domingo, 29 de julio de 2018

UN MISMO PROBLEMA, DOS SOLUCIONES GENIALES



No es un año cualquiera. 1492 evoca muchas cuestiones, no pocas de ellas contradictorias. Tiempos de avance y descubrimiento, también de expulsiones y represión, nuevos horizontes acompañados de excesos de conquista. Jan se expresa de manera contundente con la cantinela "Si en lugar de haber descubierto América, la hubieran encontrado, otro gallo cantaría" antes de comenzar su epopeya cósmica Los ladrones de ozono (1992), todavía a día de hoy uno de los grandes hitos en la colección de Superlópez. Cuando rondaba el quinto centenario, el polifacético artista usa el desembarco de una nave espacial en plena Barcelona para hacer una metáfora de aquellos días pasados (no en vano, los especialistas consideran que la única noticia que superaría el impacto de lo hallado por las tres carabelas colombinas sería la noticia de que hay vida inteligente en otros planetas). 



Por su lado, el gran maestro de la era Bruguera, Francisco Ibáñez, hizo lo propio con su inimitable estilo. El quinto centenario (1992) era una oportunidad increíble a nivel editorial para colocar a los históricos Mortadelo y Filemón en aquel primer viaje, merced a un error del inefable profesor Bacterio (quien tampoco debe ser tan inútil al alterar su máquina del cambiazo para tornarla en una máquina temporal, aunque con el error de ir hacia atrás y no adelante). Dos álbumes muy dispares entre sí, si bien con un tronco común, un reflejo de las dos soluciones que dos artistas clave de nuestra historieta terminan desarrollando. 



La primera diferencia es obvia. Los agentes de la TIA viajan hasta la época donde finalizaba el siglo XV. Superlópez se encuentra con Kon-Kolón, un alienígena con notorio parecido biográfico con el (presuntamente) marinero genovés que recorrió cortes europeas en busca de financiación para una nueva ruta de comercio con las Indias. Por su lado, Ibáñez opta porque los personajes históricos sean parodias de figuras políticas de la actualidad de aquellos momentos (Felipe González como El Almirante, el matrimonio Flores como los Reyes Católicos, un pintoresco fraile llamado Requemado Sinsilla como alter ego de Alfonso Guerra, etc.).


Sendas aventuras son extraordinarias dentro del ámbito de la historieta española. De un mismo tronco común, quedan claras las diferencias en cuanto a estilo y narración de los dos autores. Para Ibáñez, el principio y el fin de todo siempre será la comedia. Da igual la temática o la coyuntura. Sir Alfred veía las salas de cine con el reto de sentar a cuanta más gente posible en las butacas. Por su lado, Jan busca colocar sus mensajes, el resultado de su formación intelectual, reflejando las preocupaciones que a él le importan, utilizando la parodia superheroica como pretexto. 



Así, la llegada de Kolón a la Ciudad Condal desencadena una aguda metáfora sobre la explotación colonialista, puesto que el ozono es muy codiciado por los recién llegados en calidad de droga de altura (nunca mejor dicho debido a sus efectos). Superlópez se verá abocado a devolver la visita, encontrándose con una realidad compleja en Koskatilla (cualquier parecido sonoro con Castilla es más que mera coincidencia), donde los soberanos del intrépido aventurero tienen sus propios disidentes. 



Ibáñez, en su caso, juega con algunas de sus otras creaciones más aclamadas. Para los fans es un gusto poder encontrar a Pepe Gotera y Otilio como torpes hermanos Pinzones, sumados al inefable Rompetechos de Triana como el guía encima del mástil del almirante y los suyos. Amante del gag por el gag y la carcajada, es uno de los grandes momentos de Mortadelo en la década de los noventa, con el único pero de que las parodias de políticos de la época pueden haber perdido algo de su punch. No obstante, los chistes son tan afortunados que quienes no puedan coger las referencias por su edad, sin duda disfrutarán de la humorada. 


