jueves, 28 de enero de 2010

EL POETA COJUELO


Fue un hombre peculiar, polémico, deslenguado y brillante. Manejaba con soltura la espada, pero mucho más la ácida ironía, con devastadores efectos entre sus adversarios, que incluían a nombres tan destacados como Góngora, quizás el más erudito hacedor de versos de su tiempo.
Entre la amplia nómina de genios del Siglo de Oro Español (que, como curiosamente suele suceder, va de la mano con el inicio de la decadencia), no parece inapropiado que en este blog se estrene uno de sus exponentes más reverenciados, don Francisco de Quevedo. Y no, por supuesto que no soy un mago que se ha traído una fotografía del compañero de Alatriste en las obras de ficción de Reverte, sino que tenemos aquí al actor español Juan Echanove como él, en la película de Díaz Yanes.
Hoy prescindimos de sus afamados sonetos, que incluyen reflexiones sobre la vida, el amor, la muerte y sus conexiones por encima de la media de su época, que ya era de por sí de una gran calidad. Gracias a la generosidad e inifinita paciencia del amigo Chespiro, tornado en improvisado prestamista bibliotecario de un servidor, pude disponer temporalmente de "El Buscón", donde Quevedo se sumerge de lleno en la novela picaresca, excepcional producto que solamente podía nacer en zonas como Italia y España.
Como de costumbre, desde Justina al Lazarillo, el narrador será nuestro propio protagonista, en este caso el pícaro Pablos, un individuo nada recomenable. He leído críticas literarias, que, con mucho acierto, advierten que Quevedo en ningún momento tuvo apego por su criatura, es cierto que hay un desapego empático de nuestro antihéroe, pocas veces verán ustedes un escritor que sienta tan poco sentimiento por su criatura. Pablos es el vehículo par mostrar las cosas que Quevedo, sabio observador de los pecados de su tiempo, nos muestre realidades tan diferentes como el Santo Oficio, las novatadas en Alcalá, la carrera de Indias...
Todavía hoy la gente no se pone de acuerdo de la fecha exacta de su publicación. Algunos entendidos, con muchas más base que yo, que he arañado mucho menos de lo que debería en tan interesante artista, argumentan, que teniendo en cuenta la experiencia vital que demuestran estos tres Libros (en realidad no son libros, como bien saben, sino pequeñas acotaciones temporales de la historia, formando el triunvirato de la novela), son indicador de un autor en su plena madurez creativa. Es una hipótesi francamente aceptable, en realidad, la descripciones de perfiles y lugares son parcos, cuando no en ocasiones demasiado simplificados, para ir de lleno a donde Quevedo quiere poner la puntilla. También deja con ganas de más esa inconclusa promesa de segunda parte, ¿proyecto inacabado por otras empresas o por ser escrito tardíamente?
Un punto en contra de la obra, al menos desde la óptica de una persona bienintencionada del siglo XXI, es el fuerte sentimiento de estamentos que tiene don Francisco. Pablos, en sus felonías, aunque dista mucho de ser un triunfador, podrá sobrevivir con notable fortuna, incluso tras asesinatos, siempre que se mueva en el hampa que le corresponda... pero que Dios le coja confesado si quiere hacerse caballero o noble. Aquí, perdonen la impertinencia de poner un pero a un autor de este calibre, algo escapa a los ojos de Quevedo, y no, no por sus anteojos.
