domingo, 27 de mayo de 2018

LA CENA SECRETA


Fue una fiebre que se contagió a las librerías de todo el globo. El código Da Vinci (2003) de Dan Brown se convirtió en uno de los fenómenos de ventas más impactantes que se recordaban en lustros. Aprovechándose del contexto de la cultura de masas y una hábil publicidad (incluyendo una prohibición a cargo de una destacada autoridad del Vaticano por los contenidos del thriller), era mera cuestión de tiempo que surgiesen sucesoras en ese género de la novela histórica-aventuras de simbolismo religioso oculto. Una de las colegas más exitosas en ese sentido fue La cena secreta de Javier Sierra. 



No fueron pocos los méritos de este periodista y escritor español a la hora de recrear con tono de suspense el Milán controlado por la dinastía Sforza, nada menos que en plena eclosión expansiva del pensamiento renacentista. De hecho, aprovechándose muy bien del boom de las investigaciones de Robert Langdon, La cena secreta apareció entre las diez novelas más vendidas de aquel año por una publicación extranjera con la solera de The New York Times. London Book Fair tardó poco en presentar a nuestro protagonista un jugoso contrato que además garantizaba la difusión de sus trabajos a una lengua tan importante en el mercado como el inglés. 



¿Cuáles fueron las claves de tan rotundo éxito? Pensemos que en aquellos momentos un fuerte porcentaje del público se sentía fascinado por conceptos como el Priorato de Sión, los cátaros, María Magdalena o el vigésimo-séptimo plan de los Templarios para gobernar el mundo (no estaban preparados para Felipe el Hermoso de Francia pero sí tenían una capacidad estratégica de centurias cara a los descendientes de sus descendientes). En esta ocasión, Sierra llevaba en sus páginas a acercar otra mirada sobre una de las obras maestras de la pintura: La última cena de Leonardo Da Vinci.



La narración tiene un arranque atractivo. Confabulaciones palaciegas, rumores de herejía y la llegada al ducado milanés del dominico fray Agustín de Leyre, un experto inquisidor en mensajes cifrados, para intentar desentrañar algunos inquietantes rumores sobre la creación pictórica que se está llevando a cabo. Sierra parece aquí inspirarse mucho en la célebre novela El nombre de la rosa. Para ello, el autor sabe que cuenta con una personalidad fascinante sobre la que todos sus personajes danzan: Leonardo Da Vinci. Intelectual polifacético al máximo, su biografía es lo suficientemente conocida y su verdadera personalidad lo bastante hermética para seguir cautivando a futuras generaciones. 



Con un tono divulgativo estimable, la edición además se acompaña de buenos anexos que facilitan la lectura y la adopción del aroma de época. En muchos sentidos, es la sabiduría de manejar los registros de la novela detectivesca. De cualquier modo, quizás uno de los problemas de La cena secreta sea alarga mucho el misterio, haciendo un tanto parsimonioso la evolución de las indagaciones. En ese sentido, aunque probablemente esté peor escrita desde el punto de vista de la técnica literaria y su documentación, Dan Brown y su estilo televisivo-cinematográfico otorgan un ritmo más trepidante. 



El entorno de la vida de los monjes está francamente bien logrado. Por desgracia, se cae en algún lugar tópico con figuras como Alejandro VI, el papa Borgia de tan morbosa Leyenda Negra. Personaje complicado, diplomático de extrema habilidad y azar vital repleto de sombras, en la novela queda reducida su figura a dar directrices desde Roma a algunos lacayos no especialmente hábiles o carismáticos. Realmente, podría haber sido un antagonista de bastante más rango por el potencial del propio personajes histórico.


Como bien parodiaba Umberto Eco en El péndulo de Foucault, una hábil y enrevesada burla a costa de todo el tema del esoterismo, no debe caerse en el excesivo celo cara a estos contenidos, bajo riesgo de ser como cierto hidalgo manchego frente a las pujantes novelas de caballerías de su tiempo. La fiebre de aquellos años (todavía hoy con eco) en el público lector manifiesta que hay un gancho muy fuerte por esta clase de temas y teorías conspirativas. Sea como fuere siempre supone un género agradable de leer y que nos permite viajar a épocas fascinantes.



