viernes, 28 de agosto de 2009

UNA CONJURA ETERNA

Nos comenta el dicho, "La única menera de saber que estamos ante alguien realmente genial es el hecho de que empiezan a surgir alrededor de él necios que pretenden destruirlo porque les recuerda lo que no que no son". Bajo esta premisa, me dispuse a leer "La conjura de los necios", un excelente amigo de mi facultad me lo había recomendado como imprescindible, al verlo en un kiosko a muy buen precio no dudé ni por un instante. Por cierto, me llamó la atención que no conocía ningún otro trabajo de su autor, John Kennedy Toole.
Si la historia estaba tan bien valorada, ¿por qué diabos no había vuelto a escribir nada? Conforme leía el prórrogo del editor, emotivo y bien realizado, fui comprendiendo más, sin poder evitar acordarme de personalidades tan dispares como Fitzgerald o Shakespeare, ¿qué tienen en común? Lo obvio, que escribían. ¿Más rebuscado? Los dos murieron pensando que habían fracasado en lo artístico, sin ser conscientes de que el tiempo les pondría en el lugar que merecían.
Y es que La Conjura apareció cuando su autor ya se había suicidado. Una depresión que debía obedecer a otros motivos a los se sumaron cuán infructuosamente le fue negada su publicación (al parecer la media de la crítica reconocía muy graciosa, pero quizás faltaba algo para ellos) le llevaron a un suicidio. Los esfuerzos de su madre lograron que un editor si apostase por ella... el resto como suele decirse, es Historia.
Bajo el prisma de Ignatius Reilly, nos enfrentamos al mundo de una ciudad portuaria, Nueva Orleans, de una sociedad cambiante y con un retrato de la clase media que nada tendría que envidiar por ejemplo a Rafael Azcona (y eso son palabras mayores). Ignatius es una de las figuras más raras jamás creadas, comodón treinteañero que vive en su burbuja, enamorado de la Edad Media y Boecio, soacilamente inadaptado y si hubiera tenido la desventura de vivir en nuestro tiempo, hubiera sido catalogado sin piedad como "freak". Por desgracia para él, este universitario encerrado en sí mismo (salvo por la enfermiza correspondencia que mantiene con una antigua compañera de facultad, Myrna, activista por los derechos civiles y con una vida sexual muy curiosa) va a tener que salir de la vávula más pronto de lo que él quería.
Para su desgracia, un accidente automovilístico de su madre ebria (sí, efectivamente, los personajes son ligeramente dantescos) le obligará a dejar su vida ociosa y trabajar, lo cual prácticamente para él es una condena de muerte, acercándose a un mundo capitalista que le consume. Ignatius será varias cosas, vendedor de perritos calientes ambulantes, empleado de la heterodoxa Levy-Pants (regentado por un matrimonio que se odia a muerte y con personajes tan imprescindibles como la anciana y aborrecible señora Trixie, a la que nadie quiere jubilar a pesar de que está completamente ida)...
A través de los ojos del robusto Ignatius, veremos un mundo bastante mediocre, con gente que tiene paranoias del comunismo (era la época, caza de brujas), con locales de mala muerte y una serie de secundarios que no tienen desperdicio. El racismo imperante que se refleja en Jones, un empleado de color de un bar de baja estofa que cobra el salario mínimo, el torpe pero entrañable patrullero Mancuso, obsesionado por encontrar a algún anarquista o alguien que le salvaguarde de las iras de su jefe... En definitiva, un glosario de máscaras que conforme se van desnudando, terminan cayendo bien. Odiarás a Ignatius por su comportamiento las primeras páginas, pero misteriosmaente el autor logrará que sientas compasión por él a pesar de las barbaridades que hace y comete.
Una de las cosas que quizás enfurezcan a algunos lectores/as del libro será que no muestra para nada un tema concreto, es un retrato costumbrista sin prácticamente nudo, los acontecimientos se suceden, como en la vida cotidiana. Pero profundizando en la re-lectura encontraremos más cosas, críticas a la política, a la vida universitaria, a cómo afronta ese tipo de sociedad la homosexualidad o el eterno "qué dirán los vecinos"...
En algunas de las mejores críticas que se han realizado sobre este trabajo (me atrevería a recomendar una en concreto, buscarla en el blog "Un sueño realizado", con fecha de 2.006, tremendamente emotiva y muy bien escrita) se ha insistido mucho en las semejanzas de don Quijote de La Mancha con Ignatius. No es descabellado, pero admitiendo que son la misma moneda pero distintas caras, la estupidez del hidalgo castellano está bajo el barniz de un ideal noble, Reilly, más manipulador y egocéntrico todavía, sería su reverso tenebroso por decirlo de alguna manera.
Si he de decir que rebelaría un poco con lo de que sea un trabajo tan desternillante. Reconozco que alguna escena es desternillante y las puestas en escena muy astutas (Levy-Pants, edificio decadente, es una perfecta metáfora del propio Ignatius). Pero la no la consideró una obra humorísticas, quizás haya que haber sido una persona más imbuida en la cultura norteamericana para coger todos los matices, pero he tenido la enojosa sensación de que algún momento me hubiera hecho más gracia de haberlo comprendido mejor. Pecado del lector, en este caso, no del escritor.
También sospecho que se haya hecho una mitificación por la trágica desaparición del autor. La muerte dignifica y ennoblece a los espóritus más viles en ocasiones, ¿cómo no lo va a hacer con una pluma elegante y demás de final trágico? Dos trabajos (uno en su juventud con 16 años y La Conjura) son escaso bagaje, sin embargo, la trascendencia del último le ha permitido una porción de parcela en el Olimpo de los mejor vendidos. Particularmente, hubiera preferido leerle veinte libros más, a cambio de posponer un poco su hagiografía. Debió de ser un tipo interesante, agudo observador y curioso... la clase de persona que merece que se le invite a un café para ver su visión de la vida. A veces las cosas, son así, pero no gusta.
¿Lo mejor que se puede decir de La Conjura? Que merece re-lecturas, eso ha sido, es y será siempre un gran piropo. Lo tenemos fácil, solamente hay que abrir la portada y volver a ver ese día en que Ignatius había salido con extravantes ropajes en busca de una tarde de diversión... Pero dejemos a los interesados con la miel en los labios, como al adormecido califa. Si quieren sabe más, tendrán que leer el libro.

