domingo, 16 de agosto de 2009

EN TIERRA DEL GRAN REY

Me ha agradado mucho que estos días, algún buen amigo como Chespiro me haya pegado algún "tirón de orejas" por haber descuidado el blog, esto es buen indicio, ya que me demuestran que se lo leen y discrepen o no con mis comentarios, los aprecian más de lo que merecen. Pero lo prometido es deuda y aquí estamos de vuelta, nada menos que con un cómic de Oriente Medio que ha dado mucho que hablar, ya lo creo, nada menos que Persépolis. Y es que estamos hablando de una obra que se ha llevado el mejor Guión 2.002 en el Festival Internacional del Cómic de Angouléme y un año antes, el premio al autor revelación.
Hay varios atractivos en esta obra. En primer lugar que la autora es una mujer, Marjane Satrapi; no pretendo parecer machista, al contrario, pero hay que reconocer que en la historia del cómic, guiones y dibujos han sido campo de cultivo de varones (afortunadamente con honrosas excepciones muy destacadas). Hay que dejar el cliché de que los tebeos son cosas de chicos como dirían generaciones pasadas y esperar que hallazgos como esta pieza no sean ninguna excepción a la regla.
La estructura de la obra es, y no se me tome por irrespetuoso, muy parecida a la que hubiera sido la concepción de Mafalda del mundo de haber nacido en Irán y no en Argentina. Eso sí, hay una diferencia, esta Mafalda no sigue al gran titiritero que fue Quino, sino que tiene voz propia, puesto que como pocas veces sucede en este arte, narrador, dibujante y protagonista son la misma persona. Esta es la historia de Marjane, bajo su prisma, cómo crecer en un país tan complicado como Irán.
La libertad siempre ha sido un gran tema en la historia, cuando se ha tratado con el debido respeto y sin moralismos. Marjane es un personaje perfectamente imperfecto, en ocasiones nos parece una niña encantadora, en otras una rebelde sin causa en una sociedad tabú, una novia terriblemente pesada y agobiante, sentimos una preocupación de padres cuando la vemos marchar como una novata a Austria... Si acaso advertir que es un cómic para leer a cucharadas, la información es constante y la cantidad de años que pasan hasta el emocionante final, que guarda asombrosos paralelismos con uno de los anteriores capítulos, no es un tomo ligero y aunque tenga algún momento tierno, no hay mucho sentido del humor. Estamos ante una historia dura.
Estos buenos ingredientes no nos invitan a explicar pos sí solos, que ha hecho que Persépolis alcance para buena parte de público y crítica (¿cuál es la diferencia entre los dos, si es que la hay?) el rango de obra maestra. Quizás sea lo exótico, desconocida, grandiosa y oscura que es la cultura de ese mundo, actualmente tan tristemente cerrado. Igual que Marjane nos hierve la sangre por ver lo poco que explotan la rica y tremenda mitología que tienen. Quien como yo fuera con una imagen uniformada de lo que eran los iraníes que se vaya quitando el velo y se preparen a ver una sociedad heterogénea, donde hay gente que quiere decir basta.
Entre los secundarios, si hay que destacar a alguien, por encima del resto, el papel de la abuela es genial, sobre todo por su evolución. Los padres también están muy bien retratados, pero quizás no me haya quedado tanto con ellos porque la explicación de la abuela sobre el miedo es de diez sobre diez. En cuanto a los novios y amigos de Marjane, soy bastante escéptico en algunas de las apreciaciones, ya que no puede haber nada más parcial que un relato en primera persona en estos temas y ya saben ustedes que en las parejas, hay que ver las dos versiones.
No quisiera que con esta malicia mía con la que escribo, provocar a alguien para pensar que voy más allá, ya que la veracidad de muchas de las cosas que nos muestra la pluma de la escritora me paracen muy reales, de alguien que ha vivido, sobre todo muy importante que un personaje no sea igual cuando tiene quince que cuarenta, pero que por un mágico modo yo sepa que sí, aunque sea diferente, es la misma figura con la que empezado la historia. Especialmente de manual serían las consideraciones sobre el fenómeno de los mártires, las sanas bofetadas al mundo occidental por su modo de ver las cosas y ante todo, a la propia sociedad iraní por haberse dejado encerrar, en una celda en la que todos colocan un barrote que va mucho más allá de vestidos y dibujarse los labios. Debe de ser muy duro (y muy valiente) hablar así de tu propia tierra, con la clarividencia que solamente les es concedida a los exiliados de un lugar que ya no pueden sentirse de ninguna parte, auténticos ciudadanos del mundo.
Aún no tengo una opinión clara de la calificación clara sobre este cómic, sin duda está aprobado y con nota alta. Pero, dentro de unos meses, quiero volver a releerlo, sumergirme, quizás mientras investigó algunas noticias más sobre ese país alejado, que en esas viñetas se me ha hecho más cercano. Lugar de paso de los sutiles persas, arabizados durante el Medievo, enemigos de poderosísimos vecinos... tierra de Grandes Reyes (y Reinas), bajo la altura de una Teherán que quiere dejar de sentir miedo de decir lo que siente, como hace nuestra protagonista.
Confiemos, en que no sea una voz en el desierto, pues invita a la sabiduría.

2 comentarios:

Chespiro dijo...

Ya sabe usted que los tirones de orejas son con cariño. No he leído el cómic todavía, aunque su adaptación cinematográfica me pareció magnífica, todo sea dicho.

El Viejo dijo...

Pues mira que irónico,yo voy al revés, he leído al cómic y ahora ando a la caza de la película, que tú también recomiendas. Por supuesto que los tirones de orejas de un amigo, aparte de útiles, son con cariño.

Siempre es un placer tu visita, se te ha añorado hoy en malvadas ediciones, disfruta de Madrid.