Una cuestión que Sierra trata de manera muy adecuada es el papel de la iconografía y los símbolos. Es algo de lo que ya se percataron especialistas en Historia del Arte como Panofsky décadas atrás, la suma relevancia de descodificar en la interpretación. En una época de un profundo analfabetismo, existían unos códigos compartidos en catedrales y otra clase de edificios que permitían un lenguaje común compartido. Independientemente del sentimiento (o ausencia del mismo) religioso de cada cual, conocer esa jerga es un valor que debe preservarse cara a la cultura y al que el escritor rinde un justo tributo.



La cena secreta no nos hace estar más cerca de los misterios de Leonardo Da Vinci, si bien nos hace volver a ponderar su figura, además de conceptos como Ars Memoriae o la labor de personalidades como Marsilio Ficino en la conformación de nuestra cultura actual. Y eso en el marco de una novela entretenida. Que no es poco. 



BIBLIOGRAFÍA:



-SIERRA, J., La cena secreta, Planeta, Barcelona, 2015.



ENLACES DE INTERÉS:



-Las noches blancas: El código Da Vinci



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://www.casadellibro.com/libro-la-cena-secreta/9788408144090/2583444



-https://amazing.zone/es/la-ultima-cena-de-da-vinci-y-la-ironia-de-judas



-https://es.dreamstime.com/fotos-de-archivo-milano-italia-estatua-de-leonardo-da-vinci-image19841423

domingo, 20 de mayo de 2018

LA MARCIA SU ROMA


Dino Risi tenía una mirada peculiar sobre muchas cosas. Uno de los grandes directores en los años dorados del celuloide transalpino, el cineasta posee, dentro de su vasta filmografía, un trabajo estrenado en 1962 que vuelve a revindicar el papel de la comedia como espejo de las verdades: La marcha sobre Roma. Un film que en apenas una hora y media logra la carcajada con algo más. La misma cabeza pensante que nos regalaría Perfume de mujer o el negro humor visible en El viudo, se dedicó aquí a colocar verdaderas bombas de relojería acerca del pasado más reciente de su nación. 



Hace algún tiempo hablábamos en este mismo blog sobre un exhaustivo repaso a la Italia de Mussolini por parte del doctor Álvaro Lozano (Ver reseña), un período extraño pero que fue real, el momento de hipérboles nacionalistas en la Europa de Entreguerras y que llevó al sistema del Risorgimento a perecer ante la irrupción de unos camisas negras de expeditivos métodos y oratoria altisonante. Cuando evocó el crucial año de 1492, José Luis Cuerda imaginó a dos pobres diablos que intentaban sacar ganancia de una marrana robada en aquella Castilla de los Reyes Católicos; Risi, por su lado, traza el perfil de dos ex combatientes de baja ralea: Domenico y Umberto. 



La pareja escogida para personificar a este dueto resulta prácticamente insuperable: Vittorio Gassman y Ugo Tognazzi. Capaces de hacer reír durmiendo, estos dos artistas se brindan como vehículos de la metáfora de un país sin rumbo: carentes de trabajo, abocados a la picaresca y vivir al día, distintas causalidades los llevarán a probar sin excesiva fe inicial en el movimiento fascista que un exaltado ex maestro de escuela de padre socialista ha creado: el Partito Nazionale Fascista.  


A pesar de lo que pudiera parecer a simple vista, el libreto de esta cinta está muy trabajado. Dentro de los distintos guionistas que pusieron su empeño para recordar aquella década de los 20 del siglo XX, encontramos al mismísimo Ettore Scola, quien posteriormente sería asimismo un director de gran talla y capaz de hacer algunas de las mejores películas europeas de su tiempo. 



Domenico y Umberto van dando palos de ciego con distintos amos, incluyendo una participación para sustituir al colectivo de barrenderos que han convocado una huelga, terminando el asunto a palos. Gassman, un versátil prodigio que lo mismo servía como galán trágico que como burlesco pícaro, exhibe aquí varias de las cualidades que lo llevarían a ser en el futuro un referente para artistas de la talla de Rafael Álvarez el Brujo o Roberto Benigni. 



Por su lado, Tognazzi hace gala aquí de una de sus grandes virtudes: una cara que transmite que todo le ha pasado el día de antes y un lenguaje corporal siempre natural, nunca forzado. Si Gassman es el diablillo de la calle que va dando los pocos sablazos que puede, Tognazzi refleja a un sector tan importante como el campesinado hambriento, necesitado de tierra y trabajo. La evolución ideológica de su personaje es tan creíble como trágica. 