Una cuestión fascinante de estas lecturas paralelas es el hecho de que, siendo tan distintos en estilo y procedencia, a veces Jan e Ibáñez parecen intercambiar papeles. Juan López se lamenta de no tener un Mortadelo para pasar el rato mientras está apoyado en la nave espacial que lo va a llevar a su nuevo destino (en Los ladrones de ozono se rompe la cuarta pared de forma constante). Por su lado, Ibáñez utiliza las siglas IVA y TIA de forma admirable para provocar un malentendido que llevará a sus merluzos favoritos a ser confundidos con representantes del mismísimo papa Inocencio VIII, un cultismo-cómico que vuelve a poner en tela de juicio la aparente simplicidad de este gran autor. 



Una posible conexión que hace incluso lamentar esas cosas que nunca veremos plasmadas sobre el papel. Al más puro estilo americano, qué no habríamos dado por ver a Pafman pasando un largo periplo en el Supergrupo o haber tenido una aventura conjunta de Anacleto con Mortadelo. Por política editorial y lógica del mercado interno ese tipo de crossover no ha sido posible. Pero agrada pensar que en 1992 Jan e Ibáñez bebieron de las mismas fuentes para terminar dando dos resultados tan geniales como distintos entre sí. 



En la odisea de López encontraremos incluso a Jaime y Luisa como peculiares Malinches ante el nuevo régimen instaurado, mientras el héroe (bien acompañado en el relato por Marta y Chico) indagará en la peculiar superestructura de los alienígenas, con las extrañas figuras de los arkontes. Un cómic que no nos importaría que durase más. Igual ocurre con las carcajadas que provoca el primer y "bravo" desembarco en tierra firme de Mortadelo y cía, dignO de canción de Les Luthiers. Se hace muy corto y lamentamos ese momento donde la máquina del cambiazo reconvertida en dueña del tiempo (en serio, Bacterio será considerado un berzotas por sus colegas de agencia, pero debe tener un nivel intelectual a la altura del Doctor Muerte o Moriarty) se acciona por última vez. 



1992. El año en que Mortadelo y Superlópez miraron a pasado y futuro para terminar convergiendo.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://www.todocoleccion.net/tebeos-bruguera/mortadelo-filemon-quinto-centenario-magos-humor-circulo-lectores~x28529989



-http://blogs.gamefilia.com/daman-1985/05-06-2011/42703/el-rincon-de-la-lectura-superlopez-los-ladrones-de-ozono



-http://www.mortadelo-filemon.es/content?q=Y2F0X2lkPTQ4JmN0Z19pZD0xMjQmcG09YmxvZyZvZmZzZXQ9MTQ%3D#.W1i8l1AzY2w



-https://www.profesorfrancisco.es/2018/01/espana-durante-la-edad-moderna.html



-https://www.cachislamar.com/tebeos22.htm



-http://www.ensegundapersona.es/mortadelo-y-filemon-60-anos-forjando-lectores/

domingo, 22 de julio de 2018

SONATA DE INVIERNO EN LA HABANA


El género del detective urbanita decepcionado con el mundo pero que alberga esperanza de justicia en un rincón oculto de su corazoncito es un clásico. Desde Raymond Chandler a la actualidad, el estereotipo se ha ido enriqueciendo, aunque algunos tópicos innegociables. Algún día el alcohol y el tabaco tendrían que rendir tributo a Vera Caspary y cía por haber convertido los muebles-bar en lugares fascinantes donde la resaca es una realidad inexistente. Apenas unas páginas en Pasado perfecto nos sirven para ver que Leonardo Padura (La Habana, 1955) acepta todos esos clichés, trasladados, eso sí, a la capital cubana. 



Así comienza la andadura del escéptico teniente Mario Conde. Un amanecer que nada tendría que envidiarle a los de John McClane, siendo probablemente la parte en la que más cueste arrancar por la sensación de que todo esto ya lo hemos vivido en muchas otras obras. Junto con ello, viene el acompañamiento de un caso aparentemente simple que se complica: la desaparición de Rafael Morín, destacada figura en el Ministerio de Industrias de la isla. 



El crimen tendría un relativo interés de suspense de no ser por las implicaciones que tiene para el protagonista. Conde conoció en el Pre a Morín, un estudiante muy brillante y con pico de oro para ascender dentro de las filas del Partido. De cualquier modo, Conde y su amigo de infancia, Carlos el Flaco, eran los únicos entre los estudiantes que no bebían los vientos por el sagaz compañero, si bien les influía el hecho de que había terminado convirtiéndose en el novio del primer amor platónico de ambos: Tamara. 