Nos referimos, claro, a cuando, tras pretender engañar a su prometida y futurible suegra, haciendo pasar su persona por lo que no es, Pablos se encuentra con Diego Coronel, un muchacho de familia noble del que había sido compañero de juegos. Aparentando ser el señor que no es, Pablos le convencerá de que el parecido (han pasado muchos años), es simple coincidencia, a lo que Coronel responde que está en lo cierto, que además aquel conocido suyo era el peor diablo que jamás existió, de madre bruja y padre ahorcado por ladron. Pues bien, este instante, que podría ser el más duro y descarnado de una obra ya de por sí no apta para muchas alegrías, es borrado de un plumazo por un Quevedo empeñado en machacar al "hombre nuevo".
Probablemente, en los primeros capítulos, la única amistad verdadera que mantiene desinteresadamente desde niño, para el amoral Pablos, había sido Coronel, ¿cómo reaccionar ante esa ingratitud, ese olvido de sangre de chanzas yconfidencias infantiles? El clímax está allí, Quevedo es tan bueno escribiendo que casi le sale sin querer, pero desaprovecha este diálogo que podía traer el verdadero choque de un mundo enfermado, de una sociedad que tiene miedo a admitir su fuerte ósmosis social, anclada en una limpieza de sangre virulenta. Pablos, por supuesto, terminara apaleado y derrotado en esta aventurilla. A los que nos gusten los fracasos en la ficción que identificamos así más fácilmente tras el brillo del espejo en la realidad, adoptaremos a Pablos, a pesar de sus mil deficiencias éticas. A su vez me parece admirable lo pillo que es insinuando el sexo, incluso con tabúes como la homosexualidad, siempre deja caer... pero te lo dice claro.
En cuanto al estilo no se puede sino hacer referenca a la "mala leche" que tiene escribiendo don Francisco, con unos juegos de palabras constantes y una sapiencia en el cambio de registro solamente apta para unos pocos elegidos. "Salió rodeado de cardenales sin ser Papa", en referencia a su padre saliendo de la cárcel, o, entre muchas otras, esta argumentación del Pablos niño a sus progenitores, haciendo alusión a que ya ha concluido su educación: "Y he descubierto que como para ser caballero solamente ha menester escribir mal, con lo que sé es suficiente". Luego están situaciones que parecen propia de la burla más estirada, tornarle galán de monjas, hacerle deambular como cómico... Aquí Quevedo se mueve como pez en el agua, deslumbrando y agilizando una narración que empezó un poco lenta. Igual que con su compañero de fatigas nacido en Tormes, el hambre será un espectro constante y que todo lo motiva, en truhanes y santos.
La sensación que he sacado tras leer "El Buscón", es de estar ante una grotesca parodia de la realidad, probablemente, la que hubieran hecho Berlanga y Azcona de haber vivido en la época de Quevedo. Precisamente Echanove(no, no era casualidad la foto, lo teníamos planeado de antemano), hacía estas consideraciones "Era un hombre que estaba en la Corte, pero también en la calle, en las tabernas...". Quizás, como he leído en la introducción de la novela de Chespiro, con las suficientes luces para ver lo duro de la vida, consciente de sus limitaciones físicas, misógino como suelen serlo los amantes no correspondidos, se creó aquel personaje rápido, verbalmente imbatible, sagaz, descanarnado y sin pelos en la lengua, solamente sin sacrificar su genialidad en el camino. Un poeta de los grandes. Un poeta cojuelo, desde Italia a la fría cárcel de Salamanca.

