domingo, 24 de julio de 2011

DE BORJA A BORGIA

La sensación que deja la pérdida de un artista está repleta de una gran tristeza, sin embargo, ese sabor se duplica si da la sensación de que ha dejado alguno de sus proyectos inacabados. Recientemente el mundo de la música se ha visto salpicado con la inesperada y prematura muerte de la polémica y brillante Amy Winehouse, con apenas 27 años de edad y todo un futuro por delante.
El caso de Mario Puzo es diferente aunque tiene algo en común. El brillante creador de la saga de los Corleone murió a una edad avanzada, con una amplia trayectoria a sus espaldas, no cortada antes de tiempo como le ha pasado a Winehouse. Pero en ambos casos, estoy seguro de que ella aún tendría en la mente la canción, como Puzo tuvo hasta el final de sus días la novela.
Hablo en singular porque este tipo de artistas siempre tienen el proyecto, esa obra que les consumiría mucho tiempo y que realmente estarían dispuestos a hacerlo gratis. Deformación profesional, ese canto de cisne que todos hemos pensado hacer cuando estemos jubilados o en algún rincón tranquilo con mucho tiempo libre. No sé cuál hubiera sido la canción de Amy, pero apostaría a que en el caso de Puzo fue los Borgia, para él, creo que esa novela iba a ser incluso más importante que la que luego supuso la saga de "El Padrino".
Las causas son fáciles de explicar. Una familia de origen valenciano se coló en la refinada Roma de la época del Renacimiento, no solamente cambiando su nombre al más reconocido Borgia, sino que colocaron dos Papas en la silla pontificia (con tan buena reputación que todavía hoy no se ha vuelto a dar un Santo Padre con sangre hispana), tuvieron importantes condotieros y mucho tiempo después de su supuesta decadencia, seguían produciendo santos y virreyes. No cabe ninguna doda de que un autor con el talento de Puzo podría sacar algo muy original e innovador de aquella familia, que ahora ha sido resucitada por un show televisivo con la mediática premisa de la primera familia del crimen.
De cualquier modo, los problemas de salud y otras obligaciones impidieron a Puzo acabar exactamente lo que estaba tramando, no cuesta imaginárselo en su mesa de escritura lamentando que aún no había acabado de darle forma a ese César Borgia agresivo y heroico que él concebía, esa Lucrecia que es el peón de las alianzas matrimoniales de su astuto padre Alejandro VI antes que la femme fatale que recuperó el romanticismo y después incluso el cine X. Usando a su mujer como confidente, Puzo fue apuntando las ideas y cómo desarrollaría la novela, dando indicaciones a su cónyuge y a su editor para finalizar el proyecto.
A pesar de la excelente labor de ambos, la sensáción que a día de hoy deja la lectura de "Los Borgia" es que estamos ante un borrador bien formado y con muchas sugerencias de lo que luego se hubiera plasmado como un capítulo más concreto. Y, desde luego, dudo mucho que nadie hubiera podido hacerlo mejor que Carol Gino y su esposa, pero es que hay cosas que debieron permanecer exclusivamente en la cabeza de Puzo y en ese sexto sentido que tiene ese tipo de escritores, cosas que ellos mismos no saben explicar pero que cobran forma cuando se ponen a redactar ante el folio en blanco.



La trama presenta algunos aspectos muy ingeniosos. La forma de tratar la célebre acusación de adulterio que siempre pesó sobre César y su hermana Lucrecia, es artística, aunque tampoco da la sensacíón de haber sido redonda. Muchos capítulos dejan la sensación de que deberían ser más extensos, que su forma de resolver el asesinato de Juan Borgia (para que nos hagamos una idea sería como que alguien asesinase al hijo primogénito del presidente de los Estados Unidos, dejase su cuerpo en las escaleras del Capitolio y saliera impune) es magistral, pero es destapada demasiado pronto. Contra el tempo tan excelsamente medido en "El Padrino", sorprende esa celeridad de algunas escenas.
Algunos momentos como los diálogos entre Maquiavelo y César, reflejan el indiscutible genio del autor y su gran destreza a la hora de componer personalidades fuertes, pero también capaces de grandes momentos de flaqueza y dudas. Una novela ambientada en una época fascinante de la Historia. Pese a ello, por los condiconantes comentados, creo que aún estamos a la espera de esa adaptación definitiva de un linaje confuso, hábil y amoral (siempre según unas fuentes que en no pocas ocasiones estuvieron bajo el control de familias enemigas como los Della Rovere) que nos haga pensar "Estamos muy próximos a comprender cómo fueron".
Pero eso no impide en lo absoluto disfrutar del canto de cisne de un gran autor y su círculo de confianza. Mientras besándose su anillo dorado y mirando el mapa de una península dividida en clanes mortíferos y en la órbita de Francia y Castilla y Aragón, hace, proyecta y urde ambiciosos planes para sus cuatro jóvenes hijos: el apuesto Juan, la preciosa Lucrecia, el pequeño Jofre y, muy por encima de todos, el brillante pero problemático César.


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