Existen empleos que son armas de doble filo. Por ejemplo, los deportistas de élite, un gran sueldo, reconocimiento público y fama, eso sí, durante unos escasos años, una vida profesional muy efímera que se diluye con una velocidad increíble. De la misma forma, los actores, especialmente los más habituales de los taquillazos, pueden caerse de las carteleras sin que nadie sepa explicar ni por qué fueron tan populares ni qué justificaba su ostracismo actual.
David Trueba se dejó seducir por esa idea cuando se decidió ponerse hace unos años manos a la obra en una especie de "Desmontando a Harry" a la española. Una serie, que desafortunadamente no tuvo mucha repercusión popular, aunque sí buena acogida de crítica tras la emisión de sus seis episodios para una cadena privada.
Usando la figura de Jorge Sanz, quien fuera uno de los actores principales de una nueva oleada de intérpretes nacionales, Trueba hace una disección del paso del tiempo y lo precario de muchas de las cosas que damos por garantizadas.
El experimento es muy curioso, rodado casi con estética de documental, no deja de ser una obra de ficción, con mucho de auto-parodia y la sana inteligencia de reírse de uno mismo cuando procede.
No solamente Sanz se presta ello, varias figuras del medio cinematográfico caen en el juego de esta sátira de ellos mismos, por poner algunos ejemplos, Antonio Resines, Santiago Segura, Carlos Larrañaga... Ciertamente, Trueba lanza algunos dardos divertidos a festividades como la de los Goya, o las miserias entre colegas (incluso repartirse el precio de una corona en memoria de José Luis López Vázquez, el gran Morito, uno de los mejores intérpretes de su época). Otros "notables", como Juan Manuel de Prada, se prestan a reírse de ellos mismos, algo que es muy de agradecer. Además, está hecho de una manera muy humana, alejada de apocalípticos mensajes como "El crepúsculo de los dioses" (una obra maestra, por otra parte), simplemente tienen sus grandezas y miserias como ocurre en infinitas oficinas y centros de trabajo a lo largo de la semana.
Desde su aparición como un jovencito Conan a las órdenes de John Milius, Sanz se convirtió en un rostro recurrente y con mucho apoyo del público. Su relativa oscuridad en los últimos tiempos, está bien parodiada y él mismo se presta a ello, viendo como el 90% de la población piensa que era una pena lo de este chico que era tan guapo y ya se ha hecho mayor, mientras él se encuentra con problemas para encontrar un papel en una serie televisiva abominable pero que necesita para poder mantenerse, merced de los caóticos servicios del personaje interpretado por Eduardo Antuña, antiguo representante de quesos y ahora metido a agente de Jorge.
Es una pena que el experimento no funcionase del todo, esta especie de Larry David peninsular está muy bien y verdaderamente constituyó un soplo de aire fresco al panorama de las series nacionales. De hecho, la sensación que tiene uno al final del camino es que han quedado muchas cosas por contar y que se ha terminado notando que los episodios no fueron rodados en orden.
¿Nuestro futuro? Nuestro futuro ya ha pasado, amigos míos... Carpe diem.
No hay comentarios:
Publicar un comentario