miércoles, 28 de julio de 2010

STEVENSON Y EL ESPEJO ROTO

Alicia sentía curiosidad, por eso siguió ese conejo al otro lado del espejo; a su manera, Henry Jekyll también compartía con la niña esa curiosidad. Pero en su caso, sus cristales estaban destrozados...
Robert Louis Stevenson no era precisamente un desconocido para mí, en verdad, no creo que lo sea para nadie en la literatura. Hacía mucho tiempo, me había seducido cierta isla con un tesoro, pero especialmente un canallesco pirata muy astuto con nombre de plata, pero ésa, es otra historia.
No ha sido hasta estas vacaciones cuando al fin me he sumergido en este clásico. Mea culpa y pocas excusas se me ocurren, por supuesto conocía la trama y las muchas adaptaciones que ha tenido, tanto en cine como en cómic, pero era una asignatura pendiente que siempre se quedaba insatisfecha. Una cómoda edición de Austral, con un interesante prefacio de Juan Tébar, ha terminado por animarme a bucear en este clásico. Más vale tarde que nunca, como dice el refranero, la verdad es que ha sido una experiencia lectora curiosísima.
Es muy curioso que el azar de la estantería me esté llevando también a leer otra obra similar, que no equivalente, "El retrato de Dorian Gray", del genial Oscar Wilde. He de reconocer que en este duelo de colosos, de momento me está ganando un poco más Wilde, aunque fascinante, la propuesta de Stevenson está edulcorada, el velo es apetecible pero tapa demasiado, Wilde se la juega más y, efectivamente, críticos (quién sabe si envidiosos) lo crucificaron. Stevenson insinúa, pero se queda en lo interno, en el fascinante debate del alma, pero el relato, generación tras generación, da menos miedo... Como decía Lisa Simpson haciendo referencia a "El Cuervo": La gente se asustaba más fácilmente antiguamente y, quizás, nosotros, lectores/as del siglo XXI, hubiéramos agradecido otro estilo. Pero cada generación tiene sus mitos, su tipo de música y su forma incluso de ponerse el sombrero.
Béjar tiene un gran acierto, hace una introducción muy apta para los que estamos menos versados. Especialmente, profundiza en la figura paterna de Stevenson, quien siempre vivió, al igual que Jekyll vagando por Londres, buscando y a la vez, evitando la luz y el reflejo de los faros. ¿Deber o deseo? Como bien han apuntado muchos, aunque se tienda a disculpar a Jekyll, ¿no es acaso más hipócrita que el propio Mr. Hyde? A pesar de ser una sucesión de indagaciones con poca acción, el duelo moral sustenta el interés por el final.
El estilo narrativo es fluido y elegante, aunque muy contenido, pueden ser bien ciertos los rumores de que tuvo varios revisionados del borrador inicial, omitiendo detalles que podían ser juzgados demasiado tenebrosos o directamente desagradables. Se cultiva el género epistolar, recordando en este sentido a la también clásica Drácula de Stoker. Pero, sin el desparpajo de Wilde, la eterna lucha del bien y del mal no queda solucionada...
La gran relevancia de esta idea genial que al parecer salió de los propios sueños de Stevenson, es sin duda, más allá de la pieza, las muchas ramificaciones que ha tenido. El concepto es tan brillante en sí mismo, que han sido infinidad la cantidad de enfoques... nadie se pone de acuerdo en lo que significa Hyde, porque es repulsivo e inclasificable al mismo tiempo. ¿Quién está tras la máscara? ¿Está Stevenson bajando al dios Juno de los altares y poniéndole ropaje mortal?
Probablemente en esta reseña estemos adelantando acontecimientos. Todo comenzó cierto día, el abogado Gabriel John Utterson estaba preocupado, uno de sus mejores amigos, un célebre doctor, estaba empezando a ser asociado a una mala compañía. Poco se sabía de él, salvo que su aspecto emanaba maldad y que en cierta noche se había cruzado con una niña y....

jueves, 22 de julio de 2010

800 balas


Alex de la Iglesia es una persona interesante. Actualmente director de la Academia, en los pasados Goya logró coronar sus piezas en el tablero trayéndose a Pedro Almodóvar, enemistado con ciertos sectores del estamento al final de la ceremonia y del que parecía nunca podríamos disfrutar de su presencia en el acto. Y es que, básicamente, de la Iglesia es un enamorado del cine.
Cuando llegó a la gran pantalla, 800 bals podía ser desconocida, pero no así su director. El vasco había mostrado una capacidad provocadora sin precedentes con "El día de la bestia" y se había desmarcado con las maravillosa "Comunidad". Por ello, el listón estaba elevado, los 120 minutos de metraje fueron evaluados con lupa por crítica y público.
Jorge Guerricaechevarría y Alex escribieron una historia con código, que solamente se puede comprender si se ha degustado el famoso género de spaghetti western, el desierto almeriense abrasador, el poncho de Clint Eastwood o la música de Sergio Leone (aquí disfrazado del genial Roque Baños). Muchos le han acusado de haber hecho una historia demasiado personal, un homenaje personal al género.
Lo cierto es que aunque es evidente que 800 balas se nutre de la parodia y el estilo de las más clásicas cintas del Oeste, es también una historia de lo que hay en bambalinas, de los héroes anónimos y los perdedores cotidianos. Carlos (Luis Castro), el pequeño hijo de una ejecutiva (una Carmen Maura ciertamente desaprovechada, a diferencia de otras películas donde ha salido con Alex) descubre que su abuelo paterno, fue especialista y doble de algunas de las grandes estrellas del cine.
El abuelo no es otro que Julián, un impresionante Sancho Gracia que rebosa carisma en una actuación por momentos hiperbólica, pero que sin duda sustenta buena parte del metraje, de la misma forma que su personaje es quien mantiene a duras penas un triste y nostálgico poblado del Far West, donde ya apenas llegará algún puñado de japoneses o un alemán extraviado.


