domingo, 22 de julio de 2012

ABRIENDO LA CAJA DE PANDORA: CRÓNICAS MARCIANAS

Tuvieron algo en común. Cada grupo, en su tiempo, fueron la jeunesse, una jeunesse dorée, la promesa de refinamiento, de algo más. Cicerón hablaba como nadie en banquetes orquestados por  Lúculo, anfitrión de exquisito gusto, mientras Sempronia Tuditania sorprendía a todos por su encanto, talento musical y dotes artísticas. ¿Quién hubiera pensado que aquellos patricios y plebeyos prominentes eran la antesala de muchas guerras civiles y descontrol con ellos como protagonistas? Probablemente, unos pocos, quizás alguno de esos agudos observadores hubieran pensado que el Versalles de Luis XIV no tapaba las manchas del alzamiento de los precios de pan y la miseria de unas calles de olor a pescado, como magníficamente se refleja en "El perfume".





Por mucho que el tópico se haya asentado, a veces olvidamos que los bárbaros no siempre son los responsables del saqueo y el destrozo, la profanación del templo. A veces, la curiosidad, la inteligencia y la imaginación, cualidades que en muchos casos son admirables, pueden terminar siendo el deseo irrefrenable  de Pandora de abrir la caja de los truenos.





Si alguien hubiera pronosticado que un talentoso presentador, Javier Sardá, que había comenzado destacando en la radio, iba a ser uno de los hacedores del tipo de programa televisivo que hoy tanto abunda, hubiera sido difícil de imaginar. De un modo único, "Crónicas Marcianas" serviría para explicar muchas cosas que han pasado en la caja que a todos nos congrega 365 días al año en algún momento u otro. Que no es poco. 



Por supuesto, no hacemos referencia a los relatos de Ray Bradbury, sino a un programa que entre 1997 y 2005 fue un verdadero fenómeno de audiencia en share nocturno y, no tiene porque ser elogioso esto último, reflejo por donde se estaba moviendo el gusto mayoritario. En el ciclo darwiniano de la vida, si el show comenzó para intentar crear competencia a Pepe Navarro hasta aprovechar el ocaso del programa de este último, en cierta medida, el final de estas crónicas extra-terrestres, coincidió con el surgimiento de Andreu Buenafuente y su equipo del Terrat. Así que estemos muy atentos con el que le quite la cuchara a los Berto y cía.



No sería justo el caer en la crítica fácil desde el minuto uno. En ocasiones, ahora que el tiempo ya ha pasado, pareciera que olvidásemos que ahí hubo talento y, en muchos casos, no en pocas cantidades. Más allá de su heterodoxia y sus hiperbólicas maneras casi (¿por qué narices pongo casi?) de Boriz Izaguirre, uno de los colaboradores y tertulianos, se escondía una persona culta y un escritor con capacidad de reflexión. Carlos Latre, por su lado, uno de los descubrimientos de Crónicas, es uno de los mejores imitadores que han surgido en los últimos años en el país.



Con un humor blando pero ingenioso en un principio, con entrevistas a personajes de rabiosa actualidad, el espacio de Tele 5 fue ganándose un hueco claro, a medida que Sardá consagraba su popularidad y algunos de sus ayudantes alcanzaban también una importante dosis de protagonismo. Fue a partir del año 2000 cuando surgió el verdadero punto de inflexión, la llegada a la cadena de reality-shows como Gran Hermano, que alcanzaron gran popularidad y superaron las más alocadas expectativas de Orwell en cuanto a forzar la dignidad humana y que dejaba a la neolengua a la altura de Shakespeare.

La jugada de Sardá y su equipo no pudo salir mejor, en aquel Circo, supieron traer a los gladiadores y las fieras que el público ansiaba. En aquellas tareas de scouting sobresalía Javier Cárdenas, quien pareció especializarse en la caza de freaks. Freak, que es una palabra que suele salir en este blog y en una connotación positiva, un poco de broma pero siempre bajo el tamiz del cariño y la originalidad, en este caso está más enfocado al de la creación de un personaje televisivo, sin oficio ni beneficio conocido pero que alcanza gran popularidad.





Fue el inicio de una oleada, no podríamos imaginar a las Esteban, Matamoros, Pocholos y compañía como tales sin lo que se inició en aquellas crónicas que fueron desligándose cada vez más de sus objetivos de inicio. También surgieron las primeras polémicas y críticas contra la utilización de algunas de esas personas, ya que la excentricidad no ha sido nunca excusa para hacer burlas descaradas y que llegó a tener ejemplos de triste recuerdo.



Ocasionalmente, había algún leve atisbo, en ocasiones de algún incidente importante o noticia seria, el programa incluso se transformaba por unos minutos en algo inquisitivo, ingenioso y serio, porque el talento siempre estuvo allí, aunque, en la gran mayoría de los episodios, no sé si en la causa equivocada (no nos pongamos tan moralistas), pero sí en la ante-sala de lo que iba a llegar...




Siendo ya un recuerdo e historia de nuestra televisión, pareciera que aquella mezcla de palacio finamente ornamentado pero regentado por Calígula, hubiera desaparecido de la memoria, como si su brutal popularidad no hubiera sido garantía suficiente para pervivir en el recuerdo con agrado. El propio Sardá, que ganó importantes rivalidades durante el mismo (incluyendo algún momento memorable como pedir de rodillas el no voto a un partido político), a pesar de seguir en algún experimento, nunca ha vuelto a gozar de una oportunidad de estar tan arriba en la palestra...



Y es que, por mucho dinero y audiencia que pueda dar, la caja siempre se termina rebelando...


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