lunes, 31 de diciembre de 2012

LAS HISTORIAS DE LA ABUELITA

Hubo un tiempo en que todo el mundo en Hollywood tenía su mote, una marca de distinción. Así, Clark Gable era "El Rey", un monarca coronado por público y crítica, especialmente después de Rhett en "Lo que el viento se llevó". Grace Kelly, por su abolengo y estilo, encarnaba el  componente patricio del celuloide. Entre tanto nombre superlativo, Frank Capra, experimentado director, recibía un apodo que no parecía incitar precisamente a la jactancia: "La abuelita". 
 
 
 
 
Idealista, amigo de sus personajes a los que quería con locura, Capra era un cineasta de edulcoradas intenciones y honesto oficio, que buscaba lo utópico antes que la realidad. En una época donde ya empezaba a florecer el cine negro y visiones más grises del mundo, la cámara de este hijo de inmigrantes sicilianos ya parecía pertenecer a otro mundo. El séptimo arte asistía entre estupefacto y encantado a aquellos cuentos de hadas irreales, que, sin embargo, parecían hacer mucha falta.
 
 
 
 
Entre toda su filmografía, ninguna parece más apropiada hoy en Amarcord que la relativa a cierto estreno de 1946, ¡Qué bello es vivir!. Clásico navideño de las televisiones en estas fechas, narra las venturas y desventuras de George (James Stewart), un buen hombre que se encarga de una compañía de seguros y, misteriosamente, se preocupa por sus clientes más allá de hacerles firmar un contrato hasta el 2321 sin poder tocar los fondos.
 
 
La historia de George es la de una persona que vive con la bendita maldición de Astérix; por un lado, su talento e inteligencia le vuelcan de manera inexorable a ver mundo, pero, a lo largo de su vida, la mala fortuna y las responsabilidades lo atan de manera indisoluble al pequeña aldea gala de Bedfordfalls. Si bien ha encontrado algunas recompensas como el cariño de muchos de sus vecinos y, especialmente el amor de su vida (una adorable Donna Reed), no deja de sentir cierta frustración por ello.
 
 
 
 
 
 
En vísperas de Nochebuena, su pequeña compañía, mantenida gracias a los milagros cotidianos de George y su tío, se encuentra casi definitivamente en la cuerda floja, mientras la vida personal de este santo Job parece abocada a estallar de una vez. Esta historia de blanco y negro que podía ser horrible y maniquea, se convierte en toda una epopeya gracias al brasero y la sabiduría de "la abuelita" contando la historia con pericia y aprovechando a la perfección las muchas virtudes interpretativas de Stewart.
 
 
 
 
 
Actor excelente para interpretar al norteamericano medio, George Bailey es una de las mejores creaciones de quien también sería el joven senador Smith en la idealista Caballero sin espada , nuevamente a las órdenes de Capra. Como las mejores fábulas, que ya sepamos exactamente qué va a acontecer en esta historia no nos molesta en lo absoluto y Búfalo no puede dormir si no vuelve a escuchar las palabras mil veces repetidas del cuento del niño cuyas tapas están ya desgajadas de lo mucho que se lo han leído sus padres. 
 
 
 
Despedir 2012 no es hacerlo con un huésped, que como diría Cicerón, uno tiene la esperanza de que no vuelva a repetir visita. Crisis, crisis... y más crisis. Y, lo peor de todo, no es lo más preocupante. Entre unos y otros lo han conseguido, tenemos esas seis letras tan tatuadas que nos resulta imposible no repetirlas hasta la saciedad día a día. Los discursos de nuestros queridos dirigentes han sido más bien un "vamos a cruzar 40 años del desierto y habrá escorpiones", echándose en falta incluso las mentiras piadosas de George, porque hay veces que la gente necesita esperanza, decir que "Pero aún tenemos agua en la cantimplora y de aquí salimos todos o nos dejamos sudor y lágrimas intentándolo". Si nos toman el pelo en época de bonanza mientras engordan bolsillos, por lo menos, se podría dejar de ser tan sincero ante lo que está por venir y habrá alguna buena noticia real a resaltar en el gore emocional que se ha tornado el telediario.





A veces pienso que la abuelita tenía más razón que una santa y que de tanto tomarnos en serio hemos perdido esa fascinación por los cuentos y, honestamente, así nos va. Entre tantos señores Potter (gran personaje en la película y muy mal imitado sin gracia en la realidad por más de un centenar de personas), hemos olvidado aplaudir el milagro diario de los George Baileys del mundo, ésos que aún aprietan los dientes ante grandes depresiones y se niegan a que la mala baba y la austeridad sean los únicos remedios de un barco a la deriva y donde mientras algunos buscan la ruta de escape empujando al prójimo, siempre saldrá alguien que dirá: "Todavía se puede nivelar".
 