Sin lugar a dudas, los flashbacks que salpican esta primera aventura del popular investigador son su mejor aliciente. Es de particular interés la primera experiencia adolescente que Conde tiene en un taller literario, sobre todo a través de la lección de dignidad que la profesora da a todo el centro ante la censura que sufre la revista de su alumnado. "En ese momento se convirtió en la mujer más linda del mundo", evocaría el detective, en toda una declaración de intenciones del tono de la novela. 



Otro de los grandes atractivos de esta lectura, tan propicia para el verano, es el vocabulario empleado. Una de las grandes ventajas del castellano es su riqueza a ambos lados del océano, aquí tendremos un despliegue de dulces sutilezas y chabacanos insultos, una demostración de cómo describir un viaje en auto por la Calzada de Santa Catalina, de callejones atestados, bibliotecas refinadas de una élite selecta, bullicios de barrio, violencia terrenal por el hurto de una simple bicicleta, etc. 



En distintas ocasiones, el propio Padura ha admitido sin falta de rubor que se nutre de todos los ingredientes del recetario de un relato de novela policíaca estándar. El mayor Rangel, apodado El Viejo, es el típico superior malhumorado pero justo con el talentoso pero indisciplinado investigador. De igual forma, la aversión de Conde a conducir carros por la bulliciosa capital obliga al sargento Manuel Palacios a hacerle las veces de chófer. Como Conan Doyle habría dicho, elemento vital en estos relatos que no todo sea un personaje pensado o hablando solo, siempre precisan de un contertulio estos sabuesos. 


La edad de Conde permite que el interés amoroso que va surgiendo entre él y la misteriosa Tamara sea un tanto atípico. No estamos ante una erupción volcánica juvenil, se trata más bien de un viaje a los recuerdos, a las opciones que se desvanecieron antes de materializarse. Padura da tono caribeño a toda esta cuestión y logra algunas de sus líneas más inspiradas en esta cuestión. 



Donde Padura brilla con más fuerza es, como en cualquier persona que escribe, cuando habla de los elementos que le son más conocidos. Ha trasladado su pasión por el béisbol a su propia creación literaria, lo cual da una fuerte verosimilitud a sus sentimientos con respecto al equipo de sus amores y las frustraciones deportivas que esto mismo le genera. 



No es un caso de particular misterio, puesto que la verdadera fuerza de su narración coloca los cimientos en la relación entre personajes, en el pesimismo lúcido de una sonata de invierno. No sería la última vez que veríamos al teniente cubano frustrado ante la desafiante máquina de escribir. Será cuestión de ponerse un día de estos. 



BIBLIOGRAFÍA: 



-PADURA, L., Pasado perfecto, Tusquets Editores, Barcelona, 2017 (re-edición del original del año 2000). 



ENLACES DE INTERÉS: 












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domingo, 15 de julio de 2018

LA DREAMS


El artista amnésico




David Lynch es un creador que juega con todo lo que se presenta a su alrededor. En ocasiones, se hace el despistado, aprovechándose de las ventajas de no tener que hacer inicio, nudo y desenlace cuando el resto del mundo parece empeñado en desentrañar sus mensajes ocultos. En la época de la posmodernidad, este sagaz cineasta se ha escondido tras la máscara de un personaje excéntrico que le da puntos y aura. Sobre su filmografía, la línea que separa la idolatría y el odio es difusa. La misma que siente el público que acude a un sofisticado museo para ver un punto rojo sobre un lienzo blanco bajo el título "La levedad del ser". 



En pocas ocasiones, ese universo tan personal que se ha diseñado para sí mismo ha alcanzado las cotas de Mulholland Drive (2001). Tal vez, bajo la apariencia tramposa, sea su carta más honrada. El maestro que se pierde en Twin Peaks solamente cuando a él le apetece, narra aquí una historia delicada y absurda, sofisticada a la par que perversa. Todo comienza con el rescate de una dama amnésica (Laura Elena Harring) por parte de Betty Elms (Naomi Watts), recién llegada a Hollywood desde la lejana Ontario. 



