Recientemente he podido acabar de ver la segunda temporada de "The Wire" (los interesados/as en la primera temporada pueden encontrar una reseña de la misma en este blog). Como era de esperar, este producto de la HBO sigue sin dejar indiferente, pese a que han pasado algunos años, la realidad de Baltimore sigue siendo un programa más que solvente, de mucha calidad.
A través del personaje de McNulty, degradado a servir como guardia costero tras la primera temporada por sus ariscos superiores, los guionistas de la premiada serie se sirven del hecho para seguir con su rompe-cabezas de mostrar en mosaico la realidad de una ciudad. Pero no, aunque uno no sea de Baltimore, o ni siquiera de Estados Unidos, los valores que muestran son universales.
En primer lugar hay que prevenir que, pese a las críticas que tanto la alaban, no estamos ante un producto televisivo de fácil consumo. Igual que ocurre con otra grande entre los grandes, Los Soprano, The Wire (Bajo Escucha) tiene un formato cinematográfico que hace que cada uno de los episodios sea una pequeña película de una hora. Además, el brusco arranque casi nos invita a pensar que la segunda temporada tiene muy poco que ver con la primera, más allá de los protagonistas, aunque afortunadamente no es así. Por ende, ver esta serie suele ser productivo a pequeñas dosis y cuando de verdad se encuentra una buena franja de tiempo libre para paladearla.
Un avispado amigo de olfato ya me dijo cuando me recomendaba ver esta serie que algún día cuando se intentase explicar algo de antropología en los Estados Unidos, ver algún momento de The Wire servirá como buena muestra del panorama.
Su capacidad de mostrar cosas muy realistas juega su favor. Se mete muy bien en el día a día de los camellos y los delincuentes de poca monta, presentándolos como personas de carne y hueso, en muchos casos más morales que otros de la serie. También lanza finos daros a los estamentos policiales, no precisamente a los que patrullan y se dejan en más de una ocasión los cuernos a riesgo de su propio cuello, sino con los tenientes, fiscales del distrito y otras hierbas que tienen un gran temor al período electoral y buscan evitar cosas polémicas que les cuesten abandonar sus nalgas de los sillas del poder.
El componente étnico de los muelles trae el añadido de los inmigrantes, griegos, polacos (3 polacos, seis opiniones) y la labor de los sindicatos, muchas veces alejada de su propósito inicial. La sinceridad brutal de los planteamientos es digna de alabanza, así como la fuerte documentación que hay detrás de cada insinuación, de cada queja... The Wire no es un panfleto, es una precisa radiografía sin colores blancos o negros, simplemente el gris es omnipresente, como la vida misma. Las actuaciones son de un nivel muy alto, tanto en principales como secundarios.
Los interesados en esta temática no deben dejar de leer el siguiente artículo "The Wire: todo lo contrario de una serie policial", en el blog de Hernán Casciari, que resume con mano maestra lo que es la esencia de espectáculo. Como escribió Umberto Eco sobre un gran cómic, suspirando ya por la tercera temporada que te haga retornar a ese micro-cosmos policial... Y por supuesto, aprovechar para contárselo, que fue siempre el bojetivo de este blog.
2 comentarios:
Leñe... no me quiero repetir pero, otra a pendientes. Y van...
Pues en esa hay que ponerse al día, amigo Easmo. Gracias por comentar.
Publicar un comentario