sábado, 29 de noviembre de 2014

Y CHAPULÍN COLORADO...


"Esto está muy bien escrito. Eres un Shakespeare...", el responsable publicitario estaba encantado con lo que le había llegado, aderezado con una redacción impecable. Sin embargo, miro con más detalle a aquel hombre de escasa estatura, sin reprimir una maliciosa ironía. "Bueno, un Shakespearito...". La anécdota tiene cierto aroma de ironía dulzona, un humor blanco, propio de quien se encargó de contar el relato para las futuras generaciones, el receptor del elogio-pulla: Roberto Gómez Bolaños. 



Hace algunas semanas hicimos un repaso a El Chavo del 8, uno de los programas más emblemáticos y que mayor longevidad han tenido en esa jungla de las audiencias que es la caja mensa, digo, la caja tonta. Desgraciadamente, entre otras noticias, este fin de semana viene marcado por el fallecimiento de don Roberto, uno de los autores más polifacéticos (series de TV, películas, teatro, libros de poemas, etc.) y talentosos. Sin duda, basta asomarse por la repercusión que ha tenido en toda América Latina la noticia para hacernos una idea de la dimensión pública del protagonista. 




Como modesto homenaje, parecía oportuno que el blog se ocupase hoy del primo-hermano del Chavito, nada menos que El Chapulín Colorado, el gran héroe de la factoría de Bolaños; pese a ello, se trata de un paladín atípico. Si bien tiene una serie de características especiales (las antenitas que le hacen la vez de sentido arácnido, pastillas para reducir su tamaño, el martillo sonoro, etc.), el Chapulín tiene un punto cobardón y precavido, no puede evitar ser un poco torpón en ocasiones y dejarse llevar por instintos (entre otros, ser un pelín mujeriego, para qué nos vamos a engañar).  


No obstante, en la medida que el personaje es capaz de superar ese miedo se convierte en un auténtico ideal hidalgo, fallos al margen o que se aprovechen de su nobleza, impregnándose de esa ternura que es tan típica de las producciones de esta marca registrada que fue la carrera de Bolaños. Trayectoria tardía como él mismo reconocía, pues empezó a destacar a una edad en la que muchos de sus compañeros estaban plateando retirarse del espectáculo por la ausencia de esa oportunidad que se presenta en muy escasas ocasiones. 




Por supuesto, tal popularidad no fue alcanzada en solitario. Como en tantas otras ocasiones, el intérprete se vio rodeado del mejor equipo posible de actores. Su inseparable Rubén Aguirre, Edgar Vivar (quien ha subido una emotiva foto vía twitter de su último encuentro con su director de escena y maestro), la Chilin... perdón, quería decir María Antonieta de las Nieves, Ramón Valdés, el tipo que más hizo reír a Chespirito, Carlos Villagrán (los cachetes más célebres de la historia de la TV), Florinda Meza (quien además ha compartido matrimonio las últimas décadas con Bolaños)...




Un reparto de unas características únicas e irrepetibles. Piratas, mafiosos, caquitos y otros rufianescos villanos no contaron con la astucia del héroe del martillo (Thor aún habría de esperar un poquito para ser emitido por las antenas aztecas), a quien pusieron a pruebas en muy diversos retos, aunque siempre con muchas carcajadas. Puede parecer extraño en estos tiempos que corren del digital y revoluciones constantes, pero uno de los grandes atractivos de este show fue su gran cantidad de innovadores y pioneros efectos especiales.    


Curiosamente, puede haber sido de lo que peor haya envejecido del inefable y altruista guerrero escarlata; poco importa, ya que su benigna ingenuidad y divertidas ocurrencias siguen haciendo su visionado un paseo nostálgico por aquella época donde aquel puñado de mexicanos con pocos medios y mucho talento se colaron para siempre en el imaginario popular de todo un continente. Una huella que sigue bien visible hoy en día. 




Chapulines y chapulinas invadieron las gradas de los estadios de Brasil cuando jugaba su país, mientras que en lugar tan dado a la veneración del talento como Argentina, la idolatría alcanzada por los Chavos, señores Barrigas, profesores Jirafales, ron Damones, Brujas del 71, rulos y Chimoltrufias (quizá el mejor regalo que hiciera Bolaños a Florinda) abarca desde a Susana Jiménez, pasando por todo el Mar de Plata, Maradona y Andrés Nocioni incluidos. 