A partir de entonces, volvemos a pensar que a Lynch le entra uno de sus oportunos vacíos de memoria. Incluso con los nombres de sus protagonistas. O hasta en el tono de la película. Más de alguna persona en la butaca dará gracias al cielo por la presencia de Mark Frost en el pueblo de Laura Palmer para que exista algo de coherencia. Y, sin embargo, todo parece funcionar y es dolorosamente obvio. Estamos ante una cinta de honestidad brutal, nos han contado el final y el principio por el precio de uno. Sencillamente, tras la incómoda sensación del traje de emperador, puede esconderse una verdadera joya. 


Blue key




Podemos hacer muchas cosas como público de Mulholland drive. Desde rendirnos ante su misterio o rebelarnos ante una tomadura de pelo. Lo que nunca se puede hacer es dudar de Naomi Watts. Si hoy en día es una actriz de indudable prestigio y solidez, fue aquí donde su talento explotó como algo muy difícil de alcanzar. Tiene, sin discusión posible, la papeleta más complicada de toda la partitura de Lynch, con el agravante de que el director no tiene ninguna intención de allanarle ningún sendero. 



Pero el edificio surrealista queda sin desmoronarse porque ella no lo permite. Watts logra inundar su alma de lo que el momento necesite: tierna, celosa, angelical, diabólica, perdida, decidida y, ante todo, creíble. No pocas de sus escenas son de una desnudez emocional total, su capacidad de llevarnos por la pesadilla en la que convierte en su existencia está al alcance de un puñado de artistas que se cuentan con los dedos de una mano. Si todavía pervive este bizarro relato en el imaginario es, en muy buena medida, porque tiene una protagonista formidable en cualquier nivel que se nos ocurra. 



Hazaña nada pequeña rezumar verdad en una obra donde se miente tanto y con soltura made in Hollywood. Nadie es lo que dice ser. ¿Cuántas veces nos ha ocurrido que soñamos con rostros que nos son conocidos del día a día en roles diferentes? Los brazos de Morfeo se convierten en un escenario pasional donde el malévolo subconsciente se atreve a decirnos las verdades como puños que le bloqueamos durante el día por pánico a ver ese espejo. 



"La belleza es como el dolor"-Thomas Mann.



La tía Ruth nunca vivió allí. Eso es tan cierto como que Mulholland Drive tampoco estaba destinada a ser una película de culto. Lynch la imaginaba como una serie, un programa que jamás vio el pulgar arriba de la productora. Gracias a todos los dioses. Da miedo pensar que este extraño envoltorio, tan seductor como cruel, se hubiera perdido en capítulos de relleno y subtramas sobre el vecino de Betty y doppelhangers. Como ese extraño cowboy (Lafayette Montgomery), hay cosas que es mejor ver solamente una vez. Andar con frecuencia el sendero tortuoso de estas dos amantes rompería todo el encanto. 



Pasan los años y la trayectoria de este singular director no ha defraudado a ninguna de sus dos hinchadas. Quienes lo admiran, alucinan ante sus provocaciones y capacidad de no tomarse nada en serio. En el otro lado del espejo, muchos lamentarán que se conforme con la burla cuando podría contar una historia de las muchas que es capaz con la sencillez de los clásicos. 



Irónicamente, quizás la pieza que hoy nos ocupa sea la excepción a la regla disfrazada. Su film menos tramposo, con apenas alguna operación cosmética para disimular la angustia de este viaje a los infiernos. Una demostración de lo torrencial de su talento. Probablemente, lo más redondo de su cine. Eso sí, contando con Naomi Watts en estado de gracia. Y ese comodín en la baraja es de los que mueven montañas. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://www.blu-ray.com/movies/Mulholland-Drive-Blu-ray/68150/



-http://www.hotflick.net/pictures/001/big/fhd001MDE_Laura_Harring_017.html



-https://www.gamesradar.com/mulholland-drive-review/

domingo, 8 de julio de 2018

CINCO AÑOS NO SON NADA


Resultó uno de esos experimentos curiosos que, de vez en cuando, se dejan caer por la parrilla televisiva (¿Qué fue de Jorge Sanz?). Había un toque de frescura, inteligencia y capacidad de reírse de sí mismo ante el espejo en la serie de David Trueba, una parodia protagonizada por la propia persona que cargaba sobre sus hombros las costas del chiste. En apenas un puñado de capítulos, rodados sin alardes pero con gran elegancia, dejó en la retina de la audiencia un puñado de momentos memorables y que tomaban, consciente o inconscientemente, el pulso al nihilismo millennial y la generación youtuber, a ese estar de vuelta de todo. 



