domingo, 27 de noviembre de 2016

SUPERHEROES TAKE THEIR MASK OFF: CRISIS DE IDENTIDAD


Todos los seres humanos llevamos una máscara en determinado momento, quizás varias. No siempre nos mostramos tal y como somos. Probablemente, sea hasta saludable bien entendido el proceso. Una buena máscara no implica necesariamente engaño, tal vez simplemente sea un pequeño antídoto invisible, una forma de mantener inviolada una parcela de intimidad. Brad Meltzer, uno de los guionistas más interesantes de los últimos años, despoja de antifaces e identidades secretas a uno de los grupos más emblemáticos del universo superheroico: la Liga de la Justicia. 



En apenas siete números, dicho autor diseña una hoja de ruta que va a ser una montaña rusa que demostrará que estos seres casi homéricos (Batman, Superman, Wonder Woman...) no dejan de ser de carne y hueso, con preocupaciones terrenales. Muchas veces se ha intentando esta fórmula, pero pocas veces se ha logrado con este nivel de día cotidiano donde, de repente, todo se tuerce. Una demostración palpable del éxito de la saga es el Hombre Elástico, un personaje no excesivamente conocido para el gran público. Sin embargo, basta ver su primera escena de patrulla para sentir una fuerte simpatía por él, casi como si fuera un integrante de nuestro grupo de amigos que nos preocupa.  



Lo acompaña en la aventura un lápiz muy particular, el de Rags Morales, quizás la mejor elección posible para esta clase de aventura. Con un sabio entinado de Michael Bair, este dibujante brinda uno de los mejores trabajos de su carrera, estando perfectamente familiarizado con cada uno de los integrantes de esta compleja historia coral. Un terrible crimen hará tambalear los pilares y códigos del grupo, aunque lo peor es el hecho de que las motivaciones se ubican en un momento muy turbio del pasado de los paladines, el cual casi marca una escisión terrible. 



Un cóctel de emociones que, habida cuenta el género al que pertenece esta obra, se alterna con secuencias de acción increíbles. De cualquier modo, que aquellas personas lectoras con aversión a las americanadas varias y excesos de puñetazos tópicos respiren con alivio, Crisis de Identidad tampoco se contenta con caminos trillados. Aquí una batalla que va aparte y es, bajo mi modesto juicio, una de las mejor narradas en aquel 2004, año del lanzamiento de esta mini-serie de consecuencias decisivas para entender mejor el universo DC de hoy en día. 



Se hace en este punto referencia al combate que Deathstroke mantiene en solitario contra más de la mitad del supergrupo. El mercenario es contratado por alguien tan despreciable y poco significativo como Doctor Luz, el típico villano de su época mal envejecido y que se arrincona en el baúl de los recuerdos de los fans. Meltzer lo trae para provocar una pelea impresionante donde, armado con sus reflejos incrementados e inteligencia estratégica, este Memnón de Rodas con máscara es capaz de dar un clinic de control y dominio frente a contrincantes, sobre el papel, mucho más poderosos que él. 



La única manera de sobrevivir a estos retos será, nuevamente, volver a estar dispuestos a enfangarse. No se trata de salvar el mundo o épicas batallas en el espacio exterior ante civilizaciones desconocidas, la Liga va a tener que adoptar métodos callejeros para proteger a los que más quieren. Aquí sobresale el tratamiento que los responsables de la aventura dan a Oliver Queen/Green Arrow, impresionante de principio al fin, el único capaz de comprender cómo hacer bajar a su nivel a Slade Wilson. El sarcástico arquero es empleado como un secundario de lujo, no es quien más sale en la película, pero cada uno de sus diálogos es una perla imperdible. 


Como en todo relato de misterio que se precie, los crímenes no resultan exentos de ingenio y hay una serie de sospechosos a cual más inquietante. En esta faceta destaca la perspicacia de Bruce Wayne, sin dotes telepáticas o lazos de la verdad, es quizás el mejor conocedor de la naturaleza humana en el equipo. Él trazará la cuestión clave, Cui bono, la locución latina que cuestiona quién saca beneficio de actos terribles. Contestar correctamente o no a ese vital interrogante puede marcar la supervivencia de vínculos que parecían firmes. 



