Guión: Alan Moore
Dibujante: Eddie Campbell
Hace ya algún tiempo, una persona creía abrir las puertas del siglo XX. Su método era loco y su actitud la de un monstruo, hoy, ante el desconocimiento de su verdadera identidad, todos, desde quienes no saben que existió realmente hasta los historiadores más curtidos británicos, se refieren a él simplemente como Jack The Ripper. El Destripador para los amigos (si es que semejante cosa tuvo amigos).
Adaptaciones cinematográficas, novelas, ensayos periodísticos y hasta hipótesis que se han querido vender como la solución del misterio, se han ido sucediendo. Me duele pensar que Jack se haya salido con la suya, unas acciones monstruosas en el miserable barrio de Whitechapel le han permitido una ignomiosa inmortalidad. Miles de personas nobles han desaparecio en un digno pero mudo anonimato. En cambio, The Ripper será siempre recordado, por eso, existió este cómic que se mantuvo entre 1993 y 1997, generando asombro de crítica y público.
Alan Moore, heterodoxo pero genial guionista, llevaba demasiado tiempo dándole vueltas a una obsesión. Todo el mundo se dedicaba a darle nuevos nombres a la identidad del asesino, obsesinados en quién antes por quién y por encima de todo, a quiénes. Mientras que seguir narrando los detalles más morbosos de aquellos asesinatos era poco menos que algo indigno, sumergir a los lectores/as en los avatares de unas pobres prostitutas en el otro lado de la moneda victoriana, era una experiencia nueva.
Moore, conocido por cultivar el género súper-heroico (no hace tanto, hablamos del excelente libro "La autopsia del héroe"), aceptó aquello como un reto, una nueva forma de expresarse. Poca gente pensaba que un cómic pudier se tan profundo y terrible. Las futuras re-ediciones de la obra han mostrado una cantidad de notas a pie de página sin precedentes, con una contextualización histórica muy completa. Con Jack y sus víctimas como excusas, Moore disecciona todo un mundo, conservador, cuyos avances técnicos van paralelos a sus carencias morales. En definitiva, una carga muy profunda. Quedaba un detalle insignificante... un dibujante, suele ser importante en un cómic.
Eddie Campbell fue el encargado de llevar los lápices, además de mostrarse como un santo muy paciente, por el casi legendario carácter obsesivo de Moore. Campbell capta a la perfección los juegos de sombras, el miedo y lo tenebroso, pese a vivir en un mundo de luces.
La historia opta por (como ya se había barajado en muchas ocasiones) presentar al cirujano Sir William Gull como el misterioso Jack. Su Graciosa Majestad en persona es la encargada, dada su condición de hombre leal y fiel miembro masón, de ejecutar a un puñado de prostitutas que conocen un secreto que harían tambalearse a la sucesión.
Desde ese momento, en que admitimos esta mentira, la sapiencia de Moore y los geniales dibujos de Campbell hacen el resto. La genialidad narrativa a la hora de presentar la desigualdad social es maravillosa, uno de los relatos muestra lo diferente que es un vida para Sir William en su condición privilegiada, en comparación con la de una de sus víctimas. Lo chabacano, vulgar y la suciedad palpable en las calles solamente es eclipsada por los juegos de la arquitectura del XIX, con un escalofriante viaje que el cochero Netley (el más ingenuo y quizás incluso por ello, el más despreciable de los conjurados) otorga al señor Gull.
Moore pone la puntilla a todo y juega una partida de ajedrez consigo mismo, mientras Campbell le dibuja el mejor de los tableros. Cuestiona sin piedad las flaquezas de un mundo terrible, presenta a una reina mucho más machista que los hombres que la sirven como súbditos. La educación, finura de maneras y frialdad de esos caballeros no enmascara una crueldad intolerable. En un desfile de cameos temporales, veremos a figuras tales como "El Hombre Elefante" y Oscar Wilde (a quien ya conocemos de la reseña anterior).
