Así debe ser por otra parte, entraríamos también en el debate de episodios antiguos VS. episodios nuevos, ya que es evidente que en los primeros instantes, parece que hubo una moralidad (moralidad que por otra parte no tiene porque ser religiosa, algunos de los mejores escritores en esas cuestiones son no creyentes) mayor, posteriormente que en las siguientes, que, salvando momentos de baja inspiración por "fuga de cerebros" a Futurama, ha seguido siendo muy divertida, aunque tal vez vacua en ciertos frentes (ganando en otros como una mejor animación y una mayor capacidad de jugársela más con otros aspectos como el matrimonio homosexual que, quién lo diría en pleno siglo XXI, aún podría ofender a algunas mentes particulares). Aunque con sello de Groening, la cantidad de manos por la que ha pasado, hace del producto un ente abstracto, si hay que repartir responsabilidades, también hay que hacerlo con laureles.
Durante los perfiles de personaje, llama la atención lo bien cosiderado que está Ned Flanders, uno de los personajes más maltratados en los episodios, pero misteriosamente cercano a pesar de su mojigatería. Probablemente, porque al igual que Marge (la esposa que todos querríamos tener, no por ese pelo elevado, sino po la dulzura de su carácter) o a diferencia de Homer, a pesar de ser un carácter ficticio, empatizaba muy bien con la gente por su sinceridad, honestamente piensa en lo que está haciendo, a pesar de sus incorreccciones (tan graves como las sangrientas películas que hace inspirado en el Antiguo Testamento o su intolerancia a expresiones artísticas que atenten contra su concepción divina). También es muy bonito el recorrido que realiza sobre Lisa, su grandeza no está en elegir el budismo, es decir, no alteraría el resultado que hubiera seguido la senda familiar, el judaísmo, la fe coránica, el hunduísmo o finalmente, optar por no creer en nada. La gran enseñanza de esos veinte minutos es que una persona inteligente puede decir "basta" ante libros de respuestas prefijadas y buscar su propio camino, preguntándose por qué tiene que seguir en el rebaño si no desea hacerlo.
Con desigual destreza, Pinsky aborda en el epílogo las ramas que ha creado el árbol simpsoniano. Parece flojo y de no mucho darle vueltas su mirada a American Dad (para eso, o no se pone o si si finalmente se hace, otorgándole más detalle), El Rey de la Montaña (aquí sí está muy bien, metiéndose en aspectos del territorio sur de Estados Unidos que desconocía), o bien podía haber incidido en la democratizadora capacidad de burlarse de la religión de Seth McFarlane en Family Guy. O, mejor dicho, su ironía sobre el fanatismo (el chiste de las 40 vírgenes hace mil veces más daño al radicalismo que los torpes discursos rancios y hasta el extremo conservadores de ciertas facciones políticas estadounidenses). El creador de Peter Griffin y su equipo pecan en muchas ocasiones de la broma cruel del gracioso de la clase, que incapaz de estarse sentado en su sitio, queriendo hacerse el centro de atención. En otras, verdaderamente lanza verdaderos dardos y tiene en algunos momentos más agallas que la de Groening (aunque ésta lo compense con mucha más clase).
Mención aparte merece South Park. Esta ficción canadiense que tiene un gusto por la escatología bastante soez, es acertadamente rescatada por Pinsky, que reconoce, en un acto de honestidad de analista, haberla prejuzgado mal. Más allá del estilo bizarro que presenta y los chistes casi de patio de colegio, South Park ha hecho auténticas exhibiciones en el recorrido de lo que la gente cree. Cómo aprovecharon el estreno de a Pasión de Jesús dirigida por Mel Gibson para escenificar el antisemitismo histórico o la acusación de Deicidio es increíble, al mismísimo Caro Baroja no le hubiera costado nada sonreír ante muchas de las referencias que allí se hacen y que en nada hubieran discrepado de sus libros. Su juego de "cristianos viejos enfurecidos" y la subdivisión de judíos acomplejados por algo en lo que ellos no participaron (uno de los propios niños del programa lo ejemplifica) y otros dispuestos a defenderse con uñas y dientes, en un círculo cerrado, va más allá de querer entretener.
El episodio impresionantemente divertido sin perder profundidad, toca las capas que los Simpson ya habían sabido recorrer pero llegando a cotas aún más altas. Especialmente una increíble acentuación de cómo muchos seguidores del Nuevo Testamento se recrean en el asesinato de la figura de Jesús en vez de incidir en otros aspectos mucho más agradables y necesarios. Otros como el del coma de Kenny trata, tras hipérbole e hipérbole, el triste fenómeno de la manipulación de los medios de comunicación de hechos trágicos y las muchas aristas que tiene el tema de la eutanasia.
En definitiva, muchos momentos que demuestran que estos programitas de dibujos estúpidos a veces dan en el dedo donde más duele, aunque deban comerse alguna demanda porque Apu suponga una visión negativa del hinduísmo. La obra de Pinsky nos muestra cómo hay una sensibilidad aún extrema con la espiritualidad de las personas y como el señor Murdoch ha sido puesto en jaque por sus mentes más privilegiadas de la FOX, en el momento que se permitió la primera burla, quedaba un campo para todo, pues hubiera sido muy injusto no poder hacerlo con otros aspectos. Lo cual también nos llevaría a discernir entre las fronteras de la elegancia y el límite razonable, algo casi imposible entre seres pensantes que han justificado muchas guerras por voces divinas.
La gran diferencia es que ahora podemos elegir, o al menos así debería ser. Libres de cuando reírnos y, por supuesto... de apagar el aparatejo cuando no nos guste y leer un buen libro... quizás como éste. O no, ustedes dedicen.

