sábado, 26 de abril de 2014

UNA CIUDAD DE LABERINTOS: ÉVORA (PENÚLTIMA ENTRADA LUSA)


Nuestro pequeño repaso no hubiera estado completo sin dedicar una entrada específica a Évora, capital de distrito en la región del Alentejo, muy próxima a Lisboa (de hecho, tiene una conexión directa ferroviaria y un considerable trasiego de autobuses). Cidade de fuerte impronta medieval, el entramado urbano eborense se articular alrededor de un rosario de callejuelas, esas que llevaban al historiador Ricardo Escobar Quevedo a evocar la zona de la antigua judiaria en época Moderna.   



Ese regusto al pasado es omnipresente y bien notorio en lugares que pueden tener tanta significación como el palacio que albergó al Tribunal Inquisitorial, situado a poquísima distancia de la hermosa catedral. A unos pocos pasos, el templo  de Diana, una de las grandes improntas de la presencia romana en su suelo (con algún curioso homenaje como la praça Sertorio, uno de los más injustamente olvidados genios tácticos de la República Romana Tardía). 



Podrían ser los elementos típicos que destacaríamos en cualquier pequeña reseña turística de este enclave portugués. No obstante, deberíamos añadir que lo mejor para andar por aquí es perderse, a ser posible al comienzo de la muralla. Tal cual. El callejeo caprichoso y descuidado va invitando a explorar rincones menos típicos de la plaza principal. 



Un caprichoso deambular que puede acabar con el peregrino entrando en sitios como la Capela dos ossos. A pesar de sus resonancias al clan del Oso Cavernario, este reducto capuchino tiene poco que ver con Ursus y su especie, pues en realidad hace referencia a un material de construcción poco común: huesos. Quizá hayan visto algo similar en catacumbas romanas y monasterios de esta misma orden. Una reflexión interesante (aunque bastante siniestra en su puesta en escena, todo hay que decirlo) del tempus fugit y lo precario de las conquistas humanas. Sin saber muy bien si gusta o asusta, una visita recomendable por lo singular. 



Igualmente proclives a ser encontradas en cada esquina, pero con bastante menos apariencia de haber sido sacados de En el nombre de la rosa que el anterior enclave, hay también bastantes ganchos gastronómicos de la cocina local. Especialmente recomendables será algunos antiguos patios nobiliarios, rea-condicionados con fines de restaurantes (al final, llevaban razón Berlanga y Azcona con aquello de end of the saga). Un gusto para el paladar y una vista muy recomendable.     



De cualquiera manera, uno de los rasgos distintivos de Évora es su universidad, la cual es una de las mejores fuentes de trasiego y vitalidad del lugar. Un centro con una fuerte presencia de estudiantes ERASMUS, incluso con una pequeña y graciosa tienda de recuerdos (ay, si en Córdoba se aprovechará la mitad de la mitad de lo que tiene en este sentido), presidido por un hermoso jardín y fuentes. Si el día acompaña, la facultad luce con mucho estilo para el viajero. 



Una vida académica muy activa y que está ejemplificada en el CIDEHUS (Centro Interdisciplinar de História, Culturas e Sociedades da Universidade de Évora), sede de algunos de los grupos de investigación más notorios de historia social, arqueología, etc.  Reconocible por su característico logo, su edificio e interesante biblioteca se haya justo en frente de la catedral. 



De justicia dedicar en las postrimeras jornadas de la estancia, también dedicar su espacio y lugar a una ciudad de acento medieval única e inconfundible. Es muy fácil perderse en ella, aunque idénticamente es sencillo encontrar el punto de retorno, pues cada laberinto comunica con el anterior en una pequeña joya. Ya queda menos para el retorno, habrá que ir despidiéndose... 



Un epílogo que, esperemos, podamos dar en nuestra próxima entrada. 

viernes, 18 de abril de 2014

UN MAGO MUY REAL


Escribir bien es muy difícil. Simplemente, redactar con corrección, ceñirse y aplicar de forma adecuada  las normas que exige la hoja en blanco es una tarea muy considerable. Imaginen tener que pasar la siguiente frontera. Es decir, lograr crear, diseñar nuevos mundos y generar nuevas reglas en el esquivo campo de la literatura. Son muy escasas las personas elegidas para lograr pasar esa prueba de fuego. Menos aún, para hacerlo con nota. Gabriel García Márquez es uno de ellos. 



