lunes, 1 de marzo de 2010

EL CAPITÁN DE MI ALMA



Ensayo y error. Pocas veces se puede avanzar sin esta necesaria premisa. Desde que iniciase su carrera, aupada con unos exitosos westerns en el desierto de Almería, primero como actor y posteriormente director, Clint Eastwood ha mostrado muchos ensayos, pero con muy pocos errores y sí excelentes aciertos.
Recientemente se ha embarcado (algo que otros parecen haber querido aprovechar para sacar una biografía reciente al más puro estilo Rita Skeeter) en la apasionante biografía de Nelson Mandela, el carismático líder sudafricano cuyo talante democrátic y pacifista le permitió ayudar a cicatrizar las heridas del funesto apartheid.
La elección para ello no ha podido ser mejor, el gran Morgan Freeman, de quien ya se ha valido para excelentes piezas como "Sin Perdón" o, por supuesto, "Million Dollar Baby". Pero si las dos anteriores son ejemplos de un cine realista, muy bien confeccionado y dramático, aquí, los espectadores/as encontrarán un Eastwood mucho más claro, un juego de Sol donde no caben las sombras. El horrible cautiverio de Mandela apenas es esbozado, así como su compleja vida familiar. ¿Acaso el africano ha lograd transformar al diseñador de Mystic River?
Bueno, si algo ha sido una constante de quien ha sido tanto el amante de los Puentes de Madison como Harry El Sucio, es su versatilidad. No es la agradable sonrisa y la oratoria de Mandela (perfectaente encarnado por Freeman) lo que resta credibilidad a un discurso fascinante. Freeman además tiene la ventaja de la similitud física, su carisma arrolla, casi tanto como la biografía real. Pese a ello, por poner el cascabel al gato, decir que quizás hubiera podido hablarse más de los problemas que quedaro sin resolver, las lagunas de una Sudáfrica que sigue sin ir del todo bien... Sin embargo, el optimismo baña esta ética deportiva que además tiene la metáfora clara cuando el balón sale a rodar, cuando un puñado de hombres se arremolina en un crujir de rodillas... en un esfuerzo que es misteriosamente bello y que se eleva a la categoría de ritual. Tan fascinante como el baile de Nueva Zeanda es el espíritu de vestuario, ese liderazgo que va descubriendo que posee el personaje de Matt Damon (impresionante conforme se siente más cómodo con el papel).
Los amantes del rugby se sentirá complacidos, al fin, han encontrado al director con la sensibilidad suficiente para ver más allá del pantalón corto y la hierba. El que, quizás haya sido el mejor jugador de esta disciplina, el virtualmente imparble Jonah Lomu, muy bien recreado, solamente es la punta del iceberg de este fascinante símil. Querer explicar a un país que necesitaba alzar el rostro unido (recordar la panorámica, donde está el campo de fútbol y donde la de rugby), a través de un deporte. Nada más fácil en teoría, pocas cosas peores de rodar en la práctica. Aunque por supuesto no lo ha hecho solo, la novela de John Carlin y el guión de Anthony Peckham.
Junto con los partidos (sí, está la jugada a cámara lenta agónica en la final, ¿y qué? Si siempre se hace así, Eastwood tampoco ha ido capaz de saltarse ese cliché), los mejores momentos son en la cárcel, a través de la mirada de François, sufrido capitán de los Springbok (que habrán de evolucionar de simple equipo a emblema de una sociedad deprimida), con la clave de un poema victoriano delicioso que sigue demostrando que Clint y su equipo son unos maestros. Es un mensaje muy necesario en estos tiempos que corren. Mandela ha convencido al cazarecompensas de la otra vía, conoce a tu enemigo, no para disparar más rápido que él, sino para comprender cómo piensa.
Efectivos resultan los paralelismos entre los guardaespaldas (el grupo del anterior presidente y los nuevos de color de la tribu de Mandela) y la escuadra de los Springbok. Lamentablemente, esto es una apreciación subjetiva, quizás hubera podido intensificarse más el conflicto, pero el optimismo todo lo arrasa en Invictus. Sí me han gustado mucho las tensas escenas del furgón y el avión, un claro correctivo a esa sociedad estadounidense obsesionada por la seguridad fruto de la desconfianza y la mirada suspicaz.
La fotografía de Tom Stern ha sido de lo más reseñable, con una correcta banda sonora, donde Kyle Eastwood y Michael Stevens lo hacen bien, pero no llega a ser del todo memorable... entra tan bien por el oído como sale, hay un momento en que puede ser genial pero no se rememora.
¿Qué opinión se lleva uno de Invictus? Habrá una por cada persona que vaya al cine. Tiene algo maravilloso y que cualquiera firmaría, es una obra que sus tintes de historia real hace que uno salga más relajado de la sala de como entró. Es un cuento con final feliz, como a veces deben ser. Un notable perfecto, lo único que le reprocho es que cuando uno va a ver a Clint Eastwood lleva el rotulador que usa para los sobresalientes y las matrículas. Falto algo, aunque es noticia que sus más de dos horas no se hagan largas... Doy fe.
Y sigue siendo el capitán de su cine... y de su alma. Cordiales saludos.
Próxima entrada: Dejamos, al fin, un respiro al cine y volvemos con los libros.

5 comentarios:

Francisco Javier dijo...

Magnífica película "Invictus" y que sirve para demostrar la verdadera fuerza del deporte como integrador social y para levantar a un país que estaba al borde de la guerra civil.

Y espero que a raíz de esta peli, mucha más gente se enganche a esa maravilla que se llama rugby

El Viejo dijo...

Desde luego pocos pregoneros mejores tendrán que esta cinta. Un deporte muy interesante, sin duda

Desde los Algarbes. dijo...

Menudo crack estás hecho. Estoy de acuerdo, como casi siempre, en la mayoría de las apreciaciones que has realizado acerca de la última obra del "Dios del cine".

Como bien apuntas, la cinta es básicamente luz y optimismo. Quizás podríamos haber esperado algún episodio más de tensión entre las dos razas que a duras penas cohabitaban en el país africano a principios de los 90 (sobre todo tratándose de Clint), pero tiene más que merecida la licencia para hacer lo que se le antoje y conseguir realizar una gran obra cinematográfica, por algo es el "Dios del cine".

Francisco Javier dijo...

Ciertamente Paco tiene razón, pero el Dios Clint ha plasmado -magistralmente- a un hombre que a base del perdón y del amor "curó" a su país de una guerra civil monstruosa.

El Viejo dijo...

What can you say? Muchas gracias chicos, vuestros comentarios han mejora la entrada por encima de sus posibilidades. Con visitas así, da gusto.