domingo, 18 de noviembre de 2018

1980 WIMBLEDON CHAMPIONSHIPS-MEN´S SINGLES FINAL


A diferencia de muchos otros deportes, el tenis mantiene siempre una cercana lejanía con el contrincante. Una fría red separa a las dos personas que se disputan el juego. Por ello, no tiene nada de extraño que sea una disciplina con un fuerte componente de soledad a la hora de asumir los errores y aciertos. Ya sea en tierra, cemento o césped, es un diálogo con uno mismo que ha llevado a autores como David Foster Wallace a afirmar que su practica es casi una experiencia religiosa. 



Durante horas, el sueco Björn Borg y el norteamericano John McEnroe se observaron en la gran Catedral de hierba, justo cuando se decidía si el primero iba a lograr su quinto entorchado consecutivo o, como le ocurrió a Lucio Cornelio Sila con Pompeyo, descubrir que la mayoría de la gente venera al Sol naciente antes que al menguante. El marketing de aquel año de 1980 sabía perfectamente que tenía un producto de primera magnitud. Magic versus Bird, Alí contra Foreman o tantas otras rivalidades que han atraído audiencias millonarias por presentar dos figuras de estilos antagónicos, aunque complementarios. 



La noticia de que Janus Metz Pedersen iba a dirigir un film que adaptaría el partido más mítico (con permiso del duelo Roger Federer-Rafael Nadal) fue acogida con interés y cierta polémica. Naturalmente, McEnroe, el torbellino de emociones y destroza raquetas, pronto se quejó del poco parecido físico que veía entre él mismo y su intérprete en la gran pantalla, Shia LaBeouf. Una pena que el famoso deportista afirme no haberla visto, puesto que sí que se capta muy bien su forma tan peculiar los partidos y convertir en una visita al dentista el jugar contra su heterodoxo estilo.  


La producción sueca es de hermosa factura. La fotografía difuminada pega mucho con la atmósfera casi de documenta que se respira en bastantes momentos. Una clara influencia de esta historia paralela al estilo Plutarco es la estupenda Rush (2013) de Ron Howard. Asimismo, el metraje es el idóneo para narrar lo que desea sin hacerse en ningún momento pesada. 



Conforme ambos protagonistas van avanzando en el torneo, la cinta nos lleva a través del recurso de los flashbacks a comprender los pasos que les llevaron a llegar hasta ahí. Un veterano de lujo como Stellan Skarsgard da vida al mentor del joven Borg (Sverrir Gudnason), una promesa que irá cumpliendo cada uno de los pronósticos sobre él para convertirse en una máquina de victorias. Pero eso le trae mucha más presión que felicidad. Es inevitable recordar la magnífica biografía de Andre Agassi, Open, puesto que hay algún punto en común notable. 



La documentación que llevan a cabo director y colaboradores (especial mención a Niels Thastum, responsable de todo el apartado fotográfico) es digna de notaría, puesto que la recreación de la época es excelente y nos sumerge de forma rápida en tierras británicas. Unas Islas donde el impulsivo McEnroe chocaba de inmediato con el público por su emotividad a raudales. 


Presionado hasta el extremo por la federación de su país y con una vara de exigencia que convertía las victorias en algo rutinario, la frialdad de Borg tendrá que buscar fuego si quiere sobrevivir deportivamente a un duelo con muy poco que ganar y muchísimo que perder. Por su lado, McEnroe se medirá a un rival que le exigirá estar concentrado con los cincos sentidos, no pudiendo permitirse ni dos décimas de segundo en malgastar energías protestando con árbitros o aficionados. 



Si el general Montgomery tenía un retrato del mariscal Rommel, ambas figuras irán obsesionándose con el otro hasta estudiarse al milímetro. Las cuatro horas del choque son resumidas con habilidad. El material era lo suficientemente apasionante para no tener que caer en clichés, resultando un montaje sobrio, eficaz y que contagia la sensación que tuvo la afortunada audiencia del momento al verlo en directo.  



En resumen, nos encontramos ante un biopic deportivo que revindica el género, narrado de forma inteligente y sin otra pretensión que mostrar el drama existencial de dos leyendas del tenis que quedan conveniente humanizadas para lograr nuestra empatía más cómplice. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 









https://elpais.com/cultura/2018/05/17/actualidad/1526538303_605048.html

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