domingo, 23 de febrero de 2014

DE RUAS Y CALLEJONES DIAGON (SEGUNDA ENTRADA LISBOETA)


Si cada maestrillo tiene su librillo, cada viajero tiene su manía, tradiciones, extrañas cábalas que suele cumplir allí donde se encuentre... Una de ellas es realizar un día de ruta librera, trasteando y "bicheando" (modo cordobés on) en las diferentes tiendas del nuevo lugar donde se encuentra. Sin embargo, no se alarmen y no pongan aún los detectores gafapastas y esnobs con luz roja, que, entre callejones Diagon y estanterías, la propia Lisboa muestra que hay algo más que negro sobre blanco... 



En primer lugar, para ir a este senderismo urbano, si es con amigos mejor. Albergo los mejores recuerdos del "triángulo freak" de la Ciudad Condal, con las mejores tiendas de cómics posibles en España, también de una encantadora librería de viejo en Oviedo, por no hablar de alguna gigantesca bookshop en Londinium con varias plantas... No obstante, quizás no sea tanto por los sitios, que también, sino porque la compañía es la que convierte el momento en valioso. Así que con un buen socio, quien además ejerce de generoso anfitrión en la capital lusa, nos pusimos manos a la obra en la zona del Chiado, dividida en alto y bajo, rodeado de unas iglesias muy bonitas, acompasadas con ruas comerciales que dan mucho colorido al lugar. 



La primera de la lista es Bertrand Livreiros, la cual luce con mucho orgullo ser la más antigua de la ciudad, remontándose al siglo XVIII. El negocio tiene sucursales en otros lugares de la cidade (por ejemplo, los macro centros comerciales de Colombo), pero si solamente se puede hacer una visita, es mejor ir a la original. El apellido galo del lugar no es casual. 



No fue la única, aunque hoy por su antigüedad y propios méritos es la más reconocible para los lectores que se dejan caer por sus variadas secciones, en un largo pasillo donde a derecha e izquierda se van abriendo varias temáticas. Fueron bastantes los libreros franceses que se afincaron en suelo portugués, lo cual quizás, mera conjetura, haya ayudado al exquisito gusto que tienen en sus secciones de cómic por lo franco-belga. Están los clásicos: Tintín (no pude encontrar esos paradigmas de lo políticamente incorrecto que son Tintín y los soviets y Tintín en el Congo), Astérix, el inefable Gastón El Gafe (a quien en España quizás conocemos menos por que vive a la sombra de un hermano bastardo muy querido, El botones Sacarino)... Una auténtica delicia, si bien de los nuestros, únicamente Mortadelo sobrevive, lo cual esperemos vaya siendo subsanado en el futuro.  



La deformación profesional podría eternizar el tema, afirmando las muchas cosas de cristâos novos e Inquisiçâo, mas basta decir que la sección de Historia pasa con nota. De entre los iconos, sobresale la figura de Fernando Pessoa (cuya antigua casa también se puede visitar, en un peregrinaje a uno de esos artistas casi desconocidos para sus coetáneos, pero cuya grandeza se revela posteriormente y perdura en el recuerdo de una forma imborrable), cuya característica estampa es omnipresente. Una estatua suya escuda la entrada a la Biblioteca Nacional de Lisboa, flanqueado por otros primeros espadas de las páginas lusas como Gil Vicente, un recurso escultórico que recuerda mucho al que se podía observar en su tocaya madrileña. 



Esta Biblioteca Nacional se encuentra en el complejo de Campo Grande, gigantesco y en zona muy universitaria, pero fácil de combinar con las líneas de metro. El mismo día que uno entra se puede hacer socio, con una sala de lectura muy acogedora y bastante personal para explicar las dudas, si bien, como ocurre en este tipo de instituciones, uno tiene la sensación de poder estar invadiendo el pentágono si comete el error de no dejar en la taquilla el periódico (aunque nada es comparable al caso de la Biblioteca Nacional Española, un sitio fantástico, pero donde los lectores parecen sospechosos habituales por los controles de súper-agente 86 que deben superarse para entrar). 



Otro lugar a citar en ese entramado, no podía ser de otra forma, es el magnífico Arquivo Nacional de la Torre do Tombo, cuya impresionante fachada es solamente la presentación a un extraordinario fondo, con salas de consulta, de microfilms... así como de un espacio dedicado simplemente para trabajar o conversar. El nivel del archivo es excelente, si bien quizás sus técnicos sean más puntillosos de lo que estamos acostumbrados en España a la hora de juzgar un documento en mal estado (me gustaría verles con algunos legajos que tenemos por aquí, que calificarían de zona cero), pero el nivel general es muy bueno y se trata más que correctamente a los usuarios. 




