No podía ser de otra forma. Después del dulce cautiverio del elogioso recuerdo, Quentin Tarantino volvía a estrenar en las grandes salas, con su prometido western de reminiscencias a desiertos de Almería, Django Unchained ("Django desencadenado"), donde uno de los más influyentes directores de Hollywood desde la década de los 90 (Reservoir dogs, Pul Fiction, Jackie Brown...), retomaba el discurso de sus bastardos sin gloria, revisar la historia del cine... a su manera.
Con el homenaje ya en el título, el poderoso inicio y la atrayente música (Morricone dixit), envuelven al espectador en la atmósfera indicada en el momento oportuno. Estamos ante la historia de un esclavo liberado (Django interpretado por por un Jamie Foxx encantado con la oportunidad que le cedió su amigo, Will Smith) por un peculiar cazador de recompensas alemán, caracterizado por Christoph Waltz, en busca de su amada y de venganza. En definitiva, la fórmula indicada por el spaghetti western más clásico, pero adecuada a este maestro del eclecticismo nato.
Con ciertas reminiscencias a El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford o Valor de Ley (hacemos aquí referencia al remake de los hermanos Coen), los tiroteos en este ejercicio de género son realistas, alejados de los inverosímiles disparos de guante blanco. Igual que Scorsese, Tarantino y su equipo logran mostrar la violencia como la oscuridad que es, aunque esté salpicada de momentos divertidos. La sonrisa y la crudeza se mezclan, generando confusión en el espectador.
Y es que, quienes estén yendo al peregrinaje de esta cita cinematográfica con el peculiar Quentin, deben estar preparados para ver sin tapujos cuál fue la realidad de las grandes plantaciones sudistas y qué se cocía dentro de esos lugares. Lo dicho para las balas se aplica a los latigazos y la forma en que los hombres libres mueven a esta mercancía, como si fueran cosas (no veía esta verosimilitud al mostrar a esclavos y dueños, desde la magnífica primera temporada de Roma).
La química que muestran en las escenas que comparten Waltz y Foxx es estupenda y provoca una inesperada alianza de cazarrecompensas mientras se permiten guiños a varios clásicos, tales como Dos mulas y una mujer. Como en los mejores tiempos de Los Simpson, este tipo de referencias no estorban al espectador que no los conoce, mientras es un pequeño bocado de cardenal para quien ubica la nota a pie de página.
A medida que va prosperando la pareja, se van acercando al verdadero objetivo de Django (por más que matar legalmente a forajidos blancos sea un placer y una venganza muy similar a la de los bastardos de origen judío frente a los nazis en la Francia ocupada), su esposa, cuyo nombre no será difícil de identificar por los amantes de la ópera. Y es que, con esa extraña capacidad de hacer mezclas impensables, las desventuras de dos fugitivos extrajeros en la parte contraria al abolicionismo, se convierten en herederas de lo mejor de Wagner.
Estas pesquisas le llevarán hasta los dominios del nuevo amo de la joven, un adinerado y joven sibarita en cuya propiedad se esconden muchas extravagancias y horrores. Leonardo Di Caprio tarda en aparecer, pero cuando lo hace la situación se pone seria. Desde el señorito Iván en Los santos inocentes, pocas veces se había visto mejor desprecio condescendiente a la servidumbre y una forma tan elegante como dañina de tratar a subalternos y personal doméstico.
Di Caprio firma una actuación excelente y muy personal, generando también muchas perversiones que se dieron por parte de quienes en sus haciendas dispusieron de todo lo que se les antojase casi sin pedirlo. El galán del Titanic se marcó en la agenda ir mostrando versatilidad y lo está logrando, así como un exquisito gusto para hacerse querer por luminarias como Nolan o Scorsese. Al margen del marketing, visto lo desplegado, parece poco sospechoso que Tarantino afirmé que querrá volver a colaborar con él en el futuro.
Al más puro estilo Berlanga-Azcona, hay muchos sobre-entendidos en los dominios de este dragón que tiene a la prometida del protagonista. Alguna alegría del casting como Samuel L. Jackson hace que sea imposible perdernos en las coordenadas del universo creativo de este artista que ha recibido también sus palos por su forma poco pudorosa y hasta irreverente de tratar la cuestión (Spike Lee se colocaría a la cabeza de estos opositores).
SPOILERS [EN ESTA PARTE DEL BLOG SE REVELAN DETALLES IMPORTANTES DEL DESENLACE LA PELÍCULA]
Pese a lo dicho y volviendo a admitir que la fórmula tarantiniano sigue funcionando con la magia acostumbrada, da la sensación de que en esta ocasión, a su tercer acto le ha faltado originalidad, cuestión muy curiosa en un cineasta que tiene en esa destreza uno de sus puntos fuertes. No se opta por un final amargo que llega a vislumbrarse por un instante, tampoco porque la ingeniosa treta del dentista bávaro acabé en algo similar a El golpe, sino que, el director repite la táctica de que su personaje se vuelva invunerable durante los siguientes instantes y alcancé una sangrienta venganza (eso sí, todo merece la pena con tal de ver al mismísimo Quentin haciendo un cameo).
Quizás simplemente sea que la pérdida de los personajes de Di Caprio y Waltz es demasiada para este epílogo, pero este giro de tuerca apasionante (coger un tema controvertido, mostrar un sentido del riesgo, originalidad, crudeza y una reflexión increíble sobre A. Dumas) se acoge al final, al igual que la excelente Malditos bastardos a una masacre final para ahorrarse dudas. Da la sensación de que el metraje se excede, que los diálogos son ocurrentes (es una de sus grandes armas, aunque creo que todavía, por ponerle peros a lo que casi no lo tiene, le falta esa intuición de otros como genios más veteranos como Woody Allen para poner a los diálogos al servicio de su film y no al revés) son reiterativos...
Con todo, como dice Foxx, la Django, la D es muda... la venganza no lo será. Tampoco, los comentarios que suscitará este nuevo regreso al ruedo, de un forajido de leyenda y su equipo para el séptimo arte.
2 comentarios:
Pues ya tengo ganas de verla :)
Te la recomiendo totalmente Juan, muchas gracias por comentar.
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