La capacidad de Meltzer como novelista brilla con luz propia en este complejo juego, en perfecta armonía con un dibujante que entiende exactamente cómo debe plasmarse la letra impresa mediante su trazo, lo cual da una sensación de coordinación que convierte Crisis de Identidad en un verdadero placer, una lectura que engancha de principio a fin. 



Una noche donde todo cambió para Sue. También para Bruce. Probablemente, para unos héroes que parecieron invencibles hasta que alguien descubrió los rostros que se escondían tras las máscaras...



ENLACES DE INTERÉS:



-http://www.zonanegativa.com/crisis-de-identidad/



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://comicsauthority.com/2013/08/21/review-identity-crisis/



-http://batman-news.com/2016/09/01/who-is-deathstroke/



-https://www.comixology.com/Identity-Crisis-4-of-7/digital-comic/5430

domingo, 20 de noviembre de 2016

PERO LAURA NO ME OLVIDA


Apenas sonó el disparo ya había comenzado el mito. Automáticamente, aquella hermosa dama se tornó en una leyenda de Manhattan, justo cuando fue asesinada en su refinado apartamento, mientras lucía su mejor bata de seda, En sus páginas, Laura iniciaba una imparable escalada en el género de la novela negra. Así lo orquestó Vera Caspary, escritora decidida a elevar la premisa de la resolución de un crimen a la categoría de arte. El manuscrito vio la luz a comienzos de la década de los cuarenta del pasado siglo, teniendo una muy rápida (y excelente) adaptación cinematográfica a cargo de Otto Preminger. 



Caspary jugó con diferentes narradores para que el público pudiera entender las pesquisas de un homicidio que se iría complicando en sus motivaciones a medida que se ahonda en el círculo de personas sospechosas. En primer lugar, la pluma de Waldo Lydecker, un talentoso aunque presuntuoso hombre de letras, verdadero mecenas para que la joven Laura pudiera dar el salto de sus primeros modestos trabajos a la alta sociedad de New York. En segundo, las reflexiones del detective Mark McPherson, verdadero prototipo de sabueso de la ley que, no obstante, irá demostrando tener entrañas conforme avance el misterio. 



En la vida real, que el señor Lydecker y el esforzado agente tuvieran una relación más allá de lo profesional sería una quimera, debido a sus diferentes estilos de vida. De cualquier modo, la pluma de Caspary se encarga de brindar ingeniosos diálogos entre ambos que, aunque a veces sean forzados, resultan tan deliciosos de presenciar que la divertida lectura perdona indulgente a cambio del honesto entretenimiento. Como fuere, para justificar el cierto refinamiento de un hombre de acción como McPherson, Caspary saca algún detalle de la biografía del personaje que explica que pueda seguir las enrevesadas líneas del esnobismo de Waldo, principalmente una herida de metralleta que un afamado gángster dejó a su perseguidor de antecedentes escoceses, obligándolo a mirar el techo de una habitación de un hospital durante meses, sin más compañía que una generosa colección de libros. 

   
Por supuesto, más allá de algún juego metaficcional, lo que unirá a ambos caballeros en su búsqueda es la fascinación que los dos sienten por la difunta. Algo lógico en el caso de Waldo querer descubrir quién acabó con su protegida de una forma tan apasionada y cruel, más inquietante en el caso de McPherson, quien empieza a pensar más en Laura que en cualquier otra de las mujeres vivas que ha conocido. Conforme indaga en su entorno, el encallecido investigador va sintiéndose embriagado por todo lo que rodeaba el día a día de una personalidad tan atrayente como el cuadro de la asesinada, el cual luce orgulloso en su apartamento. 



Claro que de los enamoramientos también suelen venir aparejadas desilusiones y el propio McPherson irá viendo que no todo era oro lo que relucía en su admirada víctima. Particularmente, sus entrevistas con el prometido de Laura, Shelby Carpenter, un apuesto pero muy vacío playboy con el que ella se había prometido, mostrarán aristas en la idealizada figura. ¿Era acaso tan sofisticada y sensible o también podía caer en tentaciones más vulgares? Varias perspectivas sobre la protagonista silenciosa que van enriqueciendo una novela realmente ejemplar en su género. 



