Un círculo perfecto. De todas las obras que realizó Federico García Lorca pocas tienen un tema tan evidente, que abre y cierra. Perfectamente trazado por el autor, la obra que hoy nos ocupa comienza con el luto por el segundo marido de Bernarda Alba y culmina con otro falta desenlace. En el intermedio de tan macabros acontecimientos, se desarrolla un drama de mujeres en el que es imposible tomar aire, debido a los muros más asfixiantes que se crearon en el teatro, un velatorio continuado y sin pausa.
Como ocurre también en "Doña Perfecta" de Galdós, la figura rígida y severa de una mujer anclada en los vetustos valores de una sociedad estática, termina siendo una roca inamovible que provoca la derrota de quien osa desafiarla.
Bernarda Alba es la escenificación de los valores de un mundo que estaba ya muerto, aunque poderoso. Unos valores vitales anticuados y una sociedad más próxima al XIX que al XX, una mujer capaz de justificar el más atroz de los machismos. Es ese motor el que la lleva a imponer el más rígido de los velatorios, un castigo atroz para sus hijas. Más teniendo en cuenta que la representación transcurre en período estival, sofocante en el sur de la península.
Lorca no dejaba nada al azar en sus obras, pero quizás sea en esta pieza teatral donde hila más fino, buscando que cada elemento repercuta en la atmósfera. En especial que el funeral sea en verano, lo cual hace aún más pesado el luto y la rigidez. La única vía de liberación es la locura, escenifiada por Josefa, la senil madre de Bernarda, el único espíritu libre en un pueblo sin rio, lleno de pozos y donde nadie se atreve a beber por temor al veneno.
Pero incluso la mejor de las puertas puede ser abierta si se tienen ganzúas y en este caso, como atinadamente discuten las criadas (el personaje de Poncia, quizás de los más crueles), con cinco ganzúas (pues cinco son las hijas de Bernarda), el cautiverio podría ser liberado. No obstante, esas llaves no actúan al unísono y hasta se estorban entre sí, por un elemento que viene a alertar a todo el dispositivo meticulosamente colocado por Bernarda, Pepe El Romano. Angustias es una mujer que se nos muestra deseosa de su contrato matrimonial con Pepe simplemente por salir de la casa, no por amor o deseo, mientras que Martirio y Adela sí le desean desde el punto de vista amoroso, siendo la segunda el objeto de sus amores. Amelia y Magdalena por su lado parecen ajenas al juego, aunque más por temor a su madre, destacando en el caso de Magdalena su deseo de haber nacido varón.
Esta tensión sexual no se resuelve fácilmente, menos aún con la astucia de Lorca, que nos vaticina un nuevo problema, Adela está embarazada de Pepe. El segundo acto se cierra precisamente con un oscuro augurio, en una de las mejores resoluciones de escena posibles.
Los muros antaño blancos se van deteriorando como si de una corrosión moral que va empañando toda la blanca virginidad del principio y el ritmo llega a extremos dantescos.
Clásico y reflejo de todo un estilo dramático, a nadie extraña hoy en dia que Bernarda siga siendo uno de los objetivos de toda actriz madura que se precie.
3 comentarios:
Aunque suene a tópico, un clásico imprescindible.
Poesía hecha teatro.
De acuerdísimo con Chespiro. Uno de los grandes clásicos de nuestra literatura, con personajes memorables y una trama bien llevada.
Ciertamente, poesía hecha teatro,Chespiro dixit, el gran objetivo durante la tristemente breve vida de este autor.
Un gran clásico que siempre es bueno echarse a la mano, como bien nos apunta Easmo.
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