martes, 25 de agosto de 2009

QUIZÁS ESTÉ ESCRITO...



Título: Slumdog Millionaire (Perro callejero millonario). 2.008.

Duración: 120 minutos.

Nacionalidad: Hindú-británica.

Basado en la obra original de Vilas Swarup.

Director: Danny Boyle y Loveleen Tandan.

Guión: Simon Beaufoy.

Banda sonora: A.R. Rahman.

Reparto: Dev Patel, Freida Pinto, Anil Kaapor, Irrfan Khan, Ayush Mahesh, Khedekar Tanay, Chheda Saburabh, Shukla Mahesh, Manjrekar Ankur Vikal, Madhur Mittal...
Fotografía: Anthony Dod Mantle.
Producción: Christian Colson.

Palmarés/Galardones: 4 Globos de Oro (mejor película, mejor guión, mejor director y mejor música).
10 nominaciones a los Oscars, siendo vencedora en 8 categorías.
11 Premios BAFTA.



Dicen que algo tendrá el agua cuando la bendicen. Desde luego, tras su exhibición en el Festival de Cine de Toronto, elogio tras elogio y premio tras premio se han ido rindiendo a estra co-producción que quebrantado los cimientos de los críticos más duros. Tal vez esta crítica en el blog podría versar sobre cómo reaccione en la butaca del cine o mis primeras impresiones a la salida del cine, pero no puedo hacerlo si os soy sincero, en realidad, como tantas otras cosas, yo llegue tarde, aunque espero que no mal.
Fue a la vuelta de una visita a Barcelona, tuve la fortuna de que en nuestro vagón pue escoger esta película que tantas amistades me habían recomendado. Al margen de una crítica más profunda, he de decir que la primera vez que se ve esta obra engancha de una forma adictiva, hace que su duración se pase auténticamente volada. Su duración no se hace larga, eso siempre es un elogio. Ahora bien, aviso a navegante, una vez el juego de ganará o no ganará, se llevará a la chica o no, quizás pueda enganchar menos.
Por resumirlo con la mitología de la película, Slumdog tiene un excelente montaje, buen reparto y aplauso de público y crítica, ¿por qué? A) Es una gran película B) Es un gigante con los pies de barro C) Sabe dar al público lo que quiere aún a costa de edulcorar la realidad o D) Está escrito. Creo que sinceramente es la cuarta, aunque se admiten otras para esta joya de Bollywood, porque muchas veces grandes películas pasan sin pena ni gloria hasta mucho tiempo después, ésta, con personajes entrañables y poderosamente emotivo argumento, ha sabido colocarse en el corazón de todos con mucho tino.
Alguna crítica, como una muy potente de Pablo Kurt, criticaba el baile final, la algarabía y el estruendo, tan típico por otra parte de las películas indias. Se escama de lo que empieza como un perfecto documental tipo "Ciudad de Dios" (genial producto brasileño, por otra parte) termine con un río de pañuelos y sonrisas, mientras en la oscura Bombay siguen cegándose a muchachos. Admito que el trabajo de Kurt me da mucho respeto, pero discrepo de varios puntos. "La vida es bella" no es un documental del Holocausto, precisamente, como los documentales son tan buenos, no le podemos demandar a una obra artística de ficción, aunque trascurra en un lugar concreto, una veracidad absoluta.
Personalmente la danza final no es mi momento predilecto, pero, ¿qué diablos? Italianos y españoles tenemos un sello distintivo, somos los maestros a la hora de la picaresca, ya sea en novela o en cine, Hollywood es la cuna de las persecuciones de coches al final... Algunas de sus mejores películas contemplan este tópico, ¿hemos de censurar al protagonista por cumplir su bailarina promesa (gracias al amigo Raf por recordármelo, crean que no es tan gratuito como nos lo pintan)?
Eso sí, me comentaba el amigo Chespiro, entre otros, con mucho acierto, que el final es excesivamente dulce. Jamal (Dev Patel), un chico desesperado de los peores barrios de Bombay, que decide participar en un concurso televisivo (como nuestro programa de tele 5 con Carlos Sobera) de millonaria audiencia, poco después de perder el amor de su vida. A pesar de ser un chico sin apenas estudios, Jamal llega lejísimos ante algunas preguntas muy rebuscadas, mucha gente piensan que ha hecho trampas y hasta recibirá tortura policial. Pero el muchacho parece sincero, entonces, ¿cómo puede alguien así cumplir el sueño de las mil rupias? Habremos de recurrir al flashback para ver como muchas de las preguntas recibidas tenían respuesta en algunos de los peores momentos de su vida.