Allí, el muchacho se encontrará con un puñado de individuos excéntricos, como pudiera serlo E.Gómez (El Ahorcado), Ángel de Andrés (Cheyenne, condenado a ser el eterno segundón del show) o Luciano Federico (El Enterrador, muy al estilo del que salía en las tiras de Lucky Luke).
Aunque en un principio todo es una juerga de saloon, hay varias cosas que no encajan en la historia de Julián, no se explica que haya sido tan famoso y codeado con personajes de tanto copete en la industria y ahora su vida sea tan desastrosa, de borrachera en borrachera y con muchos fantasmas del pasado...uno de ellos que incumbe a su propio hijo, fallecido en misteriosas circunstancias durante un rodaje.


Cimentándose en muy buenos secundarios (Manuel Tallafé, Terele Pávez, Eduardo Antuña...) la trama avanza con momentos muy logrados y otros de tremenda irregularidad. A título de anécdota, recordar su premio nacional por mejor empleo de efectos especiales, algo que no precisamente abunda en nuestras fronteras.

La bonita fotografía de Flavio Labiano, narra cómo ese viejo mundo de Julián, se va enfrentando al nuevo y la última opción que les quedará será quemar sus naves. 800 balas en un último enfrentamiento de un marco carcomido, de viejas fotos cuiertas de polvo... pero a su manera, entrañable. Sorpresa final incluída y exuberante heroína (Yoima Valdés) entre medias, el viaje de Carlos llega a su épico final.
Discutible en muchos aspectos, terriblemente original, bien interpretada y dirigida con oficio, 800 balas es una pequeña rareza de videoclub que no deja indiferente a nadie.

martes, 20 de julio de 2010

ANTENA3 RUE DEL PERCEBE


Título: Aquí no hay quien viva



Primera emisión: 7 de septiembre 2003

Última emisión: 6 de julio 2006

Durante cierto tiempo fue un juego, un doble o nada, si lo prefieren. ¿Hasta cuándo podían mantenerse haciendo aquellas piruetas sin red? Durante tres intensos años, Aquí no hay quien viva coqueteó de tú a tú con la grandeza, amenazando a las otras comedias con un desparpajo impresionante.

No obstante, echando la vista atrás y si se permitiera el símil musical, la expresión adecuada para este producto televisivo que lanzaron los sobrinos de José Luis Moreno sería "sinfonía interrumpida". Comenzó con una premisa bastante simple, una serie de relleno para los fines de semana que incluso debía recurrir a cameos como el de Santiago Segura para garantizarse un mínimo de atención de la audiencia. Y, en cuanto a estética, solamente hace falta bucear en las viñetas del genial Francisco Ibáñez para ser conscientes de que no eran precisamente originales.

Pese a ello, convendremos en que desde el principio tuvo algo. Recuerdo pefectamente ver el primer episodio y como una de las personas que la estaba viendo conmigo, cuando José Luis Gil aparecía en entrada y decía aquello de "Juan Cuesta, presidente de ésta, nuestra comunidad", se preguntaba, no sin razón, "¿Y para presentarse este tipo tiene que decir que es el presidente?". No podíamos saberlo, pero pocos meses después, el señor Cuesta sería un prototipo por todos conocido, un españolito medio con el que mucha gente se identificaría y además, con la ventaja de ser interpretado por un actor que da un clinic cada vez que sale a escena.

Como en una especie de montaña rusa, la serie fue ganando en picardía, convirtiendo un aparente hándicap, la coralidad, en una destreza. Es cierto que la historia comienza cuando dos jóvenes prometidos, Roberto (Daniel Guzmán) y Lucía (María Adánez) se mudan a la calle "Desengaño" (no, no es casualidad el nombre y es que, pese a las carcajadas, Aquí no hay quien viva nunca ha dejado de ser una tragi-comedia costumbrista), para descubrir que sus vecinos no son precisamente normales.

¿Y dónde lo son, se preguntará más de uno mirando al respetable de derecha e izquierda? Podemos admitirlo, pero los guionistas (probablemente los silenciosos magos que hicieron que la serie funcionará tan bien, siempre héroes anónimos e imprescindibles) no dudan en deformar el espejo de la realidad: vecinas cotillas que terminan convertidas en "Radio Patio", la eterna pareja de amigas guapa/fea (aunque es discutible a quien le corresponde el adjetivo), el padre divorciado, etc. Personajes viscerales que deben mucho a quienes los interpretaron, una mezcla de savia nueva (no olvidemos que esta serie lanzó al estrellato a Fernando Tejero) y veteranía contrastada (actrices contrastadas como Gemma Cuervo o la añorada Emma Penella).

Del mismo modo hubo una sana valentía a la hora de enfocar la propia vida del día a día en la calle. Luis Merlo encarnó a Mauri, quien junto con su pareja Fernando (que abandonó la serie y luego volvió) encarna a los homosexuales del edificio. Merlo regala un personaje redondo, complejo y con muchas aristas, al fin nos ibamos alejando de los tópicos y se mostraban relaciones modernas que, por supuesto, chocaban con La Vieja Guardia del Edificio, el eterno triunvirato de ancianas.

Aquí no hay quien viva, como entre otras hiciera su ilustre predecesora Siete Vidas, supo hacer los cambios pertinentes cuando la situación lo requería, destacando nuevamente los guionistas por su flexibilidad y los ojeadores del casting. Por citar solamente a los más notables, hablar de Eduardo Gómez (aquel vendedor de enciclopedias que era padre de Emilio, llegó para una visita y cuajó tanto en la serie que terminó quedándose con rol estrella, siendo el Joker de la serie, situación apurada o loca, poner a Mariano y que haga algo entre caradura y chorrada, míticos algunos momentos) o Santiago Ramos, quien se saca de la chistera a Andrés Guerra, el tipo al que nunca querrámos como vendedor de nuestro coche.