sábado, 11 de septiembre de 2010

EL HOMBRE QUE MATÓ A JESSE JAMES

Si hay un género en el que puede resultar muy difícil innovar es en el western. Cuando el prometedor director Andrew Dominik, decidió escribir y dirigir su propia versión del mítico forajido Jesse James, más de uno debió pensar que quedaba muy poco que decir y, aún menos por sorprender.
No obstante, una vez finalizada, aunque la película no tuvo todo el eco (ni mucho menos) de algunas producciones de Hollywood, logró colarse con todo merecimiento en el festival de Venecia y críticos como Pete Hammond se atrevían a hablar de futura obra maestra.
El largo título, casi parecería una torpeza. Esta pieza de la Warner Bros ya delata el desenlace y pone adjetivos claros a los personajes, como si estuviéramos ante la crónica de una muerte anunciada. Pero todo es una trampa, desde el primer momento, con un muy poco glamuroso asalto un tren orquestado por Jesse James (Brad Pitt) y su hermano Frank (Sam Shepard), descubrimos que la banda está a punto de disolverse. Frank, el hermano mayor, ha decidido que esto se está volviendo demasiado peligroso, mientras que Jesse se va progresivamente alejando de su época de mayor esplendor, cuando era un joven delincuente a quien especialmente los habitantes del sur del país, había seleccionado erróneamente como paladín, el Robin Hood que se vengaba de la derrota ante los arrogantes yankees porla lucha de la Secesión.
Esta noticia es terrible para un joven llamado Robert Ford, que ha sido reclutado para el grupo gracias al buen hacer de su hermano mayor. Robert ha crecido idolatrando a Jesse y conoce todos los rumores que circulan desde él, hasta un punto que rayaría el fanatismo. Casey Affleck encarna al aspirante a bandido, quien sin embargo, no logra conectar con Frank, el más inteligente de la cuadrilla y quien desde el primer momento confiesa a Ford que cuanto más le escucha, más convencido está de no querer tratos con él. Jesse, por el contrario, primero como chico de los recados y poco después como algo más, le va manteniendo al corriente de sus andanzas.
Affleck regala un personaje maravilloso. Su Robert Ford es absolutamente desagradable por lo pueril que puede resultar en ocasiones, por su sed de ser famoso a cualquier precio... pero también vamos desarrollando empatía por él. Es una persona sensible y no exenta de inteligencia, que sin embargo tiene unos parientes animalizados y con un comportamiento brusco y tosco.Pero la peor de todas las burlas es la imagen de su verdadero ídolo,Jesse, un hombre extraño, introvertido y singular, que sin embargo siempre está en el ojo del huracán de todos. Terrible circunstancia debe ser la de convivir día a día con un mito idolatrado por uno mismo. Sin que él mismo sea consciente, Robert irá desarrollando un visible antagonismo hacia su benefactor y, lo peor de todo es que lo comprendemos.
El Jesse James presentando en esta cinta es el que más cercano ha estado a la verdad de todos cuantos los han precedido (el gran guionista francés René Goscinny estuvo muy cerca, pero era evidente que él lo tomaba con un tapiz de humor) e históricamente,la película adopta un estilo "Sin Perdón" realista que roza la perfección. Roger Deakins regala una fotografía triste y decadente que cuaja muy bien con el resto del cuadro, mientras que Nick Cave y Warren Ellis confeccionan una banda sonora melancólica y efectiva.

