Captar una atmósfera es lo más difícil, solamente los artistas verdaderos logran ese hechizo. Tener alguna buena idea para un film sobre el verano no es tan complicado. Seguro que tarda poco en surgir alguna opción argumental que podría resultar atractiva. No obstante, lo complejo es darle autenticidad, llevar ese recurso a un marco creíble con el que se pueda identificar todo el mundo. La escapada (Il sorpasso, 1962), dirigida por Dino Risi, es de esos pocos filmes que logra poner en situación a la audiencia en apenas una escena. El sudor, el silencioso ambiente de ferragosto y cierta melancolía en la carretera son mostrados por la cámara de forma magistral.
Uno de los protagonistas de la función es Vittorio Gassman. Un intérprete genial que defendía una tesis: la vida debía tener dos intentos. Incluso el mejor actor del mundo precisa de un ensayo previo. En esta ocasión, se puso en la piel de Bruno Cortona, un vividor romano sin una lira pero con un encanto por el que muchas personas suspirarían. Directores españoles como José Luis Garci han subrayado el magnetismo que irradia este tipo sin rumbo con su coche, un pícaro surgido de la más divertida novela, al que es imposible odiar por más desastroso que sea. Querrá el azar que en su conducción precise de la ayuda de uno de los pocos vecinos que están en la ciudad por la zona que le pilla de tránsito, un aplicado estudiante que prepara sus exámenes.
Irónicamente, aunque sea el patito feo para muchas críticas sesudas, es precisamente este personaje el que hace que todo funcione, convirtiendo esta comedia costumbrista en algo muy especial. Que Gassman va a estar bien en escena lo sabe todo el mundo. Rafael Álvarez El Brujo, uno de los mejores juglares de la actualidad, afirmó enamorarse de la forma de improvisar del transalpino sobre textos clásicos en una exhibición que llevó a los tablados madrileños. De él se espera eso y más. Pero lo que consigue Jean-Louis Trinttignan como Roberto Mariani, un chico al que todo se le tambalea cuando llega ese huracán carismático que es Bruno, marca la pauta.
Probablemente, en caso de desaparecer la herencia de César entre ambos, Marco Antonio y Octavio no se habrían tenido por qué llevar precisamente mal. Quizás incluso Octavio le habría confesado en una tertulia improvisada en el Foro que no se atrevía a hablar con una muchacha llamada Livia que lo hechizaba con su mera presencia. Puede que Antonio, aprovechando la confidencia, incluso le admitiese que él no las tenía todas consigo, que gozaba de muchos amigos y amantes en Roma pero que dudaba sobre si nadie lo tomaba realmente en serio. Decía Cicerón que ninguna amistad podía colocar sus cimientos sin admiración, añadiendo aquí el guión de Ettore Scola, Ruggero Maccari y el propio Risi una mutua simpatía por las debilidades del otro.
Lo que suele olvidarse es que Bruno termina cogiendo real afecto por Roberto. En el largo deambular de este vividor, le intuimos muchos colegas y pocas amistades reales. Refleja la sed por la vida, una búsqueda de la fiesta constante... y puede que más soledad de la que sus admiradores intuyen. Otra cuestión es su forma de encajar los reveses. Nadie reacciona con más gracia a las negativas amorosas en este film que Gassman, incombustible al desaliento e irreductible a la pausa. Por Roberto también pasarán varias oportunidades interesantes en ese sentido, pero un cierto halo de fatalidad las preside para que no se concreten.
Por su viaje transcurren pequeños testimonios de la época. Hay instantes que se pueden colocar en Call Me By Your Name (2017) y no desentonarían en lo absoluto. Risi capta la playa y algo más: miradas, gestos, el tipo de comida, la arenisca, etc. No es cuestión baladí, son esos detalles los que permiten que una cinta pueda ser revisitada, que sepamos la historia sin que nos importe, porque hay muchos detalles ocultos.
ESTA PARTE DE LA CRÍTICA CONTIENE SPOILERS:
Pese a sus muchas virtudes, Il sorpasso es un film descompensado. Aunque Risi quiera guardarse un as bajo la manga impactante, no es difícil intuir el final. Además, toma una solución más cómoda de la que aparenta. Fruto de una conducción temeraria, Bruno y Roberto sufren un accidente trágico que resultará mortal para el segundo. La ruptura es rápida, únicamente escuchando como un casi enmudecido Bruno dice el nombre de la víctima al policía.