Y Chapulín Colorado, este cuento se ha acabado. Pero no estén tristes. Volveremos a abrirlo para seguir riéndonos palabra por palabra, tal y como lo recordábamos. Sin duda, aquel hombre era todo un Shakespeare, bueno, mejor dicho, un Chespirito... 


domingo, 23 de noviembre de 2014

LA MAGIA DE ESCOBAR


En ocasiones, un pequeño texto puede hacer surgir muchos recuerdos. La revista Cinemanía ha sacado en el ejemplar de este mes un artículo de Yago García, quien disecciona con capacidad de síntesis y precisión cirujana los avatares de la producción de Estela Films, la película de animación Érase una vez, audaz intento de los estudios españoles de sacar al sector de la crisis galopante que lo asolaba durante la posguerra. 




Josep Escobar, creador de los inefables Zipi y Zape, además de otra cohorte de grandes personajes de las viñetas bruguerianas, ocupa un lugar muy destacado en el análisis. A pesar de haber estado a punto de fichar por la prestigiosa Paramount, el dibujante había permanecido en suelo patrio, a pesar de los problemas que podía traerle su ideología en aquella coyuntura. Esta versión del clásico cuento de Cenicienta (el hecho de que Disney ya hubiera registrado impedía poner el nombre original) no logró triunfar en taquilla por diversos condicionantes, si bien, fue la enésima demostración del talento de un artista que logró firmar cerca 200 planos del filme (es decir, confeccionados por él solo y sin ayuda). 




Un premio en Venecia fue un agradable premio de consolación para un intento que tuvo la mala fortuna de coincidir con un transatlántico del potencial de Disney (la lentitud de información de la época nos tienta a pensar que ambos estudios simplemente coincidieron y no se percataron de andaban tratando lo mismo hasta que fue demasiado tarde). Un extraño kismet que parece haber acompañado al talentoso Escobar, quien, si bien cuenta con una extraordinaria biografía por parte de Antoni Guiral, en ocasiones no es lo suficientemente recordado en el Panteón de los padres de la historieta hispanos (con nombres tan queridos como Ibáñez, Vázquez, Raf, etc.).  


En definitiva, Yago García volvía a rescatar del baúl de los recuerdos a un artista polifacético, un rara avis que ejemplificaba el ideal renacentista: guionista, narrador, ilustrador, autor teatral, dibujante, etc. Me decía un buen amigo que, si uno se fija, se detecta mucho de la inteligencia y curiosidad del propio Escobar en sus personajes, quien la proyecta en el ingenio de sus hermanos gemelos, o ese Lazarillo de la época del hambre que fue Carpanta. Sorteando obstáculos, logró hacerse un hueco para lograr encontrar la esencia de sus viñetas, de la misma forma que la hicieron otros de sus brillantes compañeros de generación. 




La sátira del supuesto ideal familiar de su época (esos Zapatilla y su cuarto de los ratones para esos ingeniosos muchachos, siempre bajo sospecha), la miseria sin tapujos del mundo de Carpanta, la relación de Petra y su señora, etc. Un amplio conglomerado que convierten al artista catalán en un referente sin el que es muy difícil explicar uno de los períodos más decisivos del cómic peninsular. 



Hace algunos años, en este mismo blog se habló de un tebeo impresionante llamado El invierno del dibujante, gran recreación de los años decisivos de Bruguera, el momento donde Vázquez alternaba sablazos y talento en la mesa de dibujo, un joven Francisco Ibáñez ingresaba para bautizar, con la astucia del lacedemonio Rafael González, a los insustituibles Mortadelo y Filemón y Víctor Mora consolidaba a sus creaciones, las cuales aún hoy se mantienen. Sin embargo, quizá la historia más importante de las que entrecruza allí Paco Roca sea un intento que involucra a nuestro protagonista de hoy.   