Con el muchas veces denostado estilo de la narración con voz en off para algunos pasajes, a través de las vivencias de Ford, vamos viendo los entresijos de la "familia de Jesse. El reparto es muy bueno y tremendamente inspirado (Sam Rockwell, Jeremy Renner, Ted Levine, etc.).
En el mejor de los sentidos, la capacidad de enmascarar la más terribles venganzas, asesinatos y estafas en un marco de normalidad hogareña de la pieza de Dominik recuerda a los mejores momentos de la añorada serie "Los Soprano". También hay oscuros homenajes a "Raíces Profundas" (solamente que esta vez lo vemos desde el punto de vista de "los malos") y "El hombre que mató a Liberty Valance".


Entre tanto elogio, por supuesto, debe haber momento para la crítica y lo que se pudo hacer mejor. El metraje de la película es muy avanzado, más en estos tiempos que corren, 160 minutos, que no se hacen pesados por diálogos inteligentes y capacidad de mantenernos atentos ante una historia ya contada. No obstante, aunque interesantes, las riñas entre miembros de la banda de Jesse que no están directamente relacionadas con él o Ford, aunque buenas como escenas aparte, entorpecen el ritmo del nudo. Si se hubiera querido hacer una serie de televisión evidentemente la valoración sería muy distinta, pero no es el caso. Con tantas ramas, aunque bien hilvanadas, perdemos focalización en el árbol. Del mismo modo el papel de las mujeres (si acaso el de Mary Louise Parker) tiene escasa relevancia, lo cual les impide, aunque ellas estén muy bien, brillar en un marco absolutamente dominado por lo masculino. El personaje de Frank James, siguiendo con el símil con Los Soprano, ejerce de Jackie Aprile, lo poco que sale nos gusta muchísimo... pero aparece con cuenta-gotas.
Con todo, el verdadero plato fuerte de esta película es el intenso duelo de Affleck y Pitt. El primero es sin duda el verdadero protagonista y es con él con quien todo y empieza y acaba. Eso no menoscaba la soberbia interpretación que Pitt realiza de Jesse, normalmente el biografiado y quien lo caracteriza suelen desarrollar una simpatía que podría forzar al intérprete a perdonar ciertas bajezas. Pitt por el contrario muestra un mosaico de luces y sombras impresionante, alcanzando el clímax en el momento oportuno. No creo que Rex Reed exagerase en lo más mínimo al escribir en The New York Observer que había confeccionado una leyenda.
En definitiva, una obra densa y alargada, que pese a todo, merece ser considerada una excelente revisión de Jesse James y las circunstancias de su ocaso, con momentos muy logrados y erigiéndose como algo más que una muy buena película. Una reflexión acertada, madura y profunda de unos Estados Unidos complejos y nacientes, cuyo escaso pasado histórico como nación independiente en aquellos momentos les forzó a buscar sus leyendas en aquellos individus oscuros y misteriosos.
SPOLIER QUE NO DEBES LEER HASTA QUE NO VEAS LA PELÍCULA
Imposible no hacer mención (además acompañada de una impecable música) de la escena de la ejecución de Jesse. El hartazgo que trasmite la mirada de Pitt al auto-inmolarse (nada es casual, ni haberle regalado el revólver a Robert en ese momento, ni ponerse frente al cuadro desarmado ni sus conversaciones previas) solamente es superado por las dudas de C.Affleck en el momento de realizarlo, seguido por su angustiado hermano.
En este momento cumre, Dominik culminael final del dueto amor-odio Ford-James. Hasta el último instante, el de su asesinato, ha sido el forajido quien ha dictado lo qué debía hacerse. Un instante magistral con dos actores en estado de gracia.