martes, 19 de enero de 2010



Título: Sherlock Holmes (2.009)

Duración: 128 minutos.

Nacionalidad: Estadounidense.

Género: Aventuras.

Director: Guy Ritchie.

Guionistas: Mike Johnson, Guy Ritchie y Anthony Peckham.

Basándose en: Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle.

Reparto: Robert Downey Junior, Jude Law, Rachel McAdams, Robert Maillet, Mark Strong, Kelly Reilly, etc.

Banda Sonora: Hans Zimmer.

Fotografía: Philippe Rousselot.

Productora: Warner Bros.

Si alguna vez has tenido un contacto, aunque sea mínimo, con las novelas de Conan Doyle, vas a tu butaca con mariposas en el estómago. “Este Sherlock no es real, demasiado joven… y fíjate este arranque, ¿el Londres victoriano se ha tornado Jungla de Cristal?”. Pero a medida que va desarrollándose encuentras que Robert Downey Junior no queda nada mal, que tiene la perspicacia de Holmes, además, ¿acaso no tuvo que ser joven alguna vez? ¿Y Jude Law? Pasando por alto que con esa cara de galán de culebrón no le hace creíble como veterano de Afganistán, ha reforzado a un Watson que al fin ha encontrado el camino en sus versiones cinematográficas.
¿Qué puede explicar esta buena comunicación y casi frescura inesperada? No en vano, un buen amigo en el cine me susurró, “¿Has visto? House y Wilson ahora en Scotland Yard”. Efectivamente, parece que House ha sido poco menos que un modelo para esos diálogos chispeantes (me parece también un punto a favor que de vez en cuando Sherlock se equivoque, siempre que no pierda su soltura), pero era un claro quid pro quo, ya que el doctor más polémico de la televisión no habría tenido esa personalidad de no haber basado en el domador del perro de los Baskerville.
Pero bajo el artificio, ¿se ha conseguido? Teniendo en cuenta que Sherlock es el personaje más veces pasado a la gran pantalla (aunque Drácula está pugnando), ¿era necesaria esta película? Respuesta corta: No. Respuesta larga: No, pero es muy divertida. Abandonemos por un momento el cine de autor y la sensibilidad artística extremada, saludemos hoy en enero a la primera película que pasa por este blog si elitismos y reconociendo que es el producto palomitero que te da dos horas largas de montaña rusa sin compromisos ni grandes quebraderos de seso (aunque el misterio propuesto no es malo, pero los ortodoxos arquearán la ceja ante presencia de magia, pese a tolerar la masonería).
Y está muy bien envuelto con una banda sonora pegadiza (tremendamente poderosas las reflexiones de Holmes violín en mano), un rastreo en la red me ha sacado del supuesto milagro. Igual que en Batman, Piratas del Caribe, Gladiator… Hans Zimmer estaba detrás. Este compositor es un auténtico genio vivo, sabe meterse en la piel de los temas clásicos, crear propios y tener la esencia de lo que está trabajando. Quién sabe, quizás esta peli entretenida y sin pretensiones tendría menos nota de no contar con sus acordes maravillosos. No siempre hemos dado en este blog la relevancia necesaria a la banda sonora, no podíamos encontrar mejor ejemplo que Zimmer para empezar a resaltarla en su justa medida.
Un aspecto muy curioso que se debía tratar en esta cinta era la misoginia del principal aliciente de la misma, y es que, pese a ser noble en el fondo, Sherlock dista mucho de ser un feminista. Rachel McAdams nos rescata a un personaje querido y no especialmente explotado en las novelas, Irene Adler, interpretada por la serena y nada despreciable belleza de Rachel McAdams. La única rival femenina capaz de batir y engañar al maestro de los detectives, vuelve con misteriosas empresas a Londres, que parecen atañer al hombre que la olvidó… conservando su recuerdo. La tensión sexual es divertida y creo que los acólitos de Sherlock le gustará la fría distancia, casi platónica pero para nada inexistente. Nos hubiera decepcionado, por lo menos en la primera entrega (no se engañen, con el taquillazo que están pegando la Warner moverá Roma con Santiago por más sagas), un final feliz con beso y boda incluida. Irene, siempre en ternas tablas con su digno oponente, es un recurso eficaz, más allá de la mera compañera sexual para el aventurero de turno.
Queriendo darle unos pocos más bocados a Jude Law, afirmar que efectivamente, si nos olvidamos de su juventud, ha sido un más que digno acompañante, no solamente el nexo con el lector para que no nos incomode que Sherlock vaya ocho pasos por delante. Como ya hemos dicho, es el individuo inteligente y encantador que soporta al genio inabordable y que puede estar quince días encerrado en su estudio. Pero hay un problema, adorable, eso sí, Mary Morstan (perdón, quería decir, la futura señora Watson, interpretada por Kelly Reilly). Este obstáculo parece aterrar a Sherlock, no por sentimientos amorosos, sino porque quizás, como el niño malcriado que a veces simplemente… teme perder la convivencia con su único amigo de verdad. Pero pese a querer a su esposa, Watson no puede eludir el peligro, ¿por qué si no convivir tanto tiempo con ese excéntrico? Además, ¿acaso se ha aburrido?

