sábado, 5 de mayo de 2018

EL HUÉRFANO A ORILLAS DEL ESTRIMÓN


Siempre fue uno de los puntales del cómic franco-belga. No obstante, la ironía de todo el asunto radicaba en que, curiosamente, en la colección de Spirou todo solía funcionar salvo el carisma del protagonista. Dotado de una ética intachable incluso a la hora de hurtar una bicicleta para perseguir a un peligroso criminal, el aguerrido y pelirrojo botones era un dechado de bondad tal que cualquiera de la comunidad lectora se mostraba más inclinado a empatizar con el alocado Fantasio o el excéntrico conde Champignac. Hay honrosas excepciones a esa regla, Tome & Janry supieron pulsar algunas teclas de la humanidad del héroe en su excelsa etapa, si bien hubo que esperar a Émile Bravo para que, de repente, aquel chico heroico se hiciera de carne y hueso (Benditos ingenuos). 



Schwartz y Yann se percataron de eso, sembrando algunas pistas en El botones de verde caqui (Ver reseña), si bien la formidable pareja de autores se reservaron el plato fuerte para la siguiente saga, conformada en dos números: La mujer leopardo y El señor de las hostias negras. La acción nos lleva al año de 1946. El espectro de la ocupación del III Reich va desapareciendo, aunque quedan secuelas, visibles en los destrozados edificios y los rostros de las gentes. Como pocas veces antes, vemos a un Spirou mostrando cicatrices de aventuras anteriores, cometiéndose incluso la osadía en la biblia del protagonista impoluto al estilo Tintín de verlo refugiarse en la bebida. 



Yann hace una apuesta arriesgada y se dedica a plasmar todos sus temas predilectos, dándose lujos de referencias a la cultura del momento y a referentes de su propia biblioteca personal. Por el camino juega con un botones que, noticia esto, brilla con una fuerza que hace incluso palidecer al formidable elenco de secundarios que le rodean este nuevo peregrinaje. Particular mención a cierta dama africana que nos conecta con una joya del séptimo arte: La mujer pantera (1942) de Jacques Tourneur. 


Gráficamente, estamos ante una auténtica delicia para los sentidos. Schwartz está tocado por la varita mágica de los elegidos, a estas alturas y con la clase que nos quiera seguir brindando en futuras entregas no caben dudas de que su caracterización de este universo está al nivel de su muy admirado Franquin (¡Están locos esos gringos!). Además, no solamente es un dibujante de trazo preciocista, estamos ante un narrador visual de primera fila que puede ir desde la capital belga hasta las selvas del Congo sin que en ningún momento perdamos el sentido de orientación en las viñetas. 



Bien visible es eso en la forma de hacernos testigos de la elegancia y agilidad de la mujer leopardo por los tejados oscuros, con una ambientación de cuento de Poe que atrapa desde el principio. Yann usa esa privilegiada arma para confrontar dos mundos en una especie de realismo mágico que chocase contra pensadores como Sartre, caricaturizados de una forma deliciosa. Todo cabe en la mente de este escritor con una habilidad para el cómic a la altura de pocas personas en el gremio: la rica y antigua cultura africana, la mentalidad colonial de los tiempos de Leopoldo II, el feminismo incipiente, etc. 



La madurez de la pareja de artistas parece contagiarse a un Spirou que se convierte en el vehículo de su audiencia. De repente, ha dejado de ser el chico para todo que nunca duda ante el peligro. Le hemos visto caer el día de la victoria, cuando los tanques estadounidenses traían cañonazos de victoria y él solamente podía pensar en una muchacha desaparecida llamada Audrey. Sagaces e incapaces de casarse con nadie, Yann y Schwartz muestran también la cara B del capitalismo imperante en ese lado del mundo, a través de la insensibilidad del arrogante nuevo dueño del hotel, inconsciente ante el despido cruel que realiza. Al romper el tótem de su heroísmo clásico, esta etapa nos trae a un botones más lúcido que nunca, capaz de ver los grises. 


El Congo es un lugar que merece se salden cuentas pendientes en el campo de la ficción europea. Y no se trata de acusar a grandes maestros por haber estado contextualizados por su época. Simplemente, se aprovecha la oportunidad para equilibrar la balanza. Fantasio y Spirou afrontan un rito de iniciación, un paisaje exótico y reflexiones más profundas de las que parecen. Más que a deshacer entuertos, pareciera que el suelo africano acoge al protagonista a re-encontrarse consigo mismo y con su fe perdida. 



Cuenta la leyenda que un enamorado irreductible se decidió a orillas del Estrimón a hacer el viaje hacia la tierra de donde nadie volvía. Sin duda, aquella figura se habría sentido hermano de espíritu del antiguo botones de verde caqui que mirará a orillas del Congo en busca de revelaciones. Yann y Schwartz muestran su sentido del riesgo en una magnífica saga que va a ser una referencia obligada en la estantería de los albúmes europeos. 



Solamente resta la guinda del pastel. Una escena en buhardillas donde la madera cruje con facilidad, con Eurídice y Orfeo abrazándose en silencio, con la sensación de que, de repente, tuvieran todo el tiempo del mundo. 



ENLACES DE INTERÉS:



-Blog el lector bicéfalo: El Spirou perfecto



-No es país para frikis: Reseña cómic Spirou



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://www.bedetheque.com/BD-Spirou-et-Fantasio-Une-aventure-de-Le-Spirou-de-Tome-11-Le-maitre-des-hosties-noires-296736.html



-http://lectraymond.forumactif.com/t758p90-spirou-et-ses-dessinateurs



-http://resistance-police.skynetblogs.be/archive/2009/09/30/liberation-de-bruxelles-septembre-1944.html

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