lunes, 6 de septiembre de 2010

EL VIEJO REY LEÑO

El consejo de Herodes Agripa cayó al viento, pero bien hubiera podido salvar su legado. Aquella noche, Claudio había cenado bien, su matrimonio con Mesalina parecía un regalo y el capricho de los pretorianos le había convertido en el emperador, la máxima autoridad del mundo conocido. Se sentía, a buen seguro, el más dichoso de los mortales.
El monarca judío, por el contrario, estaba más acostumbrado al mundo real, al igual que Heródoto, pensaba que ninguna persona debe sentirse plenamente dichosa si no conoce su final. "Te daré un consejo, monito -el mote que le puso cuando eran pequeños- no te fíes de nadie, ni de consejeros, ni de esa preciosa mujercita... ni siquiera de mí". Este diálogo de James Faulkner sigue siendo una de las pequeñas maravillas de esta producción británica de 1976, de una obra inesperada y que nunca antes se había hecho en televisión. Antes de Claudio no existían ni Roma ni los Tudor.
Basada en el best-seller de Robert Graves, constituyó una tarea titánica para Herbert Wise dirigirla, a pesar de contar con el asesoramiento de Jack Pulman y el mismísimo Robert Graves. La BBC creó un producto que evidentemente ha notado el paso del tiempo, los decorados de cartón piedra cada vez notan más el apolillamiento, mientras que barbas y otros trucos de artesanía palidecerían ante el más burdo recurso electrónico actual. Pese a ello, si hablamos de inteligencia, saber hastar, entretenimiento de calidad y esencia, Yo Claudio seguiría teniendo mucho que decir.
Todo comenzaría una noche en la que la familia Julia celebraba el triunfo en la batalla de Actium sobre Marco Antonio y Cleopatra. Aunque la juerga en El Palatino es exquisita y los poetas muy zalameros, no tardan los espectadores en darse cuenta de que en esta augusta gens, se esconden muchas ambiciones diferentes y nidos de serpientes. Aunque Augusto (Brian Blessed) ha logrado imponerse y mantiene al Senado como un mero resquicio de lo que fue, no lo tiene tan fácil a la hora de mantener en cintura a sus descendientes. Incluso un viejo y leal amigo como Agripa puede terminar convirtiéndose en un obstáculo.


