No deja de resultar curioso que, dada ya una continuada existencia de este modesto blog, aún no hubiera pasado por la palestra un libro religioso. Sabido es que el verdadero best-seller de todos los tiempos a.C.V . (antes del Cógido da Vinci) no es otro que la Biblia y que, probablemente, todas las creencias que se extienden a lo largo del globo, generan una producción escrita que excedería el más loco anhelo del mejor de los novelistas.
Como no podia ser de otra manera, al final dicho tema ha terminado desfilando por este espacio virtual, pero cómo no, en unas condiciones muy especiales. Lo cierto es que recientemente, gracias a mi buen amigo Chespiro, he tenido acceso a la obra de Mark I. Pinsky, quien hacía un revisionado de la serie de televisión Los Simpson (que ya comentamos mucho tiempo atrás en una de las primeras entradas), en concreto acerca de su marco espiritual y cómo ha representado los diferentes credos del mundo.
Es curioso como, últimamente se ha producido una oleada de oferta editorial que plantea combinar un elemento tan serio como puede ser la espiritualidad o la filosofía moral, con temas podríamos decir de la cultura poplar más lúdica. La filosofía de otros shows como House se agolpan entre tomos que reflexionan acerca de las connotaciones de la obra maestra de Tolkien, El Señor de los Anillos. Mala cosa no es en absoluto, aunque por supuesto se corre el riesgo de trivializar demasiado o mitificar hasta el hartazgo. Volveremos a este punto, pero sigamos con lo que hoy nos ocupa.
¿Puede utilizarse la creación de Matt Groening en los terrenos metafísicos? Respuesta corta del reverendo Lovejoy, sí; respuesta larga del reverendo Lovejoy: Sí... con un pero. Está claro que no estamos ante un producto más de la caja tonta, Los Simpson tiene una dosis de agudeza, crítica social y referencias de la cultura de nuestro tiempo, que le debería permitir pasar con holgura ese primer corte. Pero eso no la exime, a fin de cuentas, de ser un elemento más de ese mundo, porque, irreverentes o no, las criaturas amarillas de cuatro dedos son una máquina de hacer dinero, desde este tipo de libros a videojuegos.
Digo esto porque a pesar de que los guiones del programa parezcan levitar al abordar temas con la maestría que hicieron el del judaísmo de la familia de Krusty, la visión de Homer con Dios o el fenómeno de los centros de culto polémicos como el que se crea en torno a la difunta esposa de Ned Flanders, los productores y responsables de este producto de la FOX, van buscando audiencia y tengan bien claro que, por audaces que sean, jamás se pillarían los dedos con algo que les hiciera perder sectores del público. Hay tanto en ella de catolicismo moral como de crítica a los ministros de ella, bromas sobre los protestantes, estereotipos hindúes, reflexión acerca del apoyo del budismo por parte de estrellas de Hollywood, pero en realidad, las cabezas pensantes de esta obra nunca comulgan en creencias. Buscar una autoría concreta de un episodio es una tarea homérica condenada al fracaso, hay un brain storming que altera totalmente el primer boceto de quien figura al inicio en los créditos.
De acuerdo con su condición de periodista, Pinsky escribe en interesantes episodios que en ocasiones parecen artículos alargados, reflexionando con tino, pero bajo su óptica, es decir, bajo sus propios valores y circunstancias. En su caso se trata de una persona creyente, esto altera tanto el resultado final como si lo hubiera firmado yo mismo, un agnóstico, o si lo hubiera hecho usted, que a lo mejor es ateo. No desmerezco en lo más mínimo sus interesantes argumentos, pero he echado en falta, como si sucede en un libro también muy recomendable, "La filosofía y los Simpson" (apostemos a cuántas horas de insomnio tienen que sacrificar los editores para estos inspirados nombres), que hubiera sido una obra coral, o por lo menos, como sucede en otro ensayo teológico ("¿En qué creen los que no creen?", éste ya de un tono más serio y epistolar) que se incorporen al final otras conclusiones de personas ajenas pero que también conozcan el debate, sin comulgar con el autor principal.
