Agatha Christie es una de las grandes damas de las novelas de suspense. Conforme pasan los años, nuevas legiones de jóvenes lectores se van uniendo a sus enrrevesados casos, disfrutando de misteriosos asesinatos, sibaritas y brillantes detectives, a la par que giros de tuerca espectaculares.
No obstante, el público de esta literata, una vez ha leído varias decenas de sus relatos, empieza a sentirse ligeramente estafado. Tras páginas y páginas de diversión, se descubren adivinando el final, recordando que tal recurso ya lo usó en una trama previa, generando cierta sensación de repetición.
Ingrato por naturaleza, el ser humano prefiere crucificar ese momento que dar las gracias por los muchos momentos de diversión precedentes. Las novelas de Agatha Christie terminan muriendo de éxito, algo muy similar a lo que le ha sucedido a una de las mejores series televisivas de la última década, House. Nada nuevo bajo el Sol, ya que esta ejemplar creación de la caja tonta, nació como deudora de Sherlock Holmes, no tiene nada de malo que termine pareciéndose a la madre de Hércules Poirot.
Este mes tenemos en las librerías "House: Patología de la verdad", obra de J.J.Vargas, autor que no necesitará presentación para los lectores más habituales de este blog, ya que hemos analizado algunos de sus trabajos previos, tales como su biografía de Alan Moore o su labor de coordinador de esa espléndida joya que es la biografía a varios manos que realizó la editorial Dolmen sobre el dibujante y creador brugueriano, Vázquez. Nuevamente bajo el símbolo de esa misma editorial, Vargas se sumerge en los rincones de este show que ha revolucionado para siempre las series de medicina, dejando obsoletas viejas recetas para siempre.
La creación de David Shore desgranada en sus siete temporadas, atendiendo a minuciosos detalles antes de introducir el bisturí. Además de un importante asesoramiento por parte del doctor sevillano Alberto Amador Gil, para no cometer ningún arreglo chapucero en los siempre complicados senderos de la salud. En definitiva, una gozada para los más acérrimos seguidores de la serie, aunque creo que a los menos versados también les pondría interesar.
Cómo no, resulta sorprendente la serie de azares y desengaños que se produjeron en el autor canadiense hasta topar con su mejor creación. Quienes afirman que no se escribe muy bien sin antes haberlo pasado muy mal, tendrán un argumento de peso con Gregory House, aunque como el propio guionista canadiense admite, la aparición de Hugh Laurie (tan catapultado a la fama tras su personaje que incluso ha tenido síntomas de cojera por caracterizarlo durante casi una década) embelleció, mejoró y dio credibilidad a esos chispeantes diálogos de seres humanos desengañados y con demasiados tiros pegados.
Nada menos que cinco meses fueron el precio que tuvo que pagar Shore para escribir el primer piloto del programa. Y es que hacer una serie de médicos, abogados, madres solteras que sacan a flote una familia en un barrio marginal o grillos ucranianos, necesitan una documentación increíble para resultar creíbles en su argot, sus frases y vestimenta. A buen seguro, la inversión mereció la pena y la cadena FOX nunca se arrepentirá de esta gallina de los huevos de oro, donde han desfilado guionistas de la talla de José Campanella, magnífico director de cine argentino y que confirma que el séptimo arte está pasándose a la pequeña pantalla (con este topicazo, el blog sacia el comentario esnob de turno).
¿Por qué atrajo tanto House al público, especialmente en sus temporadas iniciales? En primer lugar porque es un personaje muy inteligente y el equipo de guionistas y actores está tan coordinados que los espectadores pueden ver en todo momento la inteligencia trabajar y eso, bien hecho, siempre es fascinante. Eso, y el bendito talón de Aquiles, el necesario recurso de impedir tener a un personaje perfecto, que el verbalmente agresivo doctor que incluso cuestiona al Altísimo, no sea capaz de curarse su propia cojera. Sherlock Holmes (incluyendo adicción a las drogas) y un Watson inteligente y particular en Wilson, en una de las amistades más redondas de la ficción.
Álex de la Iglesia, que algo debe saber de este tema, no ha dudado en afirmar que al común de los mortales nos importa un comino que sea alergia al gluten o trasplante imposible, a pesar del rigor de la documentación de la serie, sino que nos quedados alucinados con el elenco de secundarios que rodean a un protagonista tan rico en matices (Foreman, Caddie, Wilson y un amplio y distinguido etceterá).
En definitiva, una gozada de libro que servirá para desconectar y disfrutar de los secretos de un gran programa, que pese a haber terminado teniendo altibajos y haciendo algunos giros menos afortunados, durante mucho tiempo, igual que las novelas de Agatha Christie, se las ingenió para volvernos niños a muchos y exclamar sorprendidos cuando se resolvía el misterio
1 comentario:
Vista en retrospectiva, y viendo el inminente final de House, resulta hilarante el título de la entrada ¿eh? XD
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