Este recuerdo invernal refresca el audaz y frustrado intento los Escobar, Conti, Cifré, Giner, Peñarroya y la ilustre compañía de crear una revista propia que permitiera a los autores tener los derechos de sus obras originales y plantar cara a las leoninas condiciones que sufría su colectiva en aquellos primeros años. Con su eterna pipa y elegante pipa, califiqué en aquella reseña a Escobar como "digno derrotado", volviendo a recalcar que, lejos de descalificar, el apelativo tenía como único objetivo recordar que hay gente cuyos fracasos brillan más que los éxitos de otros. 




Incluso en su período en un lugar tan poco agradable como el presidio, se la ingenió para sacar hacer caricaturas de otros presos, mientras volvía, cual irreductible galo ante el invasor, a la carga una y otra vez, acompañado de sus hijos y esposa, Dolors Roura. Los homenajes en localidades como Granollers, a la que estuvo muy ligado, son el reflejo de la importancia que sigue teniendo aún hoy en días, décadas después de su desaparición.  




"Escobar fue un gran amigo, además, fue un hombre que no se limitaba a hacer historietas. Escribía obras de teatro, pintaba cuadros, hacía publicidad, cultivaba en su casa [...] Todo lo que se podía hacer en este mundo lo hacía Escobar. Fue una auténtica maravilla para la historieta. Dejando de lado a Mortadelo, los personajes de Escobar han sido los que más difusión han tenido, sobre todo su Zipi y Zape. Fue el único dibujante del país que consiguió dársela con queso a la censura con su personaje que se llamó Carpanta. [...] Estuvo trabajando hasta última hora, ya con Alzheimer, siempre enamorado de su profesión. No está olvidado ni muchísimo menos, y ese es el mejor homenaje que le podemos hacer a un autor de historieta". - Francisco Ibáñez. 

domingo, 16 de noviembre de 2014

DESMONTANDO A EVA SALVAJEMENTE


Con motivo del centenario de Joseph L. Mankiewicz, uno de los directores más prolíficos del Hollywood clásico, Sam Staggs realizó una completa disección de su popular film: Eva al desnudo. Estrenada en 1950, a pesar de que reunía un elenco que era un auténtico Dream Team (Bette Davis, George Sanders, Anne Baxter, Marilyn Monroe...), ha sido el paso de los años el que ha colocado a esta mirada en el mundo teatral norteamericano en el lugar que merece dentro del imaginario popular cinéfilo. 




Staggs coloca el elocuente título de All About All About Eve, haciendo verdadero honor a la pretensión, ya que firma con precisión de notario y curiosidad de sofisticado chismoso buena parte de los detalles del rodaje, negociaciones y consecuencias del mismo en la trayectoria de sus principales intérpretes. Hay material para ello, el carácter volcánico de Davis, las peculiaridades de Sanders y las complicaciones que encontró Mankiewicz para llevar a buen puerto la empresa, en un gallinero repleto de talento, sensibilidades y competitividad. 




Una obra repleta de ingenio, diálogos ácidos y que brinda tantas lecturas como se quieran observar en ella. El vínculo de dos mujeres, Margo Channing, una estrella de los escenarios que está entrando en su madurez, y Eva Harrington, la muchacha que la aguardaba cada lluviosa esquina en el callejón del teatro, incapaz de mediar palabra con su ídolo. Una visión de las entrañas del mundo del espectáculo, su glamour y vacío, así como la procesión de extrañas personalidades que desfilan ante él. 



Narrador de fuertes convicciones, ya conocía el trabajo previo de Staggs de un análisis de similares características de otro de los grandes hitos artísticos de la época, El crespusculo de los dioses de Billy Wilder. Uno no siempre puede coincidir con alguien de juicios tan taxativos (por ejemplo, su manera de subestimar la influencia de un guionista como Diamond en la carrera de Wilder, o, en el caso que hoy nos ocupa, su escaso aprecio y líneas dedicadas a producciones posteriores de Mankiewicz, destacándose su falta de concesiones con dos películas tan interesantes como La condesa descalza o De repente, el último verano). 