 
 
A todos los queridos lectores/as de Amarcadord, amigos todos, desearles un feliz 2013, que los mejores momentos de este año que se va, sean los peores, en comparación, con lo que les depare el 2013. Que no perdamos las ganas de reírnos, el gusto de dejar propina y no nos tomemos tan en serio a quienes, a fin de cuentas, no dejan de ser los empleados de todos.
 
 
 
 
Seamos un poco como esas abuelitas estilo Capra... prefiriendo a alguien que cree que se puede ganar las alas siendo bueno que a otra luminaria que considera que una burbuja nunca va a explotar, 1 fuerte abrazo y felices fiestas.
 
 

domingo, 23 de diciembre de 2012

INCAPACES DE GOBERNARSE A SÍ MISMOS

 
 
Cuando un César muere, nuevos triunviros están dispuestos a bañar de sangre La Ciudad Eterna, con tal de ser nombrados sus sucesores. O, si lo prefieren, como escribiría el gran Martin, después de una tormenta de espadas, siempre está por acontecer un inmediato festín de cuervos. Hace algún tiempo, hablamos de Romanzo Criminale , una serie italiana que logró un impresionante éxito en su propio país, con números que parecían de ciencia ficción salvo para los transatlánticos de las grandes producciones norteamericanas, tipo HBO.
 
 
 
 
 
Recientemente, hemos tenido la buena fortuna de que se ha editado en DVD la segunda temporada en castellano de esta producción que está empezando a exportarse con éxito a otras regiones (la crítica francesa se ha mostrado muy favorable a su autenticidad y su reparto, tan desconocido para el gran público como sumanente eficaz y carismático), aunque quizás en España aún no sea lo suficientemente reconocida y revindicada. Con lógicas licencias buscando que el programa encuentre su ritmo, esta historia teñida en escarlata narra la ascensión de la temible banda de La Magliana, que logró colocarse como el equivalente de la Camorra napolitana o La Cosa Nostra , Il Libanese y sus compañeros lograron durante un tiempo que en el Tíber volviese a admitirse la figura de un monarca.
 
 
 
 
 
A su manera, el show permite ver también la evolución del territorio transalpino en muchos frentes, ya que los observamos evolucionar de jóvenes delincuentes marginales en la Italia que acababa de enterarse de la impactante muerte de Aldo Moro, hasta llegar a la década de los 90, cuando el país se dispone a organizar el gran panem et circensem con la celebración del Mundial de fútbol en su territorio. De camino, vamos viendo cómo el comunismo juega un papel fundamental y tenso en la evolución política del país, como siguen quedando muchas sombras de fascismo que pueden emerger en determinados lugares y la droga deja de convertirse en algo marginal para ser una lacra que, pese a ello, o precisamente por dicho hecho, es el negocio más lucrativo para quienes no tengan reparo en mancharse las manos. 
 

 
Basándose (con libertad dramática) en la interesantísima novela del juez Giancarlo de Cataldo (que nos ayuda a comprender como en un país tan fascinante desde tantos puntos de vista, especialmente el cultural, pueden darse y prosperar carreras como la de Berlusconi), los guionistas retoman a la banda justamente donde la dejaron, en unos instantes, donde, cumpliendo la máxima que entre otros, el maestro Scorsese, inmortalizó, el impresionante ascenso parece coquetear rápidamente con la autodestrucción que puede generar el enriquecimiento y las tensiones internas de sus protagonistas.
 
 
 
 
El ejercicio de casting es magnífico y se siguen manteniendo evolucionados y mejorados, pudiendo destacarse, entre otros nombres propios, a Daniela Virgilio, exponente de esa verdadera joya de actrices italianas, estilo Sofía Loren, que parecen aglutinar belleza mediterránea con carácter y una gran capacidad de dejar la cámara fijada en ellas con una presencia impagable en todos los sentidos. Francesco Montanari ejerce de El Libanés, un hombre que puede ser terrible y cruel, pero, misteriosamente, su carisma parece ser el único pegamento posible para un grupo heterogéneo de voluntades y Peter Pans con navajas y escopetas, donde sobresalen el terrenal Frío (Vincio Marchioni) y el sibarita Dandi (Alessandro Roja), haciendo las veces de Marco Antonio y Octavio en la disputa por un imperio oscuro que, durante unos años, contó con el beneplático de determinades autoridades, jueces y testigos.
 