El recorrido de la cámara de Risi es una disección digna de los mejores momentos del tándem Berlanga-Azcona. Observaremos mitines ridículos en plazas vacías, mostrando cómo lo que comienza siendo casi satírico termina alcanzando un gran peligro. A destacar a un magnífico secundario como Mario Brega, quien transmite una presencia animal a su Mitraglia, una figura que puede parecer bufonesca al principio pero que resulta mortífera si poseyese la más mínima porción de poder. 



De la mano del talento actoral veremos la blasfemia satírica y ácida de los instrumentos del terror, incluyendo aquel famoso aceite de ricino. La radiografía social de sindicatos, jornaleras, fascistas de cierto nivel, oportunistas, etc. Está todo y hecho de una manera apasionada sin perder nunca una construcción sólida de las motivaciones que llevan a estos dos perdedores (qué poco jugo han dado siempre los ganadores a la hora de contar historias) a cruzar su particular Rubicón. 



Y terminamos llegando con la concepción de que esta vez no se va a permitir, que hay fuerzas suficientes para frenar a esa turba indisciplinada en su llegada a la Ciudad Eterna. Entonces, al igual que Tognazzi y Gassman, nos veremos perplejos observando su desfile triunfal con el beneplácito de todos. Habría sido muy divertido de ser un chiste.  



BIBLIOGRAFÍA:



-GENTILE, E., El fascismo y la marcha sobre Roma: El nacimiento de un régimen, Edhasa, Madrid, 2014. 



-LOZANO, A., Mussolini y el fascismo italiano, Marcial Pons, Madrid, 2012. 



ENLACES DE INTERÉS:



-http://cinestonia.blogspot.com.es/2011/09/la-marcia-su-roma-1963-dino-risi.html



-Film completo



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://redaragon.elperiodicodearagon.com/agenda/fichaevento.asp?id=89031



-https://www.youtube.com/watch?v=0z0AtPnx7S0



-https://www.youtube.com/watch?v=0z0AtPnx7S0&t=533s

domingo, 13 de mayo de 2018

DOCTOR LECTER, I PRESUME


Sigue siendo una presencia inolvidable. La mirada siniestra e inteligente de Hannibal Lecter en El silencio de los corderos (1991) marcó un hito dentro de todo un género cinematográfico. Basada en las novelas de Thomas Harris (alguna de ellas ya previamente llevada a la gran pantalla con notable éxito), aquella película fue el punto de arranque de una saga irregular pero capaz de penetrar en el imaginario popular. Por ello, el proyecto de Bryan Fuller parecía una apuesta demoníaca y arriesgada: volver a sacar a Lecter de la celda, pero no como un remake al uso. Se trataba de hacer un show televisivo que lo mostrase cuando se trataba de un reputado y excelso psiquiatra de extravagantes métodos con fuertes vinculaciones en el FBI. 



Mads Mikkelsen, extraordinario actor danés, fue la persona escogida aquel 2013 para rejuvenecer al buen doctor de impecables modales en la mesa y gustos gastronómicos peculiares. El savoir faire de Mikkelsen permite lograr el primer gran éxito que parecía altamente complicado: que nos creamos estar en presencia de ese mal tan absoluto y turbio que es Hannibal. En cada escena, sabe transmitir la inteligencia, crueldad oculta, sutiles manipulaciones y un extraño respeto por la escasa nómina de personas en su círculo a quienes considera dignas. 



En esa reducida lista, sobresalen dos personajes creados por Harris: Clarice Starling y Will Graham. Desafortunadamente, la audaz agente no podía ser utilizada en la precuela porque su encuentro con Lecter estaba destinado a suceder mucho tiempo después. La elección de la cadena NBC fue Hugh Dancy, quien sabe encarnar con solvencia al brillante pero atribulado profesor, una persona con la bendición/maldición de poder ponerse perfectamente en la mente de otros...incluso la de los monstruos. 


Tras ser encarnado por Edward Norton en El dragón rojo (2003), no era tampoco fácil el reto para Dancy. Will es un antihéroe muy peculiar en este universo. Su desbordante imaginación lo vuelve imprescindible para los casos más desagradables de esta serie de suspense, si bien siempre da la sensación de estar a un mal día, como dirían en La broma asesina, de cruzar el Rubicón de la moralidad. En su forma de enfocar las tribulaciones del agente especial Graham, Hannibal toma algunas de sus soluciones visuales más arriesgadas.