Creo que esta estructura tan original es la que le ha dado ese potencial a esta obra, es su mejor baza, junto a su magnífico reparto (mención especial a la bellísima Freida Pinto y Anil Kaapor, que tras muchos años en la industria, ha encontrado en el ácido presentador del programa a su personaje soñado para demostrar toda su pericia). En realidad el atractivo del lobo de piel de cordero que va dejando boquiabiertos a los espectadores ya se ha visto antes, por cierto, muy bien en el cine español, en la tercera historia corta de "Historias de la Radio", pero la manera de explicar la sapiencia del individuo en cuestión engancha mucho más en esta cinta.
En los flashbacks, decir que me han parecido impecables los personajes infantiles. Son espléndidos y muy naturales, especialmente el hermano de Jamal, pero siempre me da resquemor cuando veo gente tan joven en una película, es muy difusa la frontera con la explotación infatil que a veces se da con los niños prodigio o también sus efectos negativos como desarrollarles demasiadas ínfulas de grandeza (eso le ha pasado por desgracia con frecuencia a buenos actores infatiles de comedias americanas que no han sabido madurar a través del elogio constante). Como todos los lectores/as sabrán, muchos de estos pobres chicos han perdido su vivienda en Bombay por derribo. No deja de tener gracia que el gobierno indio se haya quejado de que la obra presenta una imagen muy negativa... Entonces, ¿por qué esos niños no tienen ahora casa? Ah, y otra cosa, con los multimillonarios beneficios de taquilla, ¿tan impensable era una pequeña donación para que todos esos críos y los de áreas circundantes salieran adelante? Mucho cuidado, todo el mundo usa una cara angelical para sentar gente en la butaca, pero Stromboli suele encerrar a Pinocho en cuanto se cierra el telón.
Otra cosa que si es cierta es que determinados elementos funcionan y otros no en el recorrido al pasado. Por ejemplo, se nos da una visión realista, crítica y global de lo que ha sido la historia de las clases bajas de la India y lo cambios en los barrios, pero determinados personajes no se desarrollan del todo, no son pocas las veces que he han sorprendido comentarios de gente que entiende de que ciertos cambios de humor y actitud de algunos personajes no están bien detallados. El primer visionado, nuestro interés ante tan perfecto envoltorio nos impide percatarnos, pero si ves más a fondo la película, te das cuenta de que con peores actores hubiera podido flaquear mucho más el resultado final.
Madhur Mittal saca mucho partido al personaje del hermano, una interpretación poderosa, con tintes de cine negro que me encantan, su versión aniñada y adolescente también están logradas, pero la evolución final y su redención es demasiado rápida, acelerada. Una mayor profundización (que tampoco estaría mal en Jamal) no debería ser descartada, pero dicen que el talento de buenos actores salvan estas situciones, o que convencen tanto a los productores que sencillamente sabemos lo que se les cruza por la mente (teniendo en cuenta lo dicho, si esto es un pecado, queda a medias y absuelto).
El paso del tiempo nos dirá si se queda en muy buena película que durante un tiempo estuvo de moda o si bien, Boyle ha firmado como algunos dicen una obra maestra. No disgusta nunca, a veces acelera y quizás se exceda (pero es que los cuentos suelen tener final feliz, pero dudo que Berlang, Scorsese o algún otro hubiera apostado porque se quedase dinero y chica)... pero a veces, por muy realistas que seamos, nos sigue gustando aquello de que el bueno se sale con la suya, más si es un perro callejero... cuyo destino estaba escrito.

miércoles, 19 de agosto de 2009

EL PROGRAMA QUE PROVOCABA INSOMNIO



Título: Historias para no dormir.

Fecha de la primera emisión: 1.966.

Director: Narciso Ibáñez Serrador.

Género: Terror.

