Título: El general de La Rovere. Il generale della Rovere (1.959).
Basado en: Un relato corto de Indro Montanelli.
Duración: 117 minutos.
Director: Roberto Rossellini.
Guión: Sergio Amidei y Diego Fabri.
Reparto: Vittorio De Sica, Hannes Messemer, Sandra Milo, Giovana Ralli, Anne Vernon, Vittorio Caprioli…
Música: Renzo Rosselini.
Fotografía: Carlo Carlini.
Galardones: Premiada en el Festival de Venecia y ganadora del León de Oro.
No es fácil convencer a un chaval de que hay una gran película de II Guerra Mundial, maravillosa incluso, pero eso sí, carente de explosiones y con apenas un puñado de disparos. Afortunadamente, mi padre consiguió hacerlo y no salí defraudado. Hablar de esta obra italiana es hacerlo de algo especial, de una de esas joyas que de vez en cuando deja este arte.
Basado en la genial idea de un excelente difusor de la Historia en un relato corto, dos sensacionales guionistas brindan a un gran director la oportunidad de hacer auténtica magia, narrar con apasionamiento pero sin dramatismos la dura realidad de la Italia derrotada, a merced de sus antiguos aliados alemanes y temerosa de cómo pueda juzgarla la arrolladora fuerza que viene desde el otro lado del Atlántico. Las preciosas fotografías nos trasladan a una especie de “Alemania año 0”, lo sentimos y se trasmite esa desesperación, cafeterías sin vida donde no hay el suave sabor del desayuno napolitano, sino apenas lo suficiente para sobrevivir.
El hilo conductor será un pícaro, interpretado, cómo no, por Vittorio De Sica. Sin ánimo de ninguna clase de nacionalismo absurdo, creo que pocos países como España o Italia son capaces de comprender la esencia de estos personajes, que siempre son muy delicados de llevar. Si la narración es en primera persona (por ejemplo: El Lazarillo), la clave es cómica y pintoresca, pero cuando lo hace la víctima, el pícaro no deja de ser otra clase de villano, vil y abyecto, de inteligencia podrida. De Sica encarna a un individuo bastante lamentable, jugador empedernido, aprovechado como puede de algo de su contacto con los alemanes… pero tampoco propiamente malo, capaz de buscar algún quebradero de cabeza por ayudar a alguien.
La interpretación de este monstruoso actor es tan amplia y rica que resulta difícil de resumir. Bata con una de las escenas de interrogatorio con los alemanes para darnos una idea de la comunión director-protagonista. Muy firme, De Sica hizo una interpretación académicamente perfecta, pausas dramática, tono de voz solemne, excelente movimiento de ojos… Rossellini (demostrando su gran capacidad para captar las mejores ideas de otros) sin embargo arqueó la ceja y miró el reloj. “Ha estado perfecto, pero me gustaría que hicieras otra antes de irnos, pero no te preocupes, ve rápido”. Obviamente, De Sica intenta hacerlo lo mejor posible, pero hay más tropezones, en ciertos momentos se queda en blanco, le cuesta más seguir el discurso… más nervios. En definitiva, esa fue la escena que se quedó, la propia de una persona que está con el filo de la navaja.
Todo cambia para este singular trotamundos cuando el coronel Muller, quizás el único alemán que aún le guarda cierta simpatía, le ofrezca pactar con el diablo para salvar el pescuezo. A cambio de olvidar sus tropelías, deberá suplantar a un carismático individuo conocido como General de La Rovere, suplantándole e ingresando en un presidio donde deberá captar la atención de otros líderes revolucionarios para decírselos a Muller.
Este personaje, está perfectamente representado por Hannes Messemer, quien brinda una poderosa interpretación. Su coronel no es un tipo desagradable, ni siquiera arisco, es una persona bien educada y muy lógica, no se trata del típico estereotipo bueno-malo, de hecho, De Sica a veces parece menos honesto que él. El asombroso diálogo de Messemer con la viuda del general (aunque ésta no sabe que ha muerto su esposo), es escalofriante y ejemplar. Asimismo, su interpretación es tan lograda que acabamos entendiendo al personaje, su peculiar conciencia y modo de hacer las cosas, hasta el momento en el que se le ocurre una idea.
Por buscar algún fallo, quizás el poco peso (al menos en metraje) de los personajes femeninos, aunque curioso que las actrices fueran uno de los principales reclamos en algunos de los carteles de promoción de la cinta. De entre ellas hay que destacar a Sandra Milo, que encarna a una prostituta antigua amante del persona de De Sica. A pesar de salir solamente en un par de escena, trasmite toda la realidad de una posguerra y da a todos una lección de amor verdadero que lejos de oler a moralina barata o tópico, conmueve sinceramente.
El segundo aspecto negativo es la chapucera escena de acción (sinceramente parece que el director se mueve aquí mucho menos cómodo que a la hora de retratar el conflicto de sentimientos humanos, donde es un auténtico maestro de maestros) donde muere el primer general de La Rovere. Algún crítico de cine de prestigio le lanza un guiño cómplice alegando que está intencionadamente mal hecha, para demostrar el azar en la guerra y la causalidad de este embrollo. Particularmente me decanto por decir que éste es el pie de Moisés golpeado por Miguel Ángel, lo que falta para ser perfecto un precioso monumento al cine.
Sobre el gran atractivo de este juego de doble identidad que va absorbiendo a De Sica para siempre (magistral cómo se comporta cuando está solo en su celda y cuando sale delante del resto, ya convertido en el gran líder), encontramos un final que también genera su interés. Siempre me ha llamado la atención el guiño monárquico de Rossellini, que no llego a comprender del todo, aunque esto es solamente una valoración personal mía.
