martes, 22 de febrero de 2011

B DE BRILLANTEZ



Siempre ha habido ojitos derechos. Favoritismos subjetivos que nos son inevitables. Por eso, ruego al lector/a que sea indulgente con esta modesta crítica de una obra con la que siempre he estado en deuda, por partida doble.
V de Vendetta no es solamente una colección que merezca la pena tener y releer, fue un regalo magnífico de unos apreciados amigos. Probablemente aunque hubiera sido un argumento manido y dibujos de cartón piedra, la edición que puedo jactarme de poseer sería para mí uno de mis favoritos. Pero es que encima estaba escrito por Alan Moore.
Moore no necesita ya presentación en este blog (hace ya varios meses vimos la primera biografía completa que se ha realizado de él en castellano, a la par que hemos tratado "From Hell" y Watchmen"). Aquí, nuestro autor se encontraba en plena década de los 80 y quizás quisiera dar su propia visión de un mundo (Gran Bretaña) que no le gustaba. La oscilación hacia posturas excesivamente conservadoras enfurecían a una mente tan liberal, genial y particularmente heterodoxoa como la de Moore, quien quisó dar un giro de tuerca y basándose muy claramente (como toda la crítica ha destacado, acertadamente) en G. Orwell ("1984", de la que hemos hablado asimismo).
Moore narra con su típica claridad y capacidad de generar angustia, un mundo que aparentemente está ordenado pero al que nada vendría mejor que un coqueteo con la anarquía. Si alguna vez tienen que explicar a una persona que haya estado en una isla desierta qué es el fascismo, no debe dudar en que prestarle estas viñetas, le será una gran palanca V. El concepto del "Gran Hermano" que ya advertíamos en Orwell aquí se duplica pero, sin querer que nadie se rasgue las vestiduras, los genios emulan a otros genios, pero buscan evitar excesivos paralelismos y hasta se permiten frivolidades como giros de tuerca.
"1984" es una obra maestra en su género, pero que quizás, especialmente en su desenlace, peque de potenciar hasta el determinismo el poder de una sociedad opresora. Por supuesto, en la ucronía planteada por Moore, hay muchachas que se ven obligadas a prostituirse, pervertidos agentes de la ley que abusan de su autoridad, aniquilamiento de la cultura... Pero quienes están en la cúpula son igual de miserables que todos los demás. ¿Acaso no ha sido siempre el líder del Big Brother un personajillo más que también desea que le amen y le feliciten la Navidad? Para estos diseños, hay que hablar de David Lloyd. Moore humaniza al enemigo de su "héroe", lo cual lo hace mucho más trágio y verosímil.
Todo en Moore es espectacular y visible a kilómetros de distancia, su forma de escribir y hasta de vestir destacan a cualquier observador. Lloyd, igual que otros dibujantes que han tenido la fortuna y la desgracia de convivir con este obseso del detalle, puso una faceta muy personal en su cómic. Si Moore quiere que la sociedad se mire en el espejo, Lloyd grita la verdad a la cara. Su ritmo narrativo y forma de humanizar a todos (aquí no hay grandes héroes ni villanos mega-poderosos, todos son individuos muy terrenales). Sin él, el resultado hubiera sido muy distinto.
El irreductible rebelde galo que parece oponerse a este Imperio tan temible como lleno de pies de barro, no es otro que un terrorista (a los ojos del poder establecido) llamado V. Bajo una máscara de Guy Fawkes, lanza misteriosas proclamas en los televisores y agrede a los cimientos del sistema. Aunque muchos creen que es un lunático fácil de cazar, un avispado funcionario llamado Edward Finch sabe que para adentrarse en la laberíntica mente de alguien que no tiene nada que perder, habrán de pensar como él... y eso es aterrador.
Ese camino será llevado por dos personas, a un lado Finch, mientras sus otros camaradas se chocan una y otra vez ante los audaces planes de un hombre que en solitario y recitando oscuros pasajes literarios ya olvidados por un mundo asilvestrado, les pone en jaque. Y en segundo lugar por una joven muchacha llamada Evey, oveja negra, niña perdida y que mendiga en la calle dispuesta a todo hasta que se cruza con el misterioso benefactor que la hace salir de la caverna en la que ha vivido.
Verdaderamente estamos ante una obra mayúscula, un cómic que trata con una naturalidad increíble temas tales como la falta de libertad, el anarquismo, la frustración sexual, el temor al diferente y mil cuestiones más, con una facilidad envidiable. Asimismo, como el propio Moore ha admitido, ciertos aspectos como la guerra nuclear o ciertos aparatejos electrónicos, no les han dejado como excelentes oráculos ni a él ni al magnífico David Lloyd en un trabajo que justifica toda una carrera como dibujante.
Por favor, no dejen de leerla si alguna vez cae en sus manos. No se arrepentirán.
PD: Como verán, he omitido cualquier mención a la palabra "novela gráfica". Creo, sinceramente, que es una expresión que nunca me ha convencido, parece como si al tratar de ensalzar un cómic o tebeo, se tuviera que especificar que pese a estar hecho por este medio tiene pretensiones literarias. El propio Moore, habla de "V" como uno de sus primeros intentos de hacer una serie regular de... cómics.