De repente, el patito feo se había convertido en cisne. Tele 5 lo comprendió a las malas cuando movió Los Serrano a competir con ella, las dos habían sido programas punteros y arrasaban sus respectivas noches, pero Aquí no hay quien viva no tuvo inconveniente en barrerla hasta que las aguas volvieran a su cauce. Pero, utilizando la metáfora histórica que el británico Andrew Roberts hizo, aunque discutible, al igual que en el meteórico y genial ascenso de Napoleón, el mejor momento de ANHQV llevaba ya insertadas las semillas de su destrucción.

La marcha de Loles León así lo demostró. Loles había sido una de las estrellas de la primera temporada, poniendo todo su talento al servicio de Paloma Cuesta, la esposa del personaje de José Luis Gil, muy iracunda ella. Las discrepancias y la soberbia de la artista propiciaron una salida, hasta ahí normal, lo que nadie esperaba, es la mala uva que guionistas y productores iban a tener con el que antaño fuera su buque insignia. Desde tirararla por un balcón a dejarla en coma al más puro estilo culebrón venezolano... toda humillación era poca. Especialmente de pésimo gusto fue uno de los episodios donde la inconsciente Paloma en silla de ruedas y comatosa es conducida por todo el edificio, como la moneda falsa. Hubo cartas de protesta por parte de personas con familiares en ese estado.

Y es que a diferencia de otros divertidos shows como Frasier, la ya citada Siete Vidas o Cheers, Aquí no hay quien viva, jamás brilló en cuanto a feeling que diría Guardiola o simple capacidad de permitir a la gente salir por la puerta grande. Conocido fue que el affaire de Alberto Caballero, uno de los directores con la escultural Vannesa Romero en detrimento de María Adánez, provocó la marcha de La Pija, en un terremoto poco claro que deparó salidas muy poco dignas a la propia Adánez, Carlos (D. Martín, un gran personaje y excelente actor), Roberto y Andrés Guerra. En aquellos días, se decía medio en serio medio muy en serio, que si los guionistas te subían a el ático, estabas en la cuerda floja.

Pero, siguiendo con el símil napoleónico, Waterloo aún estaba lejos y las posibles carencias se ocultaban bajo éxitos sin cuento, no hubo una Batalla de las Pirámides o un Austerlitz, pero delirantes momentos como Juan Cuesta regentando una escuela privada para las mujeres de la calle, su relación con "La Hierbas" (Isabel Ordaz), Mariano torero, la evolución del videoclubero, la eterna guerra de los sexos de Belén (gran Malena Alterio) y Emilio, el episodio del colegio de curas, etc...

Recuerdo que como gran aficionado a la serie, me molestaban algunos comentarios como el de José Luis Gil, quien declaraba que el ritmo de la sitcom iba demasiado rápido, que apenas existía descanso y que se iban a quemar. Naturalmente, de joven uno es aún más fanático y tonto, así que yo atribuía este comentarios del actor a búsqueda de aumento de sueldo y por mí, que fueran capítulos de 120 minutos, porque la verdad es que ANHQV encantaba. No obstante, no es Gil una persona que no hable con seriedad y profesionalismo y creo que intuía, muy acertadamente, otro de los pies de barro de este gigante televisiso... La maldita tendencia de las series españolas de estirarlo todo, convirtiendo lo muy bueno en bueno y lo bueno en mediocre. Afortunadamente, lo que hoy nos ocupa se quedó en bueno, pero uno no deja de pensar que de no haberle metido Antena 3 ese ritmazo y haber adaptado el bendito formato de 20 minutos (venga, al ser coral, 40), su logenvidad hubiera quedado garantizada.

Cuando la serie cayó, aunque ya había legiones de críticos que hablaban de decadencia, no podemos negar que aún contaba con más argumentos que muchas otras competidoras. Seguían incorporándose caracteres tremendos como Higinio, pero el pulso de José Luis Moreno ansioso por salir con Antena 3 dio lugar a la esperpéntica solución de las termitas. La genial comedia precisaba de otra salida más honrosa.

Posteriormente, sería sustituida por "La que se avecina" (el gusto de Moreno por las rimas también parece ser otro rasgo que comparte con el creador de Mortadelo), que a pesar de contar con casi los mismos actores (e incorporando nuevos de calidad), con apenas alteraciones en los nombres, con algún buen momento, no ha abandonado ese sabor no malo, pero si a "pre-fabricado"

No creo que sea ninguna deshonra acabar después de tres años habiendo demostrado la desenvoltura de esta gran obra, que aún hoy sigue teniendo buenas audiencia en las cadenas privadas con las re-emisiones, ni tampoco quedarte a apenas un peldaño por debajo de las mejores. Lo que fastidia en el caso de ANHQV es que tenía lo más difícil, el talento, con mayúsculas y hasta sobrante... fueron otros factores lo que impidieron ese último ataque para culminar aquella sinfonía... una sinfonía inconclusa.