Otra de las paradojas de Augusto es que su principal apoyo, Livia (Siân Phillips es una actuación magistral), tienen sus propias concepciones de cómo irán las cosas cuando su esposo no esté. Ella ambiciona que el lugar de Augusto sea ocupado por su hijo (de otro matrimonio) Tiberio (un atormentado George Baker).
Probablemente, aunque memorable, la caracterización de Livia sea muy matizable. A buen seguro, Graves se basa en los textos de autores latinos de claro afecto republicano, como, entre otros, es Suetonio. Este brillante escritor, era además un gran chismoso y aunque la muestra intelegente, retrata a la esposa del gran Augusto de una forma que, ante la duda, siempre la acusa de todo, incluyendo de algunos asesinatos muy poco claros (veneno, qué papel jugaste en esta serie).
Entre todos estos príncipes, esposas intigradoras, futuras herederas, etc, está Claudio. Es un pobre muchacho tartamudo, a quien su madre ha cogido un absoluto desprecio. No solía ser tan infrecuente en las madres nobles de la Antigüedad actua así ante os segundones, de hecho, bastantes siglos después, toda una futura leyenda militar como El Duque de Wellington tuvo que soportar a su progenitora llamarle "su pobre y feo hijo Arthur". Esto lleva a Claudio (que fue interpretado por Derek Jacobi, en la actuación más recordada de su consolidada trayectoria) a convertirse en un joven aislado, de aspecto poco inteligente, pero en verdad, desarrolla muy buenos hábitos como la observación y la lectura, a la par que con jóvenes huéspedes como el joven Herodes, puede ser incluso amable y comprensivo, siempre que no tema maltrato.
Finalmente, Tiberio, merced a Livia, logrará subir al poder, perpetuando una idea de imperio que hasta entonces no estaba clara. Es fascinante pensar en el poder sin precedentes que tuvieron los miembros de un linaje que, verdaderamente, ejercieron el rol de auténtica marco-corporación. Éste, un hombre eficiente y hasta astuto, carece de la capacidad de Augusto de granjearse el afecto de la gente, en verdad, tal y cómo lo retrata Graves, nunca se recobró de su exilio ni de su primer divorcio, a la par que la muerte de su hermano, el favorito de todos, le privó de su reverso amable (no hablamos del personaje histórico, sino del que aparece en la serie). Esto va tornando su régimen cada vez más tiránico e injusto. Claudio, por su lado, es un joven a quien nadie echa cuentas, pero que al toparse con un viejo senador en la biblioteca, descubre una verdad: "Fíngete poco despierto y no avives los recelos de tu familia".

Y aquí radica uno de los principales encantos de la serie. Formidables figuras como Agripa, Germánico, Druso... van cayendo una tras otra en una telaraña invisible que a todos absorbe. Claudio siempre prevalece como el eterno superviviente.



En su última broma macabra, Tiberio lanza a la persona menos idónea, su sobrino Calígula (un espeluznante John Hurt haciendo unas cosas francamente raras), quien pondrá de nuevo los recursos de Claudio para sobrevivir. Ante un sanguinario déspota, Claudio sabe ejercer siempre el papel del mejor bufón apaga-fuegos. Inolvidable es su capacidad de salvar a dos pobres diablos en el campamento de Calígula de una muerte segura cuando obliga a su pariente a ver su desastroso estado, cubierto de barro, haciéndole estallar en carcajada, para terminar la dantesca situación recitándole a Homero.
Lo que ya serían los capítulos centrales muestran a un Claudio ya sentado en el trono. La desaparición de viejos rostros amigos y enemigos le traerá, a cambio, nuevos retos. El más apetecible de ellos, en un principio, su joven esposa Mesalina (Sheila White, disfrutando haciendo de lobo con piel de cordero), destinada a romper toda su confianza (algo que hará extensible a su pobre hijo, el malogrado Británico). El gran acierto del drama humano que compone este cuadro es la capacidad de guionistas y actores de convertir a las estatuas de mármol en gigantes con pies de barro.
A pesar de ser aborrecible durante toda su estancia en la serie por su insufrible arrogancia, Sejano (un gran Patrick Stewart), su duro final no puede despertar sino compasión, de la misma forma que Livia, la incorregible patricia, la mujer que presumía de haber aplastado a "la otra", la que vivía en Egipto y era adorada como una diosa, terminará suplicando a sus descendentes para ser elevada a los altares, pues si es juzgada como mortal, su inteligencia le dice que habrá de pagar por todos sus crímenes en vida (por si fuera poco, sin esta Livia, no hubiéramos conocido a Livia Soprano).


