domingo, 16 de agosto de 2015

BENDITOS INGENUOS


No sin cierta malicia y con hipérbole, en ocasiones, me gusta decir que Spirou es un cómic del que se disfruta todo, menos del protagonista. Evidentemente, eso no es así, tampoco tengo nada contra uno de los botones más célebres de las viñetas, Sin embargo, al igual que le pasa a otro icono como es Tintín, pareciera que el titular de la revista, si bien es el motor de la historias, queda eclipsado en carisma por sus compañeros de reparto. En el caso de Spirou, es mucho más fácil empatizar con el alocado y genial Fantasio que con el caballero hidalgo sin mácula que es el aventurero belga, alguien que, hasta cuando roba una bicicleta para perseguir un criminal, especifica al ciclista que volverá al mismo lugar para devolvérsela en mano. 



Honrado, valiente e intrépido, acompañado de su inseparable ardilla, Spirou alcanza unos niveles de santidad y perfección que lo alejan bastante del común de los mortales. Costará verle siguiendo el consejo de Oscar Wilde de caer en la tentación, siempre resistente al invasor a la hora de que nada haga tambalearse su férreo código ético. Él es un Lucky Luke, un Tintín, un Superman, un buen chico que nunca va a dudar de su propósito. ¿Nunca? Bueno, siempre hay excepciones. Y esa joya titulada Diario de un ingenuo es sobre la que vamos a tratar este domingo. 



Obra de Émile Bravo para conmemorar los saludables 70 añazos del chico pelirrojo, esta aventura es una especie de Año uno para sus seguidores, un ramillete de homenajes a lo mejor del cómic franco-belga y, por encima de todo, una profundización en el alma del pequeño Spirou en 1939, cuando era solamente un chico sin familia que abría las puertas de un hotel en su país, ajeno a preocupaciones políticas y sin intuir lo que le deparaba el futuro. 



El reto de un trabajo de ensamblaje de viejas historias es conseguir que los guiños y referencias satisfagan al más amplio espectro posible de público, tanto a la persona que lee con asiduidad al personaje como al neófito que se acerca por primera vez a la desventura de este huérfano. Y empleamos huérfano con acento, como bien han incidido algunos blogs previamente (especialmente recomendable, en el caso de "Spirou, Diario de un ingenuo"), este icono franco-belga ha estado repleto de padres adoptivos -sobresaliendo la etapa de Franquin, asociado a la editorial Dupuis antes que a su creador original. 



Y Bravo sabe tocarnos ahí el dedo en la llaga. Presenta a un joven botones sin familia, desorientado y perdido, poco ducho en el mapa geopolítico de la Europa donde le ha tocado vivir. Sin embargo, con toda su timidez y dudas, ya está revestido de las cualidades que lo convertirán en lo que llegará a ser. Es noble, valiente y tiene capacidad de liderazgo cuando se lo propone, incluyendo para evitar que los niños pequeños de su barrio se peleen por el voto que dan sus padres en las urnas. Es Spirou como nunca lo hemos visto, aunque en ningún momento ha perdido su esencia, simplemente, es más humano que nunca. 



Poco tardará durante sus esfuerzos de supervivencia en encontrarse con su futuro hermano, si no de sangre, de espíritu, Fantasio. Aquí, tornado en un periodista sensacionalista, ingenioso y con escasos escrúpulos, rondando como sabueso la búsqueda de informantes para sacar trapos sucios de la jet set. Su contraste con el protagonista es más acentuado que nunca, pero, tal vez como pocas veces, muchos se van a colocar del lado del chico de la ardilla, a quien Émile Bravo coloca en la palestra con sus mejores galas para contar una hermosa historia de amor.


Como en La vida privada de Sherlock Holmes, tenemos la sensación de que nos han subido un poco la persiana de un amigo discreto pero del que siempre nos hubiera gustado saber algo más. El romance que inicia Spirou con una idealista joven que también trabajaba en su hotel está repleta de momentos memorables, incluyendo la primera cita (qué importante es la primera cita cuando es la primera de las primeras citas).



La trama de fondo pre-bélica y de espionaje se va difuminando bastante, como si Bravo la hubiera empleado como un McGuffin, un pretexto para adentrarse en lo que verdaderamente le interesa, por una vez, poniendo la aventura a los pies del héroe y no al revés. Eso explica que, prácticamente desde su publicación, siga siendo una de las historietas más celebradas de esta colección,



Spirou seguiría deambulando por una lluviosa Bruselas con su viejo uniforme de recuerdos, con esa misteriosa condición de huérfano desconocido, sin embargo, el regalo que le hace Bravo le curará muchas tardes de soledad. La memoria de aquel beso en un pasillo de hotel y haber conseguido conocer a su mejor amigo. Y eso, no tiene precio. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://siguealconejoblanco.es/comics/comic-europeo/la-loi-du-plus-fort-emile-bravo/



http://ellibrodeldestino.blogspot.com.es/2015/07/emile-bravo-y-spirou-diario-de-un.html



https://www.google.es/search?q=spirou+diario+de+un+ingenuo&espv=2&biw=1242&bih=566&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0CAYQ_AUoAWoVChMI377AsvSgxwIVAT8UCh0zBAJ_#imgdii=9pdKxzRRlWscaM%3A%3B9pdKxzRRlWscaM%3A%3BT3SVvQ3YSfKf4M%3A&imgrc=9pdKxzRRlWscaM%3A

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