domingo, 9 de septiembre de 2018

YO, TONYA



"Me encanta mi trabajo, aunque salga a la pista a hacer cosas que los demás no quieren hacer"-Dennis Rodman. 



En muchos sentidos, fue una pionera. Rock and roll en un establecimiento donde solamente estaba permitido escuchar El lago de los cisnes. Una samurái con katana en un deporte donde los miembros del jurado querían a princesas Disney norteamericanas en monopolio. La historia de Tonya Harding merecía una película, aunque no podía hacerse de la manera tradicional. Todo eso queda claro en los primeros minutos de Yo, Tonya (2017), un film narrado de una forma muy personal por Craig Gillespie, el auge y caída de una patinadora que rompió los moldes de lo políticamente correcto. 



Sin embargo, la cuestión deportiva no deja de ser el gran pretexto para una experiencia que habla de muchas cosas. Hay algo atractivo en esta historia, un poder que lleva a una actriz como Margot Robbie a animarse a embarcarse en el proyecto y hasta producirlo. Nadie mejor que ella para encarnar a un talento precoz surgido en el ambiente más adverso posible, alguien que fue capaz de llevar su disciplina a otro nivel con un triple salto en 1991 cuando eso parecía imposible. Después de ser toda una aparición en El lobo de Wall Street (2013), probablemente este papel, una especie de Harley Quinn criada en un entorno propio de una cinta de los hermanos Coen, marca una nueva etapa en su carrera. 



Salpicada de la controversia, hay gran cantidad de entrevistas acerca de la compleja red familiar de parientes y allegados a la patinadora. El guión de Steven Rogers hace una apuesta atrevida y de riesgo. Todo es estructurado como una especie de gran documental coral. Tenemos varias voces narrando y, según quien tenga en ese momento el mando, veremos los acontecimientos de una forma u otra. La verdad es difusa ante unas personalidades tan extremas como las que componen esta tragicomedia. 


"Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera"-Tolstói, Ana Karénina



Eso queda muy claro a través de una figura trascendental, la madre de la protagonista. Alison Janney ha cosechado merecidos laureles por su forma de darle vida, componiendo un personaje poderoso y bastante oscuro, una progenitora empeñada en explotar el talento de su retoña de una forma despiadada. El reverso siniestro del sueño americano, la cultura de ser winner o loser sin solución de continuidad o término medio. Si en la infancia se forma una parte crucial de la personalidad, no cabe duda de que esa tutela explica muchas cosas que ocurrieron después. 



Otras aguas turbulentas son las consecuencias de su emparejamiento y posterior matrimonio de Tonya con Jeff (Sebastian Stan). Es aquí donde Gillespie se ve obligado a multiplicar los caminos. Las mutuas acusaciones entre ellos son el perfecto exponente de una relación tóxica. Stan y Robbie logran transmitir ese círculo vicioso con escenas que llegan a ser realmente desagradables y donde se terminaría llegando al famoso "incidente". 



Una de las piezas claves es el peculiar "guardaespaldas" de la patinadora, Shawn (un excelente Paul Walter Hauser), quien logró el puesto por su amistad con Jeff. Como curiosidad, mantengan la atención en los títulos de crédito para ver las imágenes de los personajes reales, mostrando lo minucioso de todo el proceso de reconstrucción. Para las escenas de patinaje hay un mérito enorme cara al equipo de especialistas y las dobles de Margot Robbie. 



Sin desvelar excesivos aspectos de la trama, decir que se producirá un crimen tan pobremente ejecutado y con tan pocas luces que encajaría perfectamente en cualquier temporada de Fargo. Un tratado sobre el absurdo y la estupidez que da visos de verosimilitud a la explosiva puesta en escena. Con tantos frentes abiertos (carrera deportiva, biografía azarosa, polémica, etc.) era fácil que el biopic descuidase alguna cuestión, si bien todo está sanamente equilibrado. 



Los aderezamientos de Yo, Tonya están eficazmente empleados, sobresaliendo una banda sonora heterogénea y lo suficientemente retro para garantizarse un amplio espectro de público favorable a su causa. La estética apuesta por un eclecticismo entre elementos clásico y un tono gamberro que resulta imprescindible para un proyecto de estas características. 



Bastaría eso para atraernos a la sala de cine. De cualquier modo, hay bastante más. Una sátira moraleja sobre el efecto de los medios sensacionalistas y los canales de 24 horas con noticieros (guiño al caso OJ Simpson incluido), además, en palabras de la propia protagonista, esa necesidad tan humana de tener alguien a quien idolatrar... y odiar. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://ew.com/movies/2017/12/06/i-tonya-margot-robbie-tonya-harding-media-villain/



-https://www.itonyamovie.com/



-http://www.tiketa.lt/LT/as_esu_tonia_18200

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