Galardones: Ninfa de Oro en el festival de Montecarlo en 1.967, mejor programa extranjero de su época según la revista Buenos Aires y Premio Ondas a su creador en 1.969.
Hay que decir que el título de este clásico de la televisión española no es del todo correcto. En realidad, aunque su propio creador sigue recomendando que sea vean para “Pasarlo agradablemente mal”. Pero en realidad, la casi cincuentena de episodios que semana a semana lograban encandilar a un público español ávido de una televisión diferente, se podía dividir en una enorme cantidad de subgéneros: historias para pensar, adaptaciones de clásicos literarios, novela negra, suspense, sobrenatural…

Bajo la aguda mente de este singular guionista y presentador (muy recomendable hojear el libro que dedica a su figura el señor Álex Mendíbil), se puso en marcha un producto muy singular y que logró traspasar fronteras, lo cual dice mucho, teniendo en cuenta el modesto papel del arte televisivo español, en muchos sentidos, muy atrasado con los competidores extranjeros, no solamente por la censura (que a veces agudiza el ingenio como un saca-puntas), sino por los medios técnicos.

Con todo, en los remasterizados DVDs, a pesar de que se quejen algunos, a mí el blanco y negro me parece que le sienta especialmente bien a historias como “El tonel”, “El Pacto” y un largo etcétera. De hecho, probablemente sean las más apreciadas por los seguidores de estos programas, siendo las de color de buena calidad, pero quizás menos mágicas y novedosas, pues algunas como “El trapero” eran sencillamente re-versiones de viejas historias. La única excepción, que me atrevería a considerar la joya de la corona, es la mítica “El televisor”, donde no solamente estamos ante unas magníficas interpretaciones y un excelente argumento, sino que además hay un componente visionario muy difícil de hallar.

En cuanto a los actores y actrices, hay que destacar un nombre por encima del resto, aunque solamente fuera por su aparición en la mayoría de los episodios, nada menos que el propio padre del director, Narciso Ibáñez Menta. Nada hay menos positivo que el nepotismo, pero quizás esta sea la excepción que confirma la regla, ya que se trata de uno de los nombres por excelencia de esta época. Muy versátil y con una gran capacidad de transformación (un placet por las maquilladores y maquilladores de dicha época) que le permitían manifestarse como héroe o villano, según fuera el tercio.

Junto con él, serían innumerables los casos que podríamos citar. Aquí van solamente unos pocos: un jovencísimo Carlos Larrañaga, una estupenda Gemma Cuervo (quienes la recuerden por su papel de adorable y despistada abuelita de “Aquí no hay quien viva” les sorprenderá encontrarla clavando el perfil de femme fatale de relatos góticos), Manuel Galiana (un excelente monstruo del teatro), Agustín González (sin necesidad de presentación), una jovencísima Concha Cuetos… y así podríamos alargar esta entrada indefinidamente.

Sobre la ambientación, podrá imaginar el respetable que no se podían pedir milagros. No obstante, relatos que transcurren en muy pocos escenarios como “La sonrisa” (apocalíptica versión del futuro, donde además podremos disfrutar de un debutante Emilio Gutiérrez Caba) o “La cabaña”, muestran que se necesitan menos medios cuando la inteligencia para saber narrar combina a la perfección a los elementos. También ayuda una buena medición del tempo, nunca ni demasiado larga ni tampoco cortas, todo en su justa medida, casi nunca sobrepasando la hora.

Por supuesto, las influencias son evidentes y hay muchísimas deudas que Chicho y su equipo deben a algunos de los grandes clásicos. Si Edgar Allan Poe no hubiera existido, dudó que hubieran encontrado un sustituto mejor para adaptar sus relatos, aunque creo que desde la tumba del oscuro y genial inventor del terror, está muy satisfecho con la maravillosa adaptación de “El cuervo” (la más original y brillante que nunca he visto de esta sencilla historia, insertando de plano la biografía ajetreada del autor) y la extraordinaria caracterización de Rafael Navarro.

Más reciente no por ello menos relevante es el en muchos sentidos auténtico maestro en la televisión de Serrador, nada menos que uno de los mejores cineastas de todos los tiempos, Alfred Hitchcock (por cierto, una de las espinas clavadas de Narciso ha sido no haber podido emularle en el éxito cinematográfico, siendo él más bien un animal puramente televisivo). El estilo del opening y la comunicación epistolar con los espectadores serán muy conocidos para los estudiosos del gran inglés.

En el sentido político, debería destacarse una notable independencia de esta serie, que se valía de la ficción para sortear el toro de los censores. No es que fueran tampoco unos transgresores, pero “La Alarma”, “El trasplante” y tantas otras dan una visión muy negativa de las dictaduras de cualquier dictadura y el peligro de la uniformización social y no atender al pensamiento individual.

En la otra mano, personalmente, en el revisionado de esta serie, siempre me ha parecido que el tiempo ha pasado como una lapa a las historias de ciencia ficción. No es por los efectos especiales paupérrimos de la época, lo mismo podríamos decir de relatos de miedo clásicos como “La zarpa” (magistralmente parodiada por cierto en un capítulo de Los Simpsons) o “La casa” adolecen de esos errores, pero son argumentos muy bien narrados que logran mantenerse en tensión aunque quizás no puedan impactarte con imágenes.