jueves, 15 de julio de 2010

MAUS



Título: Maus


Autor: Art Spiegelman

Si Maus dejase buen sabor de boca, no habria cumplido su objetivo. Si hay historias duras, pocas pueden compararse al drama que presenta Art Spiegelman, basándose en su memoria familiar, de una maltrecha Europa del Este.
Sin duda, hablando del arte del cómic, esta moderna fabula digna de Esopo es la joya de la corona, de momento, las únicas viñetas que han logrado hacerse con el prestigioso y muy cotizado Premio Pulitzer.
Es el recuerdo de un padre y un hijo, de traumas y miedos, risas y llantos. Basándose en los propios recuerdos de su padre polaco, Vladek, se trata de un viaje al pasado con una parada que sin dudas es la antesala del museo de los horrores del pasado siglo... Auschwitz.
Pero, como ahora publicita una serie histórica de calidad "Crees conocer una historia, pero solamente sabes cómo termina. Debes ir a la raíz del comienzo para conocer la verdad". La desventura de estos "ratones" comienza en la década de los 30, con el joven Vladek, a caballo entre Polonia, Checoslovaquia y la propia Alemania. Conoceremos su vida cotidiana, sus desventuras, pequeños fracasos y éxitos, su historia de amor con la joven Anja y los problemas que empieza a causarle su condición de judío en el Viejo Continente de los totalitarismos.
Quizás haya sido Umberto Eco quien lo expresase con mayor tino al afirmar: "Cuando dos de los ratones hablan de amor, te conmueven, cundo sufren, lloras. (...) Suspiras por la secuela que te haga regresar". La naturalidad de las escenas, a pesar del sufrimiento que envuelve todo, intercalado con los momentos del presente donde padre e hijo intentan recordar el pasado, hace que Maus sea una belleza triste, pero belleza al fin y al cabo.
Maus tampoco cae en el error de hacer una historia de buenos y malos. Está claro que el nazismo fue el principal motor de El Holocausto, pero tras estas inocentes páginas hay una valiente denuncia al colaboracionismo y al silencio. La simbología de la fauna (gatos, ratones, cerdos, perros...) nunca queda al azar e incluso hay un diálogo muy brillante cuando al joven Art le preguntan "Ha presentado a su padre y los otros judíos como ratones, si tuviera que hacer un cómic de Israel, ¿qué animal sería". Él responde: "No lo sé, ¿un puercoespín?".
Pero a pesar de tantas intrahistorias fascinantes, Vladek es, y siempre será, el protagonista absoluto de Maus. Una persona con muchos defectos y terribles carencias (tacaño por naturaleza, con prejuicios hacia la raza negra, incluso presentuoso...) pero que basa toda su fuerza en el lecho titánico de haber sido superviviente de varios campamentos de concentración. ¿Qué se puede decir de alguien que haya pasado por esa prueba y encima pueda afrontarlo? ¿Qué mágica combinación de suerte y talento puede lograr eso?
Hablando del dibujo (a fin de cuentas estamos hablando de un cómic), nuestro autor presenta una obra en blanco y negro angustiosa, poco detallista en los decorados, pero misteriosamente expresiva para salpicar emociones como el hambre, la angustia, el dolor, sufrimiento, la redención, el perdón y la sed de vida. En pocos cómics este estilo tan tenebroso (una mezcla de Bob Kane con el expresionismo) quedaría bien, pero a Maus se le acopla como anillo al dedo.
En el plano narrativo, el subjetivismo es imnipresente y es muy positivo que así sea. El pulso del hijo con el padre se refleja en cantidad de antítesis (el artista contra el hombre pragmático, el ideal contra la realidad descarnada, el superviviente de una guerra y el que nació en tiempos de paz...) y lo fantasmas de su pasado, en concreto una madre que terminó suicidándose y un hermano mayor al que no conoció pero con el que siempre mantuvo un pulso. Vladek tuvo que emigrar como un paria de su tierra, su muchacho se crió en New York. Uno nunca pudo olvidar, él otro simplemente no podía recordar.
En mi humilde opinión, Maus no tiene un final feliz tras las apariencias... asimismo, no es triste. Lo mejor de Maus es su tono agridulce... tan real, como la vida misma. Sinceramente brutal y sin tapujos, pero acentuando siempre las emociones y el alma de esos pequeños ratones que tanto no conmueven.

martes, 13 de julio de 2010

LA INCÓMODA PEREGRINA



Título: La Dama del Alba

Autor: Alejandro Casona

Estreno: 3 de noviembre de 1944

Ocurrió en una tierra noble y que hoy parecería remota, casi ancestral en el tiempo. Una época de frío en el campo y trabajo duro para lograr la leña de la que prendiese la hoguera.

La historia aún se seguiría contando, la desaparición en aquel lugar (cualquiera dentro de las aldeas asturianas) de la joven Angélica, la hija predilecta, la recién casada esposa, la hermana ejemplar. Bajo una tumba en las aguas digna de Bécquer, su recuerdo y misterios permanecían cerrados. Hasta que un día llegase una persona extraña a remover el recuerdo.

Pero, como suele suceder, la muerte actúa de muy diferente forma en los ánimos: para la serena presencia de El Abuelo, Angélica está presente como su amada nieta, pero desearía que sus otros nietos pudieran vivir sin el espectro de su tragedia. Todo lo contrario que La Madre, para quien Angélica no es solamente una hija fallecida, sino un eje que impera en toda la casa, la causa de que, pese a las protestas de Telva y El Abuelo, sobreproteja hasta el exceso a sus otros hijos.

La estructura de la creación de Casona se divide en cuatro actos, con un ritmo muy ágil y manteniendo un interesante velo de misterio desde el primer momento que se nos presenta el triste suceso. Angélica puede estar muerta, ahogada bajo las aguas en el trágico accidente, pero su recuerdo flota como un todopoderoso fantasma en todos cuantos la conocieron. Con la honrosa excepción de Martín, el viudo, hermético y poco propenso a mostrar emociones.

Todo cambia con la llegada de una hermosa (pero muy extraña) peregria que es acogida en el hogar. Todos, desde los niños hasta el propio Martín, parecen asombrados de su hermosura, pero el abuelo, siente la incómoda sensación de haberse visto con ella en otro momento, pero, si algo le inquieta, es que pese a ser una mujer en su plenitud, se mueve y habla como alguien que ha visto muchos amaneceres. La misteriosa dama no es otra que la personificacón de la muerte. Este hecho solamente será advertido por el patriarca, lo cual planteará siempre al escritor la ventaja de la amenaza flotante, una espada de Damocles perenne.