 
 
 
Solamente quedan pequeños remansos de paz en una serie de atmósfera cada vez más violenta y que, pese a ello, al igual que ocurre en Los Soprano, sabe captar la atención desde el minuto uno al final. Uno sería el comisario Scialoja (un gran Marco Bocci), heterodoxo policía que es el único enemigo incorruptible de La Magliana y otros personajes secundarios más positivos, como la madre de El Libanés o la angelical presencia de Alesandra Mastronardi, a quien los buenos aficionados recordarán por su aparición en A Roma con amor. A nivel de dirección y realización, no son casualidad unos finales inmejorables que siempre aumentan la calidad media del episodio y dejan un sabor de boca inmejorable y expectante de la siguiente pieza. Todo ello va acompañado de la pegadiza banda sonora y el buen gusto eligiendo canciones de la época, lo cual es también otra pista para saber por qué años nos movemos.

 
Con un corte adulto y más visceral aún que la primera, obviamente estamos ante una serie no apta para todos los públicos. En definitiva, no debe confundirse lo entretenida y carismática que pueden ser presencias como la del Búfalo o El Libanés (a quienes intencionadamente se les quitan algunos aspectos de sus biografías reales, como, su primitiva concepción política de extrema derecha, algo que no resulta sorprendente en el clima de analfabetismo y precarias condiciones de sus barríadas originales), buscando lograr que en determinadas circunstancias puedan ser empáticos para el espectador... solamente para, como ocurre en la magistral Uno de los nuestros, vernos repelidos por lo que subyace.
 
 
 
 
Estas dos temporadas son un excelente reflejo de lo mejor de la televisión al otro lado de los Alpes, además de presentar algunos temas, tristemente de muy fácil traducción al turbulento contexto de nuestra actualidad...
 

domingo, 16 de diciembre de 2012

LA ESCLAVITUD DE UNA PASIÓN

"La mujer es la reina del mundo, pero la esclava de un deseo"

 
       Emma Bovary no hubiera tenido ningún problema en reconocer al autor de esta cita, Honoré Balzac, uno de los grandes escritores franceses de comienzos del siglo XIX. Su centuria, el siglo donde este personaje ficcional de eterna inmortalidad literaria, paseó, como una mujer asfixiada por unas normas sociales que un escritor de inmenso talento, Flaubert, pretendió denunciar en un fresco tan cotidiano que termina por tornarse universal.
 
 
 
 
       Y es que nuestra madame fue una asidua lectora de novelas románticas, probablemente sin sospechar que algún día, serían sus desventuras las que serían coleccionadas en folletines por hombres y mujeres de todas las edades. No hace tanto tiempo, un peruano llamado Mario Vargas Llosa la homenajeaba en Travesuras de la niña mala (novela reseñada en este blog previamente) al personaje, no si antes haberle prestado su talento para la crítica literaria en el estudio Madame Bovary: La orgía perpetua (y no me digan que con semejante título no les mueve, siquiera un ápice, la curiosidad). En definitiva, si bien ella suspiraba en su pueblo natal por no haber visto nunca París, sus aventuras y desventuras fueron archi-conocidas en todo el globo, si bien Flaubert invadió su intimidad con la fogosidad de un impetuoso amante, dejó como recuerdo, la universalidad de la esposa de Carlos Bovary, un buen hombre que siempre la amó y sin otro pecado que no haberla podido comprender por más que hubiera querido.
 
 
 
 
        Siempre de rabiosa actualidad, deseo, amor y sexo (es sorprendente la de veces que las piezas de este triunvirato se evitan unas a otras, como si quemasen), viajaron a Córdoba, para lograr una muy notable entrada este fin de semana con dos representaciones, bajo la dirección de Magüi Mira y con adaptación de Emilio Hernández. No debe haber sido tarea nada fácil, el escenario es una herramienta tan maravillosa como complicada para condensar un relato narrativo intimista donde los pensamientos de los personajes juegan un papel fundamental y con muchos sobre-entendidos.
 
