Hay películas de las que el bueno de Cronos se ha olvidado. No es inusual, que un film que se ve a edad temprana, cause un fuerte impacto por su novedad y novedad. Pese a ello, a veces, al volver a verlo cuando han pasado más años, uno tiene la extraña sensación de visitar un salón vacío que antaño recordaba lleno de fiesta y vida. Afortunadamente, en otras ocasiones, uno sufre el efecto totalmente contrario; indudablemente, para mí, en esa tipología, "Lo que el viento se llevó" es una referencia casi obligatoria".
Desde muy joven, fue el típico clásico que uno va posponiendo casi sin querer. Imaginad, novela romántica, de época, de mucho metraje, una historia amorosa que uno a buen seguro un chaval imagina empalagosa y repetida hasta el hartazgo... Sin querer prejuzgar, si algo me suscitaba la adaptación de la obra original de Margaret Mitchell, era cierto regusto a atávico y "solamente apto para personas mayores con mucha nostalgia". Afortunadamente, un buen día, cuando dejaron de recomendármela, la vi.
Igual que en el anterior entrada recomendamos (valga la redundancia) mesura en las recomendaciones que pueden causar el fecto inverso, pocas satisfacciones como espectador puede producir un descubrimiento espontáneo o bien encaminado por un buen consejo. Si te dejas llevar por la dirección de Víctor Fleming (aunque sería lo mismo mencionar a George Cukor y Sam Wood, nada menos que tres directores para esta súper-producción y que llevó a uno de los libros que han estudiado su creación a titularse "¡Este rodaje es la guerra!"), te encontrarás ante una seducción paulatina, un drama que va siempre de menos a más.
Con todo, más allá del lujoso vestuario y momentos como el incendio de Atlanta, o las batallas entre sudistas y yankees dentro del contexto de la terrible guerra de la Secesión de los Estados Unidos, lo que siempre ha salvado y salvará a la tierra de Tara, es la impresionante juventud de sus personajes, la frescura que emana de sus diálogos y una de las relaciones más fuertes, originales y creíbles jamás fabricadas, la mantenida por Scarlett O´Hara y Rhett Butler.
Verdadera búsqueda del zapato de Cenicienta, el proceso de casting fue uno de los más extensos y polémicos de la historia de Hollywood. El mismísimo Groucho Marx fue tanteado para encarnar al cínico y vividor pretendiente, mientras que Vivien Leigh terminó siendo la elegida en un aún más cruento combate por encarnar a la niña caprichosa que comienza viviendo en la idílica protección familiar y bailes de puesta de largo, hasta convertirse en una mujer curtida, experimentada y humanamente egoístia, a raíz de las penalidades de la contienda que destrozan sus sueños infantiles, especialmente su primer amor, el joven Ashley (Leslie Howard).
En honor a la verdad, aunque algunos de los candidatos eran espléndidos, no se puede negar que nadie podía haber encarnado mejor a esta pareja. Hay muchos secundarios de mérito en el show, pero todos terminan siendo excelentes comparsas de una química única e inusual, Vivien Leigh presta todas sus particularidades al proyecto, en una interpretación que cumple una de las máximas del escrito original "Scarlett no era especialmente guapa o bella, pero los hombres no se daban cuenta de ello hasta que estaban perdidamente enamorados de ella". Por su lado, "El Rey" Gable crea un personaje tremendamente ocmplejo y con muchas aristas, una mezcla de Jaime Lannister y Rick en Casablanca, un perfecto caballero y todo un sinvergüenza, un individuo adelantado a su época, Ulises, nuevamente arrastrado de su plácida y sibarita Ítaca a una absurda guerra de Troya que detesta, pero de la que se aprovecha.
Imposible desgranar en una simple entrada los muchos aspectos que convierten este clásico en una de las joyas de la Corona de lo mejor de Hollywood. Simplemente manifestar que, probablemente quienes no la hayan visto (afortunados ellos), se sorprenderán ante lo que encontrarán, una interpretación de la guerra de los sexos que no se casa con nadie y termina tomando siempre el derrotero inesperado, amparados en dos actores en estado perenne de gracia. Nunca volvieron a estar tan bien, pero es que solamente por estos dos papeles, bien se merece ya un hueco en el Olimpo de los grandes.
Eso sí, no quisiera uno dejarse a alguna actriz del talento de Olivia de Havilland, quien, como muy bien escribió Terenci Moix, logró solventar la difícil papeleta de hacer creíble con su talento a un personaje tan bondadoso como la benevolente Melanie, la rival (sin saberlo) de Scarlett por los amores de Ashley.
Una pieza maestra repleta de momentos míticos, incluyendo su original final, que, por cierto, jamás tuvo que tener secuela (y con esto cubrimos el expediente del comentario hard).
2 comentarios:
Un valor seguro para su blog con el que siempre se acierta, amigo.
En época de crisis, hay que recurrir a los clásicos.
Fórmula fiable sin duda, muchas gracias, amigo Chespiro.
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