En el duelo de don Carnal y doña Cuaresma, incluso directores de talento como Lubitsch o el propio Risi han parecido mostrar un síndrome de Estocolmo con la figura del pícaro. El propio Garci cuando habla de la cinta muestra la misma ternura por Bruno que la censura con el estilo vital de Roberto, aunque no es impensable que en su biografía real los tres estén más próximos al responsable estudiante que no está exento de ingenio ocultado en su timidez. Castigar con la muerte la primera aventura del muchacho y mantener el hilo de la vida de Ulises de Bruno resulta bastante convencional si superamos la sorpresa inicial.
Este ejercicio cinematográfico de altura oscila entre la tragedia y la comedia sin llegar a fusionarlas con exactitud. Deja la percepción de ser una obra magnífica pero que pudo alcanzar el rango de maestro con alguna revisión de guión. Corta abrupta, queriendo ser desoladora sin alcanzar la emotividad que para ello habría necesitado. Suele decirse que hay querer a los personajes de los que se está escribiendo. Pese a que ambas interpretaciones son soberbias, parece que la cámara del maestro Risi se decantó por Bruno demasiado rápido.
Probablemente, en caso de desaparecer la herencia de César entre ambos, Marco Antonio y Octavio no se habrían tenido por qué llevar precisamente mal. Quizás incluso Octavio le habría confesado en una tertulia improvisada en el Foro que no se atrevía a hablar con una muchacha llamada Livia que lo hechizaba con su mera presencia. Puede que Antonio, aprovechando la confidencia, incluso le admitiese que él no las tenía todas consigo, que gozaba de muchos amigos y amantes en Roma pero que dudaba sobre si nadie lo tomaba realmente en serio. Decía Cicerón que ninguna amistad podía colocar sus cimientos sin admiración, añadiendo aquí el guión de Ettore Scola, Ruggero Maccari y el propio Risi una mutua simpatía por las debilidades del otro.
Lo que suele olvidarse es que Bruno termina cogiendo real afecto por Roberto. En el largo deambular de este vividor, le intuimos muchos colegas y pocas amistades reales. Refleja la sed por la vida, una búsqueda de la fiesta constante... y puede que más soledad de la que sus admiradores intuyen. Otra cuestión es su forma de encajar los reveses. Nadie reacciona con más gracia a las negativas amorosas en este film que Gassman, incombustible al desaliento e irreductible a la pausa. Por Roberto también pasarán varias oportunidades interesantes en ese sentido, pero un cierto halo de fatalidad las preside para que no se concreten.
Por su viaje transcurren pequeños testimonios de la época. Hay instantes que se pueden colocar en Call Me By Your Name (2017) y no desentonarían en lo absoluto. Risi capta la playa y algo más: miradas, gestos, el tipo de comida, la arenisca, etc. No es cuestión baladí, son esos detalles los que permiten que una cinta pueda ser revisitada, que sepamos la historia sin que nos importe, porque hay muchos detalles ocultos.
ESTA PARTE DE LA CRÍTICA CONTIENE SPOILERS:
Pese a sus muchas virtudes, Il sorpasso es un film descompensado. Aunque Risi quiera guardarse un as bajo la manga impactante, no es difícil intuir el final. Además, toma una solución más cómoda de la que aparenta. Fruto de una conducción temeraria, Bruno y Roberto sufren un accidente trágico que resultará mortal para el segundo. La ruptura es rápida, únicamente escuchando como un casi enmudecido Bruno dice el nombre de la víctima al policía.
En el duelo de don Carnal y doña Cuaresma, incluso directores de talento como Lubitsch o el propio Risi han parecido mostrar un síndrome de Estocolmo con la figura del pícaro. El propio Garci cuando habla de la cinta muestra la misma ternura por Bruno que la censura con el estilo vital de Roberto, aunque no es impensable que en su biografía real los tres estén más próximos al responsable estudiante que no está exento de ingenio ocultado en su timidez. Castigar con la muerte la primera aventura del muchacho y mantener el hilo de la vida de Ulises de Bruno resulta bastante convencional si superamos la sorpresa inicial.
Este ejercicio cinematográfico de altura oscila entre la tragedia y la comedia sin llegar a fusionarlas con exactitud. Deja la percepción de ser una obra magnífica pero que pudo alcanzar el rango de maestro con alguna revisión de guión. Corta abrupta, queriendo ser desoladora sin alcanzar la emotividad que para ello habría necesitado. Suele decirse que hay querer a los personajes de los que se está escribiendo. Pese a que ambas interpretaciones son soberbias, parece que la cámara del maestro Risi se decantó por Bruno demasiado rápido.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
- https://hildyjohnson.es/?p=3308
- https://twitter.com/sergioandreola/status/1043738518718242816
- https://twitter.com/stargazer_kea/status/1001921626617901057