Para esto habría que achacar la realmente intensa obsesión que Narciso Ibáñez Serrador siempre ha tenido por este tema, defensor acérrimo de que debe haber vida inteligente en otro planeta e incluso amigo de creer en platillos volantes, creo que su imaginación le ha hecho arrancarse demasiado en argumentos sobre invasores. “El fin empezó ayer” puede ser considerado un excelente ensayo sobre el tema del “Desembarco colombino versión espacial” pero muchas otras de las restantes vienen a ser girar una y otra vez sobre el mismo tema, aunque desde luego, en aquellos días el público era lo que demandaba.

En definitiva, desde “El cumpleaños” a las más recientes (aunque no se ha conseguido volver a suscitar el interés de ninguna productora, aunque nombres tan destacados como Alex de la Iglesia se han mostrado siempre dispuestos a hacerlo y colaborar con su admirado director), parece que las historias que desvelen quedan en un cajón de los recuerdos, pero mal no vendría desempolvarlas de vez en cuando.

Como fueren, superando miedos y falsas nostalgias, creo que se puede invitar sin temor a quedar mal a que echen un vistazo a estos programas… para pasarlo mal, realmente mal… muy agradablemente mal.

domingo, 16 de agosto de 2009

EN TIERRA DEL GRAN REY

Me ha agradado mucho que estos días, algún buen amigo como Chespiro me haya pegado algún "tirón de orejas" por haber descuidado el blog, esto es buen indicio, ya que me demuestran que se lo leen y discrepen o no con mis comentarios, los aprecian más de lo que merecen. Pero lo prometido es deuda y aquí estamos de vuelta, nada menos que con un cómic de Oriente Medio que ha dado mucho que hablar, ya lo creo, nada menos que Persépolis. Y es que estamos hablando de una obra que se ha llevado el mejor Guión 2.002 en el Festival Internacional del Cómic de Angouléme y un año antes, el premio al autor revelación.
Hay varios atractivos en esta obra. En primer lugar que la autora es una mujer, Marjane Satrapi; no pretendo parecer machista, al contrario, pero hay que reconocer que en la historia del cómic, guiones y dibujos han sido campo de cultivo de varones (afortunadamente con honrosas excepciones muy destacadas). Hay que dejar el cliché de que los tebeos son cosas de chicos como dirían generaciones pasadas y esperar que hallazgos como esta pieza no sean ninguna excepción a la regla.
La estructura de la obra es, y no se me tome por irrespetuoso, muy parecida a la que hubiera sido la concepción de Mafalda del mundo de haber nacido en Irán y no en Argentina. Eso sí, hay una diferencia, esta Mafalda no sigue al gran titiritero que fue Quino, sino que tiene voz propia, puesto que como pocas veces sucede en este arte, narrador, dibujante y protagonista son la misma persona. Esta es la historia de Marjane, bajo su prisma, cómo crecer en un país tan complicado como Irán.
La libertad siempre ha sido un gran tema en la historia, cuando se ha tratado con el debido respeto y sin moralismos. Marjane es un personaje perfectamente imperfecto, en ocasiones nos parece una niña encantadora, en otras una rebelde sin causa en una sociedad tabú, una novia terriblemente pesada y agobiante, sentimos una preocupación de padres cuando la vemos marchar como una novata a Austria... Si acaso advertir que es un cómic para leer a cucharadas, la información es constante y la cantidad de años que pasan hasta el emocionante final, que guarda asombrosos paralelismos con uno de los anteriores capítulos, no es un tomo ligero y aunque tenga algún momento tierno, no hay mucho sentido del humor. Estamos ante una historia dura.
Estos buenos ingredientes no nos invitan a explicar pos sí solos, que ha hecho que Persépolis alcance para buena parte de público y crítica (¿cuál es la diferencia entre los dos, si es que la hay?) el rango de obra maestra. Quizás sea lo exótico, desconocida, grandiosa y oscura que es la cultura de ese mundo, actualmente tan tristemente cerrado. Igual que Marjane nos hierve la sangre por ver lo poco que explotan la rica y tremenda mitología que tienen. Quien como yo fuera con una imagen uniformada de lo que eran los iraníes que se vaya quitando el velo y se preparen a ver una sociedad heterogénea, donde hay gente que quiere decir basta.
Entre los secundarios, si hay que destacar a alguien, por encima del resto, el papel de la abuela es genial, sobre todo por su evolución. Los padres también están muy bien retratados, pero quizás no me haya quedado tanto con ellos porque la explicación de la abuela sobre el miedo es de diez sobre diez. En cuanto a los novios y amigos de Marjane, soy bastante escéptico en algunas de las apreciaciones, ya que no puede haber nada más parcial que un relato en primera persona en estos temas y ya saben ustedes que en las parejas, hay que ver las dos versiones.
No quisiera que con esta malicia mía con la que escribo, provocar a alguien para pensar que voy más allá, ya que la veracidad de muchas de las cosas que nos muestra la pluma de la escritora me paracen muy reales, de alguien que ha vivido, sobre todo muy importante que un personaje no sea igual cuando tiene quince que cuarenta, pero que por un mágico modo yo sepa que sí, aunque sea diferente, es la misma figura con la que empezado la historia. Especialmente de manual serían las consideraciones sobre el fenómeno de los mártires, las sanas bofetadas al mundo occidental por su modo de ver las cosas y ante todo, a la propia sociedad iraní por haberse dejado encerrar, en una celda en la que todos colocan un barrote que va mucho más allá de vestidos y dibujarse los labios. Debe de ser muy duro (y muy valiente) hablar así de tu propia tierra, con la clarividencia que solamente les es concedida a los exiliados de un lugar que ya no pueden sentirse de ninguna parte, auténticos ciudadanos del mundo.
Aún no tengo una opinión clara de la calificación clara sobre este cómic, sin duda está aprobado y con nota alta. Pero, dentro de unos meses, quiero volver a releerlo, sumergirme, quizás mientras investigó algunas noticias más sobre ese país alejado, que en esas viñetas se me ha hecho más cercano. Lugar de paso de los sutiles persas, arabizados durante el Medievo, enemigos de poderosísimos vecinos... tierra de Grandes Reyes (y Reinas), bajo la altura de una Teherán que quiere dejar de sentir miedo de decir lo que siente, como hace nuestra protagonista.
Confiemos, en que no sea una voz en el desierto, pues invita a la sabiduría.