Muchas veces se ha comentado que Preminger elevó el relato original al estilo del que usaba Hitchcock con algunos pulps. Como fuere, creo que existe una diferencia notable. Sir Alfred cogía muy buenas ideas de pequeños trabajos y añadía muchas cosas de cosecha propia. Me atrevería a pensar que Preminger, director fabuloso, tuvo la fortuna de contar con un trabajo muy notable, una excelente y bien desarrollada idea por parte de Caspary que él adaptó (con detalles independientes y excelentes añadidos) con magistral solvencia. 


Siguiendo el paralelismo, no podemos dejar de apuntar como Caspary se expresa con sapiencia, a través de los maliciosos labios del sarcástico Lydecker, acerca de los riesgos de la clase de enamoramientos que se producen entre vivos y difuntos, un concepto que el propio Hitchcock llevó un paso más allá en Vértigo: De entre los muertos (1958). Waldo no conoció a Scottie Ferguson, aunque, de haberlo hecho, le habría advertido al detective de San Francisco en los mismos términos que a su aliado McPherson. 



Asimismo, no dejen de prestar atención al elemento onírico con que nuestra escritora inunda todo lo relativo al caso, alternándose las fantasías y anhelos con pesadillas de desasosiego. Pocos de los sospechosos en el asunto pueden caer en brazos de Morfeo con la conciencia tranquila, manteniéndose alejados del espectro de Laura, todavía muy poderososo. 



El alma del fallecido Patroclo regañaba a Aquiles porque, cuando dormía, le olvidaba. No obra así Laura, perenne vigilante en su apartamento, convertida ya en un mito de la literatura y del cine negro... 



EDICIÓN MANEJADA:



-CASPARY, V., Laura, Alianza Editorial, Madrid, 2016. Traducción a cargo de Pilar de Vicente Servio. 



ENLACES DE INTERÉS:



-EL RETRATO DE LAURA HUNT



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://www.casadellibro.com/libro-laura/9788491043928/3028373



-https://en.wikipedia.org/wiki/Laura_(novel)#/media/File:LauraNovel.jpg



-http://prettysinister.blogspot.com.es/2014/12/ffb-laura-vera-caspary_8.html

domingo, 13 de noviembre de 2016

UN OSCURO GIRO DE TUERCA: EL JURADO


Cuando Reginald Rose escribió Doce hombres sin piedad para televisión, pronto quedó claro que era una obra de un dramatismo idóneo, excelente explotadora de todos los recursos que puede ofrecer un escenario a hábiles intérpretes. Poco tiempo después, se filmaría la primera de sus adaptaciones a la gran pantalla (1957), bajo el liderazgo en el casting de Henry Fonda, considerada todavía hoy en día una joya del séptimo arte. España no ha permanecido ajena al influjo de las tensas deliberaciones de un jurado acerca de la inocencia o culpabilidad de un acusado de asesinato, sobresaliendo un magistral Estudio 1 (VERSIÓN), rodada con un verdadero dream team de la época (José Bódalo, José María Rodero, Rafael Alonso, etc.). 



Actualmente de gira, podemos disfrutar de un nueva vuelta de tuerca al texto original de Rose, en este caso, a cargo de Luis Felipe Blasco Vilches, dirigida su puesta en escena por Andrés Lima. Varios motivos convierten el ejercicio en mucho más que un remake. En primer lugar, el aprovechamiento de esta época convulsa para hacer que los nueve protagonistas deban decidir si un político destacado ha cometido cohecho. Escándalo tras escándalo, taladrados por las corruptelas de muchos partidos, la opinión general imperante antes de empezar a discutir es que no puede haber otro veredicto que culpable. No obstante, resultará complicado alcanzar la unanimidad. 



El título El Jurado ya refleja uno de los añadidos más golosos, puesto que no solamente hay presencia masculina en sus filas como en la original, sino que cuatro de los representantes de la ciudadanía son mujeres. Ello nos permite disfrutar de actrices tan solventes como Isabel Ordaz, cuya vis cómica es irrefrenable incluso en los momentos más acalorados de la discusión. Cuca Escribano, Usun Yoon y Luz Valdenebro tendrán también mucho que decir al respecto. No sabremos el nombre de ninguna de ellas, puesto que cada componente del jurado llama a los otros por su número de llegada, aunque queda claro que tienen más que sobradas circunstancias y condicionantes para adquirir prejuicios a la hora de enfocar un acto tan solemne como intentar dar una justa sentencia. 