No obstante, siempre es recomendable leer visiones y opiniones contrapuestas a la propia, más si han sido efectuadas con una metodología como la Staggs, quien sorteó muchas dificultades para poder aproximarse al contexto de la época. En primer lugar, la desaparición en una mudanza de buena parte de los papeles relativos al desarrollo del film del director, así como al fallecimiento de buena parte de los protagonistas principales. Celeste Holm, una de las mejores secundarias de esta ópera prima, si pudo haber arrojado algo de luz al respecto, pero prefirió no desempolvar los rollos de una de sus participaciones más célebres en la gran pantalla. 




Con mucho tino, el narrador de esta monografía muy bien editada por T&B Editores se remonta a tiempos pasados para, hábilmente, coger impulso en los precedentes que llevaron a lo que luego fue visto por espectadores de todo el globo. De hecho, el éxito fue tal que, alguien tan orgullosa y talentosa como Bette Davis, afirmaba que Margo la había resucitado de entre los muertos; años después, se haría un remake musical en Broadway, con otra celebridad como Lauren Bacall haciendo el papel de la madura actriz. 


Los breves y organizados capítulos permiten mantener la atención de los lectores, los cuales van aderezados con una equilibrada mezcla de consideraciones críticas y rumores de alcoba (sobresale el affaire desde el primer día entre Gary Merrill y Bette Davis, así como los celos de Zsa Zsa Gabor, esposa de Sanders, con Mariryn, por aquel entonces una rubia cuasi desconocida e insegura, pero destinada a convertirse en uno de los iconos pop de su tiempo). 



Como acontece con mucha de la producción de Mankiewicz, hay muchas corrientes subterráneas en los mensajes y códigos que se emplean para realizar muchas insinuaciones, desde las motivaciones de sus personajes, pasando por críticas veladas al sistema artístico de su tiempo (aunque aquí debemos mencionar asimismo a Mary Orr, autora del fantástico cuento que desarrolló todo el mundo posterior, probablemente, con más referencias reales de las que pensamos hasta hace muy poco). Incluso, hay una posible interpretación y velada insinuación lésbica (viene a la mente aquí el ama de llaves de Rebeca, dirigida por sir Alfred) entre Margo y Eva, también a la vampirización que puede llegar a existir en sus vidas paralelas. 




Decía Javier Rioyo, crítico de Cinemanía, que hasta para ejercer el cotilleo siempre habían existido clases. Sin duda, este Desnudando a Eva puede ser visto como una concatenación de secretos y confesiones privadas, pero, sería muy difícil imaginar que pudieran describirse mejor. 
  
   

domingo, 9 de noviembre de 2014

LOS BUENOS SALVAJES


Ocurrió hace unos años que, como el resto del país, el cine argentino entró en crisis. Desde entonces, sus actrices, guionistas y cineastas comenzaron a pensar. Y a reflexionar bien sobre cómo superar la falta de medios con talento. No es fácil resumir el nivel de excelencia que va alcanzando lo que viene del celuloide albiceleste, no hay año que un Campanella no deje alguna perla para las salas. 2014 no es la excepción, Damián Szifrón se pone a los mandos de una serie de relatos al estilo del mejor cine italiano (esas sucesiones de pequeños capítulos con los queridos Sordi, Manfredi, Loren, etc.), pequeñas historias cortas que son un ejemplo de síntesis y precisión, bombas de relojería con la que el espectador puede identificarse. 





Relatos salvajes impacta desde su eficaz opening, dejando una única duda en el público, ¿se puede mantener ese ritmo por las cerca de dos horas de duración? Tarea difícil, pero no imposible con un guión hecho sin ninguna clase de rubor, brutal y sin fisuras, con capacidad para sorprender en sus planteamientos. Como en los cuentos de Chéjov, las tramas colocan en la mitad de la vida cotidiana de sus protagonistas, atrapando con un punto de ruptura tarantianiano que hace cruzar la línea de los miembros de esta farsa, un auténtico zoológico sin jaulas para impactar de inmediato en sus visitantes. 




