La historia del cine español está muy asociada a sus intérpretes. Rostros conocidos que se van convirtiendo en parte del imaginario popular, siendo casi, una cara familiar y que siempre, piensas, estará allí. López Vázquez, Gracita Morales, Alexandre, Fernán Gómez y un ilustres etc que permanecen incombustibles en la memoria. Desafortunadamente, hay que incluir desde hace unos días a Alfredo Landa en ese Panteón de gente que se nos ha ido orientada al séptimo arte.
En un caso sin precedentes, este actor de origen norteño, fue, por sus dotes interpretativas y singular físico, la imagen perfecta del españolito medio. A miles de espectadores les costó muy poco indentificarse con él, generándose lo que fue el landismo, un fenómeno muy singular dentro de la filmografía. Con una producción abundante en la gran y pequeña pantalla, mentiríamos si dijésemos que todo fue material de primera. En Landa hay de todo, desde su conmovedor Paco El Bajo, en la adaptación de "Los Santos Inocentes", hasta persecuciones de suecas y cintas muy poco recomendables.
No obstante, a un jugador hay que juzgarlo por su calidad, más que por la de los equipos donde se ha militado, según la circunstancia. Su mal paso con el productor José Luis Dibildos (muy comentado en su buografía, Alfredo El Grande, que comentamos hace ya, algún tiempo, en este blog) y otros encontronazos, le hicieron también ganarse algún enemigo en el mundillo. Incluso tuvo una época de fuerte distanciamiento de personalidades como José Luis Garci, el hombre que le rescató del exitoso y a la vez debilitador landismo, para crearle a Germán Arteta, la mejor aproximación del cine nacional al género noire.
Pero, por regla general, superadas esa polémicas donde él también metía baza (temperamento hasta el último momento de sus días y afición a la jarana no le faltaron), todos los que trabajaron con él, reconocían su talento y gran profesionalidad. Landa buscaba destacar en cada uno de sus papeles y, en no pocas ocasiones, logró deslumbrar.
Solamente él podía empatar con su amigo Paco Rabal en el Festival de Berlín, en aquel Dream Team de ensueño que llevó Mario Camus e hizo reverdecer laureles a la cinematografía hispana en Alemania. Como todo intérprete que se precie, afirmó cumplir un objetivo soñado el lograr ser Sancho Panza, en una de las mejores versiones del mítico gobernador de la ínsula cervantina.
Habrá que preguntarse sí ya se habrá preparado uno de sus famosos gin-tonics, en los cuales era, por lo visto, un auténtico experto, al llegar al otro lado. Lo cierto es que a competitivo le ganaba poca gente, ya fuera en el mus o jactándose de su lengedaria memoria para los guiones, o incluso las voces de doblaje. Incluso logró imitar a la perfección al genial Cantinflas en El hombre de La Mancha. El artista mexicano ya estaba de vuelta a casa y la productora se dio cuenta de que necesitaban doblar un diálogo. Landa se prestó y, con su usual eficacia, volvió a salvar los muebles.
De hecho, en los últimos tiempos, costaba acostumbrarse a que el hombre de, Llenor por favor, no estuviera tan presente. Landa vendía y actuaba como pocos y siempre lo supieron cadenas y cineastas. Pero, el retiro, ya apuntaba que incluso la robusta salud del navarro iba cediendo poco a poco. En su Goya honorífico, pudimos verle tartamudear por primera vez ante una cámara, huidizo, perdido, sin saber que decir... Aquello solamente pudo acercarle más al público y compañeros de profesión, que empezaban a intuir que estaban ante el canto de cisne de uno de los artistas más longevos en una profesión que engulle famas a velocidad pasmosa.
No lo hizo solo. A su madre, primero, durante su infancia ("Vete", le dijo, cuando buena parte de su familia se volvía loca porque Alfredito quería ser cómico, a quienes no enterraban en sagrado) y a la familia que le dio su esposa, Maite, debía esa paz personal que le permitió salir incombustible en cualquier circunstancia, en vacas flacas y gordas.
"Hoy es el día de los Alfredos... porque, mira como juega Alfredo Di Stéfano y, hoy, tú, en el ensayo, lo has bordado", le dijo un amigo en Madrid volviendo del Santiago Bernabéu. Landa estaba empezando, pero, el desconocido actor empezaba a coger tablas. El comentario del camarada fue una de las profecías más precisas de los últimos tiempos. Incluso, cuando chocaba con alguien como con Berlanga, siempre estaba ese respeto, ganado a pulso. Cogiendo al temperamental intérprete, el desordenado genio le afirmó: "Mira, pese a esto, no creas que no sé que tú eres un actor cojonudo".
Pocos broches de oro son mejores que los dedicados por su colega en muchas películas, José Sacristán, otro goodfella. Los dos pensaban distinto en muchas cosas, eran muy diferentes entre sí, pero, lucieron como pocos de manera conjunta y nos hicieron gozar. Sacristán, lo tenía claro: "Hoy, he perdido un hermano".
Hoy, domingo, vuelvo a sentir que es el día de los Alfredos... gracias por Paco El Bajo, Arteta, Historia de un beso, el cura de El Verdugo y mil momentos más.
1 comentario:
Buena reseña de la vida y obra del señor Landa, sí señor.
Poco más que añadir más allá de que se va un grande, y que entre mis películas favoritas suyas estaría "el crack".
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