sábado, 8 de agosto de 2009

INFAME AUTO-PROMOCIÓN

No soy partidario de ella, pero a veces es un mal inevitable que no se puede eludir. Si pulsáis en nombre El Viejo veréis que ahora aparecen dos blogs, uno de ellos el que honráis con vuestra visita, Amarcord, el otro, Never Shall me Down. Este segundo es una nueva creación, aunque mejor dicho es la recuperación de uno antiguo. Este blog se centra especialmente en el deporte de la canasta (aunque no en exclusiva), por tanto, todos aquellos/as que sientan curiosidad están invitados a este blog, creación de mi buen amigo Klego.
Somos varios los que nos intentaremos ocupar de ello, con varias cuestiones (fotografías, vídeos, vivencias personales con este deporte...) aunque yo principalmente siento predilección por los artículos. De momento solamente se ha colocado una sección de música, pero estamos en proceso y no debería pasar mucho tiempo antes de que incorporemos más cosas. Estad atentos y como siempre gracias por vuestra atención.
Saludos,
PD: La próxima entrada ya seguirá con la tónica habitual del blog, en este caso, nos ocuparemos del cómic, en concreto del procedente de Irán, en efecto, me refiero a la renombrada Persépolis.

viernes, 7 de agosto de 2009

GROUCHO... ¿Y YO?



Título: Groucho y yo/ Groucho and me.

Autor: Groucho Marx.

Edición manejada: Tusquets editores.

Año de publicación: 1.985.

Lo malo de viajar es que a lo largo del camino existen muchos tiempos muertos. Huecos de espacio que nos vemos obligados a rellenar apoyados en la paciencia. Recién vuelto de Londres, paré unos días por Cataluña, donde tengo familia. Para matar una de las sobremesas, pude lograr que un apreciado pariente me prestase un libro que llevaba mucho tiempo en mi agenda de pendientes, nada menos que Groucho y yo, obra del marxista más famoso de todos los tiempos… el incomparable Groucho, líder de los célebres hermanos humoristas.

Pero en ocasiones a los seres humanos nos ocurre una sensación con aquello que ansiamos, nos generamos a nosotros mismos unas expectativas, que no siempre tienen porque cumplirse y eso, no es culpa ni del objeto o persona que era receptor de esos anhelos, sino simplemente de nuestro exceso de celo en la cuestión. Recordando otros libros de esta índole de la editorial Tusquets (mención especial a los incomparables relatos de Woody Allen, auténtico maestro de la carcajada fácil si le das una máquina de escribir), al saber que llevaba la firma de Groucho, consideraba que si en quince minutos no me estaba partiendo de la risa, era que me habían equivocado los pastas y que en realidad estaba devorando un manual de Cálculo Avanzado.

Escrito ya al final de sus días, el genial cómico da breves pinceladas biográficas, habla mucho de dinero (quizás condicionado por sus humildes orígenes que le obligaron a pasarlas canutas en su juventud y a haber dilapidado muchas de sus ganancias en el malogrado crack del 29) y un poquito de lo que mejor sabía hacer, es decir, reír. De los detalles de su vida, advertir a los amantes del chismorreo que se enfrentan a un perro viejo de olfato fino, Groucho sabe perfectamente qué contar y qué callarse. Las únicas preguntas que caben hacerse de lo que va desgranando es si su padre era verdaderamente tan mal sastre o si Chico efectivamente cometía el más imperdonable de los errores: apostar… y lo que era peor, perder dicha apuesta.

A los que aún no conozcan esta obra le sorprenderá saber el poco espacio que dedica su autor a los que les ha hecho hoy finalmente muy recordados y célebres, sus películas. En efecto, el minucioso recorrido de sus aventuras teatrales y musicales ocupa una buena dosis de espacio, lo cual hace palidecer aún más la parca información de sus intervenciones en el séptimo arte, salvando algún detalle de Una noche en Casablanca (obra que por cierto dio lugar a una desternillante querella epistolar entre Groucho y la Warner Bros) y Una noche en la Opera.

