Siete amigos. Ningún talento. No es una mala premisa para iniciar una comedia y, desde luego, David Serrano tuvo la buena fortuna de contar con un reparto estupendo con el que está muy compenetrado y ha realizado muchos trabajos.
La historia coral de un grupo de treinteañeros de barrio que en mayor o menor media han madurado muy poco. Aunque parece que los vientos cambian y Antonio, el más golfo de todos, parece sentar la cabeza tras haber estado entre rejas por sus problemas de agresividad. De hecho, como no hay peor inquisidor que el converso, su reciente éxito con la terapia le lleva a psicoanalizar a sus antiguos amigos, encontrando un denominador común:están muy insatisfechos en su día a día.
Antonio no es otro que un Ernesto Alterio impecable en su rol de supuestamente reformado truhán que en realidad, ha cambiado muy poco. Cual personaje ibañezco, sus buenas intenciones van sembrando el caos, especialmente con Jorge (Alberto San Juan), que acaba de sufrir una dolorosa ruptura con una de las hermanas de Antonio (es lo que tiene vivir en el mismo barrio, el mundo es un pañuelo al parecer). Sin saber muy bien por qué, entre todos, llegan a la extraña conclusión de que deben resucitar su antiguo equipo de fútbol 7, con el que ganaron un torneo siendo unos críos. Aquel breve pero feliz instante puede ser una piedra de toque para mejorar tan tristes panoramas que van desde el eterno opositor al policía con ínfulas de canta-autor.
Lástima que los años perdonen y muchos ahoran tengan verdaderas patas de palo y alternen paliza tras paliza. Los poco seguidores al balompié no tienen porque preocuparse, las secuencias en arenales son absolutamente ibañezcas, con la exageración como credo y si dudan, piensan que su fichaje en el mercado de invierno es Sérafín... interpretado por el cordobés Fernando Tejero, desde luego, no el actor más puro del mundo en cuanto a estilo, pero capaz de simpatía en todos y cada uno de sus diálogos.
La película es bastante honesta con su simpleza y esa falta de ínfulas le otorga un fuerte encanto. Plasma especialmente bien los momentos más cotidianos, esas tertulias en terrazas de bares cuando alguien pide al camarero que conoce de toda la vida otra ronda con tapa y esa extraña camaradería que surge de verdaderas tonterías como bien puede ser pegarle patadas a una pelota para meterla entre tres palos y evitar que te la cuelen a ti. Si Serrano había tenido un fuerte pelotazo con "El otro lado de la cama", en su debut como director volvió a meterse a la audiencia en el bolsillo, lástima que en el siguiente intento, "Días de cine", la fórmula empezase a caducar.
Probablemente un problema que sí que tengamos en nuestra industria cinematográfica a la hora de acercanos a la comedia, sea el pecar por exceso. Dos horas es demasiado tiempo, no por falta de gracia, pero se puede preguntar a cualquier de los grandes guionistas, incluyendo Billy Wilder, para saber que a partir de la hora larga, incluso los buenos chistes pierden fluidez.
Con esto no quiere uno negarle las cotas de calidad que si tiene la cinta. Por ejemplo, el personaje de Roberto Álamo, aparentemente el borde del grupo sin más, hasta que se va profundizando más en su dá a día, demostrando que Serrano tiene buena mano con los guiones, aunque en este caso, tal vez porque este desporte en concreto parece tradicionalmente (con excepciones, verdaderamente) orientado a lo masculino, la composición de los personajes femeninos es muy inferior al de los masculinos.
María Esteve sin ir más lejos tiene una papeleta muy complicada, precisamente como la mujer del personaje de Roberto Álamo, un ángel del hogar al estilo doña Inés e inexplicablemente enamorada de su taciturno marido, aunque el talento del actriz salva situaciones que si no, parecería inverosímiles. No podemos decir lo mismo en el caso del prototipo de la esposa dominante, una Nathalie Poza obligada a ser absolutamente desagradable y sin duda el personaje que uno más odia mientras transcurre la cinta; por su parte, Natalia Verbeke desarrolla belleza y simpatía, pero su aniñada Violeta no deja de ser una quinceañera indecisa en cuerpo de treinteañera.
Eso sí, el reparto es de altura, incluso en parcelas mínimas como el cameo de "Willy" Toledo o el siempre eficaz Diego Martín. Una simpática comedia para divertirse, aunque con más miga de la que parece a simple vista, aunque quizás con un final más costumbrista de lo que cabría esperar. Y es que quizás uno de los males que últimamente se está instaurando en este género, una actitud, por seguir el símil futbolístico, apegada a la defensa a la italiana antes que la ofensiva brasileña.
Pero en cualquier caso, el año que viene nos volveremos a apuntar a Liga con nuestros colegas... aún a costa de que nos mojen de tanto en cuando la oreja y tengamos problemas de autocontrol como le pasa al bueno de Alterio.
1 comentario:
Otra de mi lista de pendientes.
Le pesa un poco a esta y a la del penalti más largo del mundo el ser las dos de fútbol, de comedia, y tener las dos a Tejero en un rol similar. No por nada, sino porque es fácil confundirlas XD
Me la apunto.
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