martes, 15 de febrero de 2011

EL LUTO IMPUESTO


Un círculo perfecto. De todas las obras que realizó Federico García Lorca pocas tienen un tema tan evidente, que abre y cierra. Perfectamente trazado por el autor, la obra que hoy nos ocupa comienza con el luto por el segundo marido de Bernarda Alba y culmina con otro falta desenlace. En el intermedio de tan macabros acontecimientos, se desarrolla un drama de mujeres en el que es imposible tomar aire, debido a los muros más asfixiantes que se crearon en el teatro, un velatorio continuado y sin pausa.
Como ocurre también en "Doña Perfecta" de Galdós, la figura rígida y severa de una mujer anclada en los vetustos valores de una sociedad estática, termina siendo una roca inamovible que provoca la derrota de quien osa desafiarla.
Bernarda Alba es la escenificación de los valores de un mundo que estaba ya muerto, aunque poderoso. Unos valores vitales anticuados y una sociedad más próxima al XIX que al XX, una mujer capaz de justificar el más atroz de los machismos. Es ese motor el que la lleva a imponer el más rígido de los velatorios, un castigo atroz para sus hijas. Más teniendo en cuenta que la representación transcurre en período estival, sofocante en el sur de la península.
Lorca no dejaba nada al azar en sus obras, pero quizás sea en esta pieza teatral donde hila más fino, buscando que cada elemento repercuta en la atmósfera. En especial que el funeral sea en verano, lo cual hace aún más pesado el luto y la rigidez. La única vía de liberación es la locura, escenifiada por Josefa, la senil madre de Bernarda, el único espíritu libre en un pueblo sin rio, lleno de pozos y donde nadie se atreve a beber por temor al veneno.
Pero incluso la mejor de las puertas puede ser abierta si se tienen ganzúas y en este caso, como atinadamente discuten las criadas (el personaje de Poncia, quizás de los más crueles), con cinco ganzúas (pues cinco son las hijas de Bernarda), el cautiverio podría ser liberado. No obstante, esas llaves no actúan al unísono y hasta se estorban entre sí, por un elemento que viene a alertar a todo el dispositivo meticulosamente colocado por Bernarda, Pepe El Romano. Angustias es una mujer que se nos muestra deseosa de su contrato matrimonial con Pepe simplemente por salir de la casa, no por amor o deseo, mientras que Martirio y Adela sí le desean desde el punto de vista amoroso, siendo la segunda el objeto de sus amores. Amelia y Magdalena por su lado parecen ajenas al juego, aunque más por temor a su madre, destacando en el caso de Magdalena su deseo de haber nacido varón.
Esta tensión sexual no se resuelve fácilmente, menos aún con la astucia de Lorca, que nos vaticina un nuevo problema, Adela está embarazada de Pepe. El segundo acto se cierra precisamente con un oscuro augurio, en una de las mejores resoluciones de escena posibles.
Los muros antaño blancos se van deteriorando como si de una corrosión moral que va empañando toda la blanca virginidad del principio y el ritmo llega a extremos dantescos.
Clásico y reflejo de todo un estilo dramático, a nadie extraña hoy en dia que Bernarda siga siendo uno de los objetivos de toda actriz madura que se precie.

