sábado, 24 de marzo de 2018

ESCLAVOS DE UN DESEO: THE INNOCENTS (1961)


Los cuentos de terror se forjan bajo el fuego de la chimenea en una noche fría. Según la pluma de Henry James, varios amigos compartieron historias más o menos fantásticas durante unas vacaciones de Navidad, si bien fue el relato del joven Douglas el que más atención captó durante las distintas reuniones bajo las velas. Es el punto de arranque de "La vuelta del torno", una narración gótica breve que evoca los extraños acontecimientos que sucedieron a una joven institutriz enviada a una casa de campo a educar a dos huérfanos de familia acomodada. Naturalmente, viven en una hermosa y abandonada casa e campo victoriana con más secretos de los que parece a simple vista. 



Magistral ejercicio de género, esta publicación de 1898 ha sido constante motivo de re-ediciones y traducciones por todo el globo. Uno podría pensar que cualquier versión para el cine estaría sometida a ese axioma de "Me gustó más el libro" que acompaña como coletilla a cualquier experimento de esas características. Sin embargo, en esta ocasión la adaptación de Jack Clayton en 1961 merece ser reconocida como bastante más que eso. De hecho, si se permite la herejía, incluso enriquece y aporta más oscuridad a la novela original. 



El manuscrito de James fue revisado y actualizado por dos lápices que sabían bastante de crímenes extraños. William Archibald y Truman Capote supieron darse cuenta de que tenían un material de primera, además de disponer de un medio a través de las cámaras para convertir una historia de miedo en mucho más. De hecho, el terror de The Innocents fue convirtiéndose, a medida que escribían, en un hábil McGuffin que enmascaraba intenciones que escapaban a simple vista.  



Desde los particulares títulos de crédito del film, queda claro que se va a tratar de una visión muy personal de la obra de James. Todas las cuestiones que se nos puedan ocurrir como inocentes (un juego infantil, las cajitas de música de la época, un paseo por los jardines, etc.) se puede deformar con unos pocos trucos en algo perverso y retorcido. Lo gracioso del asunto es que todo lo mostrado casa perfectamente con el cuento original. A fin de cuentas, aquellos jóvenes que compartían esas historias fantásticas sabían que estaban escuchando, de la boca de su amigo, la versión escrita de dicha institutriz sobre aquella experiencia. ¿Quién garantiza que esos recuerdos fuesen plenamente fiables? 



La maestra escogida para la ocasión no fue otra que Deborah Kerr, una espléndida actriz que aquí firma, quizás, el mejor trabajado de su trayectoria. Su personaje está repleto de contradicciones bajo su aparente simplicidad. Balzac decía que la mujer era la reina del mundo y la esclava de un deseo a la vez. Puede que estuviera pensando en Miss Giddens, una dama que ha recibido una educación puritana a ultranza. Bajo esa fachada, igual que le acontece a Mina Harker, hay la suficiente curiosidad para atreverse a bucear en aguas más oscuras si se le presenta la ocasión. 



Uno de los pulsos más activos que tuvo que mantener Clayton con su productora fue mantener el blanco y negro original. Verdadero acierto, puesto que ver esta obra en los siguientes coloridos que le pusieron deja unos resultados muy empobrecidos. El tono grisáceo que acompaña las travesuras, aparentemente inofensivas de Flora (Pamela Franklin) y Miles (Martin Stephens) parece haber nacido para hacerse en ese ambiente, convirtiendo esa torre con jardín en una especie de mini-Bomarzo donde todo puede ser posible en la noche.


Clayton plagó su film de aciertos, tomando decisiones que incluso podían jugar en su contra. Por ejemplo, se vio forzado a rechazar la posibilidad de contar con una estrella de la talla de Cary Grant para interpretar al tío de los jóvenes. Sacrificó a un magnífico actor, pero, habida cuenta de las modificaciones que hubiera impuesto al argumento el astro, a largo plazo fue una decisión más que acertada, puesto que la oscura trama se habría convertido en una historia mucho menos especial. Gracias a ello disponemos de una cinta que ha influenciado a muchas otras. 



En primer lugar, habría que reconocer que The Innocents también bebió de otras fuentes, parece más que probable que sus responsables tuviesen muy presente Vértigo (1958). Y no solamente por la forma de narrar la subida por las escaleras a la torre familiar, también por ese amor de ultratumba que evoca el recuerdo de Peter Quint, un misterioso hombre que logró ejercer una fuerte influencia sobre los muchachos y su anterior institutriz. Megs Jenkins, dando vida a la anciana ama de llaves de la casa, advierte a la señorita Giddens acerca de los riesgos y complicidades que se generaron en dicho domicilio. Si no se hubiera hecho esta versión, no existirían (al menos tal como las conocemos) El exorcista (1973) y Los otros (2001) 



O acaso sean todo fabulaciones de gentes ociosas. Y es que, vistos en frío, los comportamientos de la maestra no dejan de generar fuertes dudas. El metraje nos ofrece varios exorcismos en uno, además de una muy particular versión gótica de La Pietà de Miguel Ángel. Narrada de una forma única y sinuosa, con algunos de los flashbacks oníricos más surrealistas de aquel tiempo, sigue tratándose de una de las cintas más adelantadas a su tiempo. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://www.youtube.com/watch?v=EbrFFLQcEjg



-https://www.classicfilmsreloaded.com/the-innocents/



-https://zinemaniacos.com/suspense-1961/