Un déjà vu se queda en algunos de los diálogos, momentos que nos son extrañamente familiares cuando hemos ido a un casamiento, hemos estado inquietos en la carretera o nos hemos topado en un restaurante con algún pelotudo que no podría caernos peor. Directo y a la mandíbula es el mecanismo de Szifrón, quien recuerda a la famosa oscuridad carmesí de Ideas negras de Franquin (citamos la antigua reseña de hace unas semanas). No en vano, Pedro Almodóvar, perro viejo de olfato fino, ha mediado para que su productora diera la financiación a una de las sorpresas más agradables de la cartelera en lo que llevamos de curso. 


Los que nunca te fallan



Balones a Darín. Si fuera un futbolista en Boca o River, no caben dudas de que sería la consigna de cualquier técnico. Desde El hijo de la novia y Nueve reinas se colocó en la audiencia española para quedarse. Gente como Trueba le han reclamado, también el inefable Santiago Segura para su último Torrente. Ricardo es garantía y, en esta ocasión, su pequeño papel (gran bombita, deberíamos decir) vuelve a dejar un regusto inmejorable, el de un actor privilegiado y que está en un estado de gracia constante. Caballo ganador, si le das un buen papel, solamente hay que sentarse y esperar, se trata del rostro más reconocible de un elenco que funciona como un reloj suizo. 




Ya sea una visceral Rita Cortese como cocinera o Darío Grandinetti como un estirado crítico, todo el mundo cumple y lo hace a las mil maravillas. Los cortos son escasos momentos en el escenario para brillar, se precisa que en pocos segundos uno pueda entender cómo funcionan los rasgos básicos del crisol de personalidades que desfilan ante nuestros ojos. Y, queda la sensación de que la selección de casting es inmejorable, unos intérpretes que apenas necesitan décimas para calar y llamar tu atención. Lo mejor de cada relato es que te deja con ganas de más. 





Dentro de ellos y ellas, Erica Rivas se lleva la palma como una de las novias más carismáticas y peculiares que uno recuerda desde los días de Uma Thurman, katana en mano, generando algún monólogo merecedor del recuerdo. Papeles de raza y sin miedo a meterse en quimbolos de los que estos "animales" salen sin mirar atrás, dejando un reguero de pasión y honestidad brutal, que diría Calamaro. 



Historias para no dormir



Una de las cosas más meritorias de este ejercicio de salto sin lona es la capacidad de que cada una de estas pequeñas aventuras de ser indescifrable hasta su desenlace, pero obvia una vez se ha llegado a la resolución. Un ejercicio de Sherlock Holmes y de perceptivos rastreos por los rincones menos éticos que todo hijo de vecino tenemos, ese momento de sí, es completamente absurdo, pero, ¿y si me pasará a mí o alguien que conozco? Sospechas que la ficción no está tan alejada de la realidad, si acaso, primas-hermanas que se llevan unos años de edad. 




Tienes la percepción de que todo ha sido pensado de antemanos, aplaudiendo encantado el truco del mago, quien hace salir de la nada tramposas mentiras que parecen verdad. Hay algo de eso en Relatos salvajes, y mucho más. Uno sabe que no ha sido original al elogiarla, por una vez, crítica y público parecen darse la mano. Sin embargo, hay cosas que son casi indiscutibles y, los vecinos del otro lado del Atlántico lo han vuelto a hacer. 





Desde Córdoba a Buenos Aires, pibes y minas, simplemente, gracias. Sigan por este camino, será salvaje y políticamente incorrecto pero, ay caramba, qué buenos son....

domingo, 2 de noviembre de 2014

UN ARMA DE DOBLE FILO


"Lo más difícil del ajedrez es acabar una partida ganada". Sin duda, no se puede juzgar todo por el resultado, pues, en ese caso, únicamente necesitaríamos un teletexto con marcadores para determinar el valor de cada cosa. Pese a ello, las series de televisión, especialmente las que alcanzan una gran atención de la audiencia, tienen una revalida en su última temporada que, a veces, se resume en el último episodio, como si el trabajo de años fuera cuestionado en unos minutos decisivos. 





Estamos una época donde están empezando incluso a proliferar los finales alternativos como jugoso extra de las ediciones en DVD (en algún caso con agravios comparativos sangrantes, como, bajo mi modesto juicio, sucede con la novena de Cómo conocí a vuestra madre, cuya sencillez de epílogo parece a haber satisfecho más a algunas personas seguidoras del show que el rocambolesco y más convencional de lo que parece desenlace originalmente emitido), señal de cómo el último bocado es el que parece incrustarse en el paladar del espectador. 