La nota discordante en un clima donde nadie niega el axioma de que todos los políticos son unos sinvergüenzas es la del personaje interpretado con maestría por Pepón Nieto. A base de argumentos y cierta terquedad, irá nivelando una balanza que parecía clara. Sin embargo, estas personas se mueven en un mundo repleto de falta de certezas. Rose escribió sobre la vida de un chico de barrios marginales en peligro de recibir pena de muerte, Vilches lo hace sobre una figura pública que ha llevado un ritmo ostentoso de vida. Por fortuna, el segundo escritor es perfectamente consciente de esa diferencia y lleva el argumento a su terreno, haciendo un diagnóstico perspicaz y más allá del tópico de estos años donde todo un sistema se ha venido abajo por su falta de transparencia. 



La obra, pese al clasicismo que evoca, no se priva de jugar y experimentar, algo que será digno de agradecer para el público. Con una excelente combinación de iluminación y recursos para mover la mesa de deliberaciones, no solamente asistimos a una discusión estática, sino que tenemos apartes, instancias de confidencia de pasillo, momentos donde algunos integrantes del jurado consiguen un aparte para intentar convencer, presionarse o, simplemente, comunicarse. La dirección es excelente a ese respecto. 



Tal vez el único inconveniente radique en la época del año en la que estamos para disfrutarla plenamente. Ambientada en una de esas jornadas de verano donde la noche es tan bochornosa que termina generando tormenta, julio o agoto son los meses más idóneos para sumergirse de lleno en esa tensa tarde que se prolonga hasta la madrugada. En noviembre puede costar un poco más. De manera maliciosa, el guión incluye además el hecho de que haya un apetecible partido de fútbol España-Argentina que lleva a algunos de los miembros del jurado a ambicionar que el debate sea lo suficientemente breve para llegar a tiempo a verlo, sin importarles en exceso su responsabilidad.

  
El juego lleva a enfrentamientos de cariz más social que jurídico, siempre con la desilusión política como telón de fondo. Personajes de distinta extracción, nivel económico y cultural que terminan estallando en los momentos más inesperados. Particularmente certera, dentro del muy buen nivel general, es la composición del personaje de Victor Clavijo, verdadero prototipo de un estilo de vida. Todos los integrantes en la sala se benefician de un vestuario sencillo y muy cuidado por parte de Paloma de Alba. 



Por su lado, la manera de llevar a cabo su papel por Canco Rodríguez tiene positivas reminiscencias al que hiciera Sancho Gracia hace décadas en el ya citado Estudio 1. Eduardo Velasco se verá investido con la ficticia batuta de presidente de estas nueve fieras, labor ingrata que el solventa con eficacia, mientras que Jorge Bengoetxea tiene el goloso caramelo de un representante de la clase media a quien los vaivenes de la crisis del ladrillo han colocado muy por debajo de su anterior estatus. 



No se priven, si se les presenta la ocasión, de este regalo que llega a los tablados, un jurado del que todos formamos parte...y eso es lo que más asusta. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-Programa "El Jurado", Gran Teatro de Córdoba (función del 12 de noviembre de 2016).



-http://kedin.es/madrid/que-hacer/el-jurado-con-pepon-nieto-y-yon-gonzalez-en-matadero-de-madrid.html



-http://cultura.elpais.com/cultura/2016/04/13/actualidad/1460566963_730822.html

domingo, 6 de noviembre de 2016

LA ESPADA DE DAMOCLES: EL MAL QUE HACEN LOS HOMBRES


Cuando se estrenó El mal que hacen los hombres (2015), muchas voces se alzaron de inmediato contra la propuesta que planteaba el director, Ramon Térmens. El fantasma de Reservoir dogs (1992) sobrevolaba la idea original del film. Si Quentin Tarantino encerraba en un almacén abandonado a una banda de criminales que iban llegando al punto de encuentro con la sospecha de tener un traidor entre sus filas, el film del cineasta catalán usaba el mismo recurso, en este caso, dos sicarios de distinta naturaleza de un importante narcotraficante deben esperar la llegada de un rehén en un polígono industrial abandonado. Habrán de custodiarlo a la espera de una llamada del jefe del cártel. El resultado de las negociaciones es incierto y podrían verse obligados a tener que ejecutar a la víctima de una manera salvaje, a pesar de ser apenas una niña. 