En este sentido, a veces recuerda a otra sería de gran interés, Sherlock (2010). Es decir, por un lado una perfecta recreación y actualización de los contenidos de las novelas originales; en el otro, una cierta tendencia a juegos de cámara bizarros que no aportan nada realmente. Especialmente en las conjeturas y procesos mentales de Will se hacen esos viajes oníricos que, quizás, a veces aporten menos profundidad de la que se pretendía por parte del equipo de guionistas.



Dicho lo cual no quita para que a nivel de libreto se explique de una forma muy convincente por qué Graham va a terminar cayendo en las ocultas redes de Lecter. Jack Cwaford (un enérgico y muy convincente Laurence Fisburne), superior de Will, decidirá recomendar al célebre terapeuta cuando se convenza de que las misiones están agotando a Graham. Sin pretenderlo, acaba de darle las llaves de una mente sagaz pero frágil a la persona menos adecuada. 


Naturalmente, un duelo de estas características solamente puede mantenerse interesante rodeando a quienes lo disputan de un elenco de secundarios capaces siempre de atrapar nuestro interés. Curiosa es la irrupción de la doctora Bedelia Du Maurier. (Gillian Anderson) Sus vínculos con Lecter son presentados en forma de aperitivo, si bien sospechamos que podrían ser el plato principal de cualquier parrilla televisiva. Terapeuta y confidente de Hannibal, sus diálogos siempre parecen esconder mucho más de lo que las apariencias indican, también intuimos una experiencia dolorosa en el pasado con uno de sus pacientes...



Muchas incertidumbres se presentan también con Abigail Hobbs (Kacey Rohl), un personaje muy bien construido y que encarna la doble naturaleza que preside toda la serie. Incluso se permite cierta pomposidad y boato en los títulos de cada capítulo, presentados como un delicado plato de menú escrito en lengua gala. Sin embargo, es embestida con derecho, puesto que la segunda temporada lo hará también japonés, otra cultura gastronómica que ayuda a entender mejor el amplio espectro de influencias de la cocina de Lecter.



En un programa con tantas monstruosidades (y cierta tendencia al gore en alguna escena), son precisas la fortaleza que representan Bella Crawford (Gina Torres) y la doctora Alana Bloom (Caroline Dhavernas). Más que buenos ingredientes para comenzar. Habida cuenta de las inquisitivas indagaciones periodísiticas de la sensacionalista Freddie Lounds (Beverly Katz), parece que apenas hemos estado en los entremeses...pasen y ocupen su localidad, y presten todos atención, está a punto de levantarse el sangriento telón. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://whisperarctic.wordpress.com/2013/08/11/transcript-hannibal-season-1-episode-2-amuse-bouche/



-http://wegotthiscovered.com/tv/hannibal-review-aperitif-season-1-episode-1/



-https://www.imdb.com/title/tt2373023/mediaviewer/rm679453696

sábado, 5 de mayo de 2018

EL HUÉRFANO A ORILLAS DEL ESTRIMÓN


Siempre fue uno de los puntales del cómic franco-belga. No obstante, la ironía de todo el asunto radicaba en que, curiosamente, en la colección de Spirou todo solía funcionar salvo el carisma del protagonista. Dotado de una ética intachable incluso a la hora de hurtar una bicicleta para perseguir a un peligroso criminal, el aguerrido y pelirrojo botones era un dechado de bondad tal que cualquiera de la comunidad lectora se mostraba más inclinado a empatizar con el alocado Fantasio o el excéntrico conde Champignac. Hay honrosas excepciones a esa regla, Tome & Janry supieron pulsar algunas teclas de la humanidad del héroe en su excelsa etapa, si bien hubo que esperar a Émile Bravo para que, de repente, aquel chico heroico se hiciera de carne y hueso (Benditos ingenuos). 



Schwartz y Yann se percataron de eso, sembrando algunas pistas en El botones de verde caqui (Ver reseña), si bien la formidable pareja de autores se reservaron el plato fuerte para la siguiente saga, conformada en dos números: La mujer leopardo y El señor de las hostias negras. La acción nos lleva al año de 1946. El espectro de la ocupación del III Reich va desapareciendo, aunque quedan secuelas, visibles en los destrozados edificios y los rostros de las gentes. Como pocas veces antes, vemos a un Spirou mostrando cicatrices de aventuras anteriores, cometiéndose incluso la osadía en la biblia del protagonista impoluto al estilo Tintín de verlo refugiarse en la bebida. 



