domingo, 22 de noviembre de 2009

TOMB OF DRACULA: DRACULA LIVES (PARTE III de IV)




Dracula Lives nace paralela al gran buque insignia que sería la colección principal, pero no cabe ninguna duda que fue una piedra angular del auge durante los 70 de este tipo de cómics. Punto de inflexión será la famosa saga de introducción “Lord of Death… Lord of Hell”, donde Wolfman que también se dejará caer por esta serie, mostrará sus credenciales, dando un origen que aleje a su conde de los otros de las distinguidas competencias. Se propone narrar su origen y mostrar a Vlad en pleno siglo XV.

En sí es una introducción excelente a la que hará constante referencia en la colección madre. Tiene la fortuna de contar con las inquietantes y oscuras tintas de Syd Shores, a la par que con dibujantes del consabido talento de Neal Adams y John Buscema (sí, incluso los grandes pinceles han dibujado terror alguna vez). Un apreciado amigo que devoró esta saga y al que logre “convertir” a estos cómics, me advirtió que solamente tienen un punto ridículo… la muerte de María, el gran amor de Vlad. Revisándolo y quitándome el traicionero fantasma de la nostalgia, es bien cierto que no es precisamente el más brillante de los momentos, quedando muy poco proporcionado a los esfuerzos de Adams por dar prestancia al cómic, especialmente la primera batalla en los campos de Transilvania contra las huestes de la Sublime Puerta. Vlad da casi tanto miedo como ser humano que como no-muerto.

Herido y llevado a la choza de una curandera, ésta, de etnia gitana y dando las gracias al azar por haber traído al empalador de su pueblo a sus dominios, logrará trasmitirle su macabra maldición. Sin embargo, Drácula no ascenderá de inmediato entre sus correligionarios, más bien es tomado por el último mono y es sometido al juicio de Nimrod, auténtico rey de su sobrenatural grupo. En éstas toma las tintas el gran maestro Buscema que aporta su granito de arena. Su Vlad es menos regio e imponente que el de Adams, pero tiene el impagable don de trasmitir al igual que éste la ambigüedad de un maldito que no deja de sentirse ser humano, que rechaza los fríos abrazos de concubinas calculadoras por el recuerdo de su primera mujer y que deja a su abandonado retoño (qué ironía) al lado de un campamento gitano, esperando que le protejan y le den la vida que él ahora no puede. Para su desgracia, cuando el chico crezca y descubra la verdad, se enfrentará a su padre por sus crueldades, forzándole a él a destruirle. Este paralelismo lo llevará también Wolfman a su serie principal, en la estrambótica saga de Janus, que apuntó muchas maneras (especialmente con Domini, su nueva consorte), pero que termina quedándose en algo demasiado metafísico y donde hay además un cameo forzado de Estela Plateada que convence mucho menos que el del Doctor Extraño.

Los grandes maestros dejan su incalculable aportación con el ascenso de Drácula como rey de sus legiones, entre los vítores y el desaparecido espectro de Nimrod, empiezan a gritar su nombre: “Así ha sido y así será, desde esa noche”. En definitiva, la segunda colección no desmerece a la primera, pero tendrá más problemas que ésta al no presentar un equipo creativo fijo. Afortunadamente habrá acertadas colaboraciones como la del gran Gene Colan que se dejará caer. Desafortunadamente la colección no dura todo lo esperado y una gran iniciativa que llevan a cabo Roy Thomas y Dick Giordiano de plasmar en el cómic la novela íntegra de Stoker termina en nada, aunque afortunadamente narran las desventuras de Jonathan Harker en el castillo del vampiro.

El problema de Dracula Lives es que son historias autoconclusivas, más o menos interesantes (en algunos casos mucho), pero que carece de un final explosivo. Todo lo contrario de lo que Wolfman ha ido colocano con mucho tino. Ya ha asentado a sus secundarios, junto a los de siempre, Lilith (la hija vampira del primer matrimonio de Vlad) sobresale como auténtica amenaza de su progenitor, mientras que Harold Harold (que es básicamente Woody Allen metido en una de vampiros) y su rubia y neumática compañera Aurora se combinarán con los el grupo de Harker, de un modo un poco increible.