El ansiado retorno con el especial de 2016 que hoy nos ocupa demostró que la cosa seguía justo donde se dejó. Jorge Sanz mantiene la capacidad de reflexionar sobre su propia carrera de niño-prodigio de la taquilla y posterior caída al relativo olvido con humor y generando la empatía del respetable. En esta ocasión, el punto de arranque será una terapia de grupo con otros rostros muy conocidos de la industria del cine español. 



Buscando reverdecer laureles, se lanzará a una gira teatral donde chocará con la dirección de Pedro Ruiz (quien se interpreta a sí mismo, exhibiendo asimismo la humorada de explotar muchos de los tópicos que han ido asociados a su persona), si bien las cosas nunca le terminan de salir del todo bien por más que lo intente con su voluntarioso (y desastroso) agente Amadeo Gabarrón (sensacional Eduardo Antuña). 



Se mantienen varios de los gags del pasado. Destacan esos míticos (y nunca comenzados) partidos de pádel entre Antonio Resines y Sanz. También repite cameo de forma muy divertida Juan Manuel de Prada, quien sigue consintiendo con inteligencia que Trueba pueda explotar de forma magistral ese cliché de pedantería con la que se ha asociado al escritor. Este micro-cosmos fictio logra que mantengamos el interés en una mezcla de sencillez verdadera, no pasan acontecimientos especialmente trascendentes, pero los sentimos como una radiografía muy certera de la vida de cotidiana, adaptadas a las peculiares condiciones del actor. 



Hay rostros nuevos, destacando Natalia Abascal como la hermana del tenaz Gabarrón. Se trata de un personaje repleto de ternura y francamente necesario en una serie que puede caer con facilidad en el exceso de cinismo. En esta época tan de HBO, Netflix y el giro sobre el giro existencialista en un tweet, no está de más recordar, como bien sabía gente de la talla de Roberto Gómez Bolaños, que puede interesar más un personaje bien escrito que un magistral encuadre en la pequeña pantalla. 



El ambiente entre los tablados permite mostrar los conflictos laborales que surgen en cualquier profesión, en este caso por cuestiones como quién va antes de los títulos de crédito o aprovechar de forma abyecta cualquier asomo de publicidad. Hay un acierto de casting a destacar con Elena Furiase, quien es la compañera de función de Jorge durante la andadura, logrando momentos muy divertidos y con química. 


No parece tampoco casual que la obra que vayan a interpretar sea titulada "El hombre que amaba a las mujeres". Hay en todo este pequeño viaje una tendencia a la sonata de invierno de Valle-Inclán, a la perdida del poder del donjuanismo que no acepta su caducidad y las vendettas de antiguos envidiosos del éxito ajeno. Todo acompañado de un protagonista en una inmadurez constante que queda reflejado en sus "consejos" a su hijo e hija cara la vida, volviendo a recordar la célebre afirmación de Rafael Azcona sobre que se nos exige el carnet de conducir y ningún documento para ser padre/madre. 



Cabe preguntarse si no habría sido mejor mantener el formato de breves capítulos en lugar de hacer única emisión de mayor duración. A la comedia le sienta demasiado bien el formato veinte minutos como para quitárselo tan a la ligera en televisión. Habría permitido asimismo desarrollar mejor las subtramas. Con todo, deja la sensación de una reunión entre amigos donde hay un ambiente tan sano que se permiten las bromas sin temor a herir susceptibilidades. 