Yann hace una apuesta arriesgada y se dedica a plasmar todos sus temas predilectos, dándose lujos de referencias a la cultura del momento y a referentes de su propia biblioteca personal. Por el camino juega con un botones que, noticia esto, brilla con una fuerza que hace incluso palidecer al formidable elenco de secundarios que le rodean este nuevo peregrinaje. Particular mención a cierta dama africana que nos conecta con una joya del séptimo arte: La mujer pantera (1942) de Jacques Tourneur. 


Gráficamente, estamos ante una auténtica delicia para los sentidos. Schwartz está tocado por la varita mágica de los elegidos, a estas alturas y con la clase que nos quiera seguir brindando en futuras entregas no caben dudas de que su caracterización de este universo está al nivel de su muy admirado Franquin (¡Están locos esos gringos!). Además, no solamente es un dibujante de trazo preciocista, estamos ante un narrador visual de primera fila que puede ir desde la capital belga hasta las selvas del Congo sin que en ningún momento perdamos el sentido de orientación en las viñetas. 



Bien visible es eso en la forma de hacernos testigos de la elegancia y agilidad de la mujer leopardo por los tejados oscuros, con una ambientación de cuento de Poe que atrapa desde el principio. Yann usa esa privilegiada arma para confrontar dos mundos en una especie de realismo mágico que chocase contra pensadores como Sartre, caricaturizados de una forma deliciosa. Todo cabe en la mente de este escritor con una habilidad para el cómic a la altura de pocas personas en el gremio: la rica y antigua cultura africana, la mentalidad colonial de los tiempos de Leopoldo II, el feminismo incipiente, etc. 



La madurez de la pareja de artistas parece contagiarse a un Spirou que se convierte en el vehículo de su audiencia. De repente, ha dejado de ser el chico para todo que nunca duda ante el peligro. Le hemos visto caer el día de la victoria, cuando los tanques estadounidenses traían cañonazos de victoria y él solamente podía pensar en una muchacha desaparecida llamada Audrey. Sagaces e incapaces de casarse con nadie, Yann y Schwartz muestran también la cara B del capitalismo imperante en ese lado del mundo, a través de la insensibilidad del arrogante nuevo dueño del hotel, inconsciente ante el despido cruel que realiza. Al romper el tótem de su heroísmo clásico, esta etapa nos trae a un botones más lúcido que nunca, capaz de ver los grises. 


El Congo es un lugar que merece se salden cuentas pendientes en el campo de la ficción europea. Y no se trata de acusar a grandes maestros por haber estado contextualizados por su época. Simplemente, se aprovecha la oportunidad para equilibrar la balanza. Fantasio y Spirou afrontan un rito de iniciación, un paisaje exótico y reflexiones más profundas de las que parecen. Más que a deshacer entuertos, pareciera que el suelo africano acoge al protagonista a re-encontrarse consigo mismo y con su fe perdida. 



Cuenta la leyenda que un enamorado irreductible se decidió a orillas del Estrimón a hacer el viaje hacia la tierra de donde nadie volvía. Sin duda, aquella figura se habría sentido hermano de espíritu del antiguo botones de verde caqui que mirará a orillas del Congo en busca de revelaciones. Yann y Schwartz muestran su sentido del riesgo en una magnífica saga que va a ser una referencia obligada en la estantería de los albúmes europeos. 



Solamente resta la guinda del pastel. Una escena en buhardillas donde la madera cruje con facilidad, con Eurídice y Orfeo abrazándose en silencio, con la sensación de que, de repente, tuvieran todo el tiempo del mundo. 



ENLACES DE INTERÉS:



-Blog el lector bicéfalo: El Spirou perfecto



-No es país para frikis: Reseña cómic Spirou



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://www.bedetheque.com/BD-Spirou-et-Fantasio-Une-aventure-de-Le-Spirou-de-Tome-11-Le-maitre-des-hosties-noires-296736.html



-http://lectraymond.forumactif.com/t758p90-spirou-et-ses-dessinateurs



-http://resistance-police.skynetblogs.be/archive/2009/09/30/liberation-de-bruxelles-septembre-1944.html