Curioso pero a fin de cuentas comprensible, Groucho nunca estuvo muy enamorado del mundo del cine, al igual que con su última etapa en la televisión y radio (donde dejó un magnífico borrador de presentador borde y cínico que ha sido muchas veces copiado pero pocas igualado), básicamente estaba ahí por el dinero, lo cual no quita que su labor fuera extraordinaria. También pasa de puntillas sobre lo difícil que era de dirigir, de cómo torpedeaba a la pareja romántica que los guionistas le imponían y su manía de improvisar. Más ingrato me parece que no haya ninguna mención a la afable y entrañable Margaret Dumont, perfecto molde de la viuda rica que tantas veces colaboró con el bigote pintado más famoso del mundo y que era una rendida admiradora suya.

Para los amantes de las anécdotas, decir que por supuesto las hay, algunas de ellas realmente impensables salvo que sepamos que su protagonista es nuestro cómico. Su manera de burlarse de mitos sexuales como Ava Gadner o de presidentes latinoamericanos que le recibían dejará de piedra a los amantes de lo políticamente correcto. Desesperará su manía de medirlo todo por el vil metal, pero a fin de cuentas, aquellos eran sus principios… y si no nos gustan, nos darán otros. También encontraremos en la obra la mítica máxima de “Jamás pertenecería a un club que aceptará a gente como yo como miembro”.

Otras anécdotas me parecen maravillosamente adornadas y no sé hasta qué punto pueda haber influido el bardo a la hora de embellecerlas. Cierta cita romántica con una belleza en un automóvil a la luz de la Luna que termina saliendo mal y los azares de Harpo y él en una despedida de soltero, parecen muy bien narrados y desternillantes para haber ocurrido en el mundo terrenal que todos conocemos. Pero con un mago como éste nunca se sabe.

Inteligente aunque ya muy mayor y de vuelta de todo, el libro quizás hubiera podido ser más emotivo y divertido de haberse empezado a construir en otro momento, pero quizás, y esto es valoración personal muy discutible, que el mayor de los Marx ya empezaba a preocuparse más bien poco de todo, tras una vida azarosa, una entre un millón sin lugar a dudas, a pesar de los productores (que según él siempre tienen el nombre de Delaney).

Probablemente alguien tan cansado de todo como Groucho no hubiera gastado su valioso tiempo leyendo una obra como ésta o mucho menos gastándose sus ansiados dólares en compararlo… pero nosotros, pensamos de otro modo y es realmente necesario sumergirse en las memorias de este tipo singular, ambivalente, irregular… y por encima de todo, listo, rápido y genial.

Tras la biografía y acabar su carrera en el mundo del espectáculo, solamente le quedaba un último movimiento para volver a dejarnos boquiabiertos… “Perdonen que no me levante”, probablemente la primera y de momento única vez que alguien ha tenido la osadía de reírse de la temida dama oscura… aunque probablemente incluso ella tuviera que contenerse las carcajadas… como casi siempre que Groucho hablaba.




jueves, 6 de agosto de 2009

BINGO SETENTERO

Título: Los bingueros. 1.979

Duración: 90 minutos.

Dirección: Mariano Ozores.

Guión: Mariano Ozores.

Fotografía: Hans Burmann.

Reparto: Andrés Pajares, Fernando Esteso, Mariano Ozores, África Prat, Norma Duval, Florinda Chico, Rafael Alonso, Isabel Luque, Pilar Muñoz…
Casposa. Este adjetivo tan temido por espectadores y espectadoras se cumple a la perfección en un momento concreto del cine español: años 70, transición y destape en las grandes pantallas. Fenomenales actores y buenos guionistas que se ven supeditados a abrirse a los nuevos tiempos, a exigencias de productoras y momentos realmente escandalosos, de calidad dudosa.

La que hoy nos ocupa es una perfecta prueba de ello, una película que es fundamental en el cine español, mal que les pese incluso a algunos. Quieran o no, los números están allí, por ejemplo, en los cines de verano de Cartagena, esta película se fundió (literalmente) en taquilla a una producción hoy considerada tan mítica como la primera entrega de Star Wars. También, alcanzó mayor recaudación que la extraordinaria “La Colmena” de Mario Camus, algo que por cierto puso en un apuro a Andrés Pajares cuando se encontró con Cela. Quitando hierro al asunto, el actor le dijo “Don Camilo, no hay que hacer caso a estos números…”, a lo que Cela respondió con buena educación: “Naturalmente que sí, además, estoy seguro de que esa película tiene que ser mucho más divertida que mi novela”.

Pero la casposidad no debe quitar méritos a la que sin duda es una pieza clave, quizás ya lo sería solamente el hecho de que juntó por primera vez a dos humoristas que darían lugar a una breve (pero fructífera en audiencia y recaudación) etapa del cine nacional. Es curioso que existiera durante mucho tiempo entre los productores el falso bulo de que ambos se llevaban mal, por lo que nunca se les proponía aparecer juntos. En realidad, sus biografías eran curiosamente paralelas, de hecho Esteso había ido a ver de niño con su madre a un joven Pajares actuando en el teatro.

