martes, 1 de marzo de 2011

UN BRINDIS EN BOSTON

Alguien tiene que dar el primer paso. Después, el sendero se recorre con mayor o menor habilidad por los demás que también eligen ese camino. Sin embargo, en ocasiones parece que borremos a los pioneros de la memoria, negando su originalidad.
Con el tiempo, parece que nos hemos olvidado del nado a contracorriente que tuvieron que realizar en la NBC para seguir manteniendo a flote una serie que en su primera temporada (1982), cosechó bajísimos niveles de audiencia. 11 años después, su retirada voluntaria fue el evento televisivo más visto de 1993 en su género y algunos de sus actores tenían unos sueldos elevadísimos por un simple capítulo.
"Where Everybody knows your name" entró por la puerta trasera, pero, fue adaptándose hasta lograr un reconocimiento de crítica y público a partes iguales. Varias eran las claves que convirtieron a los parroquianos de un bar regentado por el jugador de beisbol retirado Sam Malone (Ted Danson), en algo más que una comedieta.

En primer lugar, hablar de un equipo de guionistas de primer orden, que incluía luminarias como Sam Simon, que luego harían tan fructíferas carreras. Con el bendecido formato de 25 minutos, Cheers se comportaba con agilidad, pudiendo sus episodios tomarse como rosquillas, rápidos y directos, livianos pero no banales.
Los primeros episodios oscilaron entre la relación de amor odio del mujeriego Sam con Diane (Shelley Long), una joven y pretenciosa abandonadora de carreras que por una ruptura amorosa termina trabajando de camarera en Cheers.
Junto con la pareja protagonista, sobresalen los más acólitos del bar, como la arisca pero carismática Carla (Rhea Perlman), el sabelotodo y peculiar cartero Cliff (John Ratzenberger, que recibió justa despedida en "Cheerful good byes" en Frasier, años después, inolvidable), el contable Norm (George Wendt), el más fiel de los cerveceros y, por supuesto, el carismático antiguo entrenador de Sam, un despistado Nicholas Colasanto, encarnando al señor Mancuso. Colasanto falleció en la tercera temporada, tras darle una digna despedida al personaje, se le sustituyó en función de entrañable y benevolente ingenuo de buen corazón, con un joven camarero de Indiana llamado Woody. El cambio no fue brusco ya que los guionistas supieron establecer una conexión entre él y el antiguo técnico de los Red Sox. Woody sería nada menos que Woody Harrelson, quien luego tendría una fructífera carrera en Hollywood.
Al igual que haría en el futuro "Siete Vidas", durante más de diez años de andadura, Cheers se las ingenió para renovarse o morir. Especialmente atinada fue la incorporacion de un rival para Sam (eterno don Juan de la serie) por los favores de Diane, nada menos que Kelsey Grammer, cuyo personaje de Frasier gustó tanto que llegó a protagonizar un spin off de muchísima calidad. Tanto, que hay algunos que piensan que supera a su afamada predecesora. El inteligente, afilado, esnob y en ocasiones amorosamente inepto psiquiatra tuvo su bautismo de fuego en la ciudad bostoniana. En cuanto a cuál es mejor, al igual que con Filipo y Alejandro, no hay mejor elogio para un gran legado que el que permite que tu sucesor te mejore. Decir que a Seattle viajaron los mejores guionistas de Cheers es como decir que se escoge a lo mejor de la generación del 27, la creme de la creme.

Jugando en todo momento con la calidad de sus secundarios, las tramas se multiplicaban. El gusto por la broma y explotar todos los tópicos de la sitcom, hayan su inicio aquí. Aunque algunas de ellas puedan parecer hoy trillada, no hay que olvidar que aquí empezaron.
Destacar aportaciones como las de la futura esposa de Frasier, la doctora Lilith Sternin (Bebe Neuwirth), Rebecca (representada por Kirstie Alley, que sustituyó a la popular Diana tras abandonar la serie, en otra buena despedida) o incluso cameos como el de John Mahoney.

Asimismo, creo varios automatismos que luego han sido recreado mil veces. La mujer de Norm (y sus latiguillos para pedir una cerveza) a la que nunca vemos pero escuchamos por teléfono, la madre de Cliff y sus curiosas explicaciones de la vida en general, la aparición de personajes famosos de la década (por ejemplo el mítico ala-pívot de los Boston Celtics, Kevin McHale) y un reparto en estado de gracia permanente...
Con el aroma del puro de la victoria de Red Auerbach, Cheers sigue haciendo a día de hoy uno de los clinic más rápidos de cómo hacer una comedia situación, con diálogos de molde y creando puertas para futuras sucesoras. Creemos no exagerar afirmando que el bar de Malone es a las comedias situación lo que supusieron Los Simpson para las de animación.

3 comentarios:

Chespiro dijo...

Recuerdo haberla visto en mis tardes de (temprana) niñez, lo cual no me permite juzgarla a día de hoy como seguramente merezca. Sé que guardo un grato recuerdo de ella y ahora que he descubierto que entre los guionistas se encontraba Sam Simon, acaba de ganar puntos para mí.
De todas formas, tu última afirmación es muy trascendente. A pesar de su consabida calidad como serie, no sabía que hubiera sido tan importante.
Definitivamente, después de leer tu post, dan ganas de revisionarla.

Easmo dijo...

Brutal. No tengo nada que añadir a esta entrada. Grande la mención honorífica a los guionistas (si ese Sam Simon es el que creo que es...)

Gran entrada XD literalmente no me has dejado nada por añadir, ergo has cubierto practicamente todo lo reseñable.

El Viejo dijo...

Puede que haya exagerado, debido a que Cheers es una de mis debilidades, pero creo que la gente está olvidando lo relevante que fue para la sitcom.

Gracias también a Easmo por las amables palabras. Perdonad la tardanza en contestar pero hacía días que no podía pasarme por el blog.

1 abrazo