Un inquietante Mark Strong interpreta, desde su misteriosa “resurrección”, al malvado Lord Blackwood. Es un antagonista que se sale al uso y hay que agradecer (pero no tema, apuesto a que el profesor Moriarty) su entrega y energía, no pudiendo castigar ciertos inverosimilitudes de lo que pasa a un actor entregado a su función de ser un firme antagonista. Quiero destacar que un analista que me gusta mucho, Joaquín R.Fernández (“La Butaca”) y un apreciado amigo, han coincidido sin saberlo, cada uno, a su manera, me lo vaticinaron (aviso spoiler): Igual que en Batman Begins con el Joker, el profesor hará su presencia de una manera u otra.

Lo que parece, al menos para los críticos más exigentes, no tener perdón ni humano ni divino, es la acción casi karateka que se ha imprimido en las diferentes escenas. Hay que agradecerle al señor Guy Ritchie a su equipo que han traído un Londres inquietante y convincente, donde además hay buenos guiños a la mitología del personaje, pero, parece que deseando agradar a toda clase de públicos, Sherlock (pese a todo Downey me ha gusta mucho como sabueso policial) se ha convertido en una especie de Indiana Jones (pelea con gigantón francés incluido). Son momentos divertidos y con las típicas gracietas que relajan a los espectadores, no vaya a ser que nos hagamos un lío entre tanta deducción.

Pero perdonando ese pecadillo, (del que casi se intentan disculpar colocando los bocadillos de pensamiento de Holmes, como si pegar tortazos fuera ahora algo matemático) lo único que enfurece realmente es la ausencia de otro de los rasgos trazados por Doyle que ha desaparecido: la adicción a las drogas del héroe. Es cierto, tienen una moral muy conservadora, tampoco es buena cosa que los jóvenes vean a un personaje de ficción de características positivas consumiendo estas cosas… pero lo que algunas personas me han comentado, y con mucho criterio, es que a veces asombra la falta de sutileza de algunos guionistas.

No pretendo con ello meterme con el triunvirato Ritchie, Johnson y Peckham, pero pensemos (esta sugerencia no es mía, es de Chespiro, reconozcamos licencias): ¿y si en las primeras escenas, Watson mira con aprensión al entrar y está en busca de algo? Sobrentendidos señores, algún ojo más rojo de la cuenta… cualquier cosa, pero no nos hagan a Sherlock políticamente correcto. Ahora vamos a discernir, ya para no abusar de su educada paciencia, la deducción y resolución:
1) Deducción: Es de agradecer a los guionistas y responsables de la tama pensar un crimen nuevo, pero haciendo referencias al rico legado de las novelas. Encantados de ello, quizás demasiados elementos esotéricos y un Holmes a veces transformado en Houdini. Pero lo cierto es que resulta interesante de resolver, aunque algún tramposo giro de tuerca, prácticamente cada vez más habitual, con la premisa: que al espectador le choque, aunque no le guste, pueda desvirtuar el camino. Con todo, Downey, Law y los inquietantes acordes de Zimmer nos mantendrán en vilo.
2) Resolución (no leer, por favor, los que no la hayan visto y tengan intención): Dejar con ganas de más. No sé a quién pretende engañar Ritchie diciendo que no hay nada pensado, esto huele a retorno por todo lo grande y a un feroz casting (voto por Hugh Laurie) para encontrar el Napoleón del crimen. Esto tendrá segunda parte, Irene debe ser más aprovechada y quizás, aspirar más a la hora de presentar el reto.