Superado este hecho, la verdad es que son unas páginas muy amenas y bien ejemplificadas que sorprenderán a más de uno (por lo menos conmigo ha pasado) por el increíble peso que les han dado líderes de muy diferetes comunidades. Ligas, Asociaciones, críticos, moralistas... Pareciera que para defenestrarla o alzarla, la familia sentada en el sofá haya estado siempre en el ojo del huracán, incapaz de pasar desapercibida. En muchas ocasiones, Mike Scully, Sam Simon y compañía han quedado sorprendidos por la repercusión que haya podido suponer una broma privada o un simple gag en apariencia inocente.
Lo que ha tenido que sufrir la prensa, el teatro y el cine, entre otros, también ha terminado afectando a este tipo de colectivos. Un rival que llega directamente al hogar de la gente, que plasma su opinión con una velocidad (que no elegancia) inconcecible para otros medios como la palabra escrita, condicionando muchas maneras de pensar. Con todo, mejor que el bombardeo sea de los guionistas de la familia de Springfield que ciertos programas del corazón, si me permiten el subjetivo desmarque. Pero aquí, tampoco tienen por qué coincidir conmigo.
Que nadie espere una caída de Damasco después de leer este libro, es simplemente un estudio divertido sobre una ficción. Así debe ser por otra parte, entraríamos también en el debate de episodios antiguos VS. episodios nuevos, ya que es evidente que en los primeros instantes, parece que hubo una moralidad (moralidad que por otra parte no tiene porque ser religiosa, algunos de los mejores escritores en esas cuestiones son no creyentes) mayor, posteriormente que en las siguientes, que, salvando momentos de baja inspiración por "fuga de cerebros" a Futurama, ha seguido siendo muy divertida, aunque tal vez vacua en ciertos frentes (ganando en otros como una mejor animación y una mayor capacidad de jugársela más con otros aspectos como el matrimonio homosexual que, quién lo diría en pleno siglo XXI, aún podría ofender a algunas mentes particulares). Aunque con sello de Groening, la cantidad de manos por la que ha pasado, hace del producto un ente abstracto, si hay que repartir responsabilidades, también hay que hacerlo con laureles.
Durante los perfiles de personaje, llama la atención lo bien cosiderado que está Ned Flanders, uno de los personajes más maltratados en los episodios, pero misteriosamente cercano a pesar de su mojigatería. Probablemente, porque al igual que Marge (la esposa que todos querríamos tener, no por ese pelo elevado, sino po la dulzura de su carácter) o a diferencia de Homer, a pesar de ser un carácter ficticio, empatizaba muy bien con la gente por su sinceridad, honestamente piensa en lo que está haciendo, a pesar de sus incorreccciones (tan graves como las sangrientas películas que hace inspirado en el Antiguo Testamento o su intolerancia a expresiones artísticas que atenten contra su concepción divina). También es muy bonito el recorrido que realiza sobre Lisa, su grandeza no está en elegir el budismo, es decir, no alteraría el resultado que hubiera seguido la senda familiar, el judaísmo, la fe coránica, el hunduísmo o finalmente, optar por no creer en nada. La gran enseñanza de esos veinte minutos es que una persona inteligente puede decir "basta" ante libros de respuestas prefijadas y buscar su propio camino, preguntándose por qué tiene que seguir en el rebaño si no desea hacerlo.
Con desigual destreza, Pinsky aborda en el epílogo las ramas que ha creado el árbol simpsoniano. Parece flojo y de no mucho darle vueltas su mirada a American Dad (para eso, o no se pone o si si finalmente se hace, otorgándole más detalle), El Rey de la Montaña (aquí sí está muy bien, metiéndose en aspectos del territorio sur de Estados Unidos que desconocía), o bien podía haber incidido en la democratizadora capacidad de burlarse de la religión de Seth McFarlane en Family Guy. O, mejor dicho, su ironía sobre el fanatismo (el chiste de las 40 vírgenes hace mil veces más daño al radicalismo que los torpes discursos rancios y hasta el extremo conservadores de ciertas facciones políticas estadounidenses). El creador de Peter Griffin y su equipo pecan en muchas ocasiones de la broma cruel del gracioso de la clase, que incapaz de estarse sentado en su sitio, queriendo hacerse el centro de atención. En otras, verdaderamente lanza verdaderos dardos y tiene en algunos momentos más agallas que la de Groening (aunque ésta lo compense con mucha más clase).
