domingo, 1 de octubre de 2017

LA GUERRA DE LOS DIEZ AÑOS



Se fueron jóvenes y entusiastas. Muchos de ellos volvieron a su hogar en fríos ataúdes de zinc sellados, en medio de controversia y muchos silencios. A lo largo de una década, entre 1979 y 1989, un millón de tropas soviéticas combatieron una guerra en Afganistán, conflicto plagado de sinsentidos, verdades ocultas entre las montañas cuyo eco no interesaba publicitar a los gobiernos de turno. Svetlana Alexiévich (1948, Bielorrusia), es una de esas autoras que analiza los grandes eventos de su tiempo (Chernóbil, Stalingrado, etc.) mirando en los pequeños detalles, dando voz a quienes suelen permanecer enmudecidos.  



Premio Nobel de Literatura en 2015, la escritora disparó aquí al corazón de una generación perdida. Jóvenes reclutas, enfermeras, cirujanos, sargentos, madres, padres, viudas, amantes, etc. Todos ellos se vieron golpeados por un terremoto que nunca olvidarían. Cuando hablaron con ella en entrevistas, Alexiévich se vio con un material de primer orden. La enésima demostración de la habilidad del poder para pintar como seductora la guerra. De sus transcripciones surgía un relato donde no había héroes y villanos, soviéticos y afganos compartían la perdición del caos. 



La Gran Guerra Patria dejó maltrecha a toda una sociedad. En sus páginas observamos que hay colores grisáceos en los dominios de Ares, con todos buscando sobrevivir. Quienes pudieron regresar por su propio pie, no pudieron volver a sentirse cómodos en ningún lugar, tampoco en sus círculos más íntimos. No acertaban a expresar qué había ocurrido. Tal vez se alistaron motivados por algún pariente cercano, enamorados de ideales y con el deseo incipiente de hacer algo para cambiar el mundo. Esperaban minas, emboscadas, asesinatos de civiles, etc. 


A diferencia de antaño, Alexiévich es una de las periodistas que mejor nos han recordado que sí, por supuesto, que la guerra tiene rostro de mujer. Algunos de los testimonios más impactantes de los que se nutre esta obra coral son las declaraciones de las madres, tanto de las que recibieron el frío ataúd como las que casi se toparon con unos ojos extraños al volver a ver a sus hijos. En la lúcida reflexión del dolor, muchas de ellas se vieron reflejadas en las progenitoras de Kabul. Sentían que su progenie había caída abatida a tiros por gente que nunca los conoció. 



Los muchachos de zinc habla también de otro tema tabú: la adicción por matar. Algo oscurecido en la naturaleza humana, pero un motor del que se han nutrido las naciones desde el principio de los tiempos. Fusileros, sargentos y demás soldados que admiten haberse asustado de sí mismos al reconocerse en el goce de la supervivencia. Cuando solamente tu muerte importa y has traspasado cualquier frontera. 



Apenas dos muestras de porqué es una obra que se debe leer pero nunca resulta cómoda. Determinadas entrevistas asfixian, otras cartas resultan angustiosas... Afirmaba Chéjov que en su tierra siempre hubo abundancia de jueces y verdugos, pretendiendo que las personas que se lanzasen a la literatura huyesen de dichas profesiones cuando plasmasen en el papel sus pensamientos. Naturalmente, muchos apellidos fueron modificados y hallamos el problema de la subjetividad en la creación de la narración histórica cuando se recogen declaraciones de primera mano. 


Si les fuera posible, busquen alguna edición de Los muchachos de zinc que incluya los anexos de la polémica que existió alrededor de su autora con diferentes instituciones. Se la colocó en el disparadero en años muy delicados, justo en época de Gorbachov. Hubo asociaciones de derechos humanos que la defendieron, aunque no eran pocos los vientos poderosos que levantaba este testamento de la guerra contra los dushmán



Estremecedores y más grises fueron sus discusiones judiciales con las víctimas. Familiares que se vieron avergonzados por lo que dijeron en un momento de flaqueza contra sus finados, quedando con la sensación de que una gran escritora había sacado a luz el interior de su intimidad, mientras el gobierno los cuestionaba como traidores a la patria. Un enfrentamiento muy duro y donde también hubo polémicas con los dobles sentidos de algunas frases. Igual que les ocurrió a los veteranos de los horrores de Vietnam en Estados Unidos, sus colegas de profesión soviéticos volvieron asimismo con la sensación de legiones malditas, incómodas para la opinión pública y los poderes que antaño les empujaron hacia una causa gloriosa en tierras extranjeras. 



Se cierran sus páginas de manera agria. 



EDICIÓN MANEJADA: 



-ALEXIÉVICH, S., Los muchachos de zinc: Voces soviéticas de la guerra de Afganistán, Debolsillo, Barcelona, 2017. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://www.casadellibro.com/libro-los-muchachos-de-zinc/9788466339674/5320295



-http://www.universocentro.com/NUMERO77/Zinc.aspx



-https://www.megustaleer.com/libro/los-muchachos-de-zinc/ES0141266

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