 
 
 
        Ana Torrent, que nos había privado de su presencia de un escenario durante diez años, vuelve a las tablas para encarnar a Emma, alguien tan reconocible a distancia como lo pudiera ser el mismísimo Alonso Quijano. No obstante, si bien tienen algo en común (inconformismo, predilección por la lectura y, como diría Sabina, vivir las vidas de lo que nunca seremos), Emma y el hidalgo tomaron rumbos diferentes. Incluso en su momento de mayor locura, hay algo en el hijo cervantino que nunca se desprende, la generosidad, aunque sea ingenua o errada. En el dibujo grácil de Flaubert, hay un egoísmo innegable, lo cual no dice que en muchos casos sea comprensible por el horrible destino que durante generaciones, las socieades han intentado deparar a la mitad de la población.
 
 
 
 
       Torrent cuaja una interpretación más que correcta, evolucionando de manera adecuada y marcando la evolución del personaje desde su "jaula de oro", rodeada por las atenciones de su marido en la aldea, hasta sus despilfarros en Ruán y su manera de buscar en lo prohibido, lo extra-matrimonial y lo que vulnera las leyes, una satisfacción pernennemente insatisfecha. La impresión que pude sacar, en inmejorable compañía de un gran amigo, fue que la actriz fue de menos a más a lo largo de la representación. 
 
 
        La acompañarán durante este viaje, Armando del Río como Rodolfo, la primera tentación en la que se deja caer con gran alegría la respetable pero aburrida señora del doctor. Este aristócrata vividor, representa la pasión descarnada y egoísta, el amor de un don Juan Tenorio sin redención, el máximo interés con una copa en la mano durante una noche y el sueño indiferente mientras canta el gallo, ignorando las caricias de la amante que ya ha perdido la seducción reto. Balzac hubiera podido advertir a Emma sobre esa esclavitud dulcísima al principio y que termina siendo humillante.
 
 
 
 
         Fernando Ramallo escenifica a León, el aprendiz de poeta, de horribles versos pero que encuentra a su maestra en la pasión de una mujer que sabe llevar sus riendas. Por momentos, Ana Torrent, cuando comparte escena con él, recuerda a Blanche Dubois en Un tranvía llamado deseo, la humana y más que comprensible necesidad de volver a sentirse joven, como antes de ser prometida, a través de la inocencia de un elemento extraño, un devoto admirador, menos impulsivo y carnal que Rodolfo, pero más delicado... aunque de los versos rara vez se come y los préstamos no son tan perpetuos como las orgías, por seguir al peruano. Es el idilio que cuando acontece un verano deja un grato recuerdo que puede tornarse en amargo si prosigue y vuelven a encontrarse en Ruán, comprobando que las metáforas siguen siendo las mismas pero han perdido el factor sorpresa.
 
 
 
 
         Dejamos para el final a Juan Fernández, caracterizando a Carlos Bovary. De todas las parejas formadas por Flaubert en esta danza de seducción (aunque en la puesta en escena la música a veces más que acompañar, estorbó en los soliloquios decisivos que quizás necesitaban más intimidad en el escenario que acompañamiento), la formada por marido y mujer es la que garantizará siempre el debate y el alcance de lo que reflexiona esta obra.
 
 
 
         Carlos, igual que otros como Pleberio antaño, solamente es culpable de no comprender pese a esforzarse. Sus lamentos, son los mismos de un padre que ha sido incapaz de traducir la pasión que trasmitían los ojos de su Melibea. Fernández logra captar toda la ternura y el dolor que siente cuando sus torpes avances son repelidos por Emma. Si han visto un capítulo maravilloso de Los Simpson donde Homer intenta sincerarse con su precoz hija Lisa, acerca de lo que supone una pérdida y que él no puede alcanzar a entender su melancolía porque tiene la infinita suerte de lo que le importa se encuentra viviendo con él entre sus cuatro paredes, sabrán que hay un poco de Madame Bovary en esa incapacidad de hacerse comprender, pese al esfuerzo, con la persona amada.
 
 
 
        Como es inevitable, sigue sin poder dejar una sensación redonda la adaptación de tantas y tantas páginas minuciosamente escritas para alimentar la poderosa imaginación, pero, mientras sigamos entendiendo las ansías de libertad de Emma y sintamos asimismo el dolor de un esposo incapaz de otra cosa que amar aunque les haga daño a ambos, ya sea en novela o en adaptación, este cuadro seguirá invitando a los transeuntes de todo el globo a pararse y detenerse.
 
 
 
        En una declaración sumamente sabia, alguien dijo una vez "Si quieres ser universal, escribe sobre tu pueblo". Flaubert hubiera sonreído ante la propuesta, él lo había hecho sin irse más lejos de Ruán, aunque Emma soñase con París. Antes de Madame Bovary no existía La Regenta ni se había contemplado con tal libertad los problemas de lo que ocurrían en albocas y, aún peor, en corazones. Y por eso, es un clásico.
 