Apenas 12 episodios, más que suficientes para poner un gran lazo a un producto muy interesante, un viaje a la Roma Altoimperial con calidad, con deficiencias obvias por la época que fue creada, pero aún, con el extraño lenguaje de la dama de Cumas, con la serena dignidad de ese viejo rey leño al que nadie comprendía.
Y es que él, Claudio, siempre tuvo sus propios planes

jueves, 2 de septiembre de 2010

LA DANZA DE LOS CAZADORES

Título: From Hell ("Desde el Infierno").



Guión: Alan Moore



Dibujante: Eddie Campbell



Hace ya algún tiempo, una persona creía abrir las puertas del siglo XX. Su método era loco y su actitud la de un monstruo, hoy, ante el desconocimiento de su verdadera identidad, todos, desde quienes no saben que existió realmente hasta los historiadores más curtidos británicos, se refieren a él simplemente como Jack The Ripper. El Destripador para los amigos (si es que semejante cosa tuvo amigos).
Adaptaciones cinematográficas, novelas, ensayos periodísticos y hasta hipótesis que se han querido vender como la solución del misterio, se han ido sucediendo. Me duele pensar que Jack se haya salido con la suya, unas acciones monstruosas en el miserable barrio de Whitechapel le han permitido una ignomiosa inmortalidad. Miles de personas nobles han desaparecio en un digno pero mudo anonimato. En cambio, The Ripper será siempre recordado, por eso, existió este cómic que se mantuvo entre 1993 y 1997, generando asombro de crítica y público.
Alan Moore, heterodoxo pero genial guionista, llevaba demasiado tiempo dándole vueltas a una obsesión. Todo el mundo se dedicaba a darle nuevos nombres a la identidad del asesino, obsesinados en quién antes por quién y por encima de todo, a quiénes. Mientras que seguir narrando los detalles más morbosos de aquellos asesinatos era poco menos que algo indigno, sumergir a los lectores/as en los avatares de unas pobres prostitutas en el otro lado de la moneda victoriana, era una experiencia nueva.
Moore, conocido por cultivar el género súper-heroico (no hace tanto, hablamos del excelente libro "La autopsia del héroe"), aceptó aquello como un reto, una nueva forma de expresarse. Poca gente pensaba que un cómic pudier se tan profundo y terrible. Las futuras re-ediciones de la obra han mostrado una cantidad de notas a pie de página sin precedentes, con una contextualización histórica muy completa. Con Jack y sus víctimas como excusas, Moore disecciona todo un mundo, conservador, cuyos avances técnicos van paralelos a sus carencias morales. En definitiva, una carga muy profunda. Quedaba un detalle insignificante... un dibujante, suele ser importante en un cómic.




Eddie Campbell fue el encargado de llevar los lápices, además de mostrarse como un santo muy paciente, por el casi legendario carácter obsesivo de Moore. Campbell capta a la perfección los juegos de sombras, el miedo y lo tenebroso, pese a vivir en un mundo de luces.

La historia opta por (como ya se había barajado en muchas ocasiones) presentar al cirujano Sir William Gull como el misterioso Jack. Su Graciosa Majestad en persona es la encargada, dada su condición de hombre leal y fiel miembro masón, de ejecutar a un puñado de prostitutas que conocen un secreto que harían tambalearse a la sucesión.