Suele obviarse el hecho de que el propio maestro Tarantino bebió para su ópera prima de otra premisa, la ejecutada por el gran Stanley Kubrick en Atraco perfecto (1956), emulando muchas de las estructuras narrativas allí contenidas. Como dijo Woody Allen, si te ves obligado a copiar, hazlo con los mejores. Y la grandeza de Reservoir dogs es que de esa deuda logra crear algo propio, un universo independiente que deja el sello de su director y la personalidad del reparto. Que Térmens utilice ese estilo para llevarlo a uno de los dramas de nuestro tiempo, el violento tráfico de drogas, no es ningún menoscabo. Lo que debe juzgarse es si logra, o no, hacer una historia con pulso firme y entidad. 



En primer lugar, debería señalarse que el casting es el adecuado. Los dos sicarios son un médico (Andrew Tarbet) a quien un golpe de mala fortuna obligó a pedir la protección del poderoso narco, y Santiago, un brazo ejecutor mucho más fiable, un asesino que comprende perfectamente cómo funciona su profesión. Daniel Faraldo no solamente encarna al segundo, sino que es el guionista de la película. Se trata de un personaje muy bien construido y que va mostrando aristas que pequeños flashbacks explican de manera convincente. Si bien los dos hombres tienen personalidades contrapuestas, el público puede comprender que cada uno de ellos ofrezca dudas de si serían capaces de ser verdugos de la inocente criatura. 


Para mayor incertidumbre, el "paquete" viene con un mensajero inquietante. Un supuesto sobrino del patrón que parece jugar a distintas bandas. Lo que los dos brazos ejecutores tienen claro es que no solamente ha venido para traer a la prisionera, sino que su cometido va más allá. Sergio Peris-Mencheta demuestra un excelente registro en un papel muy ingrato que él solventa con eficacia notable, siendo una pieza básica para dar vivacidad y suspense al viaje al que serán sometidos los integrantes de este particular triunvirato. 



A fin de cuentas, el propio título tiene resonancias del inigualable William Shakespeare, acerca de aquella premisa donde el bardo inglés afirmaba que la bondad humana terminaba en la sepultura de quien tuvo tal cualidad, mientras que la maldad tiene una capacidad única de prolongarse a lo largo del tiempo. Este inicio y nudo de la película se ve con desasosiego y agrado a partes iguales, creándose una atmósfera repleta de interés. 



No obstante, será en el tercer acto donde todo se precipite, tomándose unas decisiones a nivel de guión y rodaje discutibles, cuanto menos. La evolución de algunos de los personajes resulta forzada o inverosímil para la toma de algunas de sus decisiones; eso o afirmar que se nos han hurtado piezas del rompecabezas para que el salvaje clímax llegue de una manera que resulte lógica. Y es que, aunque algunos puedan quejarse de que el principio y núcleo de esta historia de crimen organizado no sea excesivamente violenta, Térmens tiene el gran acierto de convertir en cotidiana la monstruosidad, dando un rasgo de verosimilitud que en este género no abunda. 


Si bien su desenlace puede resultar insatisfactorio, creo que es rebatible el exceso de críticas que han incidido en los defectos de El Mal que hacen los hombres, sin reparar en ninguna de sus virtudes. Rodada en Cataluña, la recreación de algún lugar perdido de México es sobria y eficaz, estando familiarizados con el entorno desde el instante uno de la historia, algo que no es nada fácil de conseguir. 



Incluso me atrevería a decir que la sobriedad de la que hace gala durante la primera hora para enfrentarse a esta realidad resulta más cercana e impresionante que la ostentación de la que hace gala todo un maestro como Oliver Stone en Salvajes (2012). La paradoja es que la cinta falla precisamente cuando quiere coger más fuerza, confundiendo lo evidente con la capacidad de impacto. Para el estilo de Térmens, es mejor la violencia que ondea como una espada de Damocles que hacerla descender salpicando de sangre la pantalla. 



Curiosamente, le falta oscuridad a la hora de la verdad. Ello no es óbice para decir que se trata de un experimento con toques del mejor cine negro. No son pocos méritos para una obra maltratada en demasía. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://elmalquehacenloshombres.com/



-http://www.europapress.es/cultura/cine-00128/noticia-entrevista-daniel-faraldo-actor-guionista-mal-hacen-hombres-20160219182233.html



-http://www.filmaffinity.com/es/evideos.php?movie_id=391185