domingo, 23 de octubre de 2011

CHERCHEZ LA FEMME

El recientemente abierto teatro Góngora ha traído durante este fin de semana la obra clásica de Molière, "Las mujeres sabias". Con la fortuna de poder asistir al evento con la siempre grata compañía de amigos, me alegra poder dar una pequeña entrada extra este domingo al blog de Amarcod, centrada en el marco teatral del que siempre es un placer hablar.



Hay que aplaudir la iniciativa de la Compañía Cordobesa de Teatro Par, sacando nuevamente a la luz este texto del autor de "El ávaro". Les Femmes Savantes es un relato que al igual que le ha sucedido a otras piezas de autores míticos (vienen aquí a la mente por ejemplo "El mercader de Venecia" o "La fierecilla domada"), que se debe ver con cierto filtro y contextualizado.
Gentilhombre burgués de buena pluma, Molière era un buen analista de su tiempo, dentro de su estilo, era imposible escribir mejor o con más gracia, pero también estaba condicionado por la mentalidad de sus días, su ya por entonces avanzada edad y sus propios prejuicios. En un fresco que se desarrolla en un único emplazamiento -una casa donde un paterfamilias galo es incapaz de gobernar a sus díscolas hijas y sabihonda esposa-, Molière carga las tintas sobre el intelectualismo fatuo y la hipócrita elevación de ideales.
En primer lugar resaltar que el teatro tuvo buena factura, acogedor, bastante más íntimo de lo que pueda ser el complejo del Gran Teatro, hay una sensación de mayor aproximación familiar a los actores del reparto. La acústica también fue más que aceptable y, en líneas generales, podría decirse que la representación se llevó a cabo sin grandes incidencias.
El montaje fue hábil, más teniendo en cuenta que el propio texto de Molière es muy propicio a ello, simplemente un salón que puede hacer las veces de estudio, campo de batalla de poetas espantosos que pueden cambiar halagos en difamaciones por una simple objección, donde dos hermanas se enfrentan, una por haber abrazado la filosofía y la vertiente espiritual de las cosas y, la otra, Enriqueta, un amor mucho más terrenal con un antiguo amante despechado de la mayor.
Antonio Barrios dirige con buena mano una obra con diálogos graciosos -aunque es un Molière en este caso muy terrenal, casi disfrutando de hacer partícipe al gran público de su odio a enemigos y situaciones que aborrece-, personajes que caen en un excesivo blanco y negro, recordando que los genios también tienen sus fobias y que son tan presa de los atávicos momentos históricos que le tocan vivir.
El nivel actoral es bueno y hay que tener siempre en perspectiva en los niveles que se mueve una Compañía de carácter local que mucho mérito tiene que vaya sobreviviendo una década en la coyuntura tan gris y mediocre en la que se está moviendo la economía de los territorios artísticos. Las actuaciones son positivas -por ejemplo: algunos diálogos del padre-, aunque algún momento parece sobre-actuado y -esto en realidad es un reproche al argumento, no a las representaciones-, la solución del conflicto -que no desvelaremos por respeto a quienes no la hayan visto aún o leído- siempre me ha parecido facilona y poco inspirada, más en el nivel de escritor que nos estamos moviendo.
Y es que en definitiva, al igual que con otro individuo muy listo, Molière se equivocaba al no olvidar el látigo para azotar a la filosofía en tanto en cuanto se acercaba al bello sexo... y es que los genios también se equivocan como todo hijo de vecino. Y por supuesto, asimismo han errado muchas mujeres sabias a lo largo de los tiempos.

4 comentarios:

Easmo dijo...

No pude ir a verlo pero, leñe, al margen de lo bien que pueda estar el texto de Moliere, que no lo dudo, el sólo hecho de que hayan reabierto el teatro góngora tras tantos años ya es digno de celebración.

El Viejo dijo...

Para mí fue la mejor noticia del puente en ese terreno. Sin duda.

Chespiro dijo...

Completamente de acuerdo con la reseña que haces, Viejo.
Y, quizás por tratarse de tan magno autor, he de decir que tu verbo se ha vestido con sus mejores galas en esta entrada.

El Viejo dijo...

Mil gracias amigo Chespiro, pero como Molière nadie. 1 abrazo