domingo, 6 de marzo de 2016

EL REFLEJO DE LA DUDA


El pasado diciembre, el Teatro Clásico de Sevilla desembarcó en Córdoba con un título que no necesita presentación para los amantes de las tablas: Hamlet. La versión dirigida por Alfonso Zurro volvía a sacar del baúl de la imaginación al joven príncipe danés, un muchacho sensible, inteligente y altivo al que consume una terrible sospecha sobre la muerte de su progenitor. A pesar de los siglos transcurridos, la imagen del aristócrata hablando a solas con una calavera sigue siendo una de las estampas más reconocibles en cualquier escenario del mundo. 



Una adaptación muy interesante y con una puesta en escena poderosa que complació mucho al auditorio. Parece que Hamlet siempre estará de moda y varios son los secretos que permiten sospechar que todavía goza de la sana codicia de cualquier intérprete. Sus soliloquios, aristas y problemas emocionales permiten un registro interpretativo muy amplio, una maravillosa carta de libertad diseñada por William Shakespeare. No en vano, el Bardo fue actor antes que nada, aquí legó uno de sus tributos más apreciados a la profesión. 



Pero las piezas van más allá de ese protagonista atormentado. Ofelia, su interés romántico, es más que un nombre, termina siendo una manera de catalogar con exactitud a un tipo de dama en estos dramas de época. El ángel del hogar adulterado, golpeada en su amor propio hasta el punto de perder la cordura, otro símbolo de uno de los manuscritos que más visiones y lícitas lecturas divergentes puede ofrecernos hasta día de hoy. Hamlet y su corte danesa nos abren las puertas de palacio, con peligros tras sus cortinas, dispuestos a les conozcamos mejor. 


Recuerdo que una búsqueda casual en un quiosco hace muchos años me permitió acceder a una muy buena traducción al castellano cierto capítulo obra de Frank Harris, uno de los clásicos estudiosos de Shakespeare, donde realizaba una interesante y personal comparativa entre Romeo, Hamlet y Jacobo. Allí se incluía una reflexión maravillosa de que el enamoradizo amante florentino no era otra cosa que un encantador boceto del más reflexivo Hamlet. En verdad, ambos seres de ficción comparten habilidades y entusiasmo, pero, a Hamlet le condena una altanera curiosidad, una capacidad de abstracción que Romeo, felizmente cerrado a todo aquello que no sea Julieta en el balcón, no tiene. Como diría Lisa Simpson, la inteligencia parece tener una gran capacidad para hacer sentirse infelices a quienes poseen ese don. 



El viaje de Harris que tantos admiradores y opositores puede tener por su toque personal a la hora de hablar de uno de los escritores más universales de la Historia (con mayúsculas, sí), no debe sorprender. A fin de cuentas, sigue existiendo también una Escuela que pregona que otra de las creaciones de ese gran poeta de los escenarios fue el propio William Shakespeare, que alguien se ocultó en su figura para permanecer en el anonimato. Como fuere, a falta de datos, el genio de Stratford sigue pareciendo que nació en Stratford. 



En su caprichoso y divertido recorrido por el microcosmos de estos grandes dramas, Harris siempre parece complacido en poder usar a Hamlet como la más oportuna vara de medir. Puede servirle para compararlo con Macbeth, giro sorprendente, puesto que el futuro monarca de Escocia se ha inmortalizado como el gran villano de los creados por la elocuente pluma. Sin embargo, ambos comparten características. Sus visiones, que la grandeza y espíritu que les impulsa terminan congelados por la excesiva parada al pensamiento, paralizados por esa cabeza que les impide ser dichosos, siquiera por un momento, un breve espejismo de haber logrado sus objetivos. 



La Compañía hispalense brindó una visita que volvió a subrayar este carácter atemporal. Puede ser Dinamarca, así como cualquier otro lugar. Hay mucho de ese mundo cortesano, traiciones y envenenamientos en el Desembarco del Rey descrito con tan precisión por parte de George R. Martin para Juego de Tronos, quizás lo más shakespiriano que hayamos leído en los últimos tiempos. Pero, resulta igualmente válida esa atmósfera cuando un cineasta oriental de la talla de Kurosawa decide usar muchos ingredientes de Hamlet para su film The Bad Sleep Well (1960). 



Indudablemente, siempre emerge como una fuente de inspiración rica e inagotable, una que nos lleva a saber que Hamlet está destinado a perdurar, atenazado por el peso del legado de esa corona paterna, un carácter en el que proyectarnos y al que aborrecer, un joven héroe que también es el genio oscuro que muestra el reverso del espejo de la locura. 



Ese constante reflejo de nuestras dudas. Nunca es mal momento para sumergirnos en las páginas del descenso a la demencial ambición del universo de Hamlet.



BIBLIOGRAFÍA:



-HARRIS, F., William Shakespeare y su vida trágica, Vitae Ediciones, Buenos Aires, 2004.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.clasicodesevilla.com/Hamlet.html



http://www.clasicodesevilla.com/Hamlet.html



http://teatrolopedevega.org/hamlet-en-el-teatro-lope-de-vega/

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