Una ruta que exige varios altos en el camino. Si trastean por las estanterías del Xiado, no es mala idea hacer una parada en A Brasileira, una de las cafeterías más emblemáticas del lugar, que transmite un aroma que podría haberse encontrado en el café de doña Rosa o en el mítico Gijón. Negocio casi siempre atestado, si se logra mesa, se puede disfrutar de una exquisita taza y tiene varios caprichos para los más dulceros. Relativamente cerca, un poquito más abajo, hallamos la heladería Santini, enésima confirmación de que los italianos guardan tres secretos como nadie (cómo hacen la pizza, cómo fabricaron a Sofía Loren y qué narices le echan a sus helados para que sean tan irresistibles). Otra imprenta con raigambre, funcionando desde 1949. 



"Leio e abandono-me, nâo à leitura mas a mim" -F. Pessoa. (Tranquilos, aún no ha invadido al blog el gafapastismo más brutal, lo leí en un anuncio a la entrada). 

domingo, 16 de febrero de 2014

LA MALDICIÓN DEL BENFICA (PRIMERA ENTRADA LISBOETA)



Como escribíamos ayer...Bueno, en realidad, Amarcord lleva cierto tiempo en un respetuoso silencio. No obstante, el blog vuelve a la carga en una etapa muy especial, aprovechando la oportunidad de conocer mejor una de las ciudades más interesantes de Europa: Lisboa. Durante los próximos meses, nos sumergiremos en una serie de entregas donde intentaremos explorar las muy diversas perspectivas que brinda la capital portuguesa. Con motivo de que este año se disputará un evento deportivo de la talla de la final de la Champions League en el Estádio da Luz, este domingo es una ocasión inmejorable para bucear por algunas de las interesantes páginas que brinda esta construcción.  



Si Roma tenía El Circo Máximo, las ciudades del siglo XXI poseen su propia versión de Coliseos urbanos, aunque bastante hemos mejorado, teniendo en cuenta que los gladiadores son 11 contra 11 y el pulgar nunca toma un rumbo definitivo... como mucho, algún abucheo. Sin embargo, pasando de la anécdota y los tópicos, una entidad deportiva como la del Benfica nos permite comprender muchas cosas del pasado de un entramado urbano... Adentrarse en las líneas de metro en fin de semana liguero, marca una clara diferenciación,  que merengues y colchoneros podrían identificar sin problema. Los corazones futboleros de se dividen entre los muchachos Sporting y las águilas que comparten los afectos de la cidade




Precisamente esta semana se vivió el derby de la ciudad, saldado con un triunfo por 2-0 del Benfica, resumido en el popular diario A Bola con la sentencia del míster Jorge Jesus: "Nenhuma equipa joga a nossa". Lógicamente, menos satisfecho estaba su colega Leonardo Jardim, quien hubo de sufrir el golazo de Enzo Pérez a sus pupilos. El partido, como ocurre en tantos otros sitios, sobrevive en las tertulias, las cafeterías y los míticos tranvías lisboetas a lo largo de las siguientes jornadas, aunque queda mucho y la alegría va por barrios. Y hay enemigos deportivos como el Oporto, que siempre están rondando el campeonato. Pese al triunfo y la impresionante sensación que se tiene cuando uno sube hacia el estadio por los murales de las águilas, hay cierta sensación de augusta melancolía deportiva, que flota incluso en el bien poblado museo de la institución...


Y es que la daga esta reciente, pese a ser lanzada en la década de las 60 por el mítico entrenador Béla Guttmann, originario del imperio berlanguiano de Austria-Hungría. Aún está en la memoria de las aves su agónica derrota en final europea frente a los blues de Chelsea. Bien está que se puede perder cuando las fuerzas están parejas, pero es que desde que Guttmann protestó por su no aumento de sueldo y despido, dejó la sentencia de que su franquicia no volvería a ganar una final continental en los siguientes años. Bicampeones de Europa, pocos aficionados podían pensar que aún hoy en día haya seguidores que acuden con flores a la tumba del talentoso y rencoroso Béla para pedirle que retire su sortilegio. 



Un repaso al brillante CV de uno de los equipos más clásicos del Viejo Continente, nos hace sospechar que el azar de los penalties frente al PSV Eindhoven (1988) y el talento de Frank Rijkaard (1990), entre otros motivos, fueron las reales causas de que el maldecido conjunto se quedará en la línea de meta en varias ocasiones, ahogados en la orilla de sus ambiciones deportivas. Guttmann, viejo zorro, no cometió el error de incluir en su hechizo el territorio nacional, donde los suyos siguieron brillando. De cualquier forma, un dato que no se suele comentar cuando se resucita el histórico despido es que el astro-húngaro afirmaba que ningún conjunto luso se alzaría con un entorchado europeo en los siguientes años. Fallo en este particular episodio balompédico Nostradamus al que los supersticiosos que acudan al estadio deberían aferrarse. 