Desde ese momento, en que admitimos esta mentira, la sapiencia de Moore y los geniales dibujos de Campbell hacen el resto. La genialidad narrativa a la hora de presentar la desigualdad social es maravillosa, uno de los relatos muestra lo diferente que es un vida para Sir William en su condición privilegiada, en comparación con la de una de sus víctimas. Lo chabacano, vulgar y la suciedad palpable en las calles solamente es eclipsada por los juegos de la arquitectura del XIX, con un escalofriante viaje que el cochero Netley (el más ingenuo y quizás incluso por ello, el más despreciable de los conjurados) otorga al señor Gull.
Moore pone la puntilla a todo y juega una partida de ajedrez consigo mismo, mientras Campbell le dibuja el mejor de los tableros. Cuestiona sin piedad las flaquezas de un mundo terrible, presenta a una reina mucho más machista que los hombres que la sirven como súbditos. La educación, finura de maneras y frialdad de esos caballeros no enmascara una crueldad intolerable. En un desfile de cameos temporales, veremos a figuras tales como "El Hombre Elefante" y Oscar Wilde (a quien ya conocemos de la reseña anterior).
Los aparentemente inconexos sucesos, van despertando el olfato del inspector F.Abberline. Este policía, que exitió realmente, es una figura muy curiosa. Hombre de muy buena reputación en el cuerpo, su fracaso en la búsqueda de Jack, causó sensación, también por el pulso en las cartas del psicópata con el agente como porque, y esto siempre ha sido muy cuestionado, que recibió una "patada hacia arriba" al finalizar el caso, con una nada despreciable cantidad de dinero. ¿Reconocimiento por viejos servicios o un "mantén la boca cerrada y no vuelvas por Londres"?
Abberline, al igual que los lectores, irá identificándose con las marginales mujeres. Malencaradas, egoístas, sin embargo, vamos compadeciendo su triste realidad, oprimidas por los matones del barrio, poderes que escapan a su comprensión y la propia repulsa de su civilizado mundo. Moore no duda en acentuar rasgos propios en cada una de ellas, especialmente memorable una, lesbiana, la marginada dentro de las apestadas de la sociedad. Por primera vez en siglos, The Ripper es oscurecido, como siempre debió de serlo, por las personas a las que privó de la existencia.
El elenco de secundarios es igualmente maltratado en una obra maravillosa, pero desalentadora. Con aroma a fracaso amargo, al igual que Mytic River, vemos como el morbo gana el interés a la simple búsqueda del infame asesino en serie, cómo hay insensatos que incluso disfrutan con el sangriento juego y se buscan víctimas de contención (extranjeros polacos, judíos, un pobre diablo que es entrenador de un equipo infantil de cricket...). Para darle aire más estrambótico, Moore mete al vidente Lees, quien acompaña a Abberline, aunque al igual que Moore, Lees tiene los pies en el suelo más que nadie. ¿Y si acaso fuera una suicida especialmente tenaz?
La exploración de temas (el espíritu dionisíaco, los primeros movimientos obreros, los fundamentos de fes tales como el protestantismo o el judaísmo, el papel de las sociedades secretas...) ha dado a From Hell una aurolea única. Un servidor solamente sigue pensando que le falta una guinda, un pequeño momento para ser perfecta. Moore se recrea en lo que más sabe y se desvía de su objetivo original, justo cuando el talento de Campbell más le podía haber ayudado. Cuando cae en detalles gore que desmerecen la sutileza anterior, el lector solamente quiere pasar cuanto antes por las últimas carnicerías de Gull.
Retoma el pulso con total certeza en "La danza de los cazadores de Gull", un capítulo brillantemente ilustrado donde Moore se relativiza a sí mismo. El cirujano desquiciado obtiene al fin su macabra visión, ve un mundo destrozado, que consentirá Hiroshima y Nagasaki, donde hombres y mujeres trabajarán en frías oficinas... Pero en ese momento de triunfo, una de sus víctimas logrará quebrarle definitivamente, alejándole como un fantasma, como si a Jack al final solamente le quedase el dudoso honor de convertirse en un moderno Co-Co, un hombre del saco utilizado por las madres. Lo magistral del tema no evita que en ocasiones sea una obra alargada y aunque brillante, muy pretenciosa (porque Moore puede permitírselo, la verdad sea dicha).
Las portadas, fruto del talento de Campbell son maravillosas, aunque si hubiera que quedarse con una, sigo viendo ese elegante sombrero junto con un inocente racimo de uvas. Un moderno cuento cruel narrado por un bardo malencarado y arrogante, pero en estado de gracia permanente y un talento superlativo, dibujado por un artista que sin duda estaba ante su obra maestra.
Una obra imprescindible para los amantes del cómic... y para más de uno que no lo es, también.