domingo, 8 de julio de 2018

CINCO AÑOS NO SON NADA


Resultó uno de esos experimentos curiosos que, de vez en cuando, se dejan caer por la parrilla televisiva (¿Qué fue de Jorge Sanz?). Había un toque de frescura, inteligencia y capacidad de reírse de sí mismo ante el espejo en la serie de David Trueba, una parodia protagonizada por la propia persona que cargaba sobre sus hombros las costas del chiste. En apenas un puñado de capítulos, rodados sin alardes pero con gran elegancia, dejó en la retina de la audiencia un puñado de momentos memorables y que tomaban, consciente o inconscientemente, el pulso al nihilismo millennial y la generación youtuber, a ese estar de vuelta de todo. 



El ansiado retorno con el especial de 2016 que hoy nos ocupa demostró que la cosa seguía justo donde se dejó. Jorge Sanz mantiene la capacidad de reflexionar sobre su propia carrera de niño-prodigio de la taquilla y posterior caída al relativo olvido con humor y generando la empatía del respetable. En esta ocasión, el punto de arranque será una terapia de grupo con otros rostros muy conocidos de la industria del cine español. 



Buscando reverdecer laureles, se lanzará a una gira teatral donde chocará con la dirección de Pedro Ruiz (quien se interpreta a sí mismo, exhibiendo asimismo la humorada de explotar muchos de los tópicos que han ido asociados a su persona), si bien las cosas nunca le terminan de salir del todo bien por más que lo intente con su voluntarioso (y desastroso) agente Amadeo Gabarrón (sensacional Eduardo Antuña). 



Se mantienen varios de los gags del pasado. Destacan esos míticos (y nunca comenzados) partidos de pádel entre Antonio Resines y Sanz. También repite cameo de forma muy divertida Juan Manuel de Prada, quien sigue consintiendo con inteligencia que Trueba pueda explotar de forma magistral ese cliché de pedantería con la que se ha asociado al escritor. Este micro-cosmos fictio logra que mantengamos el interés en una mezcla de sencillez verdadera, no pasan acontecimientos especialmente trascendentes, pero los sentimos como una radiografía muy certera de la vida de cotidiana, adaptadas a las peculiares condiciones del actor. 



Hay rostros nuevos, destacando Natalia Abascal como la hermana del tenaz Gabarrón. Se trata de un personaje repleto de ternura y francamente necesario en una serie que puede caer con facilidad en el exceso de cinismo. En esta época tan de HBO, Netflix y el giro sobre el giro existencialista en un tweet, no está de más recordar, como bien sabía gente de la talla de Roberto Gómez Bolaños, que puede interesar más un personaje bien escrito que un magistral encuadre en la pequeña pantalla. 



El ambiente entre los tablados permite mostrar los conflictos laborales que surgen en cualquier profesión, en este caso por cuestiones como quién va antes de los títulos de crédito o aprovechar de forma abyecta cualquier asomo de publicidad. Hay un acierto de casting a destacar con Elena Furiase, quien es la compañera de función de Jorge durante la andadura, logrando momentos muy divertidos y con química. 


No parece tampoco casual que la obra que vayan a interpretar sea titulada "El hombre que amaba a las mujeres". Hay en todo este pequeño viaje una tendencia a la sonata de invierno de Valle-Inclán, a la perdida del poder del donjuanismo que no acepta su caducidad y las vendettas de antiguos envidiosos del éxito ajeno. Todo acompañado de un protagonista en una inmadurez constante que queda reflejado en sus "consejos" a su hijo e hija cara la vida, volviendo a recordar la célebre afirmación de Rafael Azcona sobre que se nos exige el carnet de conducir y ningún documento para ser padre/madre. 



Cabe preguntarse si no habría sido mejor mantener el formato de breves capítulos en lugar de hacer única emisión de mayor duración. A la comedia le sienta demasiado bien el formato veinte minutos como para quitárselo tan a la ligera en televisión. Habría permitido asimismo desarrollar mejor las subtramas. Con todo, deja la sensación de una reunión entre amigos donde hay un ambiente tan sano que se permiten las bromas sin temor a herir susceptibilidades. 



Por último, es de justicia destacar la maravillosa música de Darren Hayman, capaz de captar de una forma perfecta ese tono agridulce que preside todo este experimento tan interesante. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 










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