Distinto sería afirmar que para volver a los días gloriosos, más que a un exorcista, sería necesario que surgiera otro Eusebio. En ese "paraíso del consumismo más radical" que es el conglomerado de centros comerciales de Colombo, como un buen amigo me comentó, es visible una camiseta retro entre tantos Cristianos, Messis y otras estrellas del momento: es una equipación que durante mucho tiempo se vinculó a una pantera humana: Eusebio da Silva Ferreira. Tristemente desaparecido hace poco tiempo, el jugador que logró romper la hegemonía del poderoso Madrid de Alfredo Di Stéfano y eclipsar en una segunda parte a O Rei Pelé seguirá vivo en el recuerdo de todos los aficionados a este deporte, no únicamente los portugueses. 
     

La cita a Colombo no es nada casual, de hecho, una de sus salidas de metro ya indica perfectamente cómo salir directos al estadio de las luces. Los fumadores, atrincherados a un espacio reservado para ellos, cerca de las escaleras mecánicas que dan a las salas multicines de películas en versión original, pueden disfrutar, entre tanto humo, de la mejor vista panorámica del lugar donde este 2014 viajará La Orejuda. La proliferación de restaurantes, tiendas FNAC, videoclubes, liberías... es demasiado fácil dejarse tentar por la lluvia para caer en este monumento capitalista, aunque un pequeño destello de Sol nos devolverá la tentación de salir a seguir explorando la bella capital. 



Mientras, una búsqueda caprichosa entre estanterías lleva a ver como ya están presentes las primeras figuras de Eusebio, quien aparte de un artillero excepcional (más goles que partidos disputados en el campeonato portugués), es un perfecto exponente de diversas realidades. Nacido en Mozambique, una de las antiguas colonias del país (como el caso de Angola, sin ir más lejos, presencia constante en sus trabajos históricos y también una fuerte presencia en la cosmopolita red urbana), "La Pantera" fue un exponente y símbolo para muchos, debido a los más diferentes motivos. 



Y no es que el panteón sea escaso, pero de entre todos los astros, el crack de Mozambique tiene un lugar muy especial, en una memoria que traspasa la rivalidad de los colores. Incluso cómics son visibles, acerca de un súper-héroe en el césped que levantaba partidos en las segundas partes como si fuera un Julian Ross, a veces, con su mera presencia y generando pánico en vanguardia y guardametas. Aquel goleador de ébano que abroncó a sus compañeros en pleno Mundial por recurrir a la deleznable táctica de acribillar a patadas al mejor jugador de la selección contraria: Pelé. Fue el año en que llevó a los suyos a una histórica tercera plaza en el torneo Mundial.   



Uno de los libros tiene una portada inquietante, no hacen falta muchos conocimientos de portugués para reconocer a su protagonista: Antonio Salazar. El dictador se encargó, como siempre hacen las figuras de la autocracia cuando encuentran un éxito deportivo que exportar al mundo y tapar sus vergüenzas en muchos otros campos, de enseñorear a los héroes del Mundial y al Benfica campeón. Una asociación que daría problemas a sus exponentes, especialmente el talento de Mozambique, a quien Salazar vetó en sus posibles salidas. 


Campechano y popular entre compañeros, rivales y público, Eusebio se limitaba a contestar en una época donde no se podía hablar de determinados temas: "Mi política es el balón". No le fue mal con esa filosofía, pero cuánto se hubiera podido disfrutar en otra coyuntura. Suelto el libro con la matrícula tomada, pues está muy bien que se profundice en cosas tan aparentemente triviales como el deporte, pero que nos sirven de recuerdo de épocas pasadas que no están tan lejanas en el tiempo. 



En vísperas de arrancar los octavos de final de Champions, sin presencia lusa, se echarán de menos nombres clásicos del campeonato como Oporto, Sporting... por supuesto, Benfica. La alegría va por barrios y ahora el alemán (la mítica frase de Lineker revuela como otra profecía axiomática no demostrable pero indudable) predomina. No obstante, volverán los buenos tiempos y los Futres y cía llevarán a estas escuadras y otras del país a disputar finales como la que vivimos en el Estadio de la Luz... 



Y, cuando llegue ese día, estoy seguro de que el bueno de Béla y Eusebio brindarán en algún lado por que se rompió el maleficio... porque cuando las maldiciones se trunca es porque nunca existieron realmente. 



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