domingo, 17 de noviembre de 2019

LA TRAGEDIA


Si su primera parte ofrece poca confusión (Ver reseña I parte), cuando Goethe abordó la continuación de Fausto marcó una fuerte ruptura con lo anterior. Con todo, se mantiene la pareja protagonista: el erudito doctor y el príncipe de las tinieblas que logró tentar a una curiosa apuesta al intelectual. Desde el comienzo, un tono de tragedia operística preside todo el asunto, volviendo a entenderse que las personas especialistas en la cuestión destaquen la importancia de la experimentación que el escritor bávaro hizo con su lengua para darle un gran tono poético. 



En la primera entrega, los problemas de Fausto son muy humanos, incluyendo una breve pero intensa historia de amor con final desdichado. No obstante, en este tramo Goethe opta por enmarcar todo su universo en un tono más etéreo y complicado, incluyendo un rocambolesco plan de Mefistófeles para encumbrar a su compañero de viaje ante el emperador de Alemania. Los soliloquios y los diálogos rimbombantes con alusiones a la mitología clásica serán constantes. 



Queda claro que hay una fisura entre el antiguo Fausto que conocimos y a quien ahora el sagaz demonio presenta como un hombre poderoso y enmarcado en grandes viajes temporales que en nada tendrían que envidiar a un héroe Marvel. Obra impregnada de un fuerte romanticismo, el denominador común es la balanza del alma de un ser humano.


Alguna crítica previa de interés (ver enlace abajo del texto) subraya cómo Goethe escribió la segunda entrega de forma irregular y a lo largo de los años, finalizando cuando su estilo estaba en su momento más barroco y complicado, deleitándose con una mezclas y referencias dentro de referencias que pueden convertir algún pasaje en una lectura árida.



En un homenaje claro a la época clásica, la obsesión romántica de Fausto en esta ocasión va a ser nada menos que Helena de Troya, cuya belleza, según cuenta la leyenda, justificó que los barcos aqueos navegasen hacia las playas de Ilión. La sucesión de escenarios y surgimiento de personajes fantásticos que aparecen y desaparecen a su antojo puede incluso hacer que la pareja protagonista esté ausente en varios momentos.



Aunque no lo parezca en muchos momentos, esta continuación terminará encajando con la anterior, recordando incluso de forma poderosa al mito de don Juan Tenorio en cuanto al papel del sacrificio y el amor verdadero para salvaguardar el alma, incluso si se ha caído en la tentación en muchas ocasiones.


Probablemente, el aspecto más importante de estas dos piezas ha sido su poderosa capacidad para servir como fuente de inspiración a nuevas generaciones, teniendo los suficientes ingredientes para que siempre sea reconocible y con facilidad para re-interpretarlo al antojo de la coyuntura del momento. 



Justa herencia, puesto que el universitario Goethe ya se encontró con el mito previamente, no siendo su creador, si bien fue la pluma que más lo impulsó a auparse en los altares de la mitología de su siglo. Sin estas páginas, el gran cineasta Friedrich Murnau nunca hubiera filmado una de las versiones más interesantes de Fausto para la gran pantalla. 



Con todo, nadie podría culparnos por cierta sensación de estar perdidos en el laberinto al sumergirnos en esta peculiar y enrevesada finalización de la saga... 



ENLACES DE INTERÉS:



Crítica a Fausto en el blog "¿Me estás hablando a mí?



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://es.wikipedia.org/wiki/Fausto_(Goethe)



http://meestashablandoami.blogspot.com/2007/03/fausto-de-goethe.html



https://wikioo.org/es/paintings.php?refarticle=8XXBRR&titlepainting=Faust:%20Margaret%20in%20the%20Church&artistname=Dante%20Gabriel%20Rossetti

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