El soberbio instinto del abuelo se explica porque, tras un accidente en la mina (donde además murieron los hijos de Telva, la criada de la casa, que vendría a ser La Poncia del drama lorquiana pero con buen humor y sin veneno) nuestra señora de manto oscuro se acercó demasiado a su figura, dándole por muerto excesivamente rápido. Mostrar una peregrina falible es uno de los grandes atributos de la recreación de Cason. De la misma manera, se encuentra la inquietante escena de la carcajada, de múltiples lecturas.

Su pulso se ve estorbado por la llegada de Martín, quien se encontrará con una muchacha accidentada en las mismas aguas que engulleron a Angélica, como si fuera un clon revivido de la muchacha, algo que desde el primer momento alienta a la madre a vivir una peligrosa fantasía. Esto provocará la satisfacción del abuelo, quien descubre la realidad, que la muerte había venido a por Martín, quien no solamente ha salvado la vida, sino que ha evitado otra captura. Lejos de mostrarse como una villana frustrada, la peregrina aguarda como el jugador que sabe que pese a hallarse las piezas desplegadas por el tablero, aún no se ha producido el mate. Igual que con la risa, no se desmorona, solamente razona que hay algo cuyo velo no se ha quitado.


En un asombroso desenlace tras tanta pugna dialéctica entre abuelo y peregrina, ambos se llaman amigo/a en su despedida, dándose la vida la mano con la muerte. Pero hay algo que quitará el sueño a El Abuelo, a quien la peregrina le promete volver en Siete Lunas. Eso y un cabo sin resolver le aterran. Desde entonces, en el tercer y cuarto acto, El Abuelo, que teme a Adela y su anterior deseo de suicidio, empieza a vigilarla atentamente, pues piensa que la peregrina ambiciona llevarse a esa joven presa. Pero ni Telva, ni los niños ni principalmente La Madre, asisten a otra cosa que la felicidad de tener de nuevo a una persona joven, a una hermana mayor o a la ansiada hija. Mientras, el anciano protege los caminos, mientras observa los astros.

Mientras, se suceden varias subtramas menores, la primera y más evidente, el visible romance entre Adela y Martín (a pesar del taciturno comportamiento de éste por un motivo secreto) que conduce a que el reemplazo de Angélica sea total. Recuerdo las recientes enseñanzas de una profesora de literatura que, con gran instinto, consideraba que Adela como personaje, no vale mucho, no deja de ser como la chica de "Vértigo" de Hitchcock, un muñeco, alguien que se deja de tirar de los hilos y hasta se cambiaría de peinado con tal de complacer a sus "nuevos dueños". En una broma privada, una adaptación a la televisión de la obra, Adela tenía al fin un pasado... la hija de unos titiriteros. Más claro, el agua.

SPOILER (Leer a partir de aquí solamente sería recomendable para los que ya hayan finalizado la obra, ya que si no, podrían ver verdades desveladas de la trama que es preferible le sorprendan a uno leyendo).

La Madre, silenciosamente da su consentimiento y aprueba la relación de Adela con Martín. Es una noche alegre, pareciera que las precauciones de El Abuelo han dado su fruto. Pero mientras todos vigilaban el fuego de la noche de San Juan, la peregrina aguarda silenciosa, en la casa, a la llegada de una mujer renacida de las aguas, la misma protagonista de un cuento sin sentido que ahora lo tendrá. Efectivamente, arrepentida y tras cuatro años degradándose a sí misma, Angélica retorna cual hija prodiga, para implorar perdón.


Debe de ser una incómoda sensación volver a un lugar donde fuiste muy amado y ver las cosas cambiadas de sitio, cómo se recrudecerá la crueldad cuando observar que tus retratos y fotografías han sido re-emplazadas por una persona muy similar a ti. Angélica no encuentra a Telva, ni tampoco a su familia, sino a una hermosa mujer que parece saberlo todo de ella… mientras la pobre Angélica todo lo desconoce. De haber sido cualquier otro orden, nuestra historia sería muy distinta.


La Peregrina ya tiene su plan y conoce la solución del mismo. Es solamente cuestión de hacerse comprender. Angélica pasará por todos los estadios, desde la negación (es incapaz de creer que los hermanos que montaba en sus rodillas la hayan olvidado, hasta que la muerte la sentencia con lógica aplastante Cuatro años son muchos para un niño) hasta la ira (está a punto de desmoronarse)… pero, ¿logrará aceptar lo inevitable?



Hay que descubrirse ante la maestría de Casona, existían muy pocas maneras, tras haberla derribado de su pedestal, de hacernos simpática a Angélica, pero esta total oleada de verdad que la ataca no puede hacer otra cosa que fomentar nuestra compasión. Ha perdido todo y por su culpa, nada podía haber más cruel, ni siquiera la mala suerte o un rival mejor la podían excusar, ella fue quien eligió su destino y lo hizo mal. Ahora, buscando volver, puede abrir una herida que tardó cuatro años en cicatrizar.


Tu recuerdo vale más que tú.

De cuantas frases tiene La Peregrina, ninguna puede ser más lapidaria y despiadada. Ni siquiera Eneas al volver la vista a una Troya en llamas pudo sentir una afrenta de manera tan personal. Angélica se ha convertido en algo más grande que ella misma, en un mito o leyenda que la realidad es imposible que iguale. ¿Con qué cara mirar al pueblo, a la aldea, a su familia? Es aquí donde La Peregrina, tiende su brazo, manifestándose como amiga.



Es entonces, tras tanta verdad sin tapujos e incluso el descarado insulto, le lanza una admiración sincera. En realidad, pareciera que la estuviera alentando a admitirse a sí misma, a afrontar un momento de miedo para expiar a todos sus fantasmas.