En conclusión, un simpático producto muy bien presentado, demasiado vacío para tratar del mejor detective del mundo (pero no se crean que muchas de las películas antiguas la superan) en cuanto a algunos contenidos, pero con una eficaz pareja de protagonistas, buenos secundarios y, que en futuras entregas deberá elevar el nivel exhibido en la presente, para alcanzar cotas mayores. De momento, creo que la nota más justa es un 6. Pero futuras entregas pueden recibir mejores calificaciones. Cordiales saludos.

martes, 12 de enero de 2010

EL SILENCIO MÁS ELOCUENTE


Por motivos ajenos al deseo de este modesto blog, el ritmo de producción se ha ido ralentizando, temiendo que se extienda durante enero y febrero, por motivos ajenos a mi voluntad. Quisiera en primer lugar desear a los/as que no lo haya hecho previamente, que estén teniendo una buena entrada de año y que comiencen el 2.010 con las pilas cargadas. Particularmente, siguiendo nuestro orden no escrito, hoy nos ocupa un programa televisiso, pero hay que traer vientos de cambio y hoy vamos a modificar ligeramente el enfoque. Nos encargamos hoy de uno de los últimos profetas que nos quedan, un romántico idealista que pretende una quimera... una televisión popular de calidad que se aleje lo más posible de lo convencional, pero lo peor para algunos... es que a veces lo consigue.


No hablamos hoy de "Ratones Colorados", "El Loco de la Colina" (en sus varias versiones), o cualquier otro espacio elaborado por muy diversos (y excelentes) equipos de grabación, ya fuera en Telemadrid, TVE o, actualmente, Canal Sur. Nuestra modesta reseña de hoy versa sobre el periodista Jesús Quintero. Bueno, o mejor dicho, presentador, reporter, director y totalmente... dueño y maestro de la entrevista, como le reconoció sin rubor Susana Griso, una de las reinas del share por las mañanas, tras acudir de invitada recientemente.


Quintero tiene el raro don de hacer que sus invitados permanezcan cómodos. Incluso traseros de mal asiento como Sabina se encuentran como en su casa ante el onubense, siempre bajo esa mirada inquisititiva y dando una elección a muchos ilustres compañeros de profesión, al dejar siempre el protagonismo en manos del invitado, tanto si era de sangre azul como nuestros entrañables "Risitas" and Company. En ocasiones, sus programas parecen haber basculado demasiado peligrosamente a la vertiente freak, pero, dudo que, como en ocasiones le han acusado, se haya reído de... parece de los que se ríen con.


Esto no le quita un duende travieso y una malicia innata a la hora de buscar las cosquillas a los más pintados. Teniendo a Paz Vega no pudo resistirse a: "¿Y cómo reacciona tu marido en esas escenas donde él lo pasa tan mal y el resto disfrutamos tanto?". Tampoco pudo librarse una estrella femenina del porno, casi en atuendo de trabajo, cuando antes de abrir fuego, la inquirió: "Siendo sinceros, ¿cuántos espectadores crees que te están mirand ahora a la cara?". No corran a llamarle machista porque tampoco actores y aristas con diferente cromosoma a las anteriores se han librado de las educadas impertinencias.


No siempre he seguido a pie juntillas su carrera, aunque lo respeto, el flamenco y la tauromaquia no casan demasiado conmigo, suelo desconectarme de sus duelos verbales cuando giran en ese campo. También he decir que cuando se ha enfrentado con estrellas deportivas, ese frío distanciamiento intelectual suyo no le ha permitido empatizar del todo con la sensibilidad de este tipo de temas. ¿Por que resaltó, a mi juicio, estas pequeñas lagunas? Pues porque en el resto roza casi la perfección. Esgrimista de primera, da igual estar ante Galeano o el escritor Antonio Gala (que no pudo si no contra-atacar, "¿Y usted por qué me pregunta eso?").