Los aparentemente inconexos sucesos, van despertando el olfato del inspector F.Abberline. Este policía, que exitió realmente, es una figura muy curiosa. Hombre de muy buena reputación en el cuerpo, su fracaso en la búsqueda de Jack, causó sensación, también por el pulso en las cartas del psicópata con el agente como porque, y esto siempre ha sido muy cuestionado, que recibió una "patada hacia arriba" al finalizar el caso, con una nada despreciable cantidad de dinero. ¿Reconocimiento por viejos servicios o un "mantén la boca cerrada y no vuelvas por Londres"?
Abberline, al igual que los lectores, irá identificándose con las marginales mujeres. Malencaradas, egoístas, sin embargo, vamos compadeciendo su triste realidad, oprimidas por los matones del barrio, poderes que escapan a su comprensión y la propia repulsa de su civilizado mundo. Moore no duda en acentuar rasgos propios en cada una de ellas, especialmente memorable una, lesbiana, la marginada dentro de las apestadas de la sociedad. Por primera vez en siglos, The Ripper es oscurecido, como siempre debió de serlo, por las personas a las que privó de la existencia.
El elenco de secundarios es igualmente maltratado en una obra maravillosa, pero desalentadora. Con aroma a fracaso amargo, al igual que Mytic River, vemos como el morbo gana el interés a la simple búsqueda del infame asesino en serie, cómo hay insensatos que incluso disfrutan con el sangriento juego y se buscan víctimas de contención (extranjeros polacos, judíos, un pobre diablo que es entrenador de un equipo infantil de cricket...). Para darle aire más estrambótico, Moore mete al vidente Lees, quien acompaña a Abberline, aunque al igual que Moore, Lees tiene los pies en el suelo más que nadie. ¿Y si acaso fuera una suicida especialmente tenaz?
La exploración de temas (el espíritu dionisíaco, los primeros movimientos obreros, los fundamentos de fes tales como el protestantismo o el judaísmo, el papel de las sociedades secretas...) ha dado a From Hell una aurolea única. Un servidor solamente sigue pensando que le falta una guinda, un pequeño momento para ser perfecta. Moore se recrea en lo que más sabe y se desvía de su objetivo original, justo cuando el talento de Campbell más le podía haber ayudado. Cuando cae en detalles gore que desmerecen la sutileza anterior, el lector solamente quiere pasar cuanto antes por las últimas carnicerías de Gull.
Retoma el pulso con total certeza en "La danza de los cazadores de Gull", un capítulo brillantemente ilustrado donde Moore se relativiza a sí mismo. El cirujano desquiciado obtiene al fin su macabra visión, ve un mundo destrozado, que consentirá Hiroshima y Nagasaki, donde hombres y mujeres trabajarán en frías oficinas... Pero en ese momento de triunfo, una de sus víctimas logrará quebrarle definitivamente, alejándole como un fantasma, como si a Jack al final solamente le quedase el dudoso honor de convertirse en un moderno Co-Co, un hombre del saco utilizado por las madres. Lo magistral del tema no evita que en ocasiones sea una obra alargada y aunque brillante, muy pretenciosa (porque Moore puede permitírselo, la verdad sea dicha).
Las portadas, fruto del talento de Campbell son maravillosas, aunque si hubiera que quedarse con una, sigo viendo ese elegante sombrero junto con un inocente racimo de uvas. Un moderno cuento cruel narrado por un bardo malencarado y arrogante, pero en estado de gracia permanente y un talento superlativo, dibujado por un artista que sin duda estaba ante su obra maestra.
Una obra imprescindible para los amantes del cómic... y para más de uno que no lo es, también.
1 comentario:
¡Hey! ¿Pero que es esto? ¿Un analisis de From Hell SIN comentarios? ¡Impios!
Nada que añadir a lo que comentas en realidad. Simplemente me enerva que nadie haya posteado nada en un analisis de tan buena obra, tan bien hecho.
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