Lo importante es vivir con pasión y morir con belleza


Hay algo casi homérico en dichas palabras, un lema de vida y una proposición arriesgada: La única forma de vivir dignamente es aquella por la que aceptaríamos morir. Tras hacerle ver lo inevitable y que puede romper la felicidad de todos, La Peregrina le ofrece un trato, en cierto sentido oscuro y siniestro como el de Fausto, aunque aquí no podemos hablar propiamente de suicido como pretendía Adela. Es más bien un sacrificio, un acto heroico y un re-equilibrio de la paz en el lugar asturiano. Pero, y esta duda nos carcome en cada lectura, el resultado sigue siendo él mismo.


En un desenlace épico y que podría ser considerado trágico de no ser por una belleza lírica impresionante, Angélica aparece después, no con el aspecto innoble de una desprestigiada durante cuatro años, sino como la más hermosa de las princesas sumergida en los dominios de Morfeo. Incluso Martín y Adela parecen conmovidos ante algo que les supera, mientras La Madre se abraza ante un milagro, al fin, podrá llorar en una tumba real. Esto también explica que Casona hablase de "Retablo en cuatro actos" ya que salvo Angélica y La Peregrina, ninguno de los otros papeles está revestido de verdadera grandeza (con la excepción de El Abuelo, sobre todo en los dos primeros actos)


Angélica había llegado como una forastera a quien nadie quería, una incómoda peregrina… ahora, su recuerdo de bella santa perdurará para siempre. Desde la distancia que da alejarse del suceso, La Peregrina sigue su camino sin borrar una fría sonrisa –la sinestesia es evidente-… no sin antes haber puesto una corona en Angélica, como si fuera a una nueva boda.



No obstante y, en conclusión, demasiadas dudas nos asolan tras el objetivo cumplido de Casona de un desenlace mayúsculo. Hay que descubrirse ante su pericia evitando cualquier mención a Angélica en el listado de personajes, pero a nadie puede ocultársele que es ella la verdadera protagonista, Adela es poco menos que un clon juvenil y Martín un personaje sumamente plano. Superado el influjo de La Peregrina, nos asalta el resquemor de que nuevo el viejo orden ha salido reinante.


El Nuevo Testamento se mostró generoso con el hijo pródigo retornado a casa, mientras que, leyenda al margen, el final de Angélica nos recuerda al inflexible sistema del Antiguo. El perdón es borrado, como sucede en La Casa de Bernarda Alba, otra obra que pese, a ser inifitamente distinta, es muy, muy parecida en su conclusión. En el punto lorquiano, se debía a que quien lo administraba no tenía compasión. En el de Angélica, ni siquiera se le da la oportunidad.



A fin de cuentas, ¿no es una propia obsesión de La Peregrina la que fuerza a Angélica a la decisión fatal? Salvo lo que ella misma nos cuenta, ¿qué imperativo requería que se llevase una vida? ¿Qué es la muerte? ¿Una sabia consejera o una jugadora de ventaja que ha marcado nuestras cartas?


domingo, 4 de julio de 2010

SNATCH

Título: Snatch: Cerdos y diamantes.


Año: 2.000. Duración: 104 minutos.


Nacionalidad: Británica.


Director: Guy Ritchie.


Reparto: Brad Pitt, Benicio del Toro, Vinnie Jones, Rade Serbedzija, Jason Statham, Stephen Graham, Dennis Farina, Ewen Bremner, Jason Flemyng, Sorcha Cusack, Sam Douglas, Austin Drage, Andy Beckwith...


Música: John Murphy.


Fotografía: Tim Maurice-Jones.


Productora: Columbia Pictures.









¿Ahora resulta que Tarantino es británico? Es una pregunta que suele surgir después de ver Snatch, una pequeña joya (o si lo prefieren, diamante) que pude ver recientemente en casa de un buen amigo. No la conocía pese a ser relativamente antigua, así que me quedé muy sorprendido ante un producto de calidad y muy, muy interesante. La cinta es dirigida por el peculiar Guy Ritchie, a quien muchos conocerán por su reciente revaloriación del mito literario Sherlock Holmes en la gran pantalla.

Podríamos decir que Snatch recuerda al original (en este caso sería Pulp Fiction) como las mejores copias, es decir, sin parecerlo. Igual que "Uno de los Nuestros" tiene reminiscencias remotas a "El Padrino" o Sonic debe su existencia a Mario. La emulación termina desarrollando vida propia. Ritchie por ejemplo opta por una narración muy rápida, sin recrearse tanto en los diálogos como Tarantino. Esto redunda en explotar las virtudes de la vertiginosa obra y oculta bien sus posibles carencias.

Todo comienza con el espectacular robo de un diamante de grandes proporciones a través de la banda de Franky "Cuatro dedos", que es interpretado por Benicio del Toro. El feliz hallazgo pondrá todo patas arriba dentro de este mundillo de crimen, destacando posibles compradores desde los Estados Unidos (como un irritable, pero muy divertido, Dennis Farina). Paralelamente se narran las desventuras de unos promotores de boxeo en horas bajas (interpretados por Jason Statham y Stephen Graham, que hacen las veces de naradores), por lo que es fácil de intuir para los espectadores que los dos mundos acabarán unidos.

Y el nexo de unión es representado por Alan Ford, encargado de mostrar a "El Ladrillo", un capo mafioso encargado de combates amañados que se cruza con los dos promotores y bien podría determinar que le resultaría más productivo emplear a los dos agentes como comida para sus puercos. Necesitados de un púgil, "El Turco" (Snatham) y Tommy (Graham) recurren un pintoresco gitano, interpretado por un muy divertido Brad Pitt.

