"Cuando la religión y la política viajan en la misma caravana, lo hacen más rápido". Esta atinada sentencia marca una aguda reflexión, una más de las muchas pronunciada por la princesa Irulan, dama de gran sensibilidad y desprestigiada por la corte de su familia como un moderno emperador Claudio, debido a su incomprensible tendencia a ser callada y escribir sus memorias de gran sensibilidad acerca de la figura de su más ilustre pariente.
La cita está extraída de Dune, indudablemente una de las obras clave a la hora de hablar del género de la ciencia ficción. Creada por Frank Herbert, rechazada por muchas editoriales debido a lo heterodoxo de afrontar un complejo universo de muy difícil re-construcción, elevada hoy a la categoría de clásico, se trata, indudablemente de uno de esos libros que marcan un punto de inflexión en el lector/a que tiene el gusto de encontrarlo.
De cualquier modo cada crítica tiene su historia personal y ésta no es la excepción. Recomendada por una persona de absoluta confianza, al empezar a leer "Dune" me encontré con una buena narración y personajes propios del género; pueden imaginarlo, espacio, dinastía nobles enfrentadas, conjuras dentro de conjuras... No obstante, nada me hizo imaginar que iba a terminar tan enganchado una vez llevaba las primeras decenas de páginas. Dune va ganando en una carrera de fondo, sin agotarse con los primeros sprints.
Conforme se produce la caída de la casa del Duque de Leto (quien acuña la excelente frase: Una buena causa no convierte a una guerra en justa), la esposa de éste y su hijo Paul se ven obligados a un involuntario exilio de sus poderosos enemigos Harkonnen, próximos al círculo imperial, siendo acogidos en territorio extraño por los Fremen, una peculiar tribu de carácter casi nómada y cuyo potencial como feroces guerreros está desaprovechado entre gusanos de la arena.
A pesar de la tragedia, pareciera que las desventuras han sido beneficiosas para el joven Paul, quien va desarrollando un talento muy especial que le hará ir aumentando puestos entre los peculiares Fremen, quienes terminan bautizándole con otro nombre, el Muad´dib. El protagonista abrazará esa nueva identidad, liderándolos, junto con los supervivientes de su progenitor, comprendiendo muy pronto que aquello que despreciamos puede terminar convirtiéndose en aquello por lo que serás conocido. Empieza a gestarse un clima de fuerte jihad y de venganza contra sus adversarios.
El componente mesiánico tan claramente mostrado por los propios soliloquios mentales de Muad´dib y los agudísimos pasajes de su descendiente Irulan (El problema será cuando yo muera, afirma Paul para su interior, en una sensación de abismo que no costaría nada imaginar en Jesús, Mahoma, Buda o Moisés, entre otros), llevan a quienes se sumergen en la historia a comprender la increíble oleada que está a punto de desencadenarse.
La prosa de Herbert siembra un relato poderosísimo y oscuro, donde el papel de lo místico (la misteriosa Escuela de las Bene Gesseret a la que perteneció la madre del Muad´dib) y lo tecnológico (sobresaliente juego de los avances genéticos y conceptos sumamente interesantes en este hipotético futuro) se entrecruzan para acabar generando un auténtico clímax.
No se fíen de mi palabra y no vayan con la pretensión de leer una obra maestra, arqueen la ceja cuando algo no les convezca y no tengan rubor en censurar... acepten la apuesta de Herbert y traten de disfrutar de este rápido viaje en caravana, donde la más tierna sensibilidad y liderazgo conecta con colocar la cabeza de un líder enemigo en una pica.
" Probablemente no haya en nuestra vida un instante más terrible que aquel en que uno descubre que su padre es un hombre... hecho de carne humana" - por la Princesa Irulan, Frases escogida de Muad´dib.
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