La valoración global de este producto a mi juicio no puede ser más positiva y la recomiendo encarecidamente a todos aquellos que aprecien (o quieran iniciarse) en el cine italiano, precisamente en aquella fase, una de sus épocas doradas. Gran idea original, guionistas ejemplares, excelente director y magnífico reparto. Un cóctel que solamente se puede mejorar si le añaden y se hacen una copia de la excelente tertulia que en el antiguo programa “Qué grande es el cine” de José Luis Garci, realizó sobre la cuestión.
Basado en la genial idea de un excelente difusor de la Historia en un relato corto, dos sensacionales guionistas brindan a un gran director la oportunidad de hacer auténtica magia, narrar con apasionamiento pero sin dramatismos la dura realidad de la Italia derrotada, a merced de sus antiguos aliados alemanes y temerosa de cómo pueda juzgarla la arrolladora fuerza que viene desde el otro lado del Atlántico. Las preciosas fotografías nos trasladan a una especie de “Alemania año 0”, lo sentimos y se trasmite esa desesperación, cafeterías sin vida donde no hay el suave sabor del desayuno napolitano, sino apenas lo suficiente para sobrevivir.
El hilo conductor será un pícaro, interpretado, cómo no, por Vittorio De Sica. Sin ánimo de ninguna clase de nacionalismo absurdo, creo que pocos países como España o Italia son capaces de comprender la esencia de estos personajes, que siempre son muy delicados de llevar. Si la narración es en primera persona (por ejemplo: El Lazarillo), la clave es cómica y pintoresca, pero cuando lo hace la víctima, el pícaro no deja de ser otra clase de villano, vil y abyecto, de inteligencia podrida. De Sica encarna a un individuo bastante lamentable, jugador empedernido, aprovechado como puede de algo de su contacto con los alemanes… pero tampoco propiamente malo, capaz de buscar algún quebradero de cabeza por ayudar a alguien.
La interpretación de este monstruoso actor es tan amplia y rica que resulta difícil de resumir. Bata con una de las escenas de interrogatorio con los alemanes para darnos una idea de la comunión director-protagonista. Muy firme, De Sica hizo una interpretación académicamente perfecta, pausas dramática, tono de voz solemne, excelente movimiento de ojos… Rossellini (demostrando su gran capacidad para captar las mejores ideas de otros) sin embargo arqueó la ceja y miró el reloj. “Ha estado perfecto, pero me gustaría que hicieras otra antes de irnos, pero no te preocupes, ve rápido”. Obviamente, De Sica intenta hacerlo lo mejor posible, pero hay más tropezones, en ciertos momentos se queda en blanco, le cuesta más seguir el discurso… más nervios. En definitiva, esa fue la escena que se quedó, la propia de una persona que está con el filo de la navaja.
Todo cambia para este singular trotamundos cuando el coronel Muller, quizás el único alemán que aún le guarda cierta simpatía, le ofrezca pactar con el diablo para salvar el pescuezo. A cambio de olvidar sus tropelías, deberá suplantar a un carismático individuo conocido como General de La Rovere, suplantándole e ingresando en un presidio donde deberá captar la atención de otros líderes revolucionarios para decírselos a Muller.
Este personaje, está perfectamente representado por Hannes Messemer, quien brinda una poderosa interpretación. Su coronel no es un tipo desagradable, ni siquiera arisco, es una persona bien educada y muy lógica, no se trata del típico estereotipo bueno-malo, de hecho, De Sica a veces parece menos honesto que él. El asombroso diálogo de Messemer con la viuda del general (aunque ésta no sabe que ha muerto su esposo), es escalofriante y ejemplar. Asimismo, su interpretación es tan lograda que acabamos entendiendo al personaje, su peculiar conciencia y modo de hacer las cosas, hasta el momento en el que se le ocurre una idea.
Por buscar algún fallo, quizás el poco peso (al menos en metraje) de los personajes femeninos, aunque curioso que las actrices fueran uno de los principales reclamos en algunos de los carteles de promoción de la cinta. De entre ellas hay que destacar a Sandra Milo, que encarna a una prostituta antigua amante del persona de De Sica. A pesar de salir solamente en un par de escena, trasmite toda la realidad de una posguerra y da a todos una lección de amor verdadero que lejos de oler a moralina barata o tópico, conmueve sinceramente.
El segundo aspecto negativo es la chapucera escena de acción (sinceramente parece que el director se mueve aquí mucho menos cómodo que a la hora de retratar el conflicto de sentimientos humanos, donde es un auténtico maestro de maestros) donde muere el primer general de La Rovere. Algún crítico de cine de prestigio le lanza un guiño cómplice alegando que está intencionadamente mal hecha, para demostrar el azar en la guerra y la causalidad de este embrollo. Particularmente me decanto por decir que éste es el pie de Moisés golpeado por Miguel Ángel, lo que falta para ser perfecto un precioso monumento al cine.
Sobre el gran atractivo de este juego de doble identidad que va absorbiendo a De Sica para siempre (magistral cómo se comporta cuando está solo en su celda y cuando sale delante del resto, ya convertido en el gran líder), encontramos un final que también genera su interés. Siempre me ha llamado la atención el guiño monárquico de Rossellini, que no llego a comprender del todo, aunque esto es solamente una valoración personal mía.
La valoración global de este producto a mi juicio no puede ser más positiva y la recomiendo encarecidamente a todos aquellos que aprecien (o quieran iniciarse) en el cine italiano, precisamente en aquella fase, una de sus épocas doradas. Gran idea original, guionistas ejemplares, excelente director y magnífico reparto. Un cóctel que solamente se puede mejorar si le añaden y se hacen una copia de la excelente tertulia que en el antiguo programa “Qué grande es el cine” de José Luis Garci, realizó sobre la cuestión.
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