Mucho se podría estar hablando de este interesante actor, cosas muy buenas y otras bastante más negativas. Pero ciñiéndonos al trabajo que hoy nos ocupa, como Ritchie sabe advertir en las entrevistas, lo hizo muy bien porque no se tomó muy en serio su papel. Pitt se pone cómodo y tremendamente divertido con su papel de peculiar púgil de boxeo sin guantes, con una personalísima forma de hablar muy característica, que lo hace por definición, uno de los mejores personajes de Snatch. Él y la cuadrilla de su campamento son sin duda pieza clave en la trama.

Más discreta por motivos de minutos en pantalla, pero igualmente exuberante e imponente que la de Pitt, es el perfil trazado por un Benicio del Toro muy capaz de reflejar cómo es Franky Cuatro Dedos en apenas unas imágenes, actuando sin cámara, nos referimos claros, a las delirantes fotografías que muestran su adicción a los casinos... Eso es muy difícil y hay que congratularse de la fama merecida que ha terminado teniendo este profesional.
El resto del reparto también raya a gran altura, tanto los principales jefes mafiosos, promotores y hombres de negocios como la cosmopolita banda de color que termina involucrada por un antiguo agente de a KGB (Radis Serbedzija), liderados por Tyrone, actor británico cuyo real nombre es Ade y es de descendencia nigeriana, otra realidad muy londinense, así como los jamaicanos que le acompañan en el asunto. Los amantes del balompié también reconocerán al irascible ex futbolista Vinnie Jones. Como futbolista, Jones fue agresivo y difícil (por no decir violento), lo cual parece ser que lo ayuda para ejercer como un matón de tres al cuarto muy peligroso a cuyos jefes se les ha antojado que les recupere las joyas.


En determinado momento del nudo y desenlace, Snatch deja de ser tan divertida. No es que los gags no sigan sucediéndose, asi como las pintorescas situaciones, pero como el propio Guy Ritchie admite, está trillada historia (el boxeador que no quiere caer a a lona, la joya que va pasando de mano en mano...) tiene un componente trágico que pasa desapercibido en ocasiones, sobre todo el primer visionado. Pero aunque posea momentos de gran hilaridad, Cerdos y Diamantes no es una comedia, o mejor dicho, no en su estado más puro.


Al más puro estilo Seth McFarlane, los tópicos que se cuentan de los avariciosos, mafiosos, bandas del guetto, nómadas gitanos irlandeses... me parece absurdo denunciar a Snatch como racista o etnocentrista, ya que es un espejo deformdo de la realidad donde, democráticamente, nadie se libra de la burla.
Por finalizar con las comparativas con Tarantino (admitiendo que cada cual tiene sus virtudes y defectos), decir que Ritchie tiene una medición del tempo más ajustada que redunda en beneficio del público, ya que da la sensación de durar lo justo. Tarantino, tiene tendencia a recrearse más. Esto, quizás le redunde en una mayor técnica y belleza de movimientos, de la que en ocasiones parece beber Ritchie, especialmente en las oníricas ensoñaciones del personaje de Pitt cuando cae a la lona. En cuanto a los diálogos, destacar el buen hacer de Snatch, aunque palidece ante los trucos del maestro, compartiendo eso sí, la predilección del primero y el segundo por los insultos y los tactos cada cierto tiempo.
De nuevo recordando mucho al director de Reservoir Dogs, Ritchie escoge con precisión de cirujano la música que suena en su película, destacado papel de John Murphy. En definitiva, una obra que no merece seguir ni un minuto más en la estantería de su videoclub más cercano... así que ya saben. Es un en entremés sin complejos que entretiene más que otras piezas más largas.

jueves, 1 de julio de 2010

LE ESCUCHO...



Cuenta la leyenda que en una ocasión, un equipo estaba jugando tan bien que, un prestigioso comentarista proclamó: "El rival puede dar gracias de que consideren que si no tocan el balón todos, se niegan a que el tanto no suba al marcador, tal es la perfección".

Escribiendo nuestro propio mito, el resto de series de televisión pueden dar gracias por la suerte de que Frasier se haya contentando con once temporadas. Han considerado que no valía volverse repetitivos, fieles a una seña de identidad de todos los episodios "si no es inteligente y elegante, no tiene cabida".

Spin Off de Cheers (la genial serie que transcurría en un café de Boston), no creo que exageremos si afirmamos que las desventuras de este psicoanalista de Seattle han sido el calco de un ideal, un espejo para el resto y durante mucho tiempo, uno de los bocados de cardenal que nos dejaba la televisión. Protagonizada por Kelsey Grammer (a quienes los buenos seguidores de Los Simpson recordarán como Bob El Actor Secundario), los guionistas de Cheers pensaban repetir éxito con aquel querido personaje, aunque deberían hacerlo menos excéntrico, ya que era una comedia con él como protagonista, nada de coralidades.

El elenco que rodeó al etrañable Frasier (mitad genio, mitad pomposo y, ante todo, una buena persona que solamente tiene un fatal defecto, es el mejor dándole consejos a todos, menos a él mismo) fue de primera. John Mahoney, actor sólido y en dorada veteranía, haría de su padre, un policía retirado y una personalidad muy fuerte, tan cascarrabias como mítico cuando se le conoce, un tipo íntegro, menos sofisticado que sus retoños pero verdaderamente, una caracterización perfecta de un tiempo perdido, de un superviviente de Corea y un poli honrado que bien hubiera podido ser un cliente más en la barra de Sam (que por cierto, hizo un delirante cameo en la serie).

La explicación de cómo un padre y un hijo tan diferentes (choque de mil grados en el episodio de las partidas de ajedrez) pueden convivir sin salir en los sucesos es simple, Daphne Moon (caracterizada por Jane Leeves), la fisioterapeuta de Martin y el pegamento que mantiene unido a la familia. Leeves era una actriz británica en la que confiaron los productores, el propio Kelsey Grammer tuvo sus reparos porque no era muy conocida, pero tras las pruebas se vio que no había candidata mejor. Había dado tumbos en su carrera, la pregunta era si fallaban sus series precedentes o chirriaba su violín. Pero, como diría Niles, el violín de Daphne era de orquesta y solamente necesitaba la dirección adecuada.