Por último, es de justicia destacar la maravillosa música de Darren Hayman, capaz de captar de una forma perfecta ese tono agridulce que preside todo este experimento tan interesante. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 










domingo, 1 de julio de 2018

CUANDO LOS GALOS TOCARON EL CIELO CON LAS MANOS



Todos tememos algo. A fin de cuentas, incluso las bravas personas moradoras de cierta aldea en la Armórica recelaban, Tutatis no lo permita, con que algún día el cielo caería sobre sus cabezas. Pero eso no iba a pasar mañana. En realidad, a la altura del álbum que hoy nos ocupa, Astérix en Bretaña (1966) marcó el camino inverso: dos audaces galos, de nombres René y Albert, fueron capaces de acariciar el cielo con sus propias manos. Estamos en los años dorados de una colección icónica dentro del santoral del cómic franco-belga. 



En aquel momento, Uderzo había conseguido salirse con la suya y fijar a Obélix como el imprescindible co-protagonista del ingenioso guerrero galo. Un acierto mayúsculo que permitía a Goscinny tener una pareja formidable que se complementaba a las mil maravillas en sus personalidades individuales. Con una hábil explotación de los tópicos (que nada tienen de malo si se emplean con dosis de ironía y savoir faire), el marco de la expansión romana en la Tardía República Romana les permitía llevar sus andanzas por distintos rincones del Mare Nostrum.



En esta ocasión, llegarían a la flemática tierra de los bretones, con el firme propósito de ayudar al pueblo de Buentorax, primo-hermano de Astérix, cuyas gentes habían oído hablar de la legendaria resistencia de sus colegas al otro lado del canal. En la realidad histórica, Julio César hizo dos campañas (dificultosas y con menos éxito del que acostumbraba el procónsul) desde el Puerto Icio, encontrando guerreros indómitos y tatuados de azul que fascinaron al mismísimo Marco Tulio Cicerón. Naturalmente, Goscinny no pretende hacer una tesis doctoral y se dispone a jugar con guiños a la cultura británica insertada siglos antes de su verdadero origen.



El cómic es una verdadera delicia donde Goscinny vuelve a confirmar su habilidad para ir sembrando paulatinamente las miguitas para lograr llegar al sendero que ha trazado para el arco de la historia. Una cuestión bastante curiosa es la rápida decisión de los galos de dejar en tierra a Ideafix, el cual sería un secundario muy importante en futuros álbumes.



Entre cerveza tibia y sacudidas de manos, Uderzo se permite despliegues gráficos solamente al alcance de un puñado de artistas europeos de la época. Basta ver cómo aprovecha la torre de Londinium y a un Obélix prisionero para lograr uno de los gags más recordados de esta aventura, además de la locura persecución al vecindario del ladrón de carros, donde, una vez más, podremos apreciar la serenidad y humor british de los habitantes.



Goscinny aprovecha el elemento del barril con la poción mágica que los galos envían a sus aliados bretones para provocar una confusión que obligará a variadas catas que supondrán un desafío para Obélix y sus enemigos romanos. Aunque haya aventuras magníficas con otros adversarios como los normandos o los godos, queda claro que los grandes antagonistas de Astérix son y serán siempre esos impagables payasos serios que son los esforzados legionarios de César.



La popularidad de esta saga se multiplicó en 1986 a través de la adaptación a la gran pantalla dirigida por Pino Van Lamsweerde. La animación era realmente meritoria para la época, además de añadir todavía más carga épica al asunto. Es de particular interés la escena donde las catapultas romanas logran destruir el tonel, inundando de poción mágica el Támesis. La línea de Astérix "No, Obélix, se acabó. Esta vez han ganado a los romanos" habría sido digna del propio maestro Goscinny. 



Todo para llegar a un tercer acto donde Goscinny y Uderzo, encantados de conocerse a sí mismos, aprovechan su estado de gracia para dejarnos uno de los clímax más importantes que se recuerdan en la colección. Desafortunadamente, también contaríamos con una libre versión en imagen real Astérix y Obélix: Al servicio de Su Majestad (2012) que se aleja todo lo posible (y más allá) de ese espíritu original.  



Una verdadera joya para llevarse a una isla desierta. Cuando dos creadores irrepetibles tocaban el cielo con las manos.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://iowey.route134.me/index.php?page=148



-http://www.ozom.cl/comic-recomendado-asterix/



-https://www.tebeosfera.com/documentos/asterix._la_gran_coleccion_de_un_clasico.html