jueves, 7 de octubre de 2010

LA ÚNICA CERTEZA

Hace poco pude ver una película cartesiana al máximo. En realidad, bien mirado, el nudo del argumento casi invita a pensar en producción de domingo "basada en hechos reales". La premisa simple es la historia de un colegio católico donde una monja sospecha que el popular sacerdote ha tomado un interés malsano en uno de sus monaguillos. Para más IMRI (nunca mejor dicho), el muchacho es el primer alumno de color de dicha institución.




A pesar de transcurrir en la década de los 60 del siglo XX, a ningún espectador/a se le pasará que John Patrick Shanley toca un tema de rabiosa actualidad. Este autor (también es el guionista de la trama) ha llevado este producto en dos campos al unísono, una representación teatral y otra cinematográfica. Este hecho es muy interesante, ya que dota a la misma, que inexplicablemente se paseó por los Oscar y los Globos de Oro con muchas nominaciones pero ningún premio gordo durante el 2008, de unas características atávicas.




Me comentó un buen amigo que en realidad, aunque excelente, esta obra casi parece pertenecer a otra época del cine, con un tempo muy medido y que hace que reine la calma en cada secuencia. Cada minuto está repleto de pequeñas acciones y detalles que trasmiten la más pura vida cotidiana. El tiempo del café, la red de conjunto de las monjas con pausados paseos... Todo en su tempo, un mundo tranquilo, un centro donde una severa directora, Aloysius, dirige con mano dura pero hasta cierto sentido protectora, la vida de los muchachos y muchachas allí asentados. Meryl Streep, actriz que no necesita presentación, caracteriza a este personaje.
Ante esta monotonía, llega un carismático sacerdote, el padre Flynn. Philip Seymour Hoffman encarna a este clérigo que parece mostrar otra faceta de la Iglesia, más dinámico, parece más capaz de comprender que dirige a personas, no a peligros con patas a los que hay que asustar la mayoría de las veces para que le obedezcan a uno. En este momento uno tiene miedo de haberse metido en el típico juego vieja concepción de la religión VS. nueva concepción de la religión. Nada más lejos, estamos en manos de extraordinarios actores cuyo guionista tiene bien cogidos los hilos.


Conforme avanza el día a día, vemos como los dos estilos cada vez están más enfrentados. Una joven y apacible monja que parece estar aún en la etapa de absoluta vocación (Amy Adams) nos sirve de ojos para ver las disputas. Desde el principio somos ambivalentes, el personaje de Hoffman presenta un "catolicismo de rostro humano" muy recomendable, sin embargo, en los temas fundamentales, parece disfrutar como sus colegas de la pre-emiencia de los varones sobre las mujeres en la jerarquía eclesiástica.

Streep, por su lado, es una figura severa que se hubiera convertido en la profesora más odida si la hubiéramos tenido y, probablemente la causa de que una vez mayores, nos hubiéramos hecho ateos, pero en cierto sentido, es una primer inter pares muy positiva en algunos aspectos. No duda en proteger a las suyas, especialmente a las novias de Dios más enfermas y ancianas, además de que, pese a su mano de hierro, parece mostrar verdadera preocupación porque todos sus alumnos acaben sanos y salvos hasta la llegada del mes de junio y las vacaciones veraniegas. Entonces vuelve a abrir la boca y su discurso arcaico nos repele.

Verdaderamente, la causa de que el escrito original recibiera el Pulitzter y la adaptación teatral el Premio Toni, debe radicar en el potentísimo despliegue del reparto (todos están muy bien, pero lo de Adams, Streep y Hoffman es un nivel no apto para el resto de los mortales) y la falta de "buenos" y "malos". Cuando la mancha del escarnio (la acusación a fin de cuentas es gravísima) salpica a Flynn, somos incapaces de decantarnos a un lado o a otro.

El gran interrogante no se ve resuelto ni por el muchacho ni por la desestructurada familia de éste (atención a una desgarradora Viola Davis) y entonces nos damos cuenta de una posible doble manipulación. Por su lado, la directora echa sus redes de caza para ir convenciendo a sus monjas y al propio espectador/a de que ésta ante un terrible pederasta de sonrisa fácil y hermosas palabras, cuyos impecables sermones (si Hoffman los hiciera en la vida real, tal vez se incrementase la asistencia) son una dulce trampa. Sin embargo, en el otro, el propio padre Flynn goza de una autoridad y una privacidad con el alumnado que puede terminar siendo hasta peligrosa, ¿acaso no puede él mismo tener ganada la moral del chico y su marginado entorno? ¿Quién confiesa a tu confesor a fin de cuentas?

En definitiva, una película que parece casi de otro tiempo. Elegante, sobria, discreta, con una duración muy adecuada (104 minutos), unos actores en estado de gracia, un casting muy bueno... Una pequeña joyita, sin ningún adorno y con una madurez que asombra. Estamos ante personas de carne y hueso, el hecho de que sea en el marco de una escuela católica no influye para nada, esta obra no entiende de creencias, es una guerra de sentimientos, no de doctrina...El envoltorio está en el otro mundo, pero la temática no puede ser más terrenal, creyentes y no creyentes estarán muy satisfechos.


SPOLIER QUE NO SE DEBE LEER SI NO SE HA VISTO LA PELI:


El inquietante punto final es un excelente momento que muestra la ambivalencia. El último sermón de Hoffman, pese a toda su dulzura, no deja de ser la más sospechosa y una máxima de que la retirada a tiempo es otra forma de victoria. Justo entonces, el desmoronamiento del personaje de Streep ante su propio método de proceder, vuelve a poner el interrogante. ¿Cómo actuar si los propios protagonistas no saben lo que siente su representado?
Como de costumbre, nuestra única certeza... La duda.

2 comentarios:

Chespiro dijo...

Realmente, una gran película, un tanto extraña para su época. ¿Quién confiesa a tu confesor, Marcos? ¿Quién vigila a los vigilantes?

El Viejo dijo...

Jajajajaja...me la tenías guardada ¿eh, Chespiro? Sí, la verdad es que llevas razón, repleta de clase, pero es de otra época.

En cuanto a esas coletillas, ¿qué haría yo sin ellas?