jueves, 10 de febrero de 2011

UNO DE LOS NUESTROS

Narración con voz en off. Uso acentuado y abusivo del flasback, imágenes congeladas para resaltar lo más obvio, temas musicales conocidos por todo el mundo, tratando de contar lo mismo que en "El Padrino" pero desde abajo... Aparentemente, al aceptar llevar a la gran pantalla las desventuras del testigo protegido Nicholas Pileggi, Martin Scorsese no se estaba embarcando en el viaje cinematográfico de su vida.




Y, pese a todo lo dicho, estamos ante una monumental obra maestra, una película increíble que aún hoy en día se mantiene como clásico vigente y tiente visos de que terminará siendo catalogada como obra maestra con el devenir de las décadas.




Nada menos que 30 años de vida en el crimen organizado es lo retratado con amenidad y descarnada verdad de la mano del director italoamericano. Ray Liotta encarna a Henry, quien desde niño ha querido ingresar en ese mundo porque es lo que ha visto en su barrio. Indudablemente, estamos ante la mejor interpretación hasta la fecha de la carrera de este actor, su mejor y más inspirado trabajo, formando pareja con Lorraine Bracco (no es casualidad que ella terminase trabajando en "Los Soprano", serie que bebe mucho de Goodfellas).



Mientras Henry intenta subir en el escalafón, las maestrías de esta película se evidencian. La escena en la que los personajes de Bracco y Liotta entran por la puerta trasera del restaurante hasta las primeras mesas es una clara pero estupenda metáfora de cómo es ascender por ese submundo. Atención a que aquí las amantes, mujeres y damiselas que rodean a estos caballeros de gatillo fácil tampoco son unas sufridas ángeles del hogar, no pocas veces se aprovechan de ello y son igual de hipócritas.




Desde la distribución de tabaco robado hasta el mismísimo negocio de las drogas, por la vida de nuestro antihéroe (aunque la película nunca da un juicio moral, lo cual es estupendo) se va rodeando de verdaderos gángsters, especialmente Tommy, representado por el inefable Joe Pesci, en el papel de sociópata que tan bien le va.




Pesci, que ha hecho este papel mil veces, maneja a la perfección la capacidad de pasar de un estado de ánimo a otro de furia, lo cual está muy bien aprovechado en sus diálogos. Nadie se puede fiar de un tipo así, ni siquiera sus amigos. Para los amantes de las anécdotas, la madre de Tommy es la mismísima progenitora de Scorsese. En verdad, hay mucho humor negro en esta pieza.



En segundo lugar, destacar a un inconmensurable Robert De Niro como Jimmy, el verdadero hombre que cruzado la frontera, el frío ejecutor de la banda de Paulie Cicero (un Paul Sorvino que nos está anticipando lo que hará James Gandolfini años después). De Niro sale muy poco en pantalla, su rol es secundario, pero está omnipresente, solamente con su mirada, el espectador ya sabe a qué atenerse, su fría manera de actuar y lo que esconden sus sonrisas. Otros secundarios a destacar son Frank Vincent y Samuel L.Jackson (muy desaprovechado este último).




Pero todo Imperio, incluso el más modesto dentro de la tela de araña de la corrupción, tiene su final. Liotta (y una magnífica labor de los maquilladores) marcan a la perfección el deterioro físico, moral y mental de un hombre que empieza, al igual que la cinta, a transformarse en una bajada cuesta abajo y sin frenos.
Absolutamente recomendable. Y uno de los pocos casos en que el título traducido casi es mejor que el original. A fin de cuentas, si hubiera sido uno de los nuestros... habría disparado.