La reciente desaparición del fundador de Macondo es un jarro de agua fría para todos los amantes del boom de América Latina, uno de esos fenómenos que ocurren sin que sepamos muy por qué. Una generación privilegiada de artistas que tuvo en el autor colombiano a uno de sus primeras espadas. En una cosecha espléndida, Gabo fue un gran reserva, un caso aparte y el creador de un género que se consideraba imposible. Antes existía el realismo y la fantasía. Las novelas d.G.M. (después de Gabriel García Márquez) tendrían "el realismo mágico". 




Un giro de tuerca que halló su máximo exponente en Cien años de soledad, una obra que pertenece a ese club privado de "libros de libros" (como El Quijote, El perfume o La Ilíada, entre otros, esas creaciones que siguen teniendo tantas perspectivas como lectores las abordan). Siempre intentada de emular (incluso por su propio autor), nunca superada, las desventuras de los Aurelianos Buendías, quienes, hoy y siempre, permanecen irreductibles ante el invasor paso del tiempo. 



"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". Pocas veces un primer párrafo ha atraído tanto la atención de público y crítica. En esta ocasión, el anzuelo fueron promesas y expectativas que se confirmaron en cientos de páginas imaginativas, terrenales, con casas de espíritus y plantaciones bananeras, manuscritos prohibidos y deicidios. "Gabito, solamente nos faltaría que la novela no sea buena", le dijo su esposa y compañera infatigable cuando se endeudaron para mandar un manuscrito que iba a dar mucho que hablar. 



No fue el único. El amor en tiempos del cólera (que se lo digan a Ted Mosby), El coronel no tiene quien le escriba o Crónica de una muerte anunciada son algunas de las piezas que siempre irán asociadas al muchacho costeño criado con sus abuelos y fruto de una relación amorosa digna de una novela del siglo XIX. Precisamente su abuelo, fallecido cuando él era muy pequeño, le contaba historias de las guerras de un país extraño y maravilloso, de un continente tan irreal como humano. El escritor le dedicó uno de los elogios más bonitos que se pueden brindar a un familiar cuando se nos va: "Desde entonces no me ha pasado nada interesante". Muchos amantes de las letras tememos que vamos a tardar en que alguien vuelva a interesarnos tanto como el maestro de ceremonias de los funerales de la Mamá Grande. 




Aunque su fama es mundial, España puede presumir de tener una conexión muy fuerte con uno de los grandes genios que dejó el siglo XX en las letras. Barcelona vivió lo que Plinio Apuleyo Mendoza (quien dedicó una preciosa biografía a la amistad que mantuvo con nuestro homenajeado) definió como el mejor metal forjado en la más eficaz de las forjas. La Ciudad Condal tuvo el privilegio de vivir la amistad del virrey de la narrativa peruana, Mario Vargas Llosa y el colombiano. Genios que se agudizaban mutuamente, su trágica ruptura encierra muchos misterios que ninguno de ellos quiso nunca revelar. Para el recuerdo quedarán sus diálogos endemoniados (la inteligencia atrae, el daimon que además es rápida y graciosa, seduce de una forma inimaginable) y esa novela a medias que jamás veremos. 



"He dejado de escribir". Una afirmación que nos hizo temer lo peor hace unos años. Maradona deberá seguir dando toques a una pelota en villa Fiorito, los Rolling Stones desaparecer en las brumas demoníacas de un escenarios... ¿Gabo sin escribir? Imposible. Impensable. El hacedor de una de las más emocionantes crónicas heroicas y sin panegíricos (Relato de un naufrago, un trabajo periodístico maravilloso y que narra una historia maravillosa) no podía dejarnos huérfanos de la agradable novedad que era ver al genio que siguió a la poeta chilena Gabriela Mistral en el panteón latino de los premios Nobel de literatura sacar algo nuevo. 