 
 
       Y yo, con todo el dolor de mi corazón, te hubiera dejado marchar... si tan solo me lo hubieras pedido. 

domingo, 9 de diciembre de 2012

RABIOSA ACTUALIDAD

 
Hace algunos años, uno de los mejores lápices de la industria del cómic, John Romita Junior (hijo del legendario dibujante de Spiderman), se embarcó en una empresa polemica, bajo las órdenes del guionista Mark Millar, con el elocuente y no muy refinado título de Kick Ass . Al poco tiempo, pese a sus palabras malsonantes y violencia extrema (o quizás precisamente por ello), el proyecto se convirtió en un fenómeno que incluyó una adaptación cinematográfica.
 
 
 
 
En ella, se narraban las desventuras de Dave Lizewski, el típico adolescente norteamericano que si se descuida acabará como personaje de alguna saga tipo American Pie o Ésta no es otra estúpida comedia americana. Pero el joven Lizewski buscaba llevar a cabo su sueño, si muchos compañeros de su generación soñaban también con volar o trepar por las paredes, almacenando portadas y cómics que buscasen alimentar la imaginación de sus consumidores, quienes enterrarían el disfraz de Peter Pan tras el baile de fin de curso. Lizewski se animó a salir a la calle disfrazado, quizás buscando exorcizar sus demonios.
 
 
 
La segunda entrega (con el originalísimo título de Kick-Ass 2) se centra poco después de los acontecimientos de la primera parte, cuando el fenómeno de los "súper-héroes normales" se ha extendido hasta el punto de que Lizewski ha quedado tornado en el pionero de un movimiento de justicieros. Algunas son personas bienintencionadas que hacen actividades tan poco épica como necesarias, tales como ayudar a personas en estado ebrio a llegar a su casa a salvo; mientras tanto, otras no dejan de ser individuos adictos a las emociones fuertes y con una violencia tan contundente que su diferencia de los criminales es inexistente.

 
 
Desafortunadamente, como cualquier freak de Marvel o DC sabría sin ningún apuro, es imposible la existencia de estos personajes sin grandes antagonistas. Con idéntico entusiasmo en las redes sociales de todo el mundo, un antiguo adversario de Lizewski comienza una operación con el seudónimo de "Hijo de puta" (la precisión del lenguaje es un don) que lleva a hacerle pensar que si está bien visto que haya eventos como macro-botellones-reto entre universitarios, que sería muy divertido organizar una gran pelea en Times Square entre unos y otros... que a diferencia de la serie de Batman en los años 70, aquí la gente sangre y se provoquen víctimas inocentes es un exiguo precio por la diversión.
 
 
 
 
 
Pudiendo parecer que la premisa es simple, igual que en la inspiradora de la secuela, hay más enjundia de la que parece en esta trama. Hay momentos donde la violencia que se muestra en sus viñetas supone algo muy cercano a las sensaciones que producen algunas películas de Scorsese o Tarantino... No es agradable, nada súper-heroico, genera una sensación muy desagradable. Y lo más curioso es que ese clímax suele llegar en una atmósfera previa divertida e interesante que te hace bajar la guardia.
 
 
 
De cualquier modo, y sin querer parecer timorato o tibio, no deja de resultarme cansino esa visceralidad eterna y hasta gore emocional con los integrantes de esta deformación de la realidad que a veces resulta sospechosamente cercana a lo que conocemos. Joe Carnahan, quien más apostó por este tándem creativo, parece imbuido por ese espíritu de enfants terribles de los creadores en una introducción malsonante y que ya coloca un listón que provoca que nada te sorprenda en una montaña rusa que no tiene puntos bajos para que impresione la ascensión.
 
 
 
Con todo lo cual, sigue siendo casi inevitable prestar atención a este tweet rápido, iracundo y escarlata que ha sido un auténtico fenómeno de popularidad.
 
 
 
 

domingo, 2 de diciembre de 2012

TWO AND HALF MEN

 
Antes de ser reconocido por la maravillosa Big Bang, junto con su socio Angus T. Jones, Chuck Lorre ya era una firma habitual en la pequeña pantalla, gracias a la comedia situación Dos hombres y medio. Amparada en el bendito formato de 20 minutos, la CBS dio luz verde a este producto simple pero eficaz, que lleva en antena desde primera emisión un verano de 2003.
 