Ponerlos a bordo de un proyecto, que simplemente tenía que ser una comedia ligera sobre algo que se estaba dando en la península, la aparición del juego, por ejemplo, bingos y casinos que se estaban abriendo en el país. Tanto Pajares como Esteso daban perfectamente el tipo de españolitos que se abrían al fin al mundo, desinhibidos y creyéndose que podían arrasar con suecas, noruegas y demás…

En definitiva, una comedia alocada y sin más pretensiones. Sin embargo, esto nunca ha sido un problema precisamente en este género (Cantinflas por ejemplo ha hecho milagros de carcajadas con premisas muy simples), de hecho, entre los alicientes de la cinta, hay que destacar un potentísimo reparto, incluso en los papeles más menores (Luis Barbero, Rafael Alonso, Florinda Chico…). A base de diálogos disparatados y el sencillo vicio del bingo (que como el genial dibujante Vázquez demostró puede ser un auténtico campo de cultivo de historias), los dos personajillos van a ir complicándose su existencia en la búsqueda del dinero fácil.

Es difícil explicar el éxito de este tándem, aunque quizás el director Alex de la Iglesia, uno de los grandes, dé en la tecla cuando afirma que: “La gente no quiere generalmente a un humorista solo. Quieren a Pajares y Esteso, a Martes y Trece, a Faemino y Cansado…”. En aquella época los dos eran jóvenes, prometedores y divertidos, probablemente Pajares fuera el más completo de los dos, con más variedad de registro y como demostró después, capaz de hacer papeles de nota en películas como “¡Ay Carmela!”. Es triste pensar como los dos han terminado siendo más noticia por cosas externas a su arte que por sus trabajos posteriores.

Sobre la dirección y guión se puede escribir mucho, pues bastante hay que decir de Mariano Ozores, un nombre clave del cine español. Con más de un centenar de películas a su espalda, hermano del genial actor cómico, buen guionista para el género cómico, Ozores han sido en muchas ocasiones criticado hasta el extremo. Él se defiende con bastante tino recordando que si bien hay que estudiar para ser buen cineasta o actor, no hay ninguna Academia para ser crítico, sino que generalmente sueles escribir una columna en el periódico sobre ello porque eres amigo o cuñado del director del mismo.

Muy particularmente, pienso que el gran problema de la carrera de Ozores como cineasta es que generalmente los “expertos” en el séptimo arte le han considerado menos inteligente de lo que sin duda es, aunque él por su parte también ha cometido una serie de errores a lo largo de su carrera. Por ejemplo, se defiende de que el nunca usó el destape como reclamo, sino con un barniz cómico, yo lo siento, pero de la misma forma que resulta muy ridículo en las películas censuradas cuando una joven pareja aparece en posturas salidas de un manual de monseñor Roco Varela, no lo es menos que los reclamos para que aparecieran señoras ligeritas de ropa en ocasiones da lugar a escenas dantescas…

Pero esto se le debe perdonar a Ozores, por lo menos en Los Bingueros, por el brillante personaje que nos deja, el cura que va al Bingo, con un gran secreto que nadie imagina. Igual que otros directores, Ozores gusta mucho de aparecer en sus propias películas y hay que reconocer que el triunvirato que formó con sus dos muchachos dejó algún momento muy brillante. Sinceramente, si “Yo hice a Roque III” fuera de los hermanos Marx estaría catalogada como una joyita, porque realmente lo es y no tiene nada que envidiar a los monstruosos muchachos de Groucho en cuanto a humor absurdo.

Como fuere, Los Bingueros fue casi desde el momento de su estreno objeto de ataques de la crítica y por el contrario la niña mimada del público, tanto que los productores, no tardaron en volver a embarcarles en proyectos conjuntos, siempre con Ozores al mando y con señoritas ligeras de ropa, pero siempre sería esto mejor que la película que hicieron para niños que es realmente difícil de digerir aunque se tenga la paciencia de Penélope.

Con todo lo dicho, Los Bingueros es una película clave aunque pueda no parecerlo porque marcó un punto de inflexión clave en dos artistas muy importantes de su época, porque está dirigida por el director español que más películas tiene a sus espaldas y es el fiel reflejo de una época efímera e irrepetible, testimonio en cierto sentido de los miedos y sinsabores que empezaba a ser el despertar de un letargo.






miércoles, 5 de agosto de 2009

OPERACIÓN RETORNO

Sensacional aislarse de todo un poco durante dos semanas, como sensacional es volver a las cosas que uno añora de su rutina, este blog, entre ellas. He visto con mucha satisfacción que el amigo Franchesk se ha dejado caer por aquí, bienvenido a bordo. Próximamente nuevas "tontedidas" de series, cómics, libros y lo que se tercie (perdón por el descarado plagio Chespiro).
Por si a alguien pudiera interesarle, este blog sigue vivo. Saludos a todos/as.