París también lo echará de menos. Años locos y de bebés colombianos que tenían cunas improvisadas en cajas diseñadas para albergar manzanas. Hoteles que no entendían de crisis y permitían a sus huéspedes retrasos en el abono de los emolumentos. Matrimonios con esfinges y cocodrilos sagrados, cafés y pensiones conviviendo con casas de mala nota (el sueño de todo escritor)... Una vida entre un millón. Allí donde Gabo se encontró con Hemingway, una calle parisina de emigrantes: "Maeeeeeestro...", le gritó. El norteamericano, al girarse en una calle atestada y ver a aquel simpático admirador de bigotes notorios, le dedicó una gentil sonrisa: "Adiós, amigo". Poco tiempo después, el segundo se suicidaría en México. 



La misma tierra que le ha visto despedirse a él con 87 años. No ha sido una vida corta, ni mucho menos. Mejor aún, ha sido larga y repleta de aventuras, como hubiera querido Cavafis. La reciente muerte de Adolfo Suárez, salpicada de problemas de salud, me llevaba a pensar que los homenajes deben hacer en vida. Gabito tuvo todos los que merecía y eso es decir mucho. Más allá de la ideología y cualquier otra cosa que pudiera distanciar, el denominador común del talento siempre prevalecía. Dio el mejor ejemplo con su relación con Apuleyo Mendoza y sus antagónicas posiciones respecto a Cuba, posicionamientos que jamás hicieron peligrar su sincera amistad. 



Sus lectores/as no podemos estar tristes. Era un genio y un mago. Y, todos lo sabemos, cuando desaparecen del escenario, es simplemente un truco... en realidad, no se han ido. Lo dijo Álvaro Vargas Llosa: "¿El mejor homenaje que podemos hacer a García Márquez? Sin duda, releerlo".  

domingo, 6 de abril de 2014

HOW IT ENDS...


Hay ocasiones en las que merece la pena. Uno iba encantado al instituto después de robarle horas al sueño con Pippen, Kobe, Sheed y cía, siempre bajo la batuta de la narración de Andrés Montes y Daimiel, una de esas eternas parejas del Canal Plus más primigenio. Otras veces eran los clásicos bajo humos que ponía Garci en pleno lunes de madrugada (¿a quién se se lo ocurrió semejante horario?), demostrándose que Lawrence de Arabia nunca perderá su magia, pero que con anuncios debería subtitularse La historia interminable.



Hacía tiempo que no me veía en una de estas, pero con una tormenta lisboeta de justicia cayendo sobre la ventana de la residencia, parece una buena idea agradecer nueve temporadas de entretenimiento a How i met your mother. Los enlaces se van cayendo, aunque más o menos se puede mantener el hilo, mientras suena el teléfono de la recepción (no es broma) diciéndome que acaba de llegar mi pizza y baje a abonarla. Simple confusión, el vecino de en frente está empollando y se le ha abierto el apetito (¿tendrá la intención de convidar a un trozo por el malentendido?). Eso sí, de madrugada, normalmente el toque me hubiera pillado en brazos de Morfeo y pensando que eran malas noticias ("nada bueno ocurre después de las dos de la mañana", ¿recuerdan?). Otra cosa que agradecer a una serie irregular (nueve temporadas quizás hayan sido demasiadas, especialmente por algunos capítulos de relleno por esa manía de las productoras de exprimir las gallina de los huevos de oro), mas con innegable ángel. 



Ha llovido bastante sobre el paraguas amarillo desde que comenzó el relato de Ted Mosby en 2005. Resulta curioso que en una época de transatlánticos épicos (Juego de Tronos, Boardwalk Empire, etc.) hayan emergido con mucha popularidad dos series que han sido los paradigmas de la comedia situación más clásica: Modern Family y la homenajeada de hoy. La primera tiene el mérito de haber actualizado conceptos y la segunda, de darle un pequeño y afortunado giro a muchas de las premisas que ya habían destacado en Friends. 



Un viaje de referencias y cultura pop. Las redes sociales ardían conforme avanzaban 40 esperados minutos de la CBS, el desenlace de una historia contada a su ritmo. Nunca la premisa chico conoce a chica ha tenido semejante nivel de detalle. Con esos 20 benditos minutos de toda comedia-situación que se precie, quedan muchos trajes de Barney Stinson atrás, no pocos guiños cinematográficos (desde Annie Hall a Star Wars), paraguas amarillos muy difíciles de llenar, telediarios de madrugada, jueces y profesoras... Marshall, Lily, Ted, Robin y Barney serán un quinteto fácil de recordar para las personas aficionadas a este género (los mismos que aún esbozan una sonrisa al escuchar Phoebe, Joey, Chandler, Monica, Rachel y Ross). 




