Barry Windsor Smith no era ningún guionista. Lo suyo no era ser Chris Claremont, tampoco Stan Lee o cualquier otro. A él le preocupaba menos el por qué que el cómo. Como narrador, era absolutamente genial, de la mano de Roy Thomas había convertido a una creación mítica de Robert E. Howard en un icono del cómic.
Cuando se decidió a hacer una obra personal sobre uno de los personajes más apreciados de Marvel, Wolverine (Lobezno), sabía que el filón para explotar era su exquisito trazo para las escenas de lucha, la extraña, inquietante y a la vez desagradable violencia salvaje que expresaba su fino talento.
Con la única excepción de Jim Novak que le ayudó en las rotulaciones, el británico se siente totalmente libre para dar rienda a su creatividad más desaforada, en formato ocho páginas, en total doce números, con el añadido del final, de mayor duración. El hilo conductor es explicar (si es que eso se pudiera), cómo alguien termina convertido en una de las armas más terroríficas del ficticio universo de la Casa de las Ideas.
Y lo cierto es que terror y ciencia ficción tipo pulp es lo que ofrece este trabajo, espectacular en lo gráfico. A nivel de complejidad es casi nula en el desarrollo de los personajes, centrado en una víctima (un Logan prisionero al que quieren convertir en un guerrero perfecto y descerebrado), un taimado arquitecto de la fortaleza (el profesor que lo quiere para sus propios intereses), Cornelius (quien sigue las instrucciones sin mucha voluntad propia, la verdad) y la damisela de la expedición de King Wolf, cuya piedad no parece impedirle ponerse al servicio de unos desaprensivos que juegan a ser dios.
Visualmente, la narración pictórica es dura y deja poco a la imaginación. Especialmente conseguido el momento del surgir de las garras, mostrado como algo realmente doloroso. Hay reminiscencias a Frankenstein en todo momento. A nivel argumental, Barry lo deja todo confuso, aunque siguiendo las directrices de Claremont (si él hubiera hecho, o al menos supervisado el guión, sería aún mejor cómic) hay indicaciones de quién es el verdadero responsable de esta acción...
Al ver tremendas secuencias como las primeras cacerías de Logan, John Romita Senior, el legendario dibujante de Spiderman, charló amistosamente con Smith, afirmándole que no podía alejarse tanto de este arte cómo lo hacía (conocida era su tendencia a dedicarse a pósters, maquetaciones, cuadros...), que era una pena. "Solamente te pido que saques uno de éstos al año, sigue con lo otro, pero por favor, no te olvides de esto". El elegante Romita no consiguió su objetivo, sabido es que este proyecto (gestado a mediados de los 80) le llevó nada menos que 2 años, debido a su perfeccionismo casi patológico con los lápices...
Ya destacado en otros análisis de este tema y también en no pocos e interesantes blogs antes que en éste, aquí se encuentra al Barry más puro, casi sin censura (para lo bueno y lo malo), muy próximo al que mostraba en "Cimmeria" un entorno puro y casi salvaje, donde la nieve desafía con su llanto a los osados habitantes. En honor de la inteligencia del británico, decir que a la par que excepcional dibujante, aunque deja muchos cabos sueltos, en ocasiones no es por falta de sapiencia, sino por un inteligente juego de adentrarse en la más descarnada tortura psicológica.
En muchas ocasiones no queda claro qué ocurre propiamente en el complejo y que sucede en la propiamente mente de Lobezno, la voz en off y el gusto por ese ambiente deprimido casi parece la sala final que Orwell reservaba a aquellos que desafiaban el régimen mostrado en la majestuosa 1984. Acostumbrados a un Logan intratable y en ocasiones convertido en uno más de los héroes solitarios, agresivos y de pocas palabras de la industria, es casi divertido verlo aquí como la única víctima, la marioneta de otros... Pero, eso sí, sin perder en ningún momento la dignidad del ratón que al caer en la trampa sigue revolviéndose buscando tornar el recipiente en nata.
En definitiva, una ópera prima bañada en escarlata de uno de los mejores dibujantes (cuando se lo propinía) de la compañía en los años 70, con una atmósfera de serie B totalmente relanzada por una capacidad artística sobresaliente y por momentos impecable.
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