 
 
 
Cogiendo premisas tan conocidas como la diferencia de personalidad entre hermanos y los traumas maternos (que han sido pieza clave de shows tan diferentes como "Los Soprano" o el que hoy nos ocupa), junto con los problemas de convivencia que ya se explotaron tan maravillosamente en "La extraña pareja", Two and half men ha conseguido ganarse un hueco con su estilo, en una jungla donde compañías como la HBO están poniendo el listón muy alto con grandes producciones.
 
 
 
 
 
Una de las piedras filosofales del éxito ha sido indudablemente el casting escogido. El primero de los caballeros escogidos fue Charlie Sheen, encargado de encarnar a Charlie Harper, un compositor de anuncios de éxito y vida relajada que vive con estilo don juanesco en la paradisíaca Malibu (Pasadena); Charlie lo tendría todo para ser el mortal más feliz sobre la tierra, de no ser por unos problemas con una adicción a la bebida digna de Sam Malone (con el que comparte también carisma), su desordenado estilo de vida sabinero que parece abocado a la destrucción y, lo peor de todo, que tras el divorcio de su hermano Alan, téndrá que acogerle a él y su sobrino Jake.

 
 
Jon Cryer es el encargado de personificar a la otra cara de los Harper, quien no podrá de dejar de notar la diferencia entre su vida y la de ese Feliciano de la vida que es Charlie, en una alterada convivencia que no se ve ayudada por lo complicado de su divorcio en el plano económico con Judith, la madre de Jake. La química de ambos está en muchos casos por encima de los guiones y brindan momentos sumamente divertidos. Si bien el programa cae con mayor facilidad en los chistes fáciles (y en los últimos tiempos también escatológicos) que otros, su metraje suele pasarse de forma ligera y casi se ven como rosquillas.
 
 
 
 
 
Como ha acontecido en otras ocasiones en este tipo de espacios (viene a la mente el corrosivo, irónico y polémico ambiente de la magnífica "Aquí no hay quien viva" o la, ya más lejana en el tiempo "Taxi"), pronto, junto con el avance de las temporadas, el elenco era también noticia por lo "extra-deportivo". El principal artífice de ello era asimismo una de las más relevantes causas de su éxito, Charlie Sheen, auténtico Dennis Rodman de LA; de hecho, resulta evidente ver el deterioro físico de Sheen en sus últimas apariciones en el show, causando problemas de indisciplina, aunque, en honor a la verdad, su rendimiento desde el punto de vista cómico siempre fue muy alto.
 
 
 
Y es que, quizás como acontece en ocasiones con los pícaros, rufianes o villanos, hay una parte del subconsciente de muchos que pueden derivar ante la proyección durante veinte minutos de este Peter Pan egoísta. Todos los tópicos de la guerra de los sexos quedan explotados por este triunvirato masculino, demostrando que no pocos varones tienen una cabeza que no saben utilizar y que la que saben no la pueden emplear por falta de demanda y que, no hay pocas de ellas que son tan tontas... porque quieren.
 

A medida que avanzaba la popularidad del espectáculo, como suele ser norma habitual, se incrementaban las figuras famosas que se dejaban aparecer por las arenas estivales. Sean Penn y otros ilustres amigos de Sheen formaron un divertido grupo de terapia de estrellas exitosas con problemas mentales de perversiones (hay algún momento que casi recuerda a los círculos de "El crepúsculo de los dioses), o el propio Martin Sheen visitaría a su díscolo hijo; incluso Megan Fox apareció para ser la tentación que vivía abajo de los Harper, como improbable sobrina de Berta (una divertida Conchata Ferrell).
 
 
 
 
Como suele ser costumbre cuando un equipo funciona, nada mejor que la auto-destrucción cuando nada parece poder detenerte. Así, a pesar del buen hacer de Ashton Kutcher, el espectro de Charlie es alargado y no puede ser borrado simplemente por una mala noche con Rose en París; recientemente, el joven Angus T. Jones ha sorprendido con unas declaraciones contra el programa en el que lleva más de diez años, pidiendo al público que no lo vea. La inmediata rectificación ha sido ya ironizada por un Sheen que no duda en calificar de "maldito" su antiguo trabajo.
 
 
 
 
 
De cualquier modo, a pesar de las peticiones, ruegos, preguntas y conjuros de Evelyn, este ambiente de Don Juan in Hell sigue pareciendo mantenerse (¿por cuánto tiempo?) y gozando de una excelente audiencia durante las reposiciones de las primeras temporadas en diferentes cadenas.