Quizás hubiera que añadir en el anterior párrafo a Cristin Milioti, el fichaje de última hora para evitar que La Madre se convirtiera en una especie de vudú invisible como la mujer de Norm en Cheers o la inefable Marise de Frasier. Carter Bays y Craig Thomas no tienen un pelo de tontos y sabían que no era necesaria una modelo escultural o una actriz hiper-famosas, sino alguien que pareciera venir de ninguna parte y de la que te gustaría saber mucho más. La novena temporada quedará lejos (bajo mi modesta opinión, doctores tiene la iglesia) de la calidad de los mejores momentos de HIMYM, si bien el episodio 200 (How your mother met me) tiene visos para entrar en el panteón de los incondicionales del show. Y eso, en buena medida, se deberá a la joven actriz, un soplo de aire fresco que ha traído algunas de las escenas de este epílogo que más han resucitado la esencia por la que muchos se rindieron a esta ecléctica, alocada y personal comedia-situación. 



Particularmente, sería de justicia rescatar un exquisito gusto musical para cerrar algunos de los finales que han tenido un toque simpsoniano para sacar la sonrisa, tocar un poco la fibra y no ser excesivamente ñoño (con todo el respeto al personaje de El Chavo del Ocho). Simple Song (The Shins), The Funeral (Band of Horses), Shake it out (Florence and The Machine), La Vie en Rose y otras canciones han sido temas-testigo de las aventuras y desventuras de este divertido grupo de amigos. 



Cuando el cinismo (realismo + tiempo) amenaza con invadirlo todo, un buen capítulo de una serie de estas características es una pildorita azul que siempre agrada al paladar. Curiosamente, la hora final del show parece haber sido una extraña mezcla de todas las virtudes y defectos del programa en uno. Thomas se despedía con elegancia en Twitter, agradeciendo los nueve años de aventuras a todos los aficionados, dándole igual algún comentario subido de tono de algunos fans a los que disgustó el final. Perros viejos de olfato fino, siempre sabiendo donde hacer la diana.  



Tantos años de danzas de la lluvia, relicarios enterrados, libros de jugadas, regla de las tres llamadas, ex a cuestas, equivocaciones en el aula, maratones de Jungla de Cristal, taxis de madrugada o latrocinios de cuernos (con perdón) galos, entre otras muchas imágenes y referencias dentro de referencias; quizás para descubrir, justo a tiempo, que es mucho mejor encontrar a alguien que ni siquiera te deje acabar la pregunta cuando llegue el momento, porque la respuesta es sí. Sin artificios ni recovecos, a veces, el camino más simple es el correcto... aunque la espera pueda tener muchos vaivenes, incluso para el más paciente Job.



Y en esa mirada HIMYM ha destacado por una mirada muy poco rencorosa. Probablemente, si hubiera que señalar la mejor virtud de este proyecto ha sido la capacidad de hacer rememorar cosas que a cada cual (o a cada cuala) le han pasado en algún momento de su vida y poder hacerlo con un distanciamiento cervantino que no deja de ser muy sano. Mientras sucede esa espera, hay que ir a cuantos MacLaren´s se tercien, agarrar cada oportunidad laboral que surja (aunque sea del inefable Bryan Cranston, el mejor jefe de arquitectos de la historia televisiva) y, sin dejar de tener memoria de las cosas legendarias que pasaron, tratar que sean muchas más las que están por venir.



A mí tampoco me complació mucho el final (mejor dicho, 30 segundos finales), pero cuando a uno le han invitado a un sabroso almuerzo, es elegante obviar si los anfitriones no han estado finos a la hora de servir los postres.




Me hubiera sorprendido en 2005 si me hubieran dicho que al fin tendríamos, una década después, rostro para La Madre. También, que lo vería en otra ciudad y viviendo una experiencia así, pero eso, simplemente, hace que sea legend...one moment, wait for it...ya saben como sigue.


SPOILER ALERT:


FINAL ALTERNATIVO (navaja de ockham, pero siempre nos quedará Farthampton)