Daphne (salvando las distancias y psique) se parece mucho a Marge Simpson, es un personaje que pudiera pasar desapercibido ante otros más chistosos, pero un recorrido a la serie demuestra lo importante que es para la coherencia, la trama y lo mucho que aporta. Pero cuando David Angell, Peter Casey y David Lee se pusieron en la mesa a escribir, sabían que Niles era la última pieza del rompecabezas. David Hyde Pierce encarnaría al hermano menor de Frasier, ahora locutor de radio en un programa de salud mental. Los dos brillantes en lo profesional, refinados, empalagosos, gafados en sus relaciones con el sexo opuesto y... con una competitividad que si bien el paso de las temporadas matizó, nunca borró.

Niles y Frasier han dejado mucho más que la simple pelea de hermanos, algunas de las mejores conversaciones de café de la televisión se han dado en este show gracias a ellos y, además, han dejado frases míticas para el recuerdo. Y es que los diálogos son la base del rejuvenecimiento constante de la serie, amparándose especialmente en Frasier y Niles, los guionistas juegan siempre con el doble sentido, al más puro estilo Woody Allen, pero encima tamizado con la elegancia natural que, por citar a los mejores, siempre exhibe Les Luthiers. Tan seguros estaba de esa fuerza, que la primera temporada terminó con un capítulo que básicamente es un desayuno entre Niles y Frasier, donde repasan su vida, desde lo intrascendente a lo fundamental. Es uno de los más memorables.

Pasando al elenco de secundarios, destacan los míticos y entrañables compañeros de emisora del doctor Crane. En un lugar muy especial Peri Gilpin, Roz, la productora de Frasier y una de sus mejores amigas aunque no vean siempre la dirección del programa de la misma manera. Roz fe un personaje que Gilpin se disputó nada menos que con la brillante Lisa Kudrow. Ambas han admitido lo difícil de la elección y, en un acto de justicia nada frecuente, los dioses han permitido que ninguna tuviera que arrepentirse del veredicto. Kudrow deslumbró en la serie Friends (comentada en este blog) y Gilpin se hizo un elemento indispensable de Frasier.

Otros eran menos redondos pero sí estereotipos graciosísimos y muy bien representados. Dan Butler es Bulldog, el periodista deportivo que mucho discrepa con Frasier, Edward Hibbert es Gail Chesterton, el puntilloso crítico de cocina (con un pasado digno de Smithers) y un amplio etceterá. Jugando con hacerlos aparecer y desaparecer, hay que elogiar el buen gusto de selección de los responsabes del show, desfilarán actores de la talla de Saul Rubinek, bellezas como Lisa Thornhill, el simpático Anthony LaPaglia como hermano de Daphne, Jean Smart etc. Especial mención a la mítica agente de Frasier y los directores/as que ha tenido la KCL.

Mención aparte merecen bromas privadas que han terminado siendo objeto de culto. Los pacientes que llaman al doctor Crane no pocas veces son figuras muy reconocidas del mundo del espectáculo de los Estados Unidos. Pero, muy especialmente, el gran misterio en torno a Maris, la primera mujer de Niles (que terminará enamorado de Daphne), que al igual que la esposa de North en Cheers, jamás aparece en vivo, aunque es uno de los caracteres más mencionados en la serie. También las travesuras de Eddie, el perro de Martin, probablemente el can más hábil y disciplinado que haya aparecido nunca en la gran pantalla. Además, todos los años venía un personaje antiguo de Cheers (Woody, Carla, North) y, por supuesto, Lilith Sternin (Bebe Neuwirth), la ex- esposa del psiquiatra y madre de su hijo Frederick.

Algo básico en Frasier es que pese a la clave de comedia que la inunda, jamás se ha tomado en broma la profesionalidad de su protagonista en cuanto a los casos que trata. Su buen humor no está reñido con un gran conocimiento de los entresijos del subconciente. Especialmente hábiles se muestran los enigmas del mundo onírico y la extraña frustración de triunfo que le inunda cuando le dan el premio a toda una carrera queda impecablemente explicado en una terapia (donde es curioso ver a Frasier por una vez de paciente) donde a pesar de su maestría con los trucos psiquiátricos él mismo se autocensura porque: "A fin de cuentas es lo único que conozco. No sé qué hacer con el resto de mi vida".

Otro momento magistral es la mítica frase que en este caso dirá Frasier a Niles en cuanto a los problemas de su relación con Daphne: "El problema nunca ha estado en ella, sino en ti. Si la bajas del pedestal y la descubres como persona real, podríamos sentir que has estado siete años persiguiendo un sueño inalcanzable". En definitiva, una calidad media más que sobresaliente y que no está reñida con episodios de lo más delirantes, divertidos y desenfadados. El mundo de un esnob que se hizo mítico.

La serie tuvo su primer emisión en 1993. Hoy, en una época en la que, con muy honrosas excepciones se está haciendo una televisión mucho más sofisticada, la pequeña pantalla sigue siendo un poco menos especial desde ese último "Buenas noches, Seattle". Dejaba 37 Emmys en su amplio palmarés y el chapeau unánime de crítica y público.

Como las más grandes, la serie de Frasier se dio cuenta de cuándo no se podía dar más y supo cortar en el momento justo, tras once años modélicos de buen gusto e ingenio. A los caballeros como Frasier, nunca hace falta mostrarles la puerta de salida...y siempre dejan el regusto de un buen vino, sin duda, un gran corcho.

FRASIER: Teniendo en cuenta todo esto, ¿crees que no sé ser feliz?

LILITH: Claro que sabes ser feliz... pero te gustan los retos. Tú nunca has tomado la ruta más fácil. No es tu estilo.