Los hay de todos los estilos y momentos. Tan controvertidos como el de los añorados Soprano, el cual, pese a la pistas dejadas en sus oscuros últimos episodios, parece dejar la cosa en un éter de libre interpretación que satisfizo a unos y encolerizó a otros (incluso incondicionales como Carlos Boyero, quien suspiraba porque Tony Soprano se hubiera despedido mirando el horizonte en las Vegas, con una nueva goomar y su dosis de peyote en el cuerpo). En algunos casos, esa escena final puede ser motivo de ostracismo por parte de quienes, hasta hacía unos momentos, eran devotos de la serie. 


Pocos ejemplos recientes son tan visibles como la afamada Lost, durante años, una de las más mimadas por crítica y público. De cualquier modo, la resolución de las muchas líneas argumentales creadas (y con ellas, unas expectativas brutales), han llevado a personalidades como George R. Martin a afirmar que confía en evitar generar una decepción así a sus seguidores. Guiño que puede tornarse irónico en el caso del genial creador de Juego de Tronos, portentoso monumento a la fantasía heroica y que muy difícilmente va a poder satisfacer la visión de que sus millares de seguidores tienen ya en su cabeza. Pero, ¿acaso es justo resumir a la original isla por su mayor o menor certeza a la hora de dilucidar el problema? ¿Hay que rasgar las páginas de épicas como Tormenta de espadas porque finalmente descubramos que Jon Nieve era el hijo de una aparejadora de Poniente con poderes mutantes? 




No siempre, ni mucho menos, es la culpa del exceso de presión que ponemos la voluntariosa pero pasional audiencia. Productores y guionistas se ven tentados de jugar las cartas más recurrentes (bodas, fallecimientos inverosímiles de algún personaje querido del show, piensen en el pobre Marcial en Médico de familia, qué ganas de cargarse a alguien, etc.) para provocar un shock que, de paso, devuelva al candelero a un programa que lleva muchos años emitido. Incluso un irreverente como Seth MacFarlane ha caído en eso para darse cuenta de que, una vez los medios han vuelto a centrarse en Family Guy, siempre se puede resucitar a uno de los personajes más queridos. 




No menos cierto sería afirmar que la necesidad de buscar un broche de oro a lo que no lo precisa. El Chavo del 8 del que hablamos hace muy poco no precisa de una épica resolución con crossovers con el Chapulín Colorado para dejar una sonrisa en los nostálgicos de la creación mexicana (aunque me sigue pareciendo válida la teoría de un amigo que afirma que los miembros de una vecindad viven en una especie de purgatorio donde repiten sus Tangamandapios y latiguillos. ¿Les suena raro? Pues recuerden a Los Serrano y esta hipótesis se torna sólida y contrastada en las fuentes). 


Excepciones tiene la regla y hay ejemplos de regustos inmejorables en el desenlace, curiosamente, entre dos series que eran primas-hermanas entre sí, Cheers y Frasier, puestas de relieve en esos benditos veinte minutos de duración del género de comedia situación. Y es que esa sensación de cerrar el círculo debe ser muy grata para fans y miembros del elenco, la rubrica perfecta a un examen impecable. Pero no siempre se tiene esa fortuna. 




Y es que los creadores disponen y el mercado... Que se lo digan sino a una serie de animación tan original como Futurama, la cual ha vivido una curiosa mezcla entre su capacidad de generar una legión fiel de adeptos y un don de la FOX para ir poniéndole cancelaciones que terminan provocando que, a día de hoy, dudemos de tener la fortuna de verla otra vez en antena. Un cierre a la continuidad que escapa a las buenas intenciones de su equipo artístico. 




En cualquier caso, como en tantas situaciones de la vida, sigue pareciendo más sensato disfrutar de las ficciones de la caja tonta atendiendo más al viaje que a la estación final. Aunque, si encima la parada merece la pena, es una forma de garantizar que volveremos a sacar el billete.