Colan, necesitado de nuevas empresas, dice a Marv que plantea abandonar la serie, pero el guionista, que tiene pensado su gran desenlace, le pide aguantar un poco más. Su gran proyecto está claro: Dejar a Drácula pero sin poderes, pero hacer que se comporte como un vampiro. Esto le deja a merced de viejas víctimas y cazarecompensas que acorralan al cazador, que se torna en presa. No obstante, Vlad no pierde en ningún momento su lucidez y coraje, simplemente espera, su orgullo enfermizo no le permite volver a tornarse vampiro por un cualquiera, convoca a su hija Lilith que en una potente escena desprecia a su padre y le hace ocultarse en una tormenta invocada por ella. Los lectores/as van sintiendo que esto va en serio y es el final de un ciclo.

Quedan varios regalos, un nuevo pulso de Vlad con Quincy, quien frena la mano de sus hombres, no piensa darle ahora el descanso eterno al transilvano. La imagen del imponente aristócrata perdiendo la batalla moral con el anciano tetraplégico no tiene desperdicio. Pero no hay mal que cien años dure y volverá retornar sus infernales poderes, aunque en una circunstancias sin precedentes, auxiliando a unos niños en una cabaña una noche lluviosa que esperan a su madre, Drácula deberá verse obligado a defender a los muchachos agarrando un crucifijo, hasta que éste le abrasa la mano... el conde ha vuelto, pero descubrirá que ya no es rey, pero para mayor vergüenza, ni siquiera es Lilith, sangre de su sangre quien se ciñe la corona, nada menos que un nuevo gallito en el corral, apellidado Torgo, quien tiene asombrosos paralelismos con Vlad.

Solo y contra todos, formula el ancestral duelo uno contra uno que le permitió arrebatarle el poder a Nimrod. La batalla será aún más agónica que aquella de hacía siglos, escupido por sus propios súbditos, aplastado por Torgo... hasta que la propa leyenda de su nombre se yergue por encima de todo dolor y vuelve a dar el golpe seco de su triunfo. Drácula ha recuperado su Corona, pero es una victoria amarga, ha sido humillado, ha perdido a Domini, a su hijo... vuelve a su castillo solo, como si su milagrosa victoria no le hubiera saciado. Queda el último acto del telón, Palmer intensifica la dureza del rostro de Vlad a lo Jack Palance mientras el agua le baña el rostro. Alguien le está esperando, Quincy Harker, con aspecto paciente.

Es el último diálogo de las dos Némesis, la partida de ajedrez terminará en una lucha cuerpo a cuerpo. En ella, Drácula lamentará que acabe así, reconociendo que en el fondo él y Harker se parecen, a lo que éste contesta que solamente a flor de piel, que uno exige y el otro aconseja, que uno es cruel hasta consigo mismo. Milagrosamente, Harker se levanta a pesar de las piernas que el vampiro un día le rompió en la ópera, reuerda a su hija y a su esposa, le dice al conde que eso sí fue dolor, lo de ahora no es nada, Vlad le llama viejo loco y que solamente el anciano morirá esa noche, con una puntiguada rueda de plata de su silla se lanza, mientras Drácula, recuperando su infinito espíritu de supervivencia le tacha de suicia, Wolfman lo termina de rematar: "Ya sea un accidente o un salto fortuito, el caso es que lo consigue". El transilvano cae muerto y Harker alza el cuchillo, separar la cabeza del cuerpo y rellenarla de ajo, después el castillo quedará reducido a escombros por una bomba.

"Incluso una leyenda a de morir algún día". Mejor epitafio imposible, Colan y Wolfman no se quedan más lejos porque no quieren, pero van a terminar de embellecer el momento: "Ni lo bueno ni lo malo se ha omitido, pero quede una cosa, Drácula fue un hombre... y eso es algo que no debería ser olvidado". Mientras, una carta de Quincy Harker llega a sus compañeros, Rachel y Frank reciben la feliz noticia de que Drácula al fin ha desaparecido, pero ella se ve incapaz de llorar por su viejo padre adoptivo. Finalmente, Frank la acusa de su hielo en las venas, pero ella sigue leyendo, Quincy la insta a vivir una vida completa y no consagrarse a una vida de persecución y venganza que le robe sus mejores años. Lenta, y finalmente, la pareja se abraza y la primera lágrima...cae.

Se cierra el telón. Uno de los mejores cómics de terror del siglo XX ha concluido pero... hay secuelas que matan. El próximo dia cerraremos el círculo con la extraña y no demasiado afortunada supervivencia de Tomb of Dracula hasta nuestros días.

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