Mención aparte merece South Park. Esta ficción canadiense que tiene un gusto por la escatología bastante soez, es acertadamente rescatada por Pinsky, que reconoce, en un acto de honestidad de analista, haberla prejuzgado mal. Más allá del estilo bizarro que presenta y los chistes casi de patio de colegio, South Park ha hecho auténticas exhibiciones en el recorrido de lo que la gente cree. Cómo aprovecharon el estreno de a Pasión de Jesús dirigida por Mel Gibson para escenificar el antisemitismo histórico o la acusación de Deicidio es increíble, al mismísimo Caro Baroja no le hubiera costado nada sonreír ante muchas de las referencias que allí se hacen y que en nada hubieran discrepado de sus libros. Su juego de "cristianos viejos enfurecidos" y la subdivisión de judíos acomplejados por algo en lo que ellos no participaron (uno de los propios niños del programa lo ejemplifica) y otros dispuestos a defenderse con uñas y dientes, en un círculo cerrado, va más allá de querer entretener.
El episodio impresionantemente divertido sin perder profundidad, toca las capas que los Simpson ya habían sabido recorrer pero llegando a cotas aún más altas. Especialmente una increíble acentuación de cómo muchos seguidores del Nuevo Testamento se recrean en el asesinato de la figura de Jesús en vez de incidir en otros aspectos mucho más agradables y necesarios. Otros como el del coma de Kenny trata, tras hipérbole e hipérbole, el triste fenómeno de la manipulación de los medios de comunicación de hechos trágicos y las muchas aristas que tiene el tema de la eutanasia.
En definitiva, muchos momentos que demuestran que estos programitas de dibujos estúpidos a veces dan en el dedo donde más duele, aunque deban comerse alguna demanda porque Apu suponga una visión negativa del hinduísmo. La obra de Pinsky nos muestra cómo hay una sensibilidad aún extrema con la espiritualidad de las personas y como el señor Murdoch ha sido puesto en jaque por sus mentes más privilegiadas de la FOX, en el momento que se permitió la primera burla, quedaba un campo para todo, pues hubiera sido muy injusto no poder hacerlo con otros aspectos. Lo cual también nos llevaría a discernir entre las fronteras de la elegancia y el límite razonable, algo casi imposible entre seres pensantes que han justificado muchas guerras por voces divinas.
La gran diferencia es que ahora podemos elegir, o al menos así debería ser. Libres de cuando reírnos y, por supuesto... de apagar el aparatejo cuando no nos guste y leer un buen libro... quizás como éste. O no, ustedes dedicen.
4 comentarios:
Un muy exhaustivo e interesante análisis, Viejo. Ciertamente, es una obra más "egocéntrica" que La filosofía según Los Simpson, pues aquí el autor no ha querido repartir el pastel. Al margen de esta falta de perspectivismo, considero que es interesante que se escriban obras sobre aspectos TAN concretos, lo cual nos permite hacernos una idea de la profundidad y riqueza de los guiones.
Algo deberá tener el agua cuando tanto la bendicen, amigo Chespiro. Y está claro que con Los Simpson hay algo... si no, no se explica esta profusión.
Gracias por comentar
Estoy bastante de acuerdo con lo que comentas, aunque mas por compartir opiniones sobre la serie que por leerme el libro en cuestion,a lgo que aun esto pendiente de hacer.
Y, aunque me vas a odiar por decirtelo por enesima vez...
PARRAFOS, PARRAFOS, PARRAFOS, PARRAFOS, PARRAFOS...
Separa los parrafos por el amor de Miyamoto. Lo hace muchisimo mas comodo de leer.
Cierto, es una incomodidad para todos los lectores, bien que lo lamento. Me sale por defecto en el blogger e intentaré evitarlo. Saludos y gracias por postear
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