Pausado y contenido, Quintero ha estado no solamente con gente famosa y... extravagante, ha hecho su profesión en cárceles, donde ha entrado con gente poco menos que muy peligrosa. Ha jugado auténticas partidas de póker y ha mantenido sus faroles, sabe tirar de la lengua y conoce que si no aporta nada decir algo... no se dice. Sus cuestiones, cual Hércules Poirot, parecen dar vueltas en cícurlos, pero apenas pretenden hacer bajar la guardia, acercarte donde quiere y llevarte a su terreno. Cuando se ha encontrado con políticos de primer nivel (han estado desde Ibarra, pasando por Felipe González, Aznar, Bono...), ha tratado que su propia ideología (que la tiene, si duda) no le lleve a la impertinencia o a la caricatura.


"Si el jefe volviera y se diera una vuelta, viendo todo el tinglado que tienen organizada, ¿no sacaría de nuevo el látigo?", fue su descarada inquisición particular a una alta autoridad eclesiástica. Y eso que Quintero tiene algo de vena de sacerdote, tras escuchar mucho a los demás, no duda en lanzar su sermón o panegírico, cumpliendo aquella frontera del genio, el pesado, el filósofo y el aspirante a Demóstenes. Tiene oratoria su lengua y ha sabido rodearse de buenos ayudantes (¿qué hubiera sido de sus primeros años sin los guiones de José Borrego?).


Tiene también algo de actor, curiosamente su vocación frustrada, especialmente devoto de los escritos de Shakespeare, con todo, no puede quejarse del cambio, los premios de crítica se han continuado a lo largo del tiempo, mas algo mucho más relevante se ha mantenido en su casi inmaculada carrera... el cariño de la gente. Es curioso, pero la mayoría de lo que les admiran, apenas pueden decir que le conocen, sin ir más lejos, un servidor de ustedes, lo más cerca que ha estado fue cuando en un viaje a Sevilla mi padre me observó que había visto pasar a Quintero en un coche de caballos, manteniendo esa expresión entre Trajano y Adriano de hispano del sur orgulloso, pero amigo de lo cambiante y lo nuevo. La misma zona hispalense donde se ha salido con la suya al incentivar y ver crecer un nuevo teatro en una calle, al que han puesto su propio apellido.


Su última obra maestra la firmó hace poco, cuando el eco del crimen aún coleaba y uno de los responsables ya está en la calle, tuenti mediante, conseguía incluso insensata popularidad. El periodista andaluz se enfrentó cara a cara con la madre de la tristemente desaparecida Marta del Castillo. Entre tanto sensacionalismo, fines egoísticas de políticos y por supuesto, bromas de malgusto, Quintero volvió a dignificar la profesión demostrando estar a la altura de tan penosas circunstancias. Siempre ha sido de admirar en él que si el entrevistado/a ha sido divertido o humorista, se ha dejado llevar por la risa loca, pero nunca ha caído en clichés de exceso dramático, que tan mal quedan en el trato y roban protagonismo a lo que nos interesa.


Fue un diálogo de un ser humano excepcional, la madre de la muchacha desaparecida demostró una coherencia, lógica y sentido de la justicia capaz de hacer sonrojar a no pocos de nuestros ilustrados letrados. Quintero, lejos de mórbidos detalles, preguntó por sensaciones, sentimientos, pérdidas, nostalgia, justicia y... por la chica cuándo estaba viva. Eso que tan pocos parece haberles importado, pero, ¿cómo no hacerlo al hablar con una madre que apenas acaba de perder a una de sus hijas? Una falta de tacto que suele ser normal en un mundo violento. La entrevista se culminó en un clima triste pero cordial, apostillando Quintero, "Y dígale a su esposo que yo nunca pagaré o cobraré por una entrevista así". Lo mejor es que cuando él lo dice te lo crees.


Bufanda para cubrirse del frío, mil veces parodiado como suelen serlo los personajes de verdad, sonrisa discreta y carcajada medida, sigue impartiendo cátedra de aquella manera que solamente él sabe... y que nos dure muchos años. Esta televisión no abunda. Un loco de la colina, una voz en el desierto, un vagamundo, uno de ésos con el que cuando nos encontramos cambiamos rápido cruzando de acerao en vez de preguntarnos por qué tirita ante la helada. Ya fuera en radio o en televisión... digno de escucharse.