¡Pero bueno! ¿Aún no has visto la segunda temporada de Juego de Tronos? Cuidado con la respuesta, pues según sea, el entrevistado puede terminar siendo una especie de paria televisivo, un inadaptado que no sabe lo que es bueno. Conste, que quien escribe, es un humilde y entusiasta aficionado del universo de Martin y que disfruta de esta adaptación de la HBO, no obstante, su calidad, originalidad y novedad, también la han convertido en una recomendación arrojadiza, un verdadero dolor de muelas para muchas personas que escucharán una y mil veces, "tienes que verla, tienes que verla...".
En ocasiones, el problema no está en el producto, sino en los críticos, los profesionales y los blogueros, los amiguetes y los aficionados que no dejamos de dar la tabarra. La insistencia, entonces, se torna en un arma de doble filo que terminará resultando contra-producente. Pero no, el fenómeno de Desembarco del Rey no ha sido único ni lo será, este equivalente a los best-seller de la caja tonta, que no tiene ninguna culpa de que a veces se sobre-exploten a las gallinas de los huevos de oro.
Las series, por sus características (mayor duración, capacidad de desarrollar personajes y arcos argumentales), terminan provocando una fuerte complicidad con el espectador que arrancó con ella desde el primer capítulo. Esto lleva, cuando se recomienda, a dar por sentado que otro público tendrá el mismo proceso y viaje, pero eso no siempre es así. A veces, deberíamos ser capaces de tener la paciencia de dejar la siembra, quizás una semilla, menos estruendosa que los adjetivos hiperbólicos, pero, que puede ser la diferencia entre dar la pista del problema al alumno para que lo resuelva, o darle la solución sin explicación.
Viene a la mente el fenómeno de dos programas, curiosamente también de la HBO, "The Wire" y "Los Soprano". Extraordinarios y divergentes entre sí, a su manera (ya hemos hablado en alguna entrada previa de ambas) son un testimonio único de los Estados Unidos de su tiempo, han tardado pocos varios fans en contrastarlos. No es tema baladí, ya que no pocos piensan que esta pareja debería disputarse el título de mejor serie de TV de todos los tiempos. Y, por ahí, empiezan las discusiones rabínicas sin mucha utilidad, más allá del apasionado debate.
Es un fenómeno que va sucediendo cada cierto tiempo. Cuando surgió "House" en la FOX y hasta que la gente empezó a inventarse que estaba en decadencia, asimismo se vio asediada con esta carga adicional absolutamente innecesaria. Los nostálgicos tampoco se libran, la pobre "Yo, Claudio", una serie estupenda basada en las novelas de Robert Graves, se ha convertido en no pocos casos en un incordio total para los más jóvenes, recomendada hasta la saciedad pero no explicando que hay que superar primero su cartón piedra en los decorados y su ritmo pausado comparado con el tempo actual, para ver la verdadera joya que esconde.
Otras, estarán en litigio por unos pocos años más hasta que el impacto repose. "Lost", una de mis asignaturas pendientes más acuciantes, me provocó el efecto de víctima y no recomendador plomizo. No tuve con los perdidos de la isla la fortuna que tuve cuando una persona cuyo criterio siempre tengo en alta estima, me dijo que había unas novelas que me podían gustar mucho y que debería pasarme por la librería Beta para ver si tenían el primer tomo, había más, pero mejor empezar suave, por si no me gustaba. Evidentemente, el libro era obra de Martin y se trataba del comienzo de "Canción de Hielo y Fuego", prometo que no tuve necesidad de enfrentarlo a Tolkien durante todo el proceso.
No tiene que estar lejos el verano en el que me ponga al día con este programa que causó verdadero estupor entre muchos amigos y que hacían que te dieran ganas de verla; nuevamente, el apelativo de "mejor serie de la Historia" coleaba en el horizonte. Por supuesto, perdió su esencia y terminó teniendo un final apresurado y poco merecedor de los clímax planteados previamente (puede ser cierto y habrá de verse, pero no deja de ser curioso como el círculo se va repitiendo).
En ese sentido, pocas cosas son más fiables para el medidor que la tranquilidad del efecto de Cronos que todo lo cura y va dejando reposar las emociones del público. Superando el esnobismo casi obligatorio que exige decir que el mejor cine se está haciendo en televisión, o que, para algunos "Los Simpson" son lo mejor de la historia de TV (es la primera vez que utilizamos esta categoría en todo el domingo), el quid podría radicar en la coyuntura.
Me explico, hay momentos en Springfield donde la familia amarilla ha logrado elevar su mentira al cuadrado, cuando la perfección de sus guionistas (quizás de la temporada 3 a la 10, discutible, por supuesto) ha hecho que varios episodios, determinados momentos y chistes hayan disfrazado a esa gran serie de la perfección, siempre esquiva, se acaricia y desvanece. Eso ocurre con la primera temporada de "Roma", algún momento de "Downton Abbey", aconteció en "Los Soprano", "The Wire" y a buen seguro habrá sucedido con "Lost", que vuelvo a reiterar en mi intención de ver superado el efecto oleada.
Son esos instantes los que justifican la carrera y la capacidad de reconciliar a público y crítica. Hay momentos donde ese espectro de grandez envuelve también a "Fringe", o a "Big Bang", a "Historias para no dormir" o lo que ustedes quieran.
Mil y un géneros, infinitas maneras de interpretar y enfocar personajes... ¿Cómo? ¿Qué todavía no has visto Juego de Tronos, la segunda